Él era su mar y ella su arena.

Él era su mar y ella su arena.

Carley Casbarr

26/11/2025


Él era su mar y ella su arena.

Dicen que los peces lo hacían reír, pero quién sabe si era cierto; las golondrinas aseguran que sí, aunque ellas son solo viajeras del tren llamado cielo. Las estrellas cuentan que escucharon su llanto, pero no dejan de ser luminarias de la noche. El sol, reflejado en él, decía que jamás había contemplado en plenitud una naturaleza tan imponente; sin embargo, él aguardaba a la luna, esperando su turno para cambiar.

Ella, la que podía tenerlo cerca y distante a la vez, la que aguardaba en la quietud del anochecer para ser reconocida por él, era su niña, su risa, su lugar seguro, aunque fuera por un instante, de sus días y de sus noches, de sus penas y alegrías. Solo ella podía comprender el significado de su nombre y a él pertenecer.

Él y ella eran uno solo: él era su mar y ella su arena. Aunque nadie conocía la pena de su silencio, porque mientras ella lo esperaba y permitía que se llevara parte de su existencia cada día, solo anhelaba que no la olvidara, que también la recordara, que pensara en ella cada vez que las olas les permitían estar juntos. Pero si de amores imposibles hablamos, su destino era inaccesible, porque él era más fuerte y ella solo era la calma que él nunca podría alcanzar.

Aunque tarde, ella lo entendió: comprendió que en cualquier otra circunstancia siempre sería la misma historia, porque no estaban destinados a ser el uno para el otro. Ella siempre amaría más, y quien más ama es quien más pierde. Desde entonces, cada uno vive su propia existencia con sus propias experiencias, a su manera.

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