Perfil público

Marcelo Caputo: El Tejedor de Voces y Sueños.
En el vasto lienzo de la vida, donde los días se pintan con los tonos del destino, nació Néstor Marcelo Caputo en 1973, bajo el cielo abierto de Argentina. La ciudad de Concordia, Entre Ríos, fue el escenario inicial de esta historia: una ciudad abrazada por ríos y susurros, donde el pequeño Marcelo, como un personaje de película aún sin guion, comenzó a escuchar las melodías secretas del mundo. La música, como un río invisible, lo llamó desde temprana edad, y él, con la curiosidad de un poeta y la audacia de un buscador, respondió al canto.
Los años de infancia fueron un preludio silencioso, punteado por las notas de un piano y los acordes de una guitarra. A los 14, en 1987, el telón se alzó: su debut en los escenarios llegó con la mística de los primeros sueños. Marcelo descubrió el vértigo de las luces y el eco de las multitudes. Aquel era un tiempo de pasión cruda, de acordes que latían como el corazón de un joven dispuesto a desafiar el silencio.
El cambio de década en los 90 trajo nuevos fotogramas a su vida. Exploró el rock sin batería, dejando que un viejo órgano Yamaha marcara el pulso de su rebeldía. Luego vino un lienzo pop donde Marcelo comenzó a esbozar sus primeras canciones, como un pintor que encuentra su paleta. Las notas eran su tinta, y las letras, un reflejo de su alma inquieta. Pero su espíritu no se detuvo en la música: como un director de cine que cambia de plano, Marcelo se aventuró en otros territorios creativos.
Escritor de versos y verdades, sus palabras encontraron eco en libros y apuntes que él mismo describió como "frases sin sentido y verdades de fundamental trascendencia". Publicó con Bubok, dejando un legado de tinta que oscila entre lo cotidiano y lo eterno, como si cada página fuera un fotograma de su propia existencia. Productor de radio y televisión, su voz se convirtió en un puente entre mundos, moldeando historias que danzaban en las ondas y las pantallas. En las redes sociales, fue un narrador moderno, tejiendo relatos efímeros que capturaban la atención de un público invisible.
Como voicetalent agent, Marcelo dio vida a personajes sin rostro, prestando su timbre a comerciales, doblajes y sueños ajenos. Su voz, un instrumento más en su orquesta personal, resonaba con la calidez de un viejo vinilo. Y como searcher, un buscador incansable, persiguió ideas y conexiones, siempre al borde del próximo descubrimiento, como un detective de lo intangible.
Songwriter de corazón, sus canciones eran poemas con alas, melodías que flotaban entre la nostalgia y la esperanza. Cada acorde era un paso en su viaje, cada estrofa un reflejo de su Concordia natal y del mundo que lo acogió. Desde los escenarios de Argentina hasta los rincones digitales, Néstor Marcelo Caputo construyó una vida que parece sacada de un guion cinematográfico: un hombre que, entre sombras y reflectores, encontró su luz en el arte de crear.
Hoy, su historia sigue desenrollándose como una cinta sin fin, con la promesa de nuevos actos, nuevas canciones, nuevas búsquedas. Porque Marcelo, el soñador de 1973, no es solo un nombre: es un verso vivo, un eco que resuena en el tiempo, un alma que sigue cantando bajo el cielo infinito de su tierra.