«Viaje al centro de mis sentimientos»

«Viaje al centro de mis sentimientos»

Mirta Calabrese

30/08/2016

Desde hacía un tiempo al mirarme en el espejo, un pensamiento recurrente volvía una y otra vez

«¿Quién soy?»

Esto mismo le preguntaba a mi madre, ella acariciando mi rostro, con una sonrisa solo decía:

─ Vamos niña bonita, tú eres una princesita.

A medida que pasaba el tiempo iba creciendo la necesidad de saber quien era mi padre. De a poco, fui reuniendo la información que aunque reticente, mi madre me daba. A ella no le gustaba esto. No quería hablar del tema.

─ Nosotros somos italianos, esa es la sangre que corre por tus venas ─ Decía.

-Tu padre es Federico. Con él te hemos criado. Tu padre te ama tanto!

─Yo también lo amo mamá! Pero necesito saber.

Nuestras raíces estaban en Sicilia, mi padre biológico era de allí. Había llegado el momento. Iría a buscarlo.

El avión me había llevado hasta Palermo y luego el tren hasta Taormina. El corazón se me salía del pecho. Estaba muy nerviosa, miraba por la ventanilla el paisaje verde con colinas ondulantes. Sentía una mezcla de alegría e inquietud. Mi ensoñación se interrumpe con el gesto del revisor.

─ Prego signorina, il biglietto. Grazie!

El hotel que había elegido estaba algo retirado del centro. Me sentía agotada, deseaba tanto darme una ducha como dormir.

Por la mañana estaba desayunando cuando un hombre entra en el salón y habla con el camarero, no entendía bien lo que decían, parecía ser policía. Su mirada y la mía se entrecruzan, era apuesto, de mediana edad. Se sienta pide un café y una galleta.

Me entero que es el comisario del pueblo. Me pareció perfecto para iniciar mi búsqueda.

─Cada día viene a desayunar. Me dice el camarero.

A la mañana siguiente me animo y me presento.

─ Anna Marino Lombardo tanto gusto!

─Comisario Matteo Grimaldo, un placer conocerle.

Me tiende su mano y aprieta con firmeza la mía. El comisario parece un hombre muy seguro de sí, amable y serio a la vez.

─¿Ha venido de vacaciones?

─No, en realidad por motivos personales o digamos familiares, busco a mi padre biológico ─

El rostro del comisario se tornó más serio aún y mirándome a los ojos dijo

–Veré si puedo ayudarle.

─Si me da los datos con que cuenta y todos lo detalles que tenga.

Sacó de su maletín una libreta electrónica y apuntó todo lo que pude aportar. Cuando pronuncié el nombre, lo noté algo inquieto, enseguida se repuso y se despidió deseándome que pasara una buena noche y que tratara de disfrutar la estancia.

Regresé al hotel, tomé una ducha, cené algo ligero y traté de dormir, aunque los pensamientos no me dejaban en paz. Tal vez no había sido buena idea venir hasta aquí. Qué haría mi padre si me viera, y quién sería él. Me asaltaban tantas preguntas sin respuesta, que por momentos sentía que estaba en el lugar equivocado.

Me despertó el aroma a café. Salí a la terraza. Bajé las escaleras, el bullicio y el perfume de las rosas me marearon. Caminé calle abajo, mezclándome con la gente del lugar y los turistas despreocupados.

Alguien me nombra, es el Comisario

─ Anna ¡Buenos días!

─Hola! Comisario ¡Buenos días!

─Anna, creo que en dos o tres días más tendremos alguna novedad, el Ayuntamiento nos ha dado más información.

─¿Se quedará todavía en Taormina?

─ Sí Comisario, me quedaré.

Todos me ven como una turista más, nadie adivina la tremenda angustia que soporto.

Matteo Grimaldo llega puntual, pedimos dos cafés.

El Comisario dice que con todos los datos que han podido comprobar, mi padre biológico vive en un pequeño pueblo de la provincia de Messina, a unos cincuenta km. de donde estamos.

─ Giuliano Conigliaro, tuvo en el pasado un asunto complicado con la justicia, pero eso es historia. Ahora dirige una panificadora de la zona. Su hijo murió hace unos años en un accidente de tránsito. Es un hombre muy golpeado por la vida.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo.

─ Comisario, iremos a verlo. Aprecio tanto su ayuda! Pero no diremos nada por ahora.

─Perfecto Anna, como tú quieras.

─Pasaremos a saludarle de manera casual, no te preocupes.

El cielo amenazaba tormenta. Llegamos, aparcamos el coche y subimos por una calle de piedra. Pronto estuvimos en la puerta de la Panificadora.

El corazón me latía tan fuerte que hubiera jurado que Matteo lo escuchaba. Mis piernas temblaban. Él me guiñó un ojo cómplice y entramos.

El Comisario pidió por Giuliano a uno de los empleados. Se abrió la puerta y apareció un hombre alto y delgado. Algo sorprendido por la visita, su sonrisa tenía un dejo de tristeza. Apenas pude saludarle. Matteo dominó la situación con soltura. Me presentó como su sobrina. Aceptamos la típica invitación a un café. La conversación era cercana y amable. El hombre por momentos clavaba su mirada en mi, sus ojos eran de un azul intenso. “Esos son mis ojos» pensé..

Tendría unos sesenta años, aunque aparentaba algunos menos, a pesar de las muchas líneas que se dibujaban en su rostro. No era capaz de disimular por más tiempo la infinidad de emociones contradictorias.

Cuando nos despedimos se acercó y me tendió la mano. Sentí su calidez. Al traspasar la puerta ya no pude contener las lágrimas. Regresamos en silencio a Taormina.

Estaba más tranquila. Aunque todavía no había resuelto nada, me invadía una sensación de bienestar.

Llama el móvil, la voz de mi padre suena cariñosa y protectora.

─ Hola Anna, hija,¿cómo estás?

─Papá, estoy muy bien, pronto regresaré.

─ Tu madre y yo te echamos de menos ─

Miro como la luna se recuesta en el mar. Respiro hondo. Ya lo he decidido, mañana volveré para ver a Giuliano antes de marcharme. Lo abrazaré y por fin podré contarle mi secreto.

Una parte de mi, de mi esencia, y la respuesta de quien soy están aquí, en este lugar. Al cual también pertenezco…

Fin.

Palermo – Taormina – Sicilia.

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