En el reino de Aldoriem, emergía la guerra de sucesión, y durante años, Ludar fue más que un caballero; fue sombra, escudo y llama silenciosa de una familia real que había perdido el conflicto entre la lucha por el trono.
Desterrados, solo unos pocos juraron lealtad. Protegió a la familia de enemigos en la travesía del desierto y de constantes espías del ya proclamado Rey.
Durante la huida del reino, la hija del rey exiliado mostraba amor hacia Ludar. Ella llegó a ser su norte, su razón para no quebrarse en un mundo de guerras y traición. Pero cuando la familia aseguró su llegada a otro reino, ella eligió oro sobre lealtad, poder sobre amor. Vestida con una calma siniestra y enfermiza, fingió por años amarlo. Se casó con un lord de ese reino, y en su engaño, no hubo lágrimas, solo una sonrisa burlona que lo desfiguró por dentro. Ludar sintió una lanza en su corazón, hiriéndolo hasta el punto de perder el deseo de venganza. cuando descubrió que esa familia solo mostró afecto y hospitalidad hacia él por pura conveniencia, tener más oportunidad de sobrevivir a los peligros del largo viaje.
Regresó a su aldea buscando consuelo, familiares o amigos, pero encontró silencio. Las casas estaban vacías, los cuerpos colgaban como ramas secas. La hambruna había vencido, suicidios en masa habían ocurrido. Solo violadores, enfermos y plagas deambulaban en lo que alguna vez llamó hogar.
Ahora sin vínculos, sin propósito, sin corazón. Caminó hacia el bosque antiguo, donde los árboles no juzgan y los peligros de muerte son certeros. Allí, deseando la muerte, entre raíces y niebla, encontró una pequeña criatura, temblando y con alas rotas. Sin palabras, Ludar se convirtió en su guardián. La cubría con hojas cuando caía la lluvia, le contaba del mundo más allá del bosque y cómo era la vida de los hombres. Cada noche, al verla dormir, sentía que el mundo enfermo y sin alma, tenía algo de valor.
Fragmento de un pensamiento de Ludar: »La quimera que anhelé con mi alma, en llamas; ni restos, ni sombras. Era una burla camuflajeada. El fuego en mi corazón, la ira dentro de mi, quiebran la materia misma del viento. Mi corazón será mi espada, y con ternura que trae cenizas protegeré esta criatura en revolución, a un mundo sin alma ni honor.»

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