¿Te has sentido fuera de lugar alguna vez en tu vida? ¿En ocasiones sientes que no encajas y te persigue un sentimiento de incomodidad a tu alrededor?

Siempre busqué el porqué de esas preguntas en mi cabeza, después de reflexionarlo mucho ya no se distinguir si es para bien o para mal.

Desde pequeño desentoné a temprana edad, mis padres esperaban alguna travesura de esas que los infantes hacen de vez en vez pero aprendí rápido a comportarme como se esperaba y de forma adecuada, saludaba muy propiamente y obviamente saturaba a los adultos con mil preguntas, cuestionaba todo lo que llamaba mi atención. Deje rápido los juguetes y los cambié por libros, al principio de temas sencillos, cuentos, fábulas y fantasías pero las lecturas pronto se hacían más complejas.

En la escuela lo mismo, aprendí rápido y en general mis maestros tuvieron buena percepción de mi, bien portado, listo y responsable, vamos tampoco era ese caso “especial” simplemente mientras mis compañeros embarraban mocos bajo el pupitre, yo me estaba adelantando las lecturas de los libros de texto que el gobierno nos proporcionaba. 

Crecí en una rara época donde aún jugábamos en los patios, se jugaba con el trompo, se comerciaba con los tazos de Sabritas y pedir “tapún” o el equivalente en tu país, se respetaba como pausa educada durante las traes. Pero también crecí en medio del auge de las computadoras, el Nintendo 64, Internet y el boom de la telefonía móvil, por alguna razón siempre me llamó más la atención los primeros juegos que ya mencioné pero de pronto ya nadie quería jugar a ellos y no entendía por qué razón en mi calle ya no jugábamos la reta de futbol tan seguido hasta que comprendí que a mi vecino le habían regalado el Play Station y todos en la cuadra pasaban horas jugando con la novedosa consola.

La verdad me disgustó un poco, afuera había un mundo de posibilidades que con un algo de imaginación hasta una escoba servía de lanza y un bote de basura como villano contra quien envainarla, no diré que me negué al cambio al final le encontré gusto a los videojuegos y mi padre había llevado una computadora a casa con lo que pude buscar más de mis interminables preguntas, un universo en Internet que me daba respuestas inmediato.

En mi adolescencia también se pudo notar, prefería los clásicos antes que los estrenos, El Padrino, Back To The Future, Perfume de mujer, Full Metal Jacket, Apocalypse Now, Karate Kid y más y más joyas. En la música el Hip-Hop, el rap y el punk estaban bien pero el Jazz, el Blues, el Rock n Roll, La Trova, la canción de protesta, todo eso estaba en otro nivel para mi, era ver las raíces de la música en estado puro, era darle sentido a movimientos culturales a pedazos de historia detrás de esas melodías, mientras en la radio sonaban ritmos ya distorsionados, letras sin sentido, sin sustancia y solo unos cuantos estaban buscando replicar los estilos de antaño, no representaban nada de valor más que despojos de los problemas sociales que estábamos viviendo en aquel entonces. 

A mi primera novia formal la conquisté con ramos de rosas, con cartas, abriendo las puertas, procurando caminara del lado seguro de la acera como mi madre me enseñó por supuesto, a la antigua, con respeto porque  si tengo madre y una hermana procuraba a las damas como quisiese las procurarán a ellas. Pasa que me duró poco el gusto pues pronto me percaté que tenía más éxito el tipo rebelde, escueto y sin aspiraciones, otra distorsión de los tiempos que corren. 

Al menos disfrutaba la compañía de mi abuela, con ella aún podía compartir historias de tiempos mejores, de como su padre transcribía textos en una máquina de escribir más pesada que cualquier otra cosa que ella recordaba, me hablaba de los vinilos y la consola para tocarlos en su casa, horas y horas escuchando y compartiendo la emoción de sus recuerdos y yo solo pensaba “Como no nací en aquella época abuela”. 

Por eso me dolió perderla más que a nada en el mundo, su partida me dejó vacío por mucho tiempo, con ella se fueron mis tardes después de comer escuchando sus recuerdos, se fue el cariño sincero e incondicional, mi cómplice de aventuras e historias. Dolió que con su partida aprendiera de la vida y tristemente de la muerte, dolió saber que al final te vas a llevar solo el amor que hayas cosechado en vida, que el tiempo es contado y efímero, que como decía Cabral “No hay muerte, hay mudanza”. 

Ahora tengo 25 años pero muchos de mis amigos dicen que soy aburrido, que me parezco y me comporto más bien como alguno de sus tíos, sigo con mil y un preguntas, ahora son más profundas y difíciles de contestar para ello ya no me sirve el Internet, regrese a los libros dónde encuentro más sentido pero incluso ahí no tengo respuestas claras. Me es más difícil encajar, estoy en desacuerdo con la política, el capitalismo, el consumismo, sigo prefiriendo el romanticismo, las noches de bohemia, las pláticas interesantes y no los temas superficiales.

Las familias ya no se sientan a conversar si no es por Whatsapp, la sociedad no te válida si no tienes x número de seguidores o x número de likes, cada año hay que cambiar al nuevo iPhone y mi ingreso ni de chiste da para eso. No quiero que mis hijos sean educados por una tableta. Las protestas ya no son para equilibrar ambos lados de la balanza si no más bien para cambiar el poder de un lado a otro, se acabaron los héroes porque los silenciaron, porque llenar el carrito de Amazon es llenar nuestros vacíos, porque vemos Netflix a diario pero nunca vemos qué hay dentro de uno mismo.

