Pasaba lo que tenía que suceder. Siempre está en juego nuestra reputación y las ansias por superarnos.
Puede que la temperatura sea, tal vez, la principal alarma. Pero ¿qué lo causa? Quizás sea nuestra viciosa imaginación al tenernos tan pero tan cerca que podemos olernos, y claro, el intermitente y audible roce sobre ese umbral que ya no divide nuestras fronteras.
Acariciándonos feroces sin usar las manos y sintiendo unos latidos, que no vibran en el corazón.
Nos estimula, de hecho, nos encanta la carne del otro, probar en cada encuentro el sabor de ese exacto punto de sal y respirarnos cada vez más profundo, pidiéndonos únicamente con el tacto.
Nos gusta perder la razón para luego poder ir a buscarla… no hay más misterio, así somos Nosotros.
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