Le veo aparecer a lo lejos, mi cuerpo se bloquea. Lleva un vestido violeta como prometió la primera vez que hablamos. Desde aquel primer “Hola Enrique” acompañado de un emoji con carita sonriente, he soñado con este día. Quizás por eso mi cuerpo se ha paralizado como cuando te pica una araña venenosa.
Su distancia se acorta y mi parálisis se alarga. Su caminar desprende un veneno de confianza, atracción y problemas. Cada paso que da es una secreción de veneno dirigida exclusivamente a mi. Cada inhalación de su veneno aumenta la intensidad de mi parálisis. A un metro de distancia se ríe con la sonrisa que muestra la araña antes de comerse a su presa. Su risita es como un pequeño infarto para mi cerebro.
Ya no hay escapatoria cuando dice “Hola Enrique” como la primera vez que hablamos. Su voz es una secreción más letal de dulzura, seguridad y problemas. Inhalo codicioso la voz que había imaginado durante meses. Me besa en la mejilla izquierda, con cierta distancia y frialdad. Me besa en la comisura del labio derecho, mostrando mayor confianza y atracción. Como si en tan solo un segundo hubiera adquirido la confianza de un año de relación.
Todo pasa tan rápido y a la vez tan lento. Deseo que siga