Nunca creĂ que levantarme al amanecer fuera un acto de resistencia. Pero en Neo‑Hong Kong, año 2124, cada paso en la calle es un grito. Yo soy Lin Xian, aunque conocen mis actos nocturnos como los de “Aracne CarmesĂ”. Traje rojo y negro, garras, y la agilidad de una araña ardiendo bajo mi piel hĂbrida. Fui diseño del Proyecto Genesys, la apuesta fallida de los Za’ren, invasores extraterrestres que tienen un regimen de ocupaciĂłn en la tierra, ellos estaban por crear soldados inquebrantables. EscapĂ©. Ahora lucho por aquella humanidad que alguien quiso destruir desde dentro. Ayer, mientras los drones patrullaban el distrito Nueve, supe que la Purga Final habĂa comenzado. Centros de vigilancia activados. Redadas masivas. Tratamiento humano‑Za’ren para los rebeldes. Y yo, cazada por un cazador: Kralen Thormas, mi reflejo invertido. Mi noche empezĂł con un sabotaje: el Banco Neural del sector habĂa bloqueado cientos de cuentas humanas; las reconstruĂ con una serie de pulsos y redes espejo. EscalĂ© las paredes sin sentir el roce. EntrĂ©, extraje datos, liberĂ© identidades. Antes de irme, aterricĂ© en el techo y dejĂ© un mensaje: “Aracne vino. Y volverá.”
Me retirĂ© al sĂłtano de Aya Zhen, la hacker cuyo fuego interno iguala a mi furia. “Datos del Proyecto Genesys cifrados aquĂ,” me dijo, iluminada por hologramas verdes. “Y Vaelor, el regente Za’ren activĂł el protocolo. La Purga hará prisioneros vivos para continuar los hĂbridos”. Mi pecho se apretĂł. Su informaciĂłn incendiĂł mi cordura y mi resoluciĂłn. “Necesito Tierra, sangre, ojos que vean. No quiero solo sabotajes; quiero libertad”.
“Están usando tecnologĂa de neuroabsorciĂłn,” continuĂł. “Imponen control sin muerte. Si no liberamos el nĂşcleo, no habrá vuelta atrás.” Sus ojos brillaban con la luz del cĂłdigo. Y esa idea valĂa vidas, la mĂa. La emociĂłn por vengarme de los alienĂgenas hizo que vertiera una gota de su cafĂ©. “CuĂ©ntame dĂłnde están”.
El plan surgiĂł: infiltrarnos en la Torre Genesys, el centro de control Za’ren en la tierra. Jonah Kade, el lĂder de la resistencia, conectĂł los canales: antiguos agentes regados entre la cĂşpula alienĂgena. Él habĂan visto lo que habĂa bajo el suelo: hĂbridos en tubos, nacimientos controlados, futuros moldeados de metal y carne. “Lin, no eres solo una ficha táctica,” me advirtiĂł. “Eres la chispa”.
Entramos en un convoy por tĂşneles olvidados bajo la ciudad vieja. En una cámara frĂa, rodeada de tubos traslĂşcidos, descansaba Kralen. Le observĂ© junto a la camilla. Altura perfecta, rasgos humanos… ojos Za’ren inyectados con ira. Mi reflejo. Me dije: “Hermano, si solo lo despertara, podrĂamos hablar.” Pero la leona no caza a su crĂa por el lunes en la mañana”.
Mientras, Vossimef, el mĂ©dico redimido, nos puso un micrĂłfono en la cabeza. “Kralen fue el primer hĂbrido. Él podĂa pensar por sĂ mismo. Intentamos enseñarle humanidad… pero los Za’ren lo atraparon.” Luego, se inclinĂł hacia mĂ: “Si llegas a Ă©l, quizás comprende. Pero hazlo rápido. Vaelor despertará el protocolo en 72 horas”.
