El primer beso

Seguro no fue aquel del cine, el debutante. Me gustaría recordar la película; alguna entre John Travolta y la Guerra de las Galaxias. Puedo contar, sin embargo, que fue lindo, bastante privado, bastante con tiempo. También debo decir que no logró mayor significado que ser el primero. El primero que avanzó tranquilo más allá de los labios. El primero que amablemente fue abriendo paso a la adolescencia.

Seguro no fue el de mi primera novia; ese beso ya tenía más peso, se anunciaban otras cosas. Aunque no recuerde exactamente. Aunque si recuerde.

Seguro no fueron los besos inexistentes de labios desconocidos; si tienen lugar, son como un perfume. Pueden persistir, más siempre, se evaporan en el aire.

El del banco en la plaza. Aquel muy buscado y poco pensado. Aquel que tocó con gusto a cigarrillo. Aquel cuyos significados, fueron soltándose lentamente hasta hoy. Aquel mucho más durable que los perfumes más caros, mucho más allá de cualquier ensoñación, más vital, más profundo, que la juventud que anida en la memoria.

Por eso, volviendo a lo del primero, si uno lo mira en retrospectiva, si uno atina a recordar que hubo un beso que significó atravesar un umbral del destino, entonces, si tiene la suerte de no haberlo perdido, como se pierden los sueños de juventud guardados, como no queda ninguno en los propios labios, porque el cuerpo no puede retenerlos. Entonces.

Ese, el de la plaza, luego de algunos y antes del principio, es el beso que fue el primero, y por el que la vida pende, como penden los años con ella transcurridos, porque se mantienen vivos, porque todas las vivencias me acompañan, y todo lo vivido permanece.

Hasta que esos labios se alejen. O me vaya.

Iltis J.