El WhatsApp en tiempos de ruptura

El WhatsApp en tiempos de ruptura

Una ventana de mensajería vacía, un en línea interminable y agotador, una confirmación de lectura o como lo llamamos en estos tiempos un EN VISTO lleno de ego, riéndose de la cara que ponemos cuando a la otra persona le importo muy poco responder ese último mensaje.

¿Cómo dejar atrás a nuestros emojis de amor que ahora están intactos y sin usar, ahora solo usamos a los emojis de llanto, uno que otro que muestre fuerza, pero en primera fila están los de sarcasmo, esas caritas chistosas que usamos con los demás contactos para aparentar lo bien que estamos ahora sin él, y por qué no hablar del auto corrector que nos recuerda una y otra vez el nombre de esa persona, o aquel apodo, esa palabra que tuvimos que guardar porque seguramente era una palabra mal escrita y a cada rato nos la corregía o esas frases predeterminadas que decíamos con frecuencia, como por ejemplo: corazón, cariño, bebé, te espero, te extraño, descansa… Un sinfín de palabras que ahora cada vez que empezamos a escribir algo nos aparecen como opciones y nos recuerda lo cursi que somos cuando algo está latiendo dentro de nosotros, y eso sin duda duele, pero eso no duele tanto como el solo hecho de ver un WhatsApp sin rostro, sin foto, sin propietario, nos hace pensar que no existe nadie al otro lado y que todo fue producto de nuestra imaginación, nos preguntamos en qué momento paso a ser una persona con la que hablábamos 24/7 a ser un desconocido total, saber y admitir que borraron nuestro contacto y no tener los ovarios suficientes para también hacer lo mismo sin sentirnos culpables después, lograr que la otra persona con nuestra ausencia en redes sienta curiosidad y se pregunte dónde estamos ahora, que sienta los mismos escalofríos que sentimos al abrir la aplicación y no saber nada, tener una llamada en espera todas las noches, una contestadora cansada de decir que ya no está más, que dejes de marcar, cambiarle de nombre al contacto para que duela menos, pasarnos horas sobre horas buscando respuestas, dándole todo el poder y valor a un celular inteligente que si bien es cierto nos ha hecho la vida más fácil, pero en el amor nos está dando solo traumas, porque este celular nos muestra todo, si posteo algo en redes, si salió por un café, si está conectado hablando con alguien, si salió de viaje, nos cuenta todo de esa persona que no dudo ni un segundo en dejarnos, nos pasamos horas sobre horas en una aplicación que solo tiene un propósito y es el de poder comunicarnos con mayor facilidad, mandar mensajes rápidos con respuestas rápidas sin esperar tanto, así como lo escuchas sin esperar tanto, entonces que tanto esperamos? Para esta pregunta hay una sencilla respuesta y es la siguiente: con nosotros esa bendita persona no quiere comunicarse ni de manera fácil y mucho menos rápida y ni que hablar de la mensajería tradicional, ya nadie los usa, pero aun sí, seguimos abriendo esos mensajes para ver si por casualidad por ahí si nos quieren hablar, aunque la comunicación sea lenta y tardía, ¡¡¡pero vaya que decepción!!, por acá tampoco hay rastros de esa persona.

Ahora ver en línea a alguien en tiempos de WhatsApp es saber que por lo menos está vivo, que no ha muerto aún, es un cachito de esperanza de que quizá algún día aparezca él escribiendo que tanto deseamos, ese en línea que nos emociona, que nos engaña, que nos hace fantasear con la más estúpida idea que al otro lado también está él mirando nuestra última conexión o si estamos en línea, ¿Qué patético no?, hasta sentir ese alivio tonto de que por lo menos estamos ahí conectados de alguna u otra forma y que no se ha ido del todo todavía. ¿¿Qué necesidad tan grande de autodestrucción?? Entrar a sus chats y verlo en línea, o verle la última hora de conexión a cada 5 minutos como si algo va a cambiar, que angustia tan grande sentimos cuando vemos que su última conexión fue has 3 horas atrás, nuestro cerebro empieza a imaginar todos los posibles escenarios por el cual no está conectado, ningún escenario con sentido común, ningún escenario maduro donde esa persona se encuentra en una reunión de trabajo o una consulta médica, o atorado en el tráfico, o sin batería, lamentablemente nuestro cerebro no está programado para pensar en eso, nuestro cerebro está programado para pensar lo peor y lo peor es que ya tiene a otra, que ya pago un cuarto de hotel, o más trágico aún, en una cena romántica, esa cena que hace mucho no tenía con nosotros, montamos películas en nuestro cerebro que nos hacen odiarlo con todo lo que queda de amor, por que dejo de conectarse? Es que acaso desde que no estamos su vida sin redes es más placentera?.

