Este es el diario que guarda en sus hojas la melancolía, el amor y la pena de nuestro amor, Sunset.
—Moonligh
Prólogo
He leído muchos libros que hablan de cartas. Cartas para un amor platónico entregadas de manera anónima. Cartas misteriosas que delatan homicidios. Cartas escondidas en casilleros de una escuela gringa. Cartas de despedida encontradas en una bolsa de vuelo. Cartas a gente muerta. Cartas de disculpa y reconciliación.
Cartas, cartas,cartas…
Amaría escribir cartas y entregarlas, pero no soy tan valiente; no importa cuanto lo quiera, y de verdad lo quiero, simplemente no soy tan audaz. Por eso, en su lugar, escribo poesía, o bueno, lo intento lo mejor que puedo. Son sentimientos poéticos los que comparto para que la gente me lea, para dejar a la prosperidad mi existencia. Es lo que siempre respondo cuando me preguntan, pero si fuera completamente honesta, diría que tengo otro objetivo.
Escribo con la expectativa de que algún día ella me lea, una chica. Pero no guardo esperanzas, sencillamente escribo con la intención de olvidar y vaya que es malditamente contradictorio y doloroso. Debo decir que me acostumbre a esto, a vivir así. A existir y ser feliz desde que ella no está, pero, si soy sincera, en las noches de luna llena que salgo a pasear al parque o cuando viajo en autobús o cuando subo al techo de mi casa y atisbo ese astro luminiscente y hermoso, regreso a ella, y escribo con la intención de olvidarla.
Hoy se cumplen cinco años de nuestra despedida, y hoy vuelvo a saber de ti. Recuerdo una vez más porque regreso a ti cada que escribo un poema. Dije que no guardaba esperanza alguna, no era mentira me engañe hasta el amanecer, pero la verdad es que si tenía una pequeña esperanza de que contestaras mi carta. Sin embargo, admito que la posible respuesta no era algo que contemplaba o imaginaba.
Cartas, cartas, cartas…
Odio las cartas. ¿Es un adiós? Estoy confundida. Pensé y asumí que esa despedida llegó cinco años atrás. ¿Será que tal vez, solo tal vez sea un nuevo comienzo? Una carta lo cambió todo hace cinco años, luego, meses después lo volvió a hacer. Y ahora, una vez más una carta llega a cambiar todo.
Por eso odio las cartas. Odio que las cosas cambien.

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