Aunque el sol no brille para nosotros

Aunque el sol no brille para nosotros

Cami Joyce

19/12/2025

Estaba la semilla plantada en aquel rincón, quién sabe desde cuándo estuvo ahí, pero hizo su primera aparición en un momento poco esperado, cuando una pequeña gotera se hizo entrada en el tejado de la huerta. Dieron justo aquellas pequeñas gotas que descendían lentamente sobre la semilla que, sin tanta demora, comenzó a brotar.

No parecía ser un buen momento para una nueva planta, pues el rosal anterior, que tan frondoso se encontraba, fue ahogado por malas hierbas y gran maleza. Terminó el rosal por marchitarse cuando la nueva planta se hacía espacio en aquella huerta en mal estado.

Tal vez habría sido mejor sembrarla antes que el rosal anterior, o que las otras plantas que estuvieron en su momento, porque extrañamente, aunque este recién llegado brote fuera aún diminuto, mostraba grandes signos de fuerza y resistencia. Sí, si se la hubiera sembrado desde un principio, el jardinero se habría evitado tal pérdida de tiempo. O tal vez debió ser sembrada después de que toda la maleza hubiera sido quitada, o que los rastros del antiguo rosal se hubieran borrado, pero bueno, ahora nada se podía hacer, solo quitar todo lo que estorbe en su crecimiento.

La planta crecía y crecía, día tras día. En ocasiones, el jardinero hallaba similitud entre el brote y el rosal que antes estuvo, y hay que darle la razón: había días en que el parecido era indiscutible. En esos días, el jardinero se ponía un tanto nostálgico, pues recordaba aquel rosal en el que había invertido todo su tiempo y esfuerzo. Nunca antes se había esforzado por mantener viva una flor; asumía que sobrevivirían por su cuenta, y no fue así.

Pero con el último rosal fue distinto. Quién sabe si fue porque aprendió al fin la importancia de cuidarlo, o si solo tuvo alguna especie de conexión que lo motivó a dar todo de sí. Solo se sabe que, una vez marchitó, no tenía ganas de comenzar de nuevo. Necesitaba tiempo, y no se le concedió. Pero el jardinero, al ver el pequeño brote, aun siendo más fuerte que los demás, sintió que debía cuidarlo, no como obligación, sino como algo más, algo que ni él comprendía del todo.

Así, el jardinero cuidaba de la pequeña planta día a día, a la vez que quitaba los restos de maleza y del rosal, y de a poco, la nostalgia comenzó a desaparecer y algo nuevo a nacer. Un clavel estaba brotando y extendiéndose en la huerta.

Fue una mañana cuando el jardinero pudo ver lo que pasaba: el clavel estaba seguro en la huerta. A diferencia de las otras flores que tuvo, este clavel parecía haber estado esperando crecer ahí y no en ningún otro lugar. A su vez, la huerta se veía completamente embellecida. El jardinero pudo ver su trabajo bien hecho y, al fin, pudo disfrutar del clavel y su huerta bien cuidada, sin el miedo de perderlo y de que apareciera nuevamente la maleza, y sin esos recuerdos nostálgicos.

Esto duró un par de meses, y una mañana, como de costumbre, el jardinero despertó para hacer la mantención. Al momento de entrar a la huerta, un pensamiento cruzó su mente con la brisa del viento: “No le temas a la maleza, con el clavel en la huerta no hay espacio para ella”. Entonces el jardinero volvió hacia su casa, pues no había nada que hacer ahí.

En la tarde regresó para regar aquella frondosa flor; sin embargo, por más que buscó, no la vio por ningún lado. No había maleza, no había rastro de peste alguna, pero tampoco del clavel, como si hubiera sido quitado a la fuerza. Como si el jardinero tuviera que ocuparse de otros asuntos antes de permitirle acceso. Como si el jardinero supiera que no fue su culpa, que fue necesario que se fuera, con la sensación de que fue él quien le pidió que se marchara, pero sin el recuerdo de haber pronunciado esas palabras.

Abrió los ojos y ni la huerta estaba. Solo tenía su corazón, que esperaba la llegada de un clavel, o algo como clavel, que fuera capaz de espantar maleza, nostalgia y que trajera risas y esperanza en su huerta, aunque el sol no brille para ella y su clavel, pero tal vez un día sí, para ella y otro ser.

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