El mundo de las sombras

El mundo de las sombras

Cami Rodriguez

06/03/2020

En un espacio y tiempo lejano, situado en el punto medio entre dos dimensiones. Una reveladora historia comenzó. Una de estas dimensiones era la dimensión material, y otra, la dimensión de las sombras.

La primera era una dimensión que, en ese tiempo, formaba parte del pasado. Considerada un mito, antiguo y lleno de secretos. Quienes la habitaban, eran llamados “humanos”. Se dice que estos vivían bajo conceptos, que los tenían encadenados. Como si en su tierra no pudiese existir otra verdad que no sea aquella que estaba ya aceptada. Al igual que se definían por símbolos y muchos objetos, como si jugaran a coleccionarlos constantemente, hasta que sus colecciones se volvían innecesarias y aburridas, y las desechaban para crear nuevas. Creando con ellas falsas facetas que nunca permitirían realmente ver claro. A veces, ni ellos mismos encontraban el sentido a estos aspectos propios. Pero podían sentir que algo más que eso existía en su lugar. Entre ellos solían herirse y no les importaba realmente como el otro habitaba su espacio. Tenían una imaginación tan grande que creaban falsas barreras que dividían su espacio en diversas porciones, que realmente nunca existían.

En cambio, la Dimensión de las Sombras, era un lugar en el que no existía lo material, pero en el que abundaban pensamientos y nuevas ideas por doquier. Se valoraba aquello que transmitiera la energía merecedora de ello. Esto era, lo real. Aquí, se podía ir más allá de lo material, del tacto y la visión, la experiencia de las sombras en su lugar era plena, habitaban aquí como grandes esferas de luz que se conectaban irradiando destellos de energía y comprendían el significado de cada destello. Se guiaban en base a la empatía. Cuando alguna de ellas dejaba de brillar, toda la dimensión de reunía y sanaba a esa sombra. Solo mantenían una única verdad, todas eran una, una eran todas.

Muchos aspectos diferenciaban y separaban estas dos dimensiones. A excepción de su historia, esta las complementaba, tal como el agua del océano y la arena del mismo. Así de distintas, pero necesarias la una de la otra.

Con respecto a los habitantes de estos lugares, los humanos creaban y recreaban espacios donde vivir, porque los necesitaban para dividir su espacio del espacio de los demás. Si bien tenían un enorme y habitable lugar donde convivir, ellos elegían crear sus “edificios”. Los cuales eran el hogar de su esqueleto. Y transportándonos a la dimensión de las sombras, allí existían proporciones denominadas “vacíos”. Se encontraban a lo largo y ancho de toda la dimensión. Cada una de las sombras tenía el suyo; estos eran el hogar de todos sus sentimientos y pensamientos, preguntas y respuestas.

Una de las sombras que habitaba este lugar era muy curiosa y aventurera. Solía preguntarse sobre cuestiones que requerían de la ayuda de otras sombras para ser respondidas. En un momento específico, se preguntó qué podría haber fuera de su dimensión. Una de sus dudas era si ese otro lado material que conocía solo como un mito podía tener conexión con ella. Creía firmemente que algo unía ambas dimensiones, pero no tenía información para confirmarlo. Para su tranquilidad, y para su suerte, esta pregunta no empezaría a carcomerla por

dentro hasta encontrar una respuesta, al menos no por mucho tiempo. Ya que,

sabía a quién recurrir para comenzar con su búsqueda de respuestas. Su

ayudante sería la sombra más anciana, Esencia, quien era distinguida del resto de

las sombras por su antigüedad en estas tierras y amplio conocimiento sobre ellas.

Por las noches, en los rincones de este sereno y sombrío espacio, los vientos

narraban historias, una de ellas incluía a Esencia, quien solía descubrir y revelar

secretos, sin ayuda de ninguna otra sombra. Se contaba que hace tiempo,

Esencia habitaba el mundo material. Por lo que se sabía al respecto, estaba allí

para enseñar a los humanos a recorrer un camino. Esto fue lo único que Esencia

se atrevió a compartir hasta el momento, incluso con las sombras, ella prefirió

guardar su conocimiento en su vacío, pensando así, que nunca tendría que

recordar nuevamente su existencia en ese plano.