Las alarmas no esperaron. Drones entraron por conductos; robots semihumanos cacarearon Ăłrdenes. Me peguĂ© a la pared. Mis dedos chorreaban molĂ©culas anti‑gravitatorias. SubĂ sin ruido, hasta el nivel 25. DejĂ© una granada sonora en el conducto. SabĂa que llamarĂan la atenciĂłn. Jonah, Aya y Vossimef siguieron por los niveles comprometidos. Y aparecieron los soldados hĂbridos: humanos sin rostro, fusiones de mĂşsculo y bio‑metal. Mi corazĂłn se congeló… hasta que el instinto me agrillo. Irregular. Ascendente. SubĂ por la columna elĂ©ctrica, lleguĂ© al techo, lancĂ© unas granada, cadenas de sonido rompieron circuitos. Gritos. Y corrĂ. LleguĂ© al nĂşcleo: una esfera de cristal roja y violetas, capaz de emitir pulsos mentales. VĂ a Kralen en frente. Se enfundaba su máscara de cazador. Y su mirada me vio. No odio. Solo informaciĂłn cruzada. Como si el alma fluyera fuera dentro de mĂ.
—“Lin” —su voz rara, sin eco—. “SabĂa que regresarĂas”.
—“Hermano”.
Se mantuvo quieto. —“Hay otra forma. Siempre la hay”.
—“No si destruyes nuestra voluntad” —contesté, cerrando el traje de combate.
Doble salto. Él me evitĂł. Patadas de los mutantes. Columnas elĂ©ctricas chisporrotearon. Fuerza contra fuerza. Él usĂł garras de luz contra mis reflejos quĂmicos. Cada golpe me resistĂa menos. Lo observĂ© con claridad: no era mi enemigo. Era mi otro yo. Y el pulso del nĂşcleo se aceleraba.
Susurré bajo mi casco: “Sabes que no podemos controlarlos si dejan esto activo.”
—“Y tu sacrificio no será perdido” —contestĂł Ă©l—. Pero juntos podrĂamos gobernar.
Era una trampa. Su humanidad era menor que su condicionamiento alienĂgena. SaltĂ© y le lancĂ© una descarga EMP en la rodilla. CayĂł. Su espalda golpeĂł el cristal, que empezĂł a agrietarse.
Corrieron Jonas y Aya. —“¡Lin, la red está respondiendo!, Están apagando el control mental. ¡Ya no quedan segundos!”.
El suelo temblĂł. El nĂşcleo iba a caer.
Miré a Kralen. —“Despierta. Tú eres más que un programa”.
Él cerrĂł los ojos. Y algo reluciĂł. Gotas de nieve mental, burbujas de memoria: nuestra infancia, la risa antes del experimento. El cristal colapsĂł. Jonah y Aya conectaron los nodos: pulsaron en rojo. La rĂ©plica de Kralen, hĂbrido de Ă©lite Za’ren, gritĂł. Y se apagĂł. Su cuerpo quedĂł inerte, sin pulso, ni control. Derrame bioquĂmico en la mejilla. JadeĂ©, respirĂ©. Hondo. Controlado.
Al fondo, la esfera se incendiĂł. EstallĂł como semilla destruyĂ©ndose. En la Torre Genesys, circuitos cayeron, cables flotaron, y por las redes la libertad emergiĂł. Ya no habĂa control mental. Los Za’ren no tenĂan dominio humano. Al menos por ahora.
Jonah limpiĂł el sistema. Aya borrĂł rastros. Vossimef me vio con ojos rojos.
—“Cambiaste, Lin”.
—“SĂ” —susurré—. “PerdĂ parte de mĂ para salvarlos. Pero no abandono la causa”.
Bajamos por las escaleras de emergencia. En el nivel cero, hielos y agua sucia. Croaron drones inutilizados por el hackeo del sistema. RespirĂ© aire frĂo, y mi sangre hervĂa.
—“¿Qué haremos ahora?” —preguntó Jonah.
Me arrodillĂ© y recogĂ un cable fundido, un trofeo de guerra. —“Reconstruir. Esa torre era una prisiĂłn. Ahora comienza la resistencia. Y me llamarĂ©: Genesys CarmesĂ”.
Y asĂ, Genesys CarmesĂ ha sido liberada.
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