Escrito de una tarde memorable

Escrito de una tarde memorable

Vivianacortesa

14/02/2020

Te ofrezco un acontecimiento de ti misma

te ofrezco una suerte de monumento

a una tarde inolvidable.
La poeta

Ya entrando a mis treintas considero que es un hecho que nuestro ser se va llenando de otras almas: almas ausentes, almas olvidadas, almas pasadas, almas fuertes o almas desconocidas. Esta es una breve historia en la que mi alma se encontró con otra. Una historia en la que una tarde, no fue más tarde porque llegó en el momento justo.

Era martes cuando decidí ir junto con mi padre a visitar Villa Victoria. Iba como quien no sabe a dónde va ni porqué. Aunque, en realidad, era una de esas paradas obligatorias cuando se está en condición de turista.

Horario de atención de 17 hs a 22 hs. Mi reloj marcaba que eran las 16:39. Esperé en la vereda.
-Son 80 pesos -dijo la encargada de recepción- Abonan el acceso cuando terminen su visita. Bienvenidos.

Cuando puse mi pie en la primera escalera algo había cambiado. Algo ya era diferente. Sentí un estremecimiento como si mi cuerpo recibiera toda una esfera energética y me atravesara el alma. Recorrí despacio y de a poco los rincones exhibidos del lugar. Sentí la fuerza, el coraje y el arte de una victoria aún desconocida para mí. Sentí la sensación de pasos y voces que habitaban esa casa de verano, verano que continuaba casi siete décadas después. Avanzaba el tiempo pero no así mis pies. Vi su biblioteca, su sala de descanso, su piano. Subí y bajé las escaleras angostas que comunicaban cada rincón de su casa. Leía detenidamente algunos textos expuestos sobre las paredes. -El video comenzará en unos minutos- dijo un señor pelado aunque un tanto apuesto. ¿Cuántos son unos minutos cuando se está frente al arte? Cada minuto que pasaba me gustaba más y leía cosas como este fragmento:

«… en todos los lugares del mundo donde crecen árboles, el viento los atraviesa del mismo modo, con sonoridades diversas como la forma y la espesura del follaje que agita, en todos los lugares del mundo hay hombres ávidos de escuchar estas sonoridades como yo esta noche: con atento secreto y placer, como si el poder oír el viento en las ramas, como si el tener en torno suficiente silencio para distinguir sus modulaciones fuese un privilegio del que hay que mostrarse agradecido…» Abril 1940

Leer esas palabras era como captar un momento y recordar que, a veces, nos solemos perder en laberintos circulares en donde la salida, paradójicamente, es una línea recta. Me preguntaba cuántas cosas viven más allá de los sentidos, cuántas cosas pierden su lógica, cuántas cosas pasan de largo aún estando cerca. No había escuchado detenidamente los árboles que, a pesar de los años, aún habitaban el lugar, los mismos árboles que describe esa noche de abril. No había escuchado tampoco al viento. Lo que escuchaba eran las paredes de la casa, escuchaba la sonoridad de su poesía, las palabras dominadas que la hacían expresarse. Escuchaba otras voces detrás de la de ella como una especie de contrapunto. Seguí caminado como quien lleva el alma sonriente. De pronto, encontré un ambiente entre los veinte restantes. Era un cuarto chico, luminoso y tapizado con flores rojas, azules y lilas. En el centro estaba un escritorio y sobre él una máquina de escribir. Estaba claro, ese era el corazón de la casa. Allí ocurría la magia, ese era su cuarto propio. Quedé absorta durante varios minutos y el tiempo transcurría distinto. Comprendí que era un alma presente con cuerpo recibiendo a un alma ya sin él, comprendí que yo también estaba en busca de expresión. Sentí mi sangre más cálida y agradecí a mi destino, a ese inexacto y poco calibrado destino que siempre marca mi norte en el sur. Salí de su casa ya entrando la noche, escuché a los árboles y al viento porque en todos los lugares del mundo hay almas escogidas para entender su idioma. Volveré Victoria, volveré con el pelo en contra y con las letras a favor.

Para V. Cortés y para mi padre.

en memoria de V. Ocampo
y re memoria de V.Woolf

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