Llegó el momento en que la sombra aventurera estaba lista para empezar a

indagar. Recurrió a Esencia y le explicó sus dudas, finalizando con una oración

muy penetrante para los pensamientos de la misma-“Con respecto a esa

dimensión material tan lejana, que por cierto tú conociste Esencia, ¿puede que

exista algún punto que una a humanos y sombras? ¿Como si fuésemos un mismo

viento, que por alguna razón se deslizase en dos direcciones contrarias y así

acabáramos separados?”-.

Esa pregunta provocó que los recuerdos de Esencia aparecieran sin cesar. Luego

de pensarlo por un momento, ella accedió a ayudarla y así aprender juntas.

Acabando por comprender que, al fin y al cabo, por más conocimiento que tuviera,

la capacidad de espacio en la galaxia del conocimiento era infinita. Respondiendo

así su propio argumento de aprender con ella sobre algo que ya sabía.

La existencia de las sombras era respetuosa y amorosa para su plano, eran

conscientes de que ahí vivían y no tenían otro mundo el cual habitar si este

explotaba y dejaba de existir. Nutrían con su energía cada rincón para que cada

día mejor pudieran vivir. Manteniendo acuerdos grupales que aumentaban el amor

constantemente. Pero para sorpresa de las sombras, no era así con los humanos.

Ellos también tenían un único mundo y debían habitarlo de la manera más

respetuosa posible, al fin y al cabo, era el lugar que les permitió nacer y ser. Pero

con el tiempo, ignorando eso, llegaron a autodestruir su dimensión y así, hasta su

propia existencia. Pensar en esto asustaba a las sombras. -¿qué tanta maldad

puede un ser contener para llegar a provocar algo así?- Se preguntaba la joven

sombra.

Esta historia y el por qué de este desastre eran ciertos, pero había detalles

que se omitían en esa narración. Esencia decidió dar a conocer la parte de la

historia que faltaba. Ella confirmaba que en realidad, los humanos no eran tan

crueles como se los imaginaba e identificaba en el mundo de las sombras. No

actuaban de este modo por cuenta propia. Sino que algo más los impulsaba. En el

otro universo, Esencia estaba acompañada por otra sombra. Este era “Egoísmo”,

quien también estaba allí para enseñar. Notablemente el aprendizaje que estos

maestros brindaban era completamente diferente el uno del otro. Egoísmo,

enseñaba en base de sus propios pensamientos primordiales. Estos eran,

interesarse solo por él mismo y saciar su hambre de poder. Como si de donde él

venía, se alimentarán a base de ambición y arrogancia, y para cumplir con su

maestría pretendía inculcar esta manera de actuar en los humanos. A diferencia

de él, Esencia enseñaba a los humanos a observar, en silencio. Sin hambre que

saciar, con la condición de que lo que sea aprendido, sea compartido.

Ambos maestros estaban acompañados por otras sombras, estas eran los

ancestros de las que, en un futuro, pasarían a formar parte del universo de las

sombras. En aquellas épocas, sombras y humanos compartían un mismo espacio,

tiempo y terreno. Su unidad se asemejaba a la del sol y la luna al reflejarse para

así formar un eclipse. Eran uno. La diferencia entre ellos era que los humanos

eran completamente visibles. Pero no era así con las sombras, quienes preferían

estar tranquilas en lugares silenciosos, elegían los vacíos. Cada uno de los

humanos tenía el suyo, esos vacíos siempre estuvieron llenos, pero no podía

apreciarse de qué, las sombras allí se sentían bien. Ellas conocían a los humanos

mejor que ellos mismos lo hacían. Algo que a las sombras les extrañaba, pero no

podían cambiar sin ayuda de los humanos, era ser reconocidas por ellos. Los

humanos preferían tapar e ignorar a las sombras. ¿Las odiaban?, quizás era

porque los rincones que ellas elegían para quedarse eran dentro de ellos, estaban

ahí, esperando sin apuro, en un inconsciente rincón. Pero ellos no querían

compartir espacio. Su terreno tenía que ser solo suyo, aunque supieran que eso

no sería así jamás. Estas sombras podían ser utilizadas como espejos, en los

cuales se revelarían propios secretos. Pero preferían no verlos.

Ahí es donde Egoísmo brindaba su ayuda, estaba de acuerdo con no compartir

espacio con nada, ni nadie más.

Los humanos, en su recorrido tenían la libertad de escoger entre aprender

de Esencia, quien los guiaría por un camino en el que conocerían a sus sombras

sin odiarlas, y a ayudar al resto de los habitantes de la dimensión, ya que el

camino sería largo. O aprender de Egoísmo, quien les prometía un camino mucho

más corto y con beneficios solo para ellos mismos. Los humanos preferían los

caminos cortos, los aburría esforzarse demasiado para algo que no era del todo

complaciente. Pocos eligieron a Esencia. El resto se quedó con las promesas de

Egoísmo, que suponían un camino simple y con un fin lleno de plenitud. Pero al

pasar el tiempo, vieron que esto no era así, el único logro aparente era el de

madurar como frutas hasta caer de su árbol y luego de eso, quedar allí, hasta ser

comidos por quienes los rodeaba. Los aprendices de Esencia, conocieron un

camino diferente, el cual no fue tan oscuro y largo como lo esperaban. Los

ancestros de las sombras que actualmente se conocían en la dimensión se

encargaron de acompañarlos e iluminar su camino. Entre ellos, se encontraban los

antepasados de la sombra aventurera, quienes también ayudaban en esa

enseñanza.

Conocer esta enorme e importante historia, produjo a la sombra fascinación

y felicidad al poder confirmar su certeza de que algo unía ambos universos. El

pensar que sus ancestros habitaban también el mundo material, la llevó a

cuestionarse las posibilidades de haber formado parte de esa complementación

con humanos. Pero, aun así, sentía que había una parte de su propia historia que

todavía no conocía, y estaba segura, de que lo haría pronto.

Partiendo de este nuevo cuestionamiento, Esencia se vio obligada a

confesarle a la joven sombra que ellas siempre estuvieron juntas, tanto en este

universo, como en el universo material. Ella fue el impulso para su actual

reconocimiento y sabiduría. En el mundo material, cuando Esencia observaba que

ya casi ningún humano la elegía como maestra, prefiriendo así el augurio de

Egoísmo, temía ya no tener motivo por el cual estar allí. En el instante en que

pensaba en la hora de despedirse de sus épocas de enseñanzas, un humano la

sorprendió y la escogió, no solo para aprender de ella y conocer a su sombra, sino

también para ayudar a hacer conscientes los rincones inconscientes que

observaba a su alrededor. Esto provocó que Esencia viera, metafóricamente, un

nuevo y distinto amanecer al que acostumbraba ver hace tiempo.

Este humano eligió aprender de Esencia y la sombra que lo complementaba o

complementar a su sombra de una manera consciente, aún no se sabe cuál fue el

suceso exacto. Eligió desarmar todas aquellas verdades que recibió como propias

y fue más allá de ellas, aprendiendo así a respetar su existencia en el mundo

material, tanto como al lugar que le permitía contenerla. Manteniendo aquello que

lejos de cualquier promesa de palabras vacías, permanecería vivo hasta el fin de

los tiempos, en ese o en cualquier universo, en cualquier multiverso. Dirigiéndose

así a ser esa sombra aventurera y consciente de su pasada vida material. En ese

preciso momento, luego de las últimas palabras de Esencia, el universo de las

sombras se iluminó por completo y los vientos deslumbraron como nunca con

sabias palabras diciendo, “Aquello que en cualquier rincón se encuentre, y

contenga, aunque sea un mínimo destello portador de vida. Aquello que en algún

rincón de esta existencia se acerque, se una, roce, o habite cerca de otra vida,

será transformado en uno. Lo interno y lo externo de todo aquello que puedan

llegar a conocer. Así, como fue con esta sombra y su elegida compañera Esencia.”

Revelando de esta manera, que estas sombras juntas han estado aventurándose

en busca de nuevo conocimiento hace tiempo.

Al finalizar la existencia del universo material, las sombras de aquellos humanos

siguieron vivas, pero esta vez, conociendo su verdadero mundo. El Mundo de las

Sombras. El otro lado no dejó de existir, pero allí quedó solo lo irreal. Y allí tuvo

que quedarse Egoísmo, cuidando a sus frutas caídas de los árboles. Si algo se

iba, algo debía quedarse.

Ambos lados siguieron existiendo, pero solo uno siempre estuvo y se mantuvo.

Este fue, es, y será, el mundo de la sombras.

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