Perfil público

Los cuentos de siempre y los que me contaba mi abuela de la suya marcaron mi acervo literario. Me encantaban las historias de princesas y de cosas prodigiosas y de amor al principio incomprendido pero luego conseguido. Sobretodo la parte del romance de Gerinaldo con rey incluido que ella recordaba y aquella historia de las tres hijas que demostraban a su padre cuánto le querían haciendo comparaciones. Aquello me hacía pensar. Pero las adivinanzas, dichos y nombres del pasado que también me transmitía mi abuela ponían siempre el contrapunto del humor.

A medida que crecía y hasta que a los 7 años cambié mi residencia al lado de los Castillos de San José de Valderas (Alcorcón) a la colonia colindante, fui adquiriendo conciencia de los misterios que esas almenas podían esconder: leyendas de fantasmas de antepasados torturados por la locura escondidos en su torre y cualquier otro detalle que las mentes calenturientas de mis compañeros de correrías pudieran pergeñar. Hace casi 56 años que abrí los ojos y recuerdo vívidamente todas esas experiencias que me han forjado mi carácter y mi visión de la vida junto con todos los demás entornos (familia,educación y currículum laboral) pero más que ninguna otra cosa, el dolor que me ha tocado vivir de forma tan íntima y personal. Como todos, soy una suma de todos estos factores pero el resultado trasciende la mera adición de todos ellos, debido a la sutil sinergia que resulta de esta miscelánea y el último elemento aún por determinar y cuyo nombre está todavía por decidir.