Me lo recuerda mi madre, aunque no quiere hacerlo: la última vez que tu papá cocinó fue después de que lo despidieron del trabajo, cuando recién estábamos acostumbrándonos a ser una familia pobre con crédito hipotecario a veinte años plazo. Mi hermano del medio dice: poco antes de aprender a robar la señal de CotelTV del vecino, ¡jajaja! Éramos una familia compuesta por mi padre (postegresado de Derecho de la UMSA), mi madre (profesora normalista de artes plásticas), mi hermano del medio (barra brava de la Gloriosa Ultra Sur 34), mi hermano menor (concebido en Chulumani en pleno Mundial del 94, antes del partido Bolivia – Corea del Sur), y yo. Recuerdo: papá cocinó ají de fideo como lo aprendió de su abuela, la que le cortó el dorso de la mano cuando era niño por no saber pelar unas papas. Mi hermano menor dice: o sea, nuestra bisabuela nivel dios que ninguno de los tres llegó a conocer. Ella enseñó a mi padre a tostar el fideo en un trozo de mantequilla derretida y sin sal hasta que alcanzara un tono cobrizo, a cortar el tomate y la zanahoria y el ajo en unos cuadraditos finos y casi perfectos. Luego a freírlos en otra olla, junto a un puñado de cebolla picada hasta que se hiciera transparente y el olor del ahogado desbordara la cocina. Recuerdo: mi padre pidió que uno de nosotros machaque el ají amarillo en el batán. Mi hermano del medio dice: yo lo hice a escondidas en la licuadora. La cocina, alias comedor, estaba en la planta baja de nuestra casa. Las paredes palo de rosa y el cielo raso de machihembre de un color crema pastelera. Un refrigerador que fue acuchillado por mi madre para quitar el hielo del compartimiento superior y una mesa para cuatro cubierta con un mantel floreado a su vez cubierto por un nylon sucio. Mi madre lo recuerda: tu papá odiaba el color de la cocina y de nuestra habitación. Es que ustedes no eran el uno para el otro, digo. Ella era tan Bee Gees. Él era tan José José. En las pocas fotografías de su matrimonio ninguno aparecía sonriendo. Mis abuelos maternos con rostro de funeral y mis tíos paternos esperando el melodrama mexicano. Mi hermano del medio dice: después hasta los más remilgados se emborracharon bailando los temitas de Los Clímax. ¿Cuál fue la discusión que tuvieron mis padres la última vez que él cocinó? ¿Por qué mi madre guarda ese silencio tan católico, apostólico, romano? Recuerdo: papá acababa de agregar el ají amarillo y la carne molida al sartén y el fideo estaba listo y al poco rato mamá ordenó que saliéramos de la cocina. Los tres nos quedamos con hambre esperando en el patio y olfateando desesperados el almuerzo. Mi hermano menor dice: ustedes me obligaron a picar todo el perejil. Desde ese día papá dejó de cocinar, digo, y solo recojo un silencio incómodo y solitario alrededor de la mesa del comedor.

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