Te sientes en paz. Sueñas algo, no sabes qué. No, no es un sueño, es un pensamiento. Y éste, despacito, tira de otro. Se encadenan con los que siguen. Dan giros, vueltas y de vez en cuando pintan alguna imagen. Y con ellos construyes una historia que desovillas explicándotela. Parece que te entra sueño.
Percibes unos sonidos y algunos te desvelan imágenes curiosas. Atiendes. Una idea te distrae. Olvidaste apagar la radio. No, no lo olvidaste, el sueño te cazó en plena vigilia. Atiendes de nuevo. Retienes unas pocas palabras. Y de pronto te das cuenta de que aquella historia que se ramificaba en tu mente como en un placer de conversación interior se ha dispersado. Quedó reducida a una minúscula ramita con tres brotes que tienen pinta de haiku. La reservas en una maceta de bonsai (un bloc pequeñito, al alcance de la mano, capaz de soportar breves pensamientos). En la mesilla de noche.
Sueño que sueñas
que te sueño soñándome
y no es un sueño.
Mañana lo plantarás en una hoja de bambú.
¿Qué dicen ahora? ¿Qué Rostropovich interpreta Shostakovich? ¿O que Shostakovich dedicó esta pieza al violonchelista? Me parece que ambas cosas a la vez, pero en este momento da igual. Estoy en otra cosa.
¿Sigo soñando? ¿Habla alguien? No sé. No, no sueño. Pienso… A ver si lo escribo.
¿Y esa música? ¿No apagué la radio?
Mientras se deshacen las últimas briznas del sueño
como una gasa evanescente,
redibujo en la cabeza y el alma
la mezcla de emociones aun presentes
entre las brumas aún no disipadas
y un tanto confusas
del momento en que traspaso el umbral
de este mundo tan distante y tan reciente
compartido tan solo conmigo.
Se me representa una vida diferente
de la que escribo cada día.
pero sé, de una manera consciente
que tan mía como ésta
es la que ahora trato de retener con letras
–la del instante en que, durmiendo,
me soñaba despierta–,
mientras sigue sonando, insistente,
la música inquietante que las enlaza,
sobrenatural, entre dos latidos,
como naturales son la pasión y la presencia
que al despertar se vuelven evocación,
pero siento reales.
*****
Se van, como humo, las palabras,
mas no las imágenes…
Y mientras quiero reconstruirlas con palabras
se me van, también, las imágenes.
Huyen, se escapan,
y no queda nada.
Sí, permanece la música
que me dará nuevos sueños
y nuevas palabras.
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