DANIELA Y SU ABUELA CAÑERA

DANIELA Y SU ABUELA CAÑERA



Me llamo Daniela, tengo 14 años. Mi vida es bastante rutinaria, soy hija única, mi madre dice que en todas las familias hay una oveja negra, en la mía es mi abuela, se llama Teresa y en el barrio de Montilivi la llaman la Tere. Hace un mes que se ha quedado viuda y hoy viene a visitarnos.

LA VISITA.

Mi madre esta ataca de los nervios, de un momento a otro llegará la abuela, no es que no la quiera ni mucho menos, pero donde está la Tere siempre hay problemas. Mi padre está sentado leyendo el periódico, él está más relajado, dice que un par de horas se pasan rápido, luego muy buenas y hasta otra. A mí me mola que venga, porque siempre me trae algún regalo y si no me da algo de pasta, que en estos tiempos que corre no va nada mal. Es verdad que está algo locuela para su edad, yo creo que mi abuelo palmó porque no aguantaba más, tanta marcha lo tenía reventao, es por eso que mi madre cuando viene a casa se desespera, dice que es como un huracán, todo lo que pilla se lo lleva por delante. A primera vista cae de puta madre, tiene cara angelical y su voz es dulce como la de una niña, pero si la haces cabrear… ni te cuento la que se puede llegar a armar. Le encanta hacer deporte, le chifla mirar a los tíos cachas y no sabe pasar un día relajada en el sofá. Tiene un perro que se llama Yupi, le puso ese nombre porque dice que es sinónimo de alegría, es como una bola de algodón y le acompaña casi siempre (menos cuando va a correr). El problema que tiene es que cuándo se lo lleva rara vez regresan juntos. La última vez lo dejó atado en la puerta del super y el pobre perro estuvo allí casi hasta el anochecer, porque la abuela de memoria a veces no anda muy bien. Llaman a la puerta y mi padre se queda pasmao sin decir esta boca es mía, de repente oigo algo así como: -¿Qué pasa cara polla? ¿No me vas a dejar entrar o qué? Te recuerdo que esta casa también es de mi hija-. Casi sin reaccionar se aparta para que entre… mi madre que en ese momento lleva los platos en la mano, se le caen haciéndose añicos. -¡Hola mamá! ¿Y esa maleta?- Pregunta medio confundida. -Hola Sofía, yo también me alegro mucho de verte-. Dice con cierta ironía. -¿Pero cómo es posible? ¿Acabo de llegar y nadie me va a dar una bienvenida como merezco?- Yo que la escucho me preparo toda eufórica para salir como en las obras de teatro que hacemos en el insti -¡abuela! ¡Preciosa! ¿Qué tal está mi yayita preferida?- Me mira con cara de circunstancia. -¿Qué coño tu yayita preferida? ¡Si soy la única que te queda viva! – Bueno tampoco es para que te pongas así, anda y dame un beso. -¡Si señor esta es mi nieta! ¡Un beso y dos y tres y cuatro!- Mi madre aún no muy repuesta de la imagen que tiene ante ella le vuelve a insistir -Mamá aun no me has contestado que haces con una maleta-. La abuela muy predispuesta le explica la última de sus historias, bueno… hasta el momento. -Esta mañana me he ido a correr, ya sabes, como hago todas las mañanas cuando me levanto, el caso es que al volver me he encontrado la casa chamuscaita, yo no sé si habrá sido un mal circuito o que me he dejado algo encendido ¿resultado? Que me he quedado sin casa y como comprenderás no me voy a quedar tirada en la calle, como una alfombra vieja, teniendo una hija que me adora tanto-. Sus ojitos brillan de amor. – Pero abuela ¿y el perro?- Le pregunto a modo de reproche. -Pues achicharrado se habrá quedado el pobre, mira… ha pasado a mejor vida, ahora tu abuelo tendrá compañía. Mi padre a todo esto no dice ni mus, tiene la boca abierta y una cara de acojonado que no puede con ella. Mi abuela lo mira indignada. -¿Y tú, qué? ¿No piensas cerrar la boca o estas esperando a que te la cierre yo? – Mi madre no muy convencida vuelve a preguntar. -¿Y si la casa se ha quemado, de dónde sale esa maleta? Es que no encajo la historia, si todo se ha quemado, repito, ¿como diablos has podido recoger tus cosas?-

-¿Y a ti quién te ha dicho que son mis cosas?-

-Ah entiendo, te ha dejado algo de ropa alguna amiga tuya-

-¡Qué va, a ver si espabilamos que parece mentira que seas hija mía! ¿Para qué tenemos una estación de trenes en el pueblo?-

-¿Pero mamá que me estas contando que esta maleta es robada?-

-Bueno solo un poquito, es que así como tú lo dices suena hasta feo, digamos… que la he tomado prestada, no querrás que encima que vengo de ocupa, no traiga ropa-

-¿Te has vuelto loca? Hay que devolverla hoy mismo, diremos que se cogió por error-

-¡Eso ni hablar, llevo el mismo chándal desde esta mañana, no pretenderás que siga con él!-

-A ver mamá, piensa un poco, ¿quién te dice que lo que hay en esa maleta puedes ponértelo tú? Puede ser de un señor o de una talla que no te corresponda o simplemente que no sea ropa lo que haya dentro-

-¡Pues tienes razón! No lo había pensado ¡Bueno, no me estreses Sofía! Dejemos este tema, me agobias cuando te pones así, parece mentira que seas hija mía.-

-Mañana iremos de compras, date una ducha y ponte algo mío ¿de acuerdo?- Dice mi madre algo molesta.

No sé cuánto podrá resistir esta situación, ella, tan perfeccionista… y mi abuela tan rebelde… Yo, francamente estoy feliz, porque sé que con ella ningún día será igual, es diferente a todas las personas que conozco. Es… ¡Especial! ¡Única!

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