Pies en la sombra

Pies en la sombra

Anastasia

24/02/2020

De a poco escucho sobre mis ojos dormidos el agua de una pequeña cascada. La sed me recorre la garganta, mi lengua astillada busca ya cansadamente una lágrima.

¿A qué huele la textura del viento cuando se asoma por la ventana? Recuerdo despertar en aquellos años cuando vivía y preguntarme si existía alguna figura poética que pudiese expresar esa misma sensación. La libertad que peinaba mi rostro, un ligero susurro que pronunciaba los cantos de un pájaro. Empecinada intentaba tocarlo con la yema de los dedos. Dibujando su recorrido imaginario como canales de ríos infinitos. Es inútil tal vez intentarlo. Encontrarla y pronunciar su nombre.

Una lágrima que tropieza mi memoria, tiembla su caminar delgado pero abriga con solemne delicadeza una sonrisa bordada en su punta.

Es polvo hoy junto al camino. Busco con mis manos su presencia fugitiva, pero sólo encuentro el crepitar atormentado de los árboles bajo las nubes de mediodía. A qué huele aquella imagen que raspa, a veces como tímidas caricias o quizás como una vociferación de besos en el rostro. Despierta los golpes que el tiempo dejó.

Cegada por el ardor del sol, mi mirada reposa sobre las espumosas pinceladas que recorren las alturas.

Te pienso tiempo.

Es polvo hoy junto al camino. El tiempo que ya lágrimas cae sobre mi sediento abismo. La textura del viento, ¿a qué huele?. Una vez hablamos de las venas que esculpen las múltiples formas de la naturaleza, será algo así como el olor de una pequeña cascada que arrolla la tibieza de soles que fueron cubriendo la superficie.

Diría que la recuerdo palpable, la siento como si ayer hubiese tocado su rostro. Hoy marchito por los vientos que la arrebataron. Diría que sus pies vestían de color los paisajes que la divertían. Diría que la extraño pero sería olvidarla por completo. Quisiera vivir sus imágenes como fotografías de un sueño que presencié con la sangre. Pero hoy ya solo son el cruento relato de palabras que no la miran, ni siquiera la despiertan, sólo la empalagan de adjetivos.

Paseaba silenciosa por las nervaduras de cada pliegue y se reía de las cosquillas, de su piel contra el ligero roce de un filamento. ¿Siento su aroma?. Recorre los bosques de nubes verdes huyendo de su propia ausencia.

Levantaba las hojas caídas de un suspiro, caían las sábanas tendidas sobre la tierra húmeda.

Me abrazaba fugaz y tímidamente.

¿Qué busca el recuerdo cuando se presenta? Qué quiere su voz cuando sopla por mi ventana, tocándome ligeramente el rostro, viéndome tan risueña.

Yo fui.

Devine espejo de mi pasado, un simple recuerdo incompleto.

Fui la inmensidad más tortuosa y arena que cae sobre las manos.

Yo quise.

Quise todos los pasos que di. Los retuve en mis ojos y lloré. Los espejos del mundo se abrían ante mí. Cada reflejo era solamente vidrios que me configuraban. Allí estuvo el olor del viento, se avecinaba diminuta. Sus pequeños golpes en el pecho arrimaron cada vez más fuerte.

Lo perdí.

En un laberinto de bestias que comen sombras humanas, se confundieron las lágrimas. Y los pasos de tu imagen se volvieron laberintos que dejaron de pronunciar tu nombre. ¿Quién fue el culpable de tu escondite? ¿Quién fue la muerte? Desgarradora muerte.

¿Soy aquello que olvidé? esa figura de cristal que se posa sin tiempo ni espacio sobre mi mente. Aquel secreto que duplica mi ser, la existencia misma y su olvido.

Allí sigue, tal vez, tu perfume ya desfigurado por el tiempo.

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