No me robéis la inocencia

No me robéis la inocencia

Me llamo Paulette y tengo cinco años. Mis papás han muerto y me he quedado sola, no conozco a nadie y no sé adónde ir. Comienzo a caminar sin rumbo entre cuerpos mutilados y escombros sucios y malolientes hasta que, de repente, me encuentro contigo, Michel, y mi vida cambia. Sé que estamos en guerra, aunque no sé muy bien lo que eso significa. Lo único que quiero es jugar contigo y que me lleves a tu casa, para poder comer algo y dormir un poquito. Cuando me tapas con la manta para que no pase frío, entiendo que he encontrado un hogar y que tú me protegerás de todo lo malo, eso me has dicho. Pasan los días y parezco una más de tu familia, tú me lo consientes todo y yo solo quiero estar contigo y que conversemos de cualquier cosa. Ahora coleccionamos cruces para ponerlas en las tumbas de los caracoles, de las lagartijas o de las moscas, lo mismo nos da, pero a los mayores no parece gustarles nuestra distracción. Me parece que a tu hermana mayor le gusta mucho estar con el vecino, ese que ha vuelto hace poco de no sé dónde y que no para de buscarla y hacerle cosquillas. Me gustan las cosquillas, yo también quisiera que tú me las hicieras. Mi perrito murió hace poco y robamos una cruz muy bonita del cementerio para adornar su tumba, ¿te acuerdas?¡Qué bien lo pasamos escondiéndonos entre las lápidas para que no nos encontraran! Pasan los días y algo raro ocurre con tu familia. Noto que hablan entre ellos y callan cuando yo aparezco, quizá no quieren asustarme con cosas que no entiendo, pero percibo su angustia. Yo sigo deseando jugar y estar a tu lado y que no nos separemos nunca. Solo tú consigues que esté a gusto y que me sienta feliz y no eche de menos a mamá. Pero un día llegan unos hombres, van vestidos de policia y preguntan por mí. Tus padres me señalan y yo intento esconderme, pero se acercan despacio y comienzan a hablarme. Me van a llevar a un sitio con otros niños, cientos de ellos, con los que podré jugar y convivir a diario. ¿Qué les pasa? ¿No entienden que quiero quedarme aquí, contigo, y que tú y solo tú me bastas para ser feliz? Intentas explicar lo bien que nos llevamos y la falta que nos hacemos, pero es inútil. Nuestra colección de cruces se quedará sin nadie que las cuide, pues ese era mi cometido. Casi no me dejan ni despedirme de ti cuando ya me han introducido en un coche que huele mal y que, en seguida, pone rumbo a un lugar deconocido mientras grito tu nombre y nadie me escucha. De nuevo sola, entre otros muchos niños de mi edad y aún más pequeños, te busco entre todos ellos pero sé que no vas a estar, que nunca más volveré a verte. Ven a buscarme Michel, por favor. Ven a buscarme…

Música: Romanza española (Anónimo)

Intepretada a la guitarra por Christina Sandsengen

Relato personal y libre de la historia de la película «Juegos prohibidos» (1952) de René Clément.

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