GENESYS CARMESI

GENESYS CARMESI

fran

22/07/2025

Nunca creí que levantarme al amanecer fuera un acto de resistencia. Pero en Neo‑Hong Kong, año 2124, cada paso en la calle es un grito. Yo soy Lin Xian, aunque conocen mis actos nocturnos como los de “Aracne Carmesí”. Traje rojo y negro, garras, y la agilidad de una araña ardiendo bajo mi piel híbrida. Fui diseño del Proyecto Genesys, la apuesta fallida de los Za’ren, invasores extraterrestres que tienen un regimen de ocupación en la tierra, ellos estaban por crear soldados inquebrantables. Escapé. Ahora lucho por aquella humanidad que alguien quiso destruir desde dentro. Ayer, mientras los drones patrullaban el distrito Nueve, supe que la Purga Final había comenzado. Centros de vigilancia activados. Redadas masivas. Tratamiento humano‑Za’ren para los rebeldes. Y yo, cazada por un cazador: Kralen Thormas, mi reflejo invertido. Mi noche empezó con un sabotaje: el Banco Neural del sector había bloqueado cientos de cuentas humanas; las reconstruí con una serie de pulsos y redes espejo. Escalé las paredes sin sentir el roce. Entré, extraje datos, liberé identidades. Antes de irme, aterricé en el techo y dejé un mensaje: “Aracne vino. Y volverá.”

Me retiré al sótano de Aya Zhen, la hacker cuyo fuego interno iguala a mi furia. “Datos del Proyecto Genesys cifrados aquí,” me dijo, iluminada por hologramas verdes. “Y Vaelor, el regente Za’ren activó el protocolo. La Purga hará prisioneros vivos para continuar los híbridos”. Mi pecho se apretó. Su información incendió mi cordura y mi resolución. “Necesito Tierra, sangre, ojos que vean. No quiero solo sabotajes; quiero libertad”.

“Están usando tecnología de neuroabsorción,” continuó. “Imponen control sin muerte. Si no liberamos el núcleo, no habrá vuelta atrás.” Sus ojos brillaban con la luz del código. Y esa idea valía vidas, la mía. La emoción por vengarme de los alienígenas hizo que vertiera una gota de su café. “Cuéntame dónde están”.

El plan surgió: infiltrarnos en la Torre Genesys, el centro de control Za’ren en la tierra. Jonah Kade, el líder de la resistencia, conectó los canales: antiguos agentes regados entre la cúpula alienígena. Él habían visto lo que había bajo el suelo: híbridos en tubos, nacimientos controlados, futuros moldeados de metal y carne. “Lin, no eres solo una ficha táctica,” me advirtió. “Eres la chispa”.

Entramos en un convoy por túneles olvidados bajo la ciudad vieja. En una cámara fría, rodeada de tubos traslúcidos, descansaba Kralen. Le observé junto a la camilla. Altura perfecta, rasgos humanos… ojos Za’ren inyectados con ira. Mi reflejo. Me dije: “Hermano, si solo lo despertara, podríamos hablar.” Pero la leona no caza a su cría por el lunes en la mañana”.

Mientras, Vossimef, el médico redimido, nos puso un micrófono en la cabeza. “Kralen fue el primer híbrido. Él podía pensar por sí mismo. Intentamos enseñarle humanidad… pero los Za’ren lo atraparon.” Luego, se inclinó hacia mí: “Si llegas a él, quizás comprende. Pero hazlo rápido. Vaelor despertará el protocolo en 72 horas”.

Las alarmas no esperaron. Drones entraron por conductos; robots semihumanos cacarearon órdenes. Me pegué a la pared. Mis dedos chorreaban moléculas anti‑gravitatorias. Subí sin ruido, hasta el nivel 25. Dejé una granada sonora en el conducto. Sabía que llamarían la atención. Jonah, Aya y Vossimef siguieron por los niveles comprometidos. Y aparecieron los soldados híbridos: humanos sin rostro, fusiones de músculo y bio‑metal. Mi corazón se congeló… hasta que el instinto me agrillo. Irregular. Ascendente. Subí por la columna eléctrica, llegué al techo, lancé unas granada, cadenas de sonido rompieron circuitos. Gritos. Y corrí. Llegué al núcleo: una esfera de cristal roja y violetas, capaz de emitir pulsos mentales. Ví a Kralen en frente. Se enfundaba su máscara de cazador. Y su mirada me vio. No odio. Solo información cruzada. Como si el alma fluyera fuera dentro de mí.

—“Lin” —su voz rara, sin eco—. “Sabía que regresarías”.

—“Hermano”.

Se mantuvo quieto. —“Hay otra forma. Siempre la hay”.

—“No si destruyes nuestra voluntad” —contesté, cerrando el traje de combate.

Doble salto. Él me evitó. Patadas de los mutantes. Columnas eléctricas chisporrotearon. Fuerza contra fuerza. Él usó garras de luz contra mis reflejos químicos. Cada golpe me resistía menos. Lo observé con claridad: no era mi enemigo. Era mi otro yo. Y el pulso del núcleo se aceleraba.

Susurré bajo mi casco: “Sabes que no podemos controlarlos si dejan esto activo.”

—“Y tu sacrificio no será perdido” —contestó él—. Pero juntos podríamos gobernar.

Era una trampa. Su humanidad era menor que su condicionamiento alienígena. Salté y le lancé una descarga EMP en la rodilla. Cayó. Su espalda golpeó el cristal, que empezó a agrietarse.

Corrieron Jonas y Aya. —“¡Lin, la red está respondiendo!, Están apagando el control mental. ¡Ya no quedan segundos!”.

El suelo temblĂł. El nĂşcleo iba a caer.

Miré a Kralen. —“Despierta. Tú eres más que un programa”.

Él cerró los ojos. Y algo relució. Gotas de nieve mental, burbujas de memoria: nuestra infancia, la risa antes del experimento. El cristal colapsó. Jonah y Aya conectaron los nodos: pulsaron en rojo. La réplica de Kralen, híbrido de élite Za’ren, gritó. Y se apagó. Su cuerpo quedó inerte, sin pulso, ni control. Derrame bioquímico en la mejilla. Jadeé, respiré. Hondo. Controlado.

Al fondo, la esfera se incendió. Estalló como semilla destruyéndose. En la Torre Genesys, circuitos cayeron, cables flotaron, y por las redes la libertad emergió. Ya no había control mental. Los Za’ren no tenían dominio humano. Al menos por ahora.

Jonah limpiĂł el sistema. Aya borrĂł rastros. Vossimef me vio con ojos rojos.

—“Cambiaste, Lin”.

—“Sí” —susurré—. “Perdí parte de mí para salvarlos. Pero no abandono la causa”.

Bajamos por las escaleras de emergencia. En el nivel cero, hielos y agua sucia. Croaron drones inutilizados por el hackeo del sistema. Respiré aire frío, y mi sangre hervía.

—“¿Qué haremos ahora?” —preguntó Jonah.

Me arrodillé y recogí un cable fundido, un trofeo de guerra. —“Reconstruir. Esa torre era una prisión. Ahora comienza la resistencia. Y me llamaré: Genesys Carmesí”.

Y asĂ­, Genesys CarmesĂ­ ha sido liberada.

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