Por eso soy ciudadano de otros tiempos, me quede atascado en una extraña época donde mis padres me piden consejo cuando debería ser al revés, donde la libertad de expresión ya solo es una ilusión no existe tal cosa, ya no hay más Martin Luther King, ya no hay más Mándela, ya nadie quiere ser Gandhi, se acabaron las María Teresas del mundo. 

¿Cuántos viejos árboles siguen en pie? ¿Cuántas especies ya no caminan sobre nuestros suelos? El rojo de los tomates brilla más, ahora son más redondos, más perfectos pero más ácidos en el estómago, saben a todo menos a lo correcto. Nos queremos envenenar y anestesiar para escapar de una realidad que nos abruma y consume, nos queremos tragar todo de un bocado, ya no hacemos pausas al final del día vamos a 100 km por hora sin bajar de velocidad porque el de atrás te alcanza en un descuido y obvio no lo podemos permitir.

Los niños ya no quieren ser niños, los adultos ya no quieren ser sabios, las mujeres ya no quieren ser amadas y los hombres ya no quieren ser valientes. Los que vivieron antes siempre tenían la esperanza de que vendrían tiempos mejores y concuerdo pero después de cuantas generaciones, cuanto más se puede corromper nuestra sociedad, quisiera que la ciencia creara esas “maquinitas del tiempo «cómo dijo Cancerbero, para regresar a los tiempos donde se podía besar a las mujeres sin prisa y con calma, donde pudiéramos guardar el sabor de sus labios, la calidez de su regazo. Quisiera regresar a los tiempos donde se regaba el huerto y se procuraban las plantas para que crecieran sanas y fuertes para que algún día dieran buen fruto que comer, buenas semillas que sembrar, lo mismo trasladado a la familia. 

Hasta me quejo como viejo, hasta me duele la espalda de cargar conmigo mismo y con problemas de quienes amo como si fueran míos porque me preocupa su bienestar, incluso estoy escribiendo esto mientras mis amigos están bebiendo en algún bar de la ciudad destapando botellas de Moët para derramarlas al piso y a mi me acompaña un café y un cigarrillo que esta a nada de consumirse. Incluso mis ahorros están pensados no en comprarme Harley Davidson o bueno quizás si fuera una Knocklehead, o al menos para vivir mi vejez con dignidad porque hasta eso es un lujo. 

Y con todo esto no quiero decir que me parezca mejor mi envejecida perspectiva de la vida, todo lo contrario, quisiera vivir indiferente a las dudas profundas que me atormentan, de la vida y su sentido, de la consciencia y sus límites, de viajes astrales que me muestren mis vidas pasadas. Quisiera solo pensar que meme puedo compartir en Facebook para que me puedan validar cada reacción que reciba, tal vez solo necesito ver unos cuantos videos de esos coaches de vida que te hablan en YouTube, de esos que monetizan y simplifican la vida.

Si, soy viejo es mejor aceptarlo a una edad temprana y de aquí en adelante solo puedo aspirar a envejecer más y más cada día, estoy bien con ello, estoy bien sintiéndome como un extranjero en otro país, como un invitado a una fiesta en la que solo conoces a una o dos personas, fuera de lugar, observando atento y fascinado todo aquello ajeno a uno, es más hasta podría decir que me gusta.

Lo único malo es la fría y despiadada soledad porque aunque disfruto de mi propia compañía a veces pido a gritos un respiro de mi mismo, a veces se anhela una compañera igual que yo, orgullosamente envejecida, que ya haya hecho las pases con su edad, que la haya abrazado como una vieja amiga y con ganas de ese amor, ese al que al diablo le huye, ese que dura hasta la vejez, de ese que no juzga que acompaña que acepta y ama hasta el más molesto de los defectos del otro, de ese que se construye a diario, de esa que trasciende épocas y vidas. Es difícil encontrar algo así en un mundo lleno de amores que apenas florecen, de amores que se marchitan incluso antes de dar los primeros frutos, de pasiones disfrazadas de amor, de intereses con mascaras de amor.

Tarde o temprano todos vamos a madurar, ese es mi consuelo, ¿Cuántas vidas te hacen falta a ti? ¿Cuántas caídas? ¿Qué pasará primero? A caso vendrá el todo a reclamar cada pequeña parte de si mismo para ser uno experimentando cada pequeña expresión compuestas por nuestras almas, tal vez siendo uno nos logremos resolver, quizás mientras esperamos el final vengan épocas mejores, incluso mejor que las 60 o hasta mejor que los 80, tal vez lo verdaderamente bueno nos espera en el 3000. 

Un día mientras viajaba con mi padre en su coche a no recuerdo bien donde y escuchábamos mi playlist donde sonó Barry White, Frank Sinatra, Ray Charles y demás, en algún punto de la conversación volteo y me dijo: “Hijo me parece que tienes el alma vieja”. Jamás había escuchado a mi padre decirme algo que me hiciera tanto sentido como aquello y sólo puedo acabar  reflexionando que en efecto tal vez habemos almas viejas, atrapadas en una época equivocada a la que solo podemos aspirar a intentar adaptarnos.  

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