Entró en aula 5 minutos tarde, como de costumbre. Apresurada y muy abrigada, cargando su bolso y un montón de cartulinas debajo del brazo. Tras saludar alegremente al grupo y preguntarles por su fin de semana, les pidió que se sentaran,
mientras conectaba el ordenador. Estaban en segundo de Bachillerato, era su último curso en el instituto y Patricia había decidido que antes de comenzar el tema siguiente se tomaran ese día un respiro y prepararán algo para San Valentín.
– ¿Conocéis este mural? – preguntó mientras cargaba una foto en el proyector de Aula??- Este fotomasaico, se llama «El mundo nace en cada beso” y está situado en Barcelona en una pequeña y tranquila plaza delante de la catedral. Está formado por cuatro mil fotos recibidas de ciudadanos anónimos que enviaban imágenes de sus momentos de libertad.
Nosotros vamos hacer una réplica para el centro. Pero en nuestro caso cada fragmento estará formado por estas cartulinas que llevarán, gracias a vuestras palabras, la historia de un beso.
Y mientras repartía a cada alumno una de ellas, continuó.
– Luego los alumnos del artístico se encargarán de unir todos vuestros «besos» en un mural. Para ello, hoy, hablaremos brevemente de un beso. Del beso que vosotros decidáis compartir: El último, el primero o el que nunca disteis y os gustaría haber dado. El que no debisteis dar. El que presenciasteis sin querer, o el que no podéis recordar. El que quisierais olvidar. O el que continuáis esperando. El más dulce, o el más amargo. El que os robaron o el que robasteis. O el que nunca os habéis atrevido a contar. No más de 100 palabras, que que quepan en vuestra cartulina. Será anónimo cuando montemos el panel, pero quien quiera lo podrá compartir hoy aquí en clase. Será nuestra nave de los secretos. Vamos a ello.
Gustau
Siempre quise besar sus otros labios y que formaran con los míos una cruz. Sin embargo intuía que ella no lo deseaba. Abiertamente le pregunté un día el porqué.
Es que me siento expuesta. Desprotegida. Y alejada de lo que más me gusta de ti. Ya sabes, se excusó. Pero yo ya sabía lo que me había dicho entre líneas: que detrás de sus palabras y sus gestos había una historia de la que prefería no hablar.
Al final la convencí. Primero tanteé el terreno con los dedos. Suave, ondulado y …tan mojado.
Después mi boca recorríó el mismo camino.
-A qué te sabe- me preguntó.
– A miel con un toque de guindilla, como tú; y a la sal de la tristeza que no has llorado…
– También se llora de alegría- me contestó mientras me besaba para saborear las «lágrimas» que todavía mojaban mis labios.
– Ah, y como el amor, con su toque de amargura- concluí.
– No. Con su punto de locura.
Y me volvió a besar
Ana
Los dos llevábamos mascarillas, y yo no podía ver su rostro porque estaba detrás de mí. Me daba mucho miedo contagiarle. Sus manos en mi cintura o en mis caderas. Me acarició y susurró algo al oído que no recuerdo. De mis labios sólo pudo salir un «perdóname». Por sentir vergüenza de sentir lo que sentía, y como lo sentía. Por sentirme culpable.
Al acabar, ya sin mascarilla, me besó el cuello.
La próxima vez cambiaré el perdóname por un gracias.
Azu
No sé si lo mío, en realidad, es besar. Porque a mí los que me gustan son los besos con forma de «O».
Me gusta acariciarlo con mis labios y mi boca hasta la garganta. Así me siento más cerca de él. Además, después, su sabor algo picante y salado, me acompaña todo el día.
Y mis estrellas son las mismas, pero arriba se agitan en el agua dulce de mi boca, y más abajo, en agua salada.
FIN
Música Ennio Morricone
Cinema Paradiso
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