Segunda oportunidad

Segunda oportunidad

Ojo de Gato

14/07/2025

Eran las seis de la mañana y Gabriel seguía despierto, mirando el techo de su habitación como quien busca respuestas en el yeso. No había pegado un ojo. Lo asediaban los fantasmas de su historia: la muerte de su padre, un divorcio amargo, una segunda relación rota de golpe, la pérdida del trabajo al que dedicó su vida, la quiebra del negocio que intentó levantar después, las deudas como anclas invisibles.

Afuera, Gabriel era un tipo luminoso: alegre, ocurrente, el alma de cualquier reunión. Siempre con la respuesta precisa para desatar la risa, el consejo justo para los amigos, el hombro dispuesto, el pan compartido. Pero su verdadero rostro quedaba en penumbra. Nadie sospechaba que aquella risa era máscara. Nadie alcanzaba a ver que por dentro se le desmoronaba el mundo.

A las seis con nueve, el despertador sonó como un eco inevitable. Gabriel ya había tomado una decisión. Se levantó, se despojó del pijama, se miró al espejo —las ojeras cavadas, el gesto vencido—, templó el agua de la ducha, se lavó el cabello. Al salir, repasó su plan mentalmente, paso a paso, como un ritual minucioso. Vistió un terno negro, camisa blanca, corbata morada. Lustró los zapatos, se perfumó con exceso, se sirvió un café y salió.

El plan estaba en marcha. Primero, pasó por la farmacia. Pidió Alprazolam. Cuando el dependiente pidió la receta, Gabriel improvisó una mentira: “Es para mi madre, le cuesta dormir”. El dependiente, solidario, se lo vendió. Después, fue al mercadito y pidió veneno para ratas. La mujer le ofreció uno “rico”, dijo. Gabriel bromeó: “Al menos las ratas morirán con buen sabor”. Ambos rieron. Compró también un yogurt de durazno, su favorito. Primer paso, cumplido.

Luego, fue al Olímpico, un hostal de habitaciones baratas. Alquiló una matrimonial, con la excusa de esperar a una mujer que llegaría más tarde. Subió, prendió la tele, dejó el noticiero encendido. Segundo paso, hecho. Todo iba según lo previsto.

Pero el cuerpo no siempre obedece al alma. Gabriel sudaba, temblaba. Colocó sobre la mesa dos hojas, un lapicero, el yogurt, el veneno y las pastillas. Sirvió agua, sacó diez pastillas, las tragó de un golpe. Abrió el yogurt, dispuesto a mezclar el veneno. Pero las bolitas del sobre no se disolvían. Empezó a triturarlas con el control remoto del televisor. Perdió tiempo.

Y en ese breve descuido, las pastillas hicieron lo suyo. Se quedó dormido antes de completar el paso final. Despertó ya de noche, echado en la cama, con la ropa manchada de yogurt y polvo azul. Mareado, aturdido, encontró el interruptor de la luz. Miró la escena como si fuera el cuadro de otro hombre. Y algo, en ese instante, se rompió.

Gabriel botó el yogurt, arrugó la hoja donde había escrito su despedida, tiró las pastillas sobrantes. Salió del hostal, pidió un taxi, volvió a casa.

Su plan había fallado. Y sin embargo, esa falla fue su salvación. El error de cálculo se convirtió en una segunda oportunidad. Esa misma noche llamó a Claudio, su amigo de toda la vida. Le contó todo. Y al amanecer, juntos, fueron a buscar ayuda.

La doctora Llosa lo escuchó durante horas y recomendó internarlo. Gabriel aceptó, solo pidió fumar un último cigarro antes de entrar. Claudio lo acompañó afuera, lo abrazó fuerte y le dijo: “Hermano, el paso que has dado es el más importante. Hoy empieza tu recuperación”. Ambos lloraron. No de tristeza, sino de alivio.

Gabriel pasó tres semanas internado. Dos de ellas, dormido. El cerebro necesitaba descansar. Después, terapia intensiva, alta médica y tratamiento desde casa. Volvió a la vida, literalmente. Aceptó que había una mano invisible —llámala Dios, destino o azar— que le había dado otra oportunidad.

Hoy, varios años después, Gabriel sigue siendo el bromista de siempre. Pero ahora no esconde nada. Si algo aprendió, es que el silencio mata y que pedir ayuda salva. Por eso quiso que contara su historia aquí, para quien necesite leerla. Para decirte que no estás solo, que siempre hay alguien esperando ayudarte. Que ninguna tormenta es eterna.

Que mientras respiras, hay camino.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS