Y si hablamos.

La pelota de basquetbol rebota suavemente en el asfalto de la cancha local, cada uno de sus rebotes parece acompañar el palpitar del corazón de aquella niña que la sostiene en sus manos para anotar, su concentración siempre está en el aro, claro, siempre ha sido su pasión, este es el lugar donde puede meditar y olvidarse de todos los problemas que la aquejan, cumplir veintitrés años puede ser difícil dependiendo de cómo te trate la vida. El balón no ha entrado y no va a entrar, ni una sola vez, a pesar que normalmente los tiros son perfectos. El tablero que sostiene el aro de anotación suena con fuerza, estos tiros no parecen querer atinar, más bien, lastimar al pobre poste testigo silencioso de todo lo que pase, aun así reclama lanzando el balón mucho más lejos. Ella ni siquiera voltea a ver, el interés por el balón es tan ausente como sus ganas de jugar. ¿A dónde vas cuando lo que te provoca placer y agrado simplemente no tiene sentido? Se pregunta ella.

Se escucha como vuelven a rebotar el balón y unos pasos que lo acompañan.

-“Nunca fallaste un tiro, ¿Quieres jugar?” Exclama él con voz socarrona y sonriente retándola a un partido de uno a uno. Ella sin querer sostener la mirada directamente a los ojos voltea a ver a otro lado.

-“Pensé que ya no vivías aquí”. Con un tono de voz que reclama pero con una calma de resignación.

-“Eso no quita que no me guste visitar aquellos lugares en que algún momento jugamos juntos”. Dice con una expresión un poco más seria pero sin perder la sonrisa, levanta el balón y se lo arroja con fuerza pero cuidando que no ser muy brusco, como la caricia de una bestia. Él no quiere lastimarla, no otra vez.

Ella sonríe cuando detecta esa intensidad y pasión por un juego más, tal vez el último. Los movimientos del juego se parecen mucho a la vez que bailaron en aquel salón su canción, la forma en que se acercaban entre jugada y jugada se parecía mucho a aquella vez que sus labios se cruzaron por primera vez. El balón caía desde lo alto y él lo tomaba cuidadosamente, como cuando jugaban con su mascota, princesa se llamaba la cachorrita.

-“Siempre te ha gustado lanzar el balón muy fuerte”, le dice como comentario jocoso a ella.

-“Tu siempre te has distraído muy fácil”, menciona ella mientras le arranca el balón y sonríe de esa manera tan genuina que desde hace mucho tiempo no lo hacía.

Estaban prácticamente empatados, él sostiene el balón esquivando esos ataques de parte de ella, se acerca tanto que le recuerda al momento en qué se abrazaban en sus momentos más íntimos. Ese pequeño recuerdo bastó para que él dejara el juego, nunca le importó el baloncesto, solo la quería ver feliz jugando a su lado. Ella aprovecha esa distracción y toma el balón para anotar el punto ganador. Lo celebra como una de las pocas victorias que ha tenido en un par de meses, la vida se ha encargado de tratarla muy mal, pero ella siempre libra sus batallas con la frente en alto, aun así sigue siendo humana y una victoria siempre cae bien. Él la ve reírse y celebrar como si fuera una niña pequeña que acaba de ganar la competencia de su vida. A él siempre le encantó verla disfrutar lo que amaba y si ya no era él la definición de ese amor, el juego lo sería.

Las miradas se cruzan en un destello fugaz y por un segundo vuelven a un tiempo en qué los dos eran felices, tiempos en los que ninguno de los dos se imaginaba vivir sin el otro, la melancolía y la nostalgia los golpeaba como una ola que impacta las rocas del mar.

La cancha de concreto que usualmente está concurrida se regocija al ver dos almas solitarias, como si todo el pueblo se hubiera puesto de acuerdo para dejarlos solos, ¿A dónde se fue todo el mundo? Sinceramente no importa, solo ellos dos en ese momento, recostados boca arriba en paralelo solo unidos de cabeza a cabeza para tener que susurrar sus comentarios, porque no quisieran que alguien que conoce su historia los escuche hablar, y más después de haberse prometido jamás cruzar sus palabras. La parte más horrible de terminar una relación son los murmullos de la gente.

Un silencio absoluto se rompe por unas palabras que él siempre pensó pero jamás, por el orgullo que lo llevaba, pensó pronunciar.

-“Te extraño”.

Ella abrió los ojos pensando que jamás iba a escuchar esas palabras salir de su orgullosa y gentil boca, más sabe que su corazón siempre pensó eso, qué tan difícil es ser sincero con uno mismo y con los demás

-“Yo también”, reclama ella entrecerrando los ojos como si fuese obligada por su corazón a decir esas palabras, los dos siempre fueron igual de orgullosos.

-“A veces cuando escucho esa canción que ponías cuando queríamos cenar en nuestro hogar y aún siento ese frio que se volvía acogedor cuando estaba contigo, hoy solo es eso, frio y una canción que no puedo evitar porque por dentro me gusta pensar en ti”.

-“¿Qué nos pasó?” Reclama ella en voz baja como si con esa pregunta y su respuesta consecutiva regresaría el tiempo para recuperar esas emociones que inundaban su alma en amor pasional.

-“Solo elegiste otro camino. Yo estaba empezando a acomodarme, olvidé mis sueños y la depresión que siempre me ha perseguido estaba aflorando, era mucho peso para ti, tanto que lograste encontrar cobijo en alguien más, solo lo elegiste a él. No te culpo, es difícil cargar con alguien en esas condiciones”.

-“No lo viviste cómo yo, se te olvidó que me amabas, ya no te sentía cerca, simplemente ya no te sentía”. Ella se voltea dándole la espalda sabiendo que no puede dejar que sus ojos se vean enrojecidos, después de varios años no le puede pesar una conversación, no a ella.

-“Perdón”. Susurra él al ver que ella se voltea, él la conoce tan bien que sabe que su voz se quebraría si sigue hablando. Y el Orgullo, el maldito orgullo.

-“¿Por qué? Me diste lo mejor que pudiste, siempre fuiste detallista, estoy seguro que a veces no comías por regalarme algo bonito y me complaciste en los caprichos que podías”. Regresa a recostarse ahora viéndolo directamente.

-“Y aun así no fue suficiente, no para ti”. Él se voltea para verse frente a frente, con los ojos enrojecidos igual que ella.

-“Fuiste muy bueno, me enseñaste mucho”.

-“No es necesario adornarlo, te hice pasar muchos momentos, lamento no haber tenido la madurez de tratarte como merecías, ni el dinero para consentirte como quería, y apenas la salud mental para sonreír las veces que estaba a tú lado, aun así, aprendí mucho de lo que quería, tengo defectos aún, sin embargo, ya me voy acercando a la persona que quería ser e incluso en la que merecías”.

-“Por qué siempre eres así, crees que yo no tengo defectos, crees que no pensé en que yo no era lo suficiente, estabas a nada de graduarte cuando yo ni siquiera empezaba mi primer semestre, tú tenías metas y sueños mientras que apenas sabía que quería hacer con mi vida y sinceramente me sentía atada a ti, viviendo en tu sombra”.

-“Crees que si lo hubiéramos hablado seguiríamos juntos”. Reclama él apartando la mirada de la de ella por un segundo, pero luego regresando a verla. Pero no solo la veía a ella, veía su alma desnuda, una desnudes que solo lograban apreciar después de una tormenta.

Ella lo contempla sonriendo, recordando que ese cabello despeinado que parece que parece que nunca hubiera conocido un peine, sonríe y se fija en esas pestañas que siempre le causaron cierta envidia. Lo escanea de pies a cabezas buscando aquellos defectos que alguna vez enlistó para no verlo como siempre lo veía. La paz se sentía en el aire, como el primer sueño tranquilo tras una tormenta, esa paz que solo pasar por el mismo infierno les puede dar. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Sinceramente no lo sé, solamente que no han dejado de verse. Ella desliza su dedo por uno de los flecos que le cubría la oreja y con extremo cuidado pregunta:

-“¿No has pensado en…?”

-“Por favor detente, no quiero responder a esa pregunta, aún no soy tan fuerte”. Responde él de golpe con miedo a que terminara su frase.

Ella piensa lo mucho que han construido y las personas que han conocido desde esa última vez que se vieron. Ya ha pasado mucho tiempo, ¿de verdad es tan malo volver a intentarlo? Nadie sabe en realidad y quien te diga que sabe la respuesta simplemente se está mintiendo.

Un ‘Te amo’ palpita en sus labios, mientras un beso latente flota en la cercanía de sus almas, pero el camino que eligieron es diferente, hay mucho en juego y la razón esta vez gana más allá de la pasión, una pasión que una vez dominó sus vidas. Él se incorpora primero y la ayuda a incorporarse a ella, con el mismo impulso corre a refugiarse en sus brazos y él no puede evitar regresarlo recíprocamente. Ella siempre se sintió segura ahí y él sabía que si era de protegerla daría hasta la vida para cuidarla. Un beso en la frente de parte de él para recordarle que su felicidad siempre irá primero y una mirada sincera devuelta para saber todo lo demás que no se pudieron decir estaba ahí.

Él se aleja en las sombras de la noche mientras ella se queda rebotando el balón el cual en algún momento fue el regalo de él. No hay lágrimas todas esas ya salieron, tantos días llorando uno por el otro, pero en silencio porque qué pena que los vean llorar una por el otro. Esas palabras que siempre quisieron desbordar, que aún siguen pendientes para esta u otra vida.

La pelota de basquetbol rebota suavemente en el asfalto de la cancha local. Él la ve a ella a lo lejos y piensa en tal vez hablar, acercarse a ella y tomar la pelota, jugar una última vez. Pero no, sabe que no debe desnudar su alma frente al enemigo, ella está de espaldas a él, que bien, mejor sigue su camino. Ella voltea a lo lejos y ve una silueta conocida, es él, tantas veces que lloró, soñó y ni siquiera sabía si volvería a verlo en el pueblo, pero ahí estaba, y si hablaba con él, y si lo saludaba, y si… no, seguro ya tiene familia y una vida, además, juró nunca volverle a hablar. Cómo iba ella a alcanzarlo a hablar con él, si quería que venga. Los dos al saben que la respuesta es seguir con sus vidas, no saben que el otro sabe, sin embargo, los dos piensan…

-“Y si hablamos”.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS