Es una fiesta, una reunión, no importa, yo la convoque para reencontrarme con mis compañeros de promoción de la universidad. No los veo hace cinco años. Utilicé el mail, en donde se encontraban todas las direcciones. Me siento nerviosa. ¡Conque novedades me encontraré!, ¿Se habrán casado? ¿Tendrán hijos?, ¿Serán gay o lesbianas?, ja, ja, ja. Espero impresionarlos con mi lindo departamento. Desde el décimo piso se distingue una buena vista sobre el horizonte del mar. Mi terraza no es muy grande. No siempre se cumplen treinta años, voy a celebrar con ellos.

Los invitados fueron llegando, Marisa los recibía con una sonrisa, un beso en la mejilla y en ocasiones un grito de alegría y un fuerte abrazo.

Luego los invitaba discretamente a que se sirvan lo que les apeteciera de las tres mesas en las que había colocado la comida y los tragos. Se dirigió a uno de sus mejores amigos:

–Raúl, Raúl, como estas, que gusto de verte.

–El gusto es mío, no te podía fallar.

–Como te habrás dado cuenta sólo he invitado a la promoción.

–Espera, espera ¿solo has invitado a los de la promoción? ¿Has utilizado el mail que creamos como grupo?

–Sí, si, por…

–Porque en esa lista también estaba David. ¡No creo que hayas sido capaz!

–Este…, este…, Raulito,sabes que en el mail, estaba toda la promoción.

– ¡Ósea! te acuerdas entonces lo que pasó entre nosotros. La que me hizo, ese desgraciado. Desde ese entonces no he podido conciliar el sueño. He tenido que recurrir al alprazolam, empecé con una y ahora tengo que tomar cinco pastillas juntas. Incluso siempre tengo un blíster de diez pastillas en mi bolsillo. Me estoy volviendo un dependiente.

–Pero tú también tienes parte de culpa, la bomba que se tiraron fue una irresponsabilidad tuya, sabias que al día siguiente tenías que entregar el sobre y la resaca no te permitió levantarte todo el día de la cama.

–Parece que lo estuvieras defendiendo. Fue premeditado. Él lo planeo todo. Los dos íbamos a participar en ese concurso. Nunca me enseño su trabajó. Pero yo como soy un idiota si se lo mostré, ya lo tenía impreso, era una sola copia y desapareció.

–Bueno Raulito, deja de pensar en cosas negativas, lo pasado, pasado está.

De pronto sonó el timbre del intercomunicador. Ella se aprestó a contestar:

–Señorita Marisa –dijo el conserje del edificio–, un señor David dice que está invitado a la fiesta ¿lo hago pasar?

–Sí señor hágalo pasar, indíquele por cual ascensor puede subir al décimo piso.

Marisa, abrió la puerta de su departamento y esperó a su invitado.

–Marisita, Marisita, gracias por la invitación, toma tu regalo.

–Sí, si David, que gusto que hayas venido. Gracias por el regalo.

–Pero mujer, ábrelo, quiero que lo veas.

–No, no, ahora no, me encantan las sorpresas. Vamos pasa. Está toda la promoción eras el único que faltaba.

– ¡Sí!, ¿también ha venido Raúl?

–Sí, también. Pero pasa, socializa.

David, se paró frente a la mesa de tragos, se sirvió una copa de vino. Estuvo como hora y media departiendo copas con sus compañeros de promoción. Adrede no se acercó donde su amigo Raúl.

No tuvo tiempo de percatarse que un rostro se puso al frente suyo y con una copa de vino, le dijo ¡salud!

–Salud, Salud, ¡Raúl! ¿Qué sorpresa? Me asustaste, no te reconocí inmediatamente. Pero compadre: ¿Cómo estás? ¿Qué haces? Hace cinco años que no nos vemos.

–Claro, después de esa borrachera que me tiré contigo en mi casa, todo el vino que tomamos. Era mi primera bomba de vino, tú tenías algo de experiencia con este tipo de trago, pero para mí era algo nuevo.

–Tienes razón, mi querido Raúl, pero te cuento que mi trago es el vino Malbec, sobre todo si es gran reserva.

–David, disculpa, tengo que ir al baño.

–Si, como, no, anda, anda.

Antes se dirigió a Marisa, pidiéndole por favor que le preste un martillo.

– ¿Un martillo? Raúl, para que quieres un martillo.

–Es que la hebilla de mi correa, se ha trabado y quiero con un golpecito arreglarla. El martillo me puede ayudar.

En al baño, Raúl cogió un pedazo de papel que se utiliza para secarse las manos, lo dobló en cuatro y sacó su blíster de pastillas colocando cinco. Con mucho cuidado golpeando con el martillo las hizo polvo. En forma de sobrecito se lo metió al bolsillo del saco.

Tenía que regresar con David y que mejor con un vino gran reserva malbec. Se lo pidió a Marisa. Sin chistar le sacó una que la tenía guardada en su cava. Se dirigió al encuentro con su amigo.

–David, te he conseguido un vino a tu altura.

–Carajo, te pasaste Raulito, caleta, caleta, que nadie lo vea, solo para los dos. Hay que tomarlo.

– ¡Viva el reencuentro! Como te enteraste, yo si me presenté al concurso, sé que quieres hablar sobre este tema.

–Si me enteré cuando dieron los resultados. Pagaron bien. Siempre me preguntaba como la estaría pasando mi “amigo” David con fama y dinero. No te denuncié, pero me costó tragarme mi amargura.

–Vamos Raulito, lo importante es la creación, no la fama, y tú eres un creador. Me consta que no eres vengativo, ni rencoroso.

Raúl y David, se sentaron en un sillón donde no había mucha luz, con su botella de vino y cada uno con su copa de cristal. Recordaban anécdotas. Raúl gentilmente servía el vino que David en la medida que pasaban las copas se las tomaba apuradamente.

Una vez terminada la botella de vino, Raúl se paró y se dirigió a Marisa pidiéndole permiso para ir a su terraza con David. Ella le dijo, sí, pero tengan mucho cuidado porque la baranda no es muy alta.

Ellos, abrazados se dirigieron a la terraza, se quedaron un rato mirando el bello horizonte marino. Raúl dejó de abrazar a David y al alejarse vio que, embriagado se tambaleaba y estiraba las manos para sostenerse de la baranda.

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