De pronto mis pies tocaron lo tibio del agua. Me fui sumergiendo con miedo pues la única luz era la que provenía del cielo pero repentinamente todo debajo de mí se empezó a iluminar. Poco a poco, al son de cada movimiento, los destellos verdes comenzaron a aparecer, un instante esperado y difícil de creer a la vez, la paz invadió mi cuerpo y sólo floté boca arriba. Me llevé una gran sorpresa al mirar arriba, era lo mismo que vi en el agua pero con destellos blancos, plateados, eran las estrellas, el cielo más claro, limpio y puro que he observado de noche. El brillo de las estrellas iluminaron la gran laguna y cada parpadeo que daba era un desperdicio. Nunca antes había deseado tener los ojos tan abiertos como aquel día.

Me sentí como perdida en una fotografía. El único ruido era el del motor de la lancha y el del agua en movimiento emitido por las otras 14 personas que nadaban en círculos alrededor de ésta. De pronto a alguien se le ocurrió sumergirse y abrir los ojos de bajo del agua cosa que me apresuré a repetir al escuchar su experiencia. Tenía años de no abrir los ojos debajo del agua pero pensé que ese momento lo ameritaba, sólo esperaba no encontrarme de frente con algún animal, así que lo hice: respiré profundo, me tapé la nariz con mi mano, cerré los ojos y al sentir mi cabeza totalmente empapada decidí abrirlos. Mi imagen fue borrosa por el agua turbia, casi no distinguía nada y sentí un poco de miedo así que comencé a agitar mis manos de un lado a otro y observé la luz verdosa desplazándose en seguida de ellas por lo que pude identificar donde estaban. Al no aguantar más la respiración regresé arriba. Tomé aire profundamente para recupérame. Volteé a ver las puntas de mi cabello y éste estaba lleno de luminosos puntos verdes lo cual me inspiró a voltear hacia abajo y agitar la cabeza de lado a lado procurando que las puntas tocaran la superficie del agua para generar la bioluminiscencia del plancton. Me quedé en esa posición por algunos minutos y seguí flotando, disfrutando la temperatura del agua, mirando al cielo y agitando mis manos alrededor de mi cuerpo esporádicamente.

Llegó el momento de regresar, me sentí como si sonará la alarma para levantarme y no quisiera hacerlo. Los guías me ayudaron a subir y tomé mi lugar. Me asomé por el borde y mientras la lancha avanzaba y vi a los bancos de peces pasar alrededor haciendo con su movimiento resplandecer el plancton, y al igual que del camino de ida el motor dejaba la huella del recorrido en la laguna de vuelta a la orilla. Regresé la mirada dentro de la lancha y observé mi traje de baño y el de los demás, me percaté de que el plancton se había quedado impregnado y sus destellos seguían ahí pero poco a poco desaparecieron. Realmente estaba encantada con lo que estaba viviendo en ese momento, además de que vencí uno de mis mayores miedos: meterme a una laguna de noche. Por un instante, al principio dude en hacerlo pero no podía dejar pasar esa oportunidad y más por la experiencia tan irreal que viví.

Los comentarios de asombro salían de cada una de las demás personas que me acompañaron y el único negativo fue el de que no pude fotografiar el plancton, y sí, acepto que hubiera estado increíble haberlo podido hacer pero creo que la experiencia valió tanto la pena como para que el lente me hubiera distraído de la realidad alejándome de disfrutar uno de los mejores momentos de mi vida. Este es un instante que siempre va a estar en mi mente, además de una experiencia que siempre voy a gozar compartir animando a las personas a que la realicen y valga la pena gastar trecientos pesos en algo que no sea comida o bebida, sino en una experiencia única e inigualable venciendo miedos y dando a conocer algo que tenemos en el territorio mexicano pero que muchas veces lo buscamos en los lugares más alejados de este país.

Al planear mi viaje a Oaxaca no tenía planeado visitar aquella laguna, la Laguna de Manialtepec puesto que quedaba a media hora del lugar más próximo donde me hospedé pero al ya estar de viaje lo primero que tienes que hacer es aventurarte y conocer, si no lo hubiera hecho me habría perdido de una de las mejores experiencias de mi vida.

Los viajes son oportunidades que la mayoría de las veces te dejan cosas buenas, ya sean experiencias o simplemente momentos que en el instante parecen fugaces, pero de tu memoria jamás serán borrados. Muchas veces me he limitado económicamente para hacerlos pero cuando caí en cuenta de la cantidad de dinero que gasto en cuatro semanas en la Ciudad de México es el mismo que puedo ahorrar para irme a visitar algunos lugares baratos e increíbles de mi país ya que sólo es cosa de administrar bien el dinero y tener las ganas de hacerlo aunque sea sola, así voy a mi ritmo, o acompañada también es una gran experiencia pero de cualquiera de las dos maneras se que siempre terminaré conociendo gente nueva que me hable de lugares diferentes a los que puedo ir y las ganas de aventurarme a ellos serán insaciables hasta lograrlo.

LAGUNA DE MANIALTEPEC, OAXACA

Foto de Google Maps, usuario enrisanc73.

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