Yo les enseñé a palpar sabores, a oler temperaturas, a degustar densidades.   Yo los liberé de sus papilas. Ellos creían que un olor o un sabor podía traerles recuerdos, yo les explique que  los recuerdos tienen sabores, olores y texturas, escogemos los platos para masticar, roer, disfrutar o asquearnos de nuestros recuerdos. Hay recuerdos crujientes, grumosos, vaporosos y pesados, esos que se repiten en desagradables eructos toda la vida. Los guisos con sabor a preguntas pueden provocar dolor en la boca del estómago.        Gracias a un accidente, cuando era niño, mi olfato y gusto murieron, entonces tuve un salto evolutivo, no tengo recuerdos dulces ni amargos, nada en mi vida me ha dejado un mal sabor de boca. De niño aprendí a leer sabores, por ejemplo, sabores a cejas arqueadas o sorpresivos. Sabores ceñudos o preocupantes. Los hay de ojos entrecerrados o sospechosos. Sabores hipócritas o políticamente correctos. También puedo oír sabores, los hay atenorados, sopránicos, sinfónicos, sabores de cámara o desafinados.                        En cuanto a los olores, prefiero aquellos donde predomina la percusión, esos son los que llamo olores bailables.                          La relatividad y la física cuántica hacen un maridaje perfecto con mis enseñanzas.     La energía del comensal afecta el comportamiento del plato a degustar, a este fenómeno se le conoce como incertidumbre.     Imaginemos la más desagradable de las cenas, su duración parece infinita, los relativistas lo llamamos dilatación temporal cénica.             Gracias a mí, miles de infelices desarrollaron capacidades inimaginables para sus atrofiados sentidos. Pero siempre aparece un sujeto, con un cerebro tan aburrido, que no puede ser sugestionado, ni ilusionado, ni embaucado, un ser cuya materia además de gris debe ser mate.   Él sospecha que soy un farsante y quiere una demostración científica de mi talento. Yo he logrado con mis enseñanzas que personas alimentadas por una sonda, puedan sentir el placer de la gastronomía en sus venas y ahora este enajenado me ha secuestrado y pretende obligarme a participar en un experimento aterrador diseñado por él, para determinar con certeza el olor y el sabor del alma.              En su voraz y malsana curiosidad se propone averiguar si el alma posee un sabor único o es distinto en cada persona o si la reencarnación consiste en ir añadiendo o quitando ingredientes en cada vida para mejorar la receta de esa alma y otras aberraciones por el estilo.                           Este caníbal invertido amenaza con obligarme a hacer una degustación de mi mismo si no colaboro.   Creo que prefiero la auto- degustación. Él va a escribir mis comentarios, así que será un texto único.       Mi último legado.

               FIN

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS