Inefables emociones citan mi mente a diario, como un niño lleno de inocencia busco en cada día un momento de felicidad que haga exaltar mi pecho aturdido por la frialdad de las palabras con las que me dices que te decepciono luego de un mal accionar, iluminando mi camino con la fuerza brutal de cada sonrisa que se hace dar a conocer en un segundo de alegría, en un minuto de compañías gratas, en una hora conmigo mismo. Mis lágrimas se derraman al suelo con las puñaladas que provocan las traiciones de mis seres queridos, con las palabras que fueron mal dichas en un momento inoportuno, con la falta de un abrazo en la cumbre de la tormentosa e hilarante catástrofe al perder a una madre, a un padre, a un hermano o hermana, a tu alma gemela. Nos encontramos en un punto en donde el futuro se decide por nuestro presente, sin pensar en el pasado a pesar que de recuerdos vivimos, y aunque por recuerdos nos sentimos vivos cuando estamos decaídos, estos mismos pueden ser la espada que haga mortal la llaga del día a día de una persona con depresión, con ansiedad, con tristeza, con falta de deseos de vivir
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