Nos reuníamos en la cocina mientras algo burbujeaba en el fuego para la cena y nos contábamos lo acontecido en el día de cada una sumándole a la experiencia la parte jocosa del asunto, con lo que siempre terminábamos riendo a carcajadas por muy serio que fuera el contenido inicial y el problema sin remedio era elevado a las nubes de la resolución por poca importancia. Ellas han rellenado mi vida de expectativas, creciendo, estudiando y contándome sus secretos para resolverlos en equipo de chicas, haciendo que mi existencia sirva y mis sencillas enseñanzas de vida queden grabadas en sus tres memorias, en cada una de forma diferente aunque con la misma semilla que fue el principio de sus despertares.

En mis hijas guardaré todas las cosas que no he hecho mientras cuidé feliz de ellas. El esfuerzo, el tiempo y las ganas que puse bien empleadas están. También espero que queden en ellas esos detalles que te sirven para decidir lo que está bien o mal y esos momentos llenos de amor escondido en pequeños actos del día a día que te hacen recordar la infancia acogedora y protegida.

Ahora, al final de mi viaje, guardo en memoria ajena todos mis recuerdos que se me escapan como pajarillos liberados de su jaula. Ahora, que ya he vivido y construido una vida llena de experiencias se me van como arena húmeda entre los dedos, se deshacen como el hielo y no deseo retenerlas porque así es como tiene que ser.

Todo empezó con una de esas cosas que no puedes cambiar, una palabra impronunciable que te arrasa sin remedio. Nos pilló a todos por sorpresa, como llega una tormenta de verano, echando agua a raudales para dejar que luego venga una calma fresca que, en este caso, dejó el aire viciado y una sensación de desasosiego sospechoso que no te deja relajarte ni confiar ya nunca más. Así que tuve que ponerme en movimiento, con ritmo, como yo hago la vida.

Mientras aplicada hacía mis ejercicios de dibujar, colorear, contar y demás iba pensando donde guardar mis datos en peligro de extinción. Muy difícil sí, pero encontré el sitio ideal para cada cosa obviando algunas y olvidando otras de la lista borrosa ya en mi mente.

Las experiencias de vida que se queden con las personas con las que las he vivido, es lo que tiene compartir, me gusta estar acompañada, la soledad no es lo mío. Yo no sé lo que es estar sola, eso de disfrutar de mi espacio es una cosa de ahora que me dicen mis hijas y que no entiendo. Mi espacio es el de mi familia y la gente que quiero, trabajar es mi hobby y cuidar de los míos un instinto para mí. Nunca tomé esa decisión ni lo deseé, así era y así es.

Suelo dejarme llevar mientras no haya peligro en la hazaña a realizar, pero claro respetando el tiempo después de cenar para estirar mis piernas, mi almohada y mi tele que la mantengo hasta hoy en mi habitación. Nunca me duele nada ni estoy lo suficientemente cansada como para dejar de hacer, eso me levanta todas las mañanas y me da fuerzas y ritmo para el día. No duermo siesta y me gusta la seguridad. Así que con este retrato ya sabéis que casi todo lo acontecido en mi vida tendrá doble copia como mínimo. La mía, desterrada en tierra de nadie y la de las personas con las que las compartí. Asunto resuelto.

Mis habilidades están perdidas, porque tú me dirás donde guardo eso, cada persona tiene las suyas, aunque… en mi trabajo de sastra del que me quedan los dedos torcidos y una manía de colocar todas las telas que encuentro, tuve bastantes aprendizas, mis niñas, y a ellas les traspasé mis trucos y mi buen hacer con la aguja. Ahora me alegro de que no se pierdan. Les entregué mi carrera y máster en sisas, dobladillos, ojales y demás que seguro ellas lo guardan por mí de buena gana y yo contenta.

De lo que estoy segura es de donde voy a guardar el amor de mi vida, uno, el de siempre. Ese que, como los que son verdaderos, te hacen sufrir tanto como te hacen ser feliz. No soy romántica, pero los sentimientos han de ser reales.

En su radiante montesa adolescente venía a buscarme al trabajo, guapo, chulo, con su aire de caballero y sus músculos fuertes y nos íbamos donde se terciara en nuestro Madrid de cañas y aperitivos. Mucho ha pasado en tiempo, pero aquí está, a mi lado en este viaje después de todo. Cuando se disipa todo a mi alrededor, cuando no sé donde estoy ni quienes son los que me rodean tengo su mano a mi alcance y sus palabras, bajo ese bigote de siempre, que me indican el camino. En su memoria estarán escritas con tinta secreta nuestras aventuras de amor, ya le entregué todo lo demás, él sabrá lo que hacer con ello.

Se me escapan muchas cosas que van borrándose sin remedio y sin dolor. Me paso el día cantando las frases que ya no me salen habladas y me enfado mucho por lo que ya no sé hacer o por tener que permitir que me dirijan, pero por ahora no he perdido esos ataques de risa de siempre y mira, iremos sobre la marcha que es una cosa que a mi me ha ido muy bien, rodeada de los míos que aunque no les conozca las caras, sí reconozco su cariño. Creo que ese sexto sentido se guarda en un rincón imborrable que él no debe conocer.

FIN

MADRID

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