Generala de seis

Todos juntos y a los gritos, los tíos insistían «¡no vale, esa jugada no vale!». Papá los ignoraba, y me llevaba en brazos, por todo el comedor, dando una, dos, tres vueltas alrededor de la mesa sobre la que aún descansaban los dados de la disputa. Cinco dados, todos mostrando el número seis, y obtenidos en una misma y única tirada, habían dado por finalizada la contienda, y por ganador a mi papá. «¡Generala servida, la nena sacó generala servida!» Y otra vuelta más alrededor de la mesa, en sus brazos, por sobre su cabeza, como si mi cuerpo no pesara, como si pudiera volar. Nos seguían de cerca todos los tíos, que insistían en querer invalidar la jugada. Unos segundos antes, papá me había dejado tirar los dados porque, me dijo bajito, yo le daba suerte. Cuando los dados terminaron de rodar, no llegué a contar todos los puntitos desparramados sobre el mantel, junto a las migas de pan. Eran cinco dados, y seis puntitos en cada uno. En menos de lo que una niña calcula seis por cinco las manos fuertes de papá me levantaron del suelo, un grito triunfal escapó de su garganta, y los tíos pasaron del asombro a la protesta. «¡Generala servida, la nena sacó generala servida!». Y le susurré al oído: «me diste suerte, papá».

Etiquetas: biografia papá

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