Tengo mi nieta María de veinticuatro años, enamorada y preparada al máximo sobre la biotecnología. Actualmente está residiendo en Londres y trabajando en uno de los laboratorios más prestigiosos del mundo, experimentando sobre este dichoso cáncer que tantos estragos está haciendo a la humanidad.
Me llamó la semana pasada por «phone» y pude escuchar su voz radiante y llena de felicidad hablándome de las nuevas tecnologías para combatir a esta enfermedad que se está llevando a media humanidad.
Me resulta imposible en esta materia que incumbe a las enfermedades ir en contra y aunque debido a mi avanzada edad no podré disfrutar de los cambios que se están produciendo a este respecto, sin embargo, pienso que va a ser como un milagro para mis sucesores.
Por otra parte, convivo mucho con otra nieta de menor edad, solamente tiene doce años, más siempre está sentada frente a su portátil empapándose de todas las novedades en nuevas tecnologías.
Para mis adentros pienso, yo a esa edad solamente pensaba en jugar al baloncesto, al frontón y también porque no decirlo, echar algunas miraditas a jovencitos de esa edad, aprovechando el deporte, charlando sobre temas del colegio o alguna actividad.
– Gabriela le digo: Ahora que compartís clase chicos y chicas, seguro que habrá algún amigo que te guste un poquito (tal vez esta pregunta resulte inadecuada, pero las abuelas tenemos mucho peligro a veces).
– En contraposición me responde: ¿sabes lo que estoy leyendo en el ordenador?-
-¿Qué hija?- Le respondo.
– Pues que en un laboratorio de E.U. la empresa Memphis Meats, está investigando hacer pollos, a través de células de ave cultivadas.-
– ¡Qué pena querida! ¿qué comerán?- Ya no ingerirán maíz ni podrán pavonearse por un verde terreno, recibiendo aire en sus pulmones.
– También es posible que como mayor que eres te pongan una tercera dosis de vacuna contra el covid.
-¡Ah, eso me parece muy bien Gabriela! – De paso doy la enhorabuena a todos los laboratorios que han sido capaces de inventar estas vacunas y parar en parte esta enfermedad.
– También Mamen, los coches van a ser todos eléctricos y teledirigidos. Me alegro por ti ya que no lo pasarás tan mal con el «abu» que se empeña en conducir su automóvil, a pesar de su edad.-
Al dolerme la cintura, recuerdo cuando era niña que mucha gente iba a consultar sus dolencias a curanderos. Éstos les daban potingues para beber o frotarse. Había algunos que sobre la palma de tu mano te pronosticaban tu porvenir.
Hoy Domingo he asistido a la Santa misa, a pesar de los numerosos confesionarios que existen, todos estaban vacíos. Sin embargo, una inmensa multitud de fieles hemos ido a comulgar, saltando las enseñanzas de antes que no te acercabas a tomar la sagrada forma sin antes haberte confesado.
Es un verdadero placer para mí sentarme en un banco del retiro, dejando que los rayos del sol penetren en mi organismo, inyectándome una parte de la vitamina D.
Hace unos años cuando todavía no había llegado mi atardecer y el Dios de la tecnología no había calado tan fuerte entre nosotros, aprovechábamos para intercalar la palabra con otras personas. Siempre fui una amante de las tertulias, pues desde muy niña lo contemplaba con mi querido padre, para quien éstas suponían lo más importante en su vida. Todavía envidio a hombres de la cultura, artistas, escritores que siguen reuniéndose en el café Gijón, empapándose por medio de la palabra de todos los acontecimientos actuales. Ellos rinden culto al sabor de la palabra.
Mientras contemplo los árboles de alrededor, observo sus hojas que palidecen y van tornándose en un color marrón-rojizo. No tardarán en formar espesas alfombras de colores y formas que hacen de nuestro parque un lugar privilegiado.
Al no tener ocasión de reanudar una conversación con las personas de mi alrededor, ya que cada una busca su banco particular para sentarse y conectarse inmediatamente con su móvil, rebusco en mi memoria y pienso lo que veo a mi lado. Como conclusión, pienso que en este proceso de la renovación de las hojas no influye para nada la tecnología. Todos los años, cuando llega la estación del otoño, ocurre el mismo milagro; luego tiene que haber un Dios muy grande, llámese energía, o un Dios omnipotente, capaz de generar este prodigio cada año. La tecnología no puede crear vida, puede transformar cosas e inventar cosas maravillosas que para nuestra mente resultan a veces casi milagrosas, pero el origen de la vida todavía no ha podido conseguir.
Los peces del estanque siempre nadan, tienen su organismo con órganos muy parecidos a los nuestros, lo mismo que los pájaros que siempre vuelan, y las palomas que se me acercan formando una especie de corro zureando sin parar, ¿quien ha hecho este fenómeno?
Después de contemplar toda esta diversidad de naturaleza y aves vuelvo a penetrar en mi cerebro, cuyas ideas no podrán arrebatar, pero oigo por radio que en E.U están también investigando por medio de unos electrodos colocados en el cerebro con el fin de conocer sobre el pensamiento de cada ser humano. Incluso, si fuera necesario ampliarían el experimento para en caso conveniente cambiar tus propios pensamientos por otros. No me lo puedo creer, lo único que nos pertenece lo quieren cambiar, ¿será posible que el dios de la tecnología pueda hacer eso?
La luna e infinidad de estrellas rodean nuestro pequeño planeta, pero solamente se ha llegado a la luna y al final solo ha servido para que hagan unos viajes personas adineradas.
¡Qué hermoso escribir sobre un papel unas palabras afectuosas a seres queridos o a una persona amada, esperando con ilusión su contestación!
Después de recibida, sobar mil veces el papel como si estuvieses acariciando a tu ser amado para introducir sus palabras en una carpeta con miras a ser releída.
Voy a terminar como Sócrates: Yo solo sé que no sé nada.
Si el hombre llegara a estos límites y parecerse a ese Dios, podría llegar la apocalipsis.
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