El amor tiene muchos nombres y a veces ni nombre tiene.
Cuando estaba chiquita se llamaba Coni,
después en el kínder había un niño que me llevaba chocolates todos los días,
en ese entonces su nombre era Adrián, después fue hombre y mujer.
A veces se le vía hasta viejito y con bastón,
otras veces lo encontraba pidiendo dinero en la calle,
de todos los nombres que tuvo recuerdo que todos hacían
cosas muy similares:
Expandían
Confiaban
Reían a carcajadas
Lloraban
Abrazaban
Besaban
Escuchaban
Nunca me importó su nombre, ni el lugar donde lo encontraba,
donde yo lo viera y sintiera, ese lugar siempre era calientito.
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