Otro aterrador problema de los en línea, es que somos presos de ellos, nos angustia, nos pone en un estado de ansiedad increíble, nos baja la autoestima, porque si no te escribe a ti, ¿entonces que carajos hace en línea? ¿Resulta tan difícil enviar ahora un Hola, ¿cómo estás? Que carajos paso en esta situación que ya ni eso es imprescindible para esa persona,

Aunque nos sintamos hasta ¡¡¡la madre!!! volvemos al día siguiente a lo mismo, al mismo circuito de revisión total, esperando minuto a minuto que se ponga en línea para después intentar salir corriendo del WhatsApp por si acaso este pensando escribirnos, al salir de ahí corriendo damos la idea de los despreocupados que estamos de que llegue alguna señal de esa persona. MENTIRAAA!!! Sabemos perfectamente que hemos perdido casi todo el día pagados al celular viendo sus conexiones, esperando ese mensaje que reviva todo lo que se quedó paralizado cuando decidió marcharse, no perdemos la fe de que todo vuelva hacer como antes, pero creo que ya es hora de bajarle dos rayitas de intensidad al asunto, ya que antes que llegáramos a la vida de esa persona inclusive en nuestra propia vida los en línea ya existían y estaban a todas horas, olvidamos que esa persona lo más probable es que tenga más de 300 contactos y que nosotros al llegar fuimos el contacto número 301.

Es momento de seguir con nuestras vidas, volver a ver al WhatsApp como antes y dejar de malgastar horas valiosas que podrían ser ocupadas para nuestro beneficio propio, pero sabemos cuántos nos cuesta despegarnos de esta aplicación, por más que cada noche no hagamos la promesa que dejaremos de revisar tanto y analizamos que esa persona es tan igual a nosotros que así como nosotros priorizamos nuestros mensajes él también lo hace y que seguramente antes de estar tan metidos en esta mierda los en líneas ya existían, los mensajes sin revisar también y que dejar en VISTO es tan normal cuando no tienes ningún interés de conversar.

Otro de los dilemas más peculiares cuando ya se acabó todo es seguir manteniendo esas largas conversaciones, sin querer borrarlas, desvelarnos una noche entera leyendo todos esos mensajes con respuestas automáticas, los millones de palabras que escribíamos en todo el día, esa forma de comunicarnos sin contacto, tecleando lo que la otra persona quiere leer y recibiendo lo mismo, esos buenos días, ¿buenas noches, como estas?, o el impecable: salimos hoy? Que a todos en algún momento nos ha llevado a las nubes, largos “escribiendo” que nos paralizan, nos desesperan, nos ilusionan, nos hacen sentir parte de una conversación sin final, creyendo cada letra, dándole un valor especial a cada palabra, atormentándonos con las veces que pusimos un te quiero y que ahora son solo letras plasmadas en una pantalla, en la noche siguiente volvemos a la misma depresión de revisar la conversación que aunque ya no tiene ningún sentido seguimos negándonos a eliminarla, llorar y sentirnos vacíos con esos emojis sincronizados que daban vida a la conversación, que expresaban todo lo que sentíamos minuto a minutos, expresaban más cuando las palabras no eran suficientes,

No quiero dejar pasar los audios, ¡¡Caramba!! Cuanta emoción escuchar un audio de esa persona, cuanta adrenalina recorre en nuestro cuerpo cuando nos llega uno, audios que van perdiendo la voz al pasar de los días, que están ahí para cumplir la función de ser escuchados, somos masoquistas escuchando algo que en nuestro momento presente nos cuenta una historia que quedo en el pasado, una vez más nos negamos a eliminarlos. Nos pasamos un mal rollo todo el día tratando de escarbar en un audio una respuesta a un silencio intermitente.

Sabemos también que después del bloqueo no quedara más remedio que resignarse y tomar decisiones sobre una situación que no hace más que destruirnos lentamente. Decisiones que tal vez tarden un tiempo.

Ahora me pregunto ¿Cuándo le dimos el control de nuestras vidas a una red social?

Cuando acabara todo este martirio de un en línea que nos trauma, un escribiendo que no aparece, una última conexión traicionera, mensajes suicidas y audios burlones, cuando dejaremos de ser presos de nuestra propia aplicación.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS