Rompí.

Con los grilletes invisibles que me ataban a lo impuesto,

con las palabras que moldearon mi piel sin preguntarme,

con los sueños heredados que jamás fueron míos.

Renuncié:

a la mujer que creía ser,

a la mujer que soy,

al reflejo ajeno que el espejo insistía en devolverme.

Reconocí

el grito ahogado en mi garganta,

el latido feroz de lo que siempre callé,

el perfume de mi propia piel.

Renací,

sin permiso, sin miedo, sin culpa.

Etiquetas: crecer mujer poesía valor

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