Lo Primero que siento. 12 Escritos incomprendidos en tu nombre oculto.

Lo Primero que siento. 12 Escritos incomprendidos en tu nombre oculto.

Ángel Zinedine X

13/08/2025

Lo Primero que siento. 12 Escritos incomprendidos en tu nombre oculto.

Olvidarte.

Quisiera olvidarte… en verdad, lo deseo.

Pero ¿cómo hacerlo si estás tatuada en lo más profundo de mi alma?

Aún veo tu rostro, aún siento tus labios sobre los míos.

Cómo quisiera dejar de pensarte, de verte cada vez que cierro los ojos, de sentir tu calor… ese calor que me hizo sentir humano.

Quisiera arrancarme todo eso, dejar de sentir que te necesito,

porque desde que te fuiste siento que caí del cielo al infierno.

Anoche.

Anoche no pude dormir.

En mi desvelo, no dejé de pensarte, de admirarte, de extrañarte.

Quise llamarte, quise ir tras de ti,

pero sabía que hacerlo solo me haría más daño.

Tu amor —ese amor tan puro—

ese que juraste que siempre estaría,

se ha ido.

Te lo llevaste, me lo quitaste,

dejándome solo, sin importar cuánto te necesito,

sin importar cuánto me haces falta.

No lo voy a negar.

No voy a negar que nunca he sido buena persona.

Soy irritable, así es mi naturaleza.

La vida me pesa, como un lastre que llevamos todos aquellos a los que Dios no bendijo con carácter tibio.

A veces siento que no pertenezco a este planeta,

que mi existencia es un estorbo,

una sombra que limita a quienes me rodean.

Pero entonces te conocí,

y al saber que me amabas,

comprendí que el mundo es más que un simple lugar físico.

Que todo ese deseo de morir no era más que miedo a la soledad.

Y cuando llegaste con esos jeans apretados,

con esa cadera que se menea de un lado a otro,

como el péndulo de un reloj suizo.

supe algo que ninguna lógica podría explicar:

supe que te amaba.

Pensarte.

Quiero dejar de pensarte,

pero me resulta imposible entender que te has ido,

que ya no deseas mi compañía,

que te molesta tenerme cerca.

No te culpo, a veces también me molesto conmigo mismo.

A veces quisiera no estar a mi lado,

porque esta cabeza pensante no puede evitar soñarte,

no puede dejar de imaginarte,

de ver tu sonrisa,

tu mirada ambigua,

esa seriedad diminuta que esconde un infinito.

Me encantas, debo decirlo, debo confesarlo.

Y al hacerlo, no espero empatía ni perdón.

Solo quiero empezar el trayecto del dolor,

donde tu recuerdo se difumine de mi mente,

donde tu silueta, tus manos, tus labios,

tu cuello, tu cintura, tus pies —

todo eso que me encanta de ti —

se borre de mi vida.

No sé qué duele más:

sí que estés y seas infeliz,

o que te vayas y me dejes morir.

Odiarte.

He comenzado a odiarte,

lo he hecho, debo confesarlo.

No te miento, nunca lo había hecho antes.

He empezado a odiarte porque estoy harto de amarte:

de amarte con locura, con ambición, con dolor.

He comenzado a odiarte porque me resulta más fácil,

porque así tal vez pueda olvidarte.

No lloré.

Me dijiste que estás cansada,

que llevas una máscara que ya pesa demasiado,

que ya no soy el líquido inflamable que enciende tu motor,

que me he convertido en un líquido vacío,

un líquido que desgasta tu amor.

Me senté a tu lado en esos columpios,

escuché sin lágrimas, sin palabras,

pero dentro, mi alma se rompía sin ruido,

sin alboroto, sin nada más que dolor.

No lloré, no te pedí que te quedaras,

No te suplique, no te pedí nada,

Y no lo hice no por orgullo,

sino por que sabía que el amor que creí eterno,

se iba junto con tu sonrisa.

Y así, en ese parque junto a ti,

entendí que a veces amar es también soltar,

aunque duela más que la muerte,

aunque el alma se quiebre en mil pedazos,

aunque el corazón quede vacío,

esperando que el motor arranque otra vez,

pero esta vez sin ti.

Alguien más.

Me dijiste que había alguien más,

que eso que no te di —o que supones que no te di—

ahora lo encontrabas en él.

No te culpo, pero tampoco te perdono.

Si querías hacerme daño,

con tu simple adiós habría sido suficiente.

Pero no, necesitabas dejarme claro

que ya no soy nada para ti,

que todo aquello que compartimos,

a pesar de que lo adoras y lo guardas dentro,

con amor…

no basta.

Y duele, duele saber que fui un capítulo cerrado,

que el lugar que ocupé en tu vida

lo está llenando alguien más.

Pero aquí estoy,

quedándome con el vacío,

con las palabras que no dijiste,

con el amor que se fue,

y con el recuerdo de un nosotros

que ya no existe.

Te fuiste.

Te fuiste como se va un amigo,

en silencio, en melancolía,

en un amor profundo y amargo.

Te fuiste como si yo no fuera nada,

como si todo lo que vivimos

no valiera nada.

Te fuiste,

te fuiste y te llevaste mi amor,

mi vida,

porque tú eras todo eso.

Ahora que estoy solo.

Ahora que estoy solo,

siento el peso de la ausencia,

una máscara que ya no puedo sostener,

un vacío que no se llena con recuerdos.

Ahora que estoy solo,

me duele saber que hubo alguien más,

que el amor que creí eterno

se diluyó en un líquido que ya te sirvió

Ahora que estoy solo,

veo tu ojos miel que han dejado de verme,

escucho tu risa que ya no me pertenece,

¿Y qué hago? me abrazo al dolor

Al silencio que quiebra el alma.

Ahora que estoy solo,

te odio y te amo con la misma fuerza,

mientras aprendo a vivir con el hueco que dejaste,

esperando que algún día… deje de estar solo.

Lejos.

Es cierto, y sé que lo sabes:

al principio no fue difícil,

después se volvió complicado,

y al final, insufrible.

Pero, aun así, siempre fue divertido,

y nunca me importó todo lo que tuve que recorrer.

Nunca me importó el tiempo que tardara en llegar,

para mí, era una bendición ir a verte,

sin importar cuánta distancia hubiera de por medio.

Lamento no habértelo dicho antes,

y ahora que lo hago, ya es tarde.

Insufrible.

Una vez me dijeron que era insufrible,

y me lo creí,

tal vez por mi forma de ser,

de pensar, de vivir.

Pero si algo descubrí contigo,

fue que esa palabra no significaba nada.

Porque contigo aprendí

que ser insufrible no es un castigo,

sino una forma de amar sin reglas,

de sentir sin miedo,

de romper el silencio con palabras duras

que en realidad esconden ternura.

Insufrible no era yo,

era el miedo a entender lo profundo,

la incapacidad de aceptar lo imperfecto,

la intolerancia a lo verdadero.

Y ahora sé que ser insufrible

es simplemente ser humano,

con todas sus grietas,

con todas sus verdades.

Ahora que no estas.

Ahora que no estás,

siento que toda mi felicidad ha muerto,

que mi mundo se apagó con tus silencios.

Te amé, no lo niego,

y nunca lo haré.

Te amo todavía,

y eso es algo de lo que me arrepiento,

porque tu partida me dejó vacío,

con un frío en el pecho que nada logra calentar:

ni el alcohol, ni los cigarros,

ni la mirada de nadie.

El sentimiento que despertabas en mí,

ese fuego que me hervía la sangre,

ya no volverá.

Como tú,

que ya no volverás.

Te llevaste el sueño

de estar siempre a tu lado,

de seguir hasta el final,

de construir lo que alguna vez soñamos.

Te vas, y ya no estás.

Espero que tu camino sea mejor que el mío,

que tropieces, que llores, que vivas cada herida,

mientras yo me quedo aquí,

esperando que vuelvas…

Pero no para amarte,

sino para mirarte a los ojos

y decirte adiós.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS