Hubo un tiempo en que las palabras eran sagradas. Los primeros humanos las tallaron en hueso y arcilla no para vender, sino para conjurar lo innombrable, el miedo a la oscuridad, el vértigo ante la muerte, el temblor del amor. Eran amuletos, no herramientas. Con el tiempo, sin embargo, ese fuego primigenio se bifurcó, hubo...
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