Enya. Capítulo 2. La sala de las memorias

Enya. Capítulo 2. La sala de las memorias

No concluyente.

Base de datos no compatible

Elemento no reconocido.

-No puede ser… – Enya miraba aquel pedazo de piedra con curiosidad y algo de temor. *¿Como que elemento no reconocido? Debe ser un error…*

-¿Has averiguado algo?- Isel llamó su atención desde el otro lado de la sala A del laboratorio.

-Eh… no, nada. De hecho aún no lo he mirado, estoy con otras muestras que necesito enviar antes.- Mintió a Isel restándole importancia a lo que tenía entre sus manos. Podría ser algo que aún no se hubiera descubierto, algún elemento no registrado… pero eso no era posible… a no ser que no perteneciera a ese mundo…

*Enya por favor. Tiene que haber una explicación más lógica.*

Intentaba tranquilizar su mente, no quería precipitarse y pensar en cosas absurdas. Debía existir una explicación. Quizá el escáner no había sido suficiente, o a lo mejor la muestra estaba demasiado deteriorada… Pero los escáneresr de Eclipta podían detectar vida fosilizada a niveles nanométricos. Y esto… era solo metal. O al menos eso parecía.

A Enya se le acababan las opciones; la había sometido a varios escaneos distintos, había intentado buscar algún resto biológico y lo único que había podido sacar en claro era que se trataba de una aleación de metales de origen desconocido. Pero nada más.

Nada…

—Vale, y ahora ¿qué?— comentó en voz baja mientras continuaba observando aquel objeto. Era la primera vez que se encontraba ante aquella situación. ¿Debía comunicarlo a sus superiores? ¿Se lo tenía que contar a Isel? Al fin y al cabo, ella era la que le había permitido examinar la muestra… Dudó durante un momento. Torció el gesto y se quitó las lentes dando por finalizado el estudio. Cogió la muestra, la metió en un funda estéril y la camufló discretamente entre sus pertenencias.

—Isel, voy a llevar la muestra a la sala 3. No es nada raro… parece una aleación muy densa, quizá con algún tipo de recubrimiento aislante. Supongo que por eso el escáner no respondía bien. —Volvió a mentir, con una naturalidad que la sorprendió incluso a ella. No sabía por qué lo hacía, pero sentía que ese fragmento… le pertenecía de algún modo.

— ¿Nada fuera de lo común entonces?— Isel preguntó con tono decepcionado, esperando una respuesta fuera de lo común. Enya apretó los labios e hizo una mueca negativa.

— Que va… hoy no es el día de la anomalía misteriosa… — Salió de la sala sintiendo que Isel continuaba mirándola con la decepción dibujada en su rostro. Prefirió no mirar atrás. ¿Y si se daba cuenta de que le estaba mintiendo?

La salida le parecía estar mucho más lejos que cualquier otro día.

Descolgó su chaqueta y salió al exterior atravesando la enorme compuerta del laboratorio.

Niva la esperaba fuera, tenía su propio espacio y no le gustaba entrar en aquel lugar frío.

—Hola pequeña, nos vamos, tenemos trabajo fuera— Enya activó a Nómada y se deslizó fugaz hacia la zona norte seguida del bello colibrí de alas transparentes.

La excavación era colosal.

Dos grandes máquinas biotecnológicas abrían minuciosamente el suelo en capas perfectas a la vez que iban analizando la composición del terreno y los fragmentos que encontraban. Varios científicos colocaban las muestras que podrían tener algún valor biológico o histórico en diferentes bateas para su posterior estudio.

— Hola Royh, ¿cómo vas?

—¡Enya!— un hombre de unos cuarenta y tantos, la saludaba extrañado. — ¿Qué te trae por aquí? ¿Lo de analizar en el laboratorio ya no va contigo y vuelves a las andadas?

Royh, el supervisor jefe de la zona norte, la saludó con una mezcla de extrañeza y familiaridad. Habían trabajado juntos años atrás, hasta que el laboratorio reclamó a Enya por su habilidad con los materiales.

— Ojalá pudiera volver a las excavaciones… pero, no, no he venido a nada concreto. Hacía tiempo que no te veía y …

— Y la muestra que te pasó Isel no te cuadra, es eso ¿no?— Royh la cortó de una forma natural. Como si hubiera adivinado porqué estaba allí.

Enya intentó mostrar indiferencia, restarle importancia a algo que había decidido no compartir con nadie sin saber aún muy bien por qué.

— La envié a ver qué encontrabais.— continuó su viejo amigo —No se parece a nada qué hayamos desenterrado últimamente. Todo lo que ves es en su mayoría material biológico, restos orgánicos y ecofactos. Hay restos metálicos, pero usuales, ya sabes, lo de siempre. Nada que se parezca a ese.

—¿ Ni en micro fragmentos?

Royh negó con la cabeza mientras perdía la vista en la enorme área de trabajo. Hubo un silencio que solo rompían los leves sonidos que hacían las maquinas al trabajar. Examinaban y abrían la tierra con la delicadeza y minuciosidad propias de de quien realiza una cirugía a corazón abierto.

—La muestra no era concluyente— dijo Enya finalmente. —Sólo necesito un poco mas de tiempo para saber de qué se trata. No creo que haya nada incoherente.— Lo había dicho en un tono serio. Con decisión. Quizá para intentar auto convencerse a sí misma.

—Bueno, pequeña, de eso no me cabe la menor duda.— dijo Royh con firmeza.

Enya le dedicó una sonrisa casi forzada, esa confianza que Royh depositaba en ella la comprometía. Sentía cierta presión y responsabilidad ante la situación, pero también sentía que era algo íntimo que debía resolver por su cuenta sin dar explicaciones a nadie.

Después de charlar un rato con Royh sobre otras cuestiones, decidió que era hora de volver a la ciudad.

Decidió no volver enseguida al laboratorio. No sabía qué se encontraría. ¿Y si alguien se había dado cuenta de que faltaba una muestra? ¿Y si Isel volvía a preguntarle? No quería mentirle deliberadamente otra vez…

Sacar cualquier objeto de Eclipta sin autorización estaba absolutamente prohibido. ¿En qué la convertía eso? No lo había robado… claro que no. Era solo que tenía una sensación extraña hacia ese pedazo de metal: se sentía su dueña, la única capaz de resolver de dónde venía y qué era.

Cuando se trataba de reorganizar ideas y despejar la mente, el mercado central de Thalys era uno de sus lugares favoritos. Le gustaba perderse entre la gente: cada cual con sus propias vidas, sus propios problemas, sus propias historias… todos con una voz dentro de cada una de sus cabezas. Todos en un mismo lugar y a la vez en tantos distintos…

Quizá estaría bien compartir el tiempo con alguien y hablar sobre aquel estúpido fragmento. Pero Enya no tenía muchas amistades. Solía congeniar con la gente, sí, pero era selectiva. Prefería mantener las distancias y reservar ese lugar —el de la verdadera cercanía— para alguien que supiera valorarlo de verdad.

—¡Niva, vuelve aquí!— la pequeña compañera de Enya, se desvió del paseo y voló directamente hacia la entrada de un establecimiento al que nunca solían ir.

Se trataba de un lugar inusual en el que los usuarios podían tener acceso a recuerdos de otras personas. Allí se almacenaban memorias desde hacía generaciones. La mayoría eran privadas, accesibles solo para descendientes de quién las dejaba almacenadas. Era algo parecido a ver un álbum de fotos familiar pero de una forma más inmersiva.

Sin embargo, también existía una sección donde algunos recuerdos se guardaban de forma anónima y pública y todo aquel que quisiera tenía acceso a verlos. No eran íntimos ni personales: la mayoría evocaban épocas pasadas, curiosidades sobre los orígenes de Thalys, acontecimientos importantes de la ciudad así como de otras ciudades y lugares de interés.

— Niva, vámonos de aquí — le cuchicheo Enya para no molestar a todos los que estaban inmersos en el pasado, pero Niva, desobediente -como era natural-, se posó sobre uno de los proyectores oculares que había libres.

— Buen día joven. ¿Qué te trae por aquí?— la voz de una señora extraña la sobresaltó repentinamente. —¿Buscas respuestas sobre algo que te inquieta? Ummm… nunca te había visto por aquí… No sabes que buscas pero sabes que buscas algo ¿verdad? — la voz de la mujer era profunda y extrañamente sabia. La voz dueña de palabras que vivían arraigadas a muchos de los recuerdos que se olvidaban en aquel lugar.

— No, solo vengo a por ella, se ha colado…

— Nada pasa por casualidad ¿sabes? Es un dicho muy antiguo, como casi todo lo que se guarda aquí. — Enya reparó por primera vez en la mujer: su mirada, negra y profunda, parecía contener algo más que tiempo. Quien no supiera que eso es imposible, juraría que todos los recuerdos de aquel lugar vivían en sus ojos.

— Mi nombre es Asha. Dirijo en cierto modo este lugar.

— Enya, un placer. Cómo te decía, Asha, he de irme… quizá otro día me anime a probar eso de… husmear en recuerdos ajenos…

— Oh querida, no son recuerdos ajenos… verás: mucha gente pasa cada día por este lugar. La mayoría para recordar su vida con familiares que ya no están, otros para experimentar épocas pasadas y algunos, como tú, para buscar respuestas a algo que ni siquiera saben. Pero hay otros, que son los cesadores. Personas dispuestas a ceder partes de ellos mismos para que otros lo puedan ver y recordar cuando ellos ya no estén… como comprenderás, aquí, dejan de todo un poco, yo solo filtro lo que debe quedarse y lo que no. Lo que puede «verse» y lo que debe restringirse y lo que debe permanecer y ser recordado y lo que debe olvidarse para siempre.— las palabras de Asha habían captado toda la atención de Enya, que la miraba como una niña que esperaba el desenlace de un cuento apasionante.

— Aquí no sólo hay recuerdos ajenos, querida Enya,— continuó Asha— aquí hay historias que nunca han sido vistas por gente que las comprenda, vivencias que puedes tener el privilegio de revivir desde una grada en la que nunca antes te has sentado a observar. Memorias de alguien que necesitaba contarte algo a ti, incluso sin saber de tu existencia.

Enya dudó un poco. Miro a su alrededor: todos estaban sumergidos en un letargo de felicidad que se reflejaba en sus rostros. Era aquella sensación de felicidad lo que le daba calor a esa sala inmensa en la que muchos escapaban hacia sus propias vidas y otros simplemente disfrutaban viendo el pasado desde los ojos de algún desconocido.

—¿Te animas?— Asha le preguntaba mientras le ofrecía asiento en un sillón.

Sin saber rechazar la propuesta de Asha, se sentó sin decir nada. Miro a Niva que seguía justo donde se había posado al llegar.

Parecía que era ella quien la había invitado a esta ronda de recuerdos… dejó caer el cuerpo hacia atrás y notó un leve escalofrío en la espalda que le terminó en la nuca y de la parte superior del sillón, emergieron unos cables que parecían tener vida propia, tocaron su cabeza y todo de repente en su mente se volvió blanco.

*Los pies descalzos de un niño avanzan por el suelo húmedo de un bosque denso…*

*Una voz… masculina… le ruega casi con desesperación que corra.*

*Que huya.*

*En unos ojos verdes, con pinceladas de ámbar, se desbordan lágrimas que los hacen aún más bellos…*

*El símbolo de la UEG, fugaz, pero claro, en hombro de un informe. No está definido el rostro de quien lo porta, se distorsiona…*

*— Zairen… huye…!*

—¡Enya responde!, Enya, vamos vuelve… — la voz de Asha la trajo de vuelta de aquel angustioso instante. Un instante de apenas 15 minutos, pero a ella le pareció mucho más…

Sus ojos buscaban a alguien que no conocía. Un niño tal vez… ¿De qué época era aquel recuerdo?

— Estabas bien aferrada a esa historia querida, te ha costado dejarla ir… — Asha le hablaba de una historia lejana, pero ella sentía que durante ese tiempo había vivido allí… sintió la humedad del suelo del bosque, la angustia de quien trataba de salvar a ese niño, la inquebrantable frialdad de quien porta el símbolo de la UEG en el uniforme…el aliento entrecortado de Zairen corriendo sin saber a dónde le llevaban sus pequeños pies…

—Zairen…— susurró Enya.

Asha entorno los ojos, la miró sabiendo que quien se despertaba ahora no era la misma que se había sentado un rato antes en aquel sillón.

Niva voló hacia la puerta de salida. La visita a la sala de las memorias había terminado.

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