En el sepulcro yace

la lobreguez de mi espíritu.

Aúlla, aúlla,

cual lobo frente a la luna llena.

Aún así, nadie lo escucha.

Las entidades que rondan

el cementerio, lo observan de soslayo.

No les interesa, siguen su camino.

Aúlla, aúlla mi espíritu.

Lo incorpóreo de

lo que alguna vez fue mi ser.

Se lamenta, se revuelca

entre el musgo y la tierra.

Aúlla, aúlla mi espíritu.

Doliente, carente de identidad,

carente de razón, de sentido.

¿Qué es, qué fue? Nada. Nada. Nada.

Y eso vuelto a ser: nada.

Aúlla una última vez y luego; nada.

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