Perdida en el abismo

Perdida en el abismo

Olivia

12/03/2021

Desde algún lugar se escuchaba una voz muy grave diciendo «Natalie ven a mí». Mientras ella corría y corría sin mirar atrás y adentrándose cada vez más en aquel bosque oscuro a la vez que esquivaba los altos árboles. 

Natalie no sabía como había llegado allí estaba atemorizada, no recordaba nada. Solo sabía que el miedo la recorría por todo el cuerpo y su corazón nunca había latido tan fuerte. Mientras aquella voz no paraba de llamarla y cada vez se penetraba más el sonido en sus tímpanos que casi la hacia explotar su cabeza.

Ella siguió corriendo guiada por un pequeño destello de luz que veía a lo lejos.  Las raíces de los árboles, al llegar más cerca de aquella luz, eran cada vez más gruesas. Con ellas no paraba de tropezarse y se cayó varias veces. Acabo con las rodillas medio ensangrentadas. Ella no podía más, la voz se volvió cada vez más tenebrosa y decía con más decisión «¡Natalie ven a mí!». 

Siguió corriendo, dolorida, sin saber si conseguiría salir de esa pesadilla. Estaba atormentada pero la adrenalina la empujaba a seguir corriendo hasta que el brillo de la claridad la dio en la cara de lleno. Paró en seco asustada. Miró hacía abajo y vio que estaba con las puntas de sus pies rozando un acantilado. Empezó a llorar y a gritar con las manos en su cara clavándose las uñas sucias en su piel «¡Ayúda, por favor!». Su rostro estaba manchado de tierra y sangre. Sus lágrimas caían por sus mejillas dejando el rastro de las gotas de su llanto. 

Sus labios empezaron a temblar y una extraña sensación fría como el hielo, empezó a recorrer todo su cuerpo. Poco después su vista quedó en negro y sintió como si flotase. 

En voz llorosa y suave escuchó «Natalie ven a mí. No te puedes ir tan pronto.»

Ella abrió sus ojos y apareció en la cama de un hospital. Vio a su marido agarrándola la mano y llorando. Observó en su rostro la cara de preocupación que él tenía. Hasta que él levantó su mirada y vio los ojos de Natalie abiertos. 

Una sonrisa se dibujó en el rostro de aquel triste hombre. Él sin pensarlo la agarró como pudo y besó aquellos pálidos labios que se asomaban entre los tubos de oxígeno. 

Después con un tono desesperado dijo «¡Natalie, pensé que te perdía!» «Te quiero.» 

Ella sin brillo en los ojos le miró, mientras sus mejillas intentaban moverse para devolverle la sonrisa. 

Hasta que suspiró y su gélido cuerpo quedó en aquella cama. Mientras su cálida alma salía en forma de una especie de aura de purpurina turquesa. Su destello voló hacía el infinito mientras solo podía escuchar a su marido llorar, cada vez más lejos.

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