Un beso y una flor.

Un beso y una flor.

Armonía Cósmica

14/03/2021

Cae la noche y se evaporan las excusas para no volver a casa. Hay que regresar. Debo estar ahí aunque quisiera estar en otra parte. Lejos.

Ya no habla, sólo está esperando, quieta, en la cama, los ojos abiertos. ¿Nos escucha? No lo sé. Abuela, te estás yendo, ¿lo sabes? ¿Te lo ha dicho alguien?

No quiero estar aquí. No quiero verla así. Día tras día. Con ese olor a colonia que lo enmascara todo. El olor a muerte, el dolor de presenciar el final y no poder hacer nada.

Salgo. A cualquier sitio, no importa dónde. Lejos, fuera. Sin ver, sin oír, sin pensar, sin sentir. Pero luego regreso y la veo. En su habitación. Oigo a mi madre por el pasillo de un lado a otro, atendiéndola.

Y ya no aguanto este olor. Este olor a muerte. Este dolor, esta pena.

Y llega el día.

-Hijos, dadle un beso de despedida a la abuela.

Me acerco. Abuela, ¿me oyes? ¿Sabes quién soy? Abuela, ¿estás ahí? ¿Me escuchas? Abuela, no me parece justo. Nadie te lo dice, ¿sabes? Pero te vas a morir, te estás muriendo, abuela- susurro. Prepárate para el viaje. Adiós, te quiero.

Mis hermanos siguen en cola, uno detrás de otro. Le van dando besos en silencio. Y su corazón arranca de nuevo con cada uno de ellos. Hasta que mamá dice, basta, hijos, vamos a dejar que se vaya.

Ha pasado el tiempo. Me acuerdo de ella, de su canción preferida de Nino Bravo. Sólo la vi llorar con esa canción. Porque era como una roca. La persona más firme y más entera que he visto en mi vida. Y se fue. Desapareció. Nos dejó. Y yo no dejo de preguntarme a mi edad si aquel arranque de franqueza de una cría adolescente no fue más que crueldad, aunque bienintencionada, disfrazada de sinceridad inmadura.

Abuela, al partir y siempre, un beso y una flor.

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