Este dolor atorado a lo más hondo de mi ser,
lo cavé con cada pensamiento que no dije,
con cada dolor que escondí,
con cada sonrisa que fingí para no preocupar a nadie.
Porque de que vale hablar sin ser escuchado,
como si una mueca de lástima propiciara un cambio en mi manera de ver la cruda realidad.
Pero si el fuego aún arde,
si el polvo aún me mancha,
y si la locura aún es incesante
es porque sigo vivo.
Y mientras haya vida,
aunque no haya ganas,
puede haber una grieta por donde se cuele la luz.
OPINIONES Y COMENTARIOS