Un angelito en mi vuelo

Un angelito en mi vuelo

Ojo de Gato

24/05/2025

Cierto día tuve que viajar a Piura por trabajo, y la empresa compró mis boletos en Peruvian Airlines. Algo que debo admitir, no me dejó muy contento, un poco por esas taras que a veces me aparecen sin motivo alguno, propias de mi personalidad jodida y reclamona. Sin embargo, este vuelo terminaría por darme una gran lección.

Ya estábamos todos a bordo. Se escuchó por los parlantes el «Tripulación, puertas en automático y cross check». Las azafatas se disponían a realizar su rutina clásica, cuando de pronto una pasajera, desesperada, se acercó a la aeromoza y llorando desconsoladamente, implorando de rodillas, le pedía por favor que abriera la puerta, pues faltaba que su esposo abordara. “No podemos dejarlo”, decía, “porque en este mismo vuelo viene el cuerpo de nuestro hijito fallecido, que estamos llevando a Piura para ser su velatorio”.

Fue una escena desgarradora que provocó que se me humedecieran los ojos. La reacción de la tripulación y los pasajeros fue inmediata. Todos consolábamos a la madre, mientras el capitán y los tripulantes de la nave hacían todas las coordinaciones necesarias para volver a abrir las puertas y hacer abordar al padre, a fin de que ambos pudieran llegar junto al féretro de su pequeño a Piura.

Luego de varios minutos —treinta exactamente— de espera e incertidumbre, el capitán anunció a los pasajeros que estábamos volviendo a la rampa para poder recibir a ese padre golpeado por esta terrible pérdida. El anuncio generó aplausos para la tripulación y muchos gestos de cariño, consuelo y solidaridad hacia la madre. Un angelito había obrado.

El vuelo se retrasó noventa minutos debido a este incidente. Sin embargo, nunca —en verdad, nunca— en mi vida sentí tanta satisfacción por una demora en un vuelo como la que sentí ese día. En ese momento entendí que la empatía es una virtud que todos debemos practicar. La capacidad de ponerse en los zapatos del otro no hace más que nutrirnos espiritualmente. Entendí que los peruanos somos realmente empáticos, buenas personas, con sentimientos nobles y un gran espíritu solidario. Entendí también que lo único que tenemos que hacer es actuar con el corazón ante el infortunio del otro, y que esto hará que siempre vayamos a dormir con la satisfacción de haber ayudado, aunque sea un poco, a alguien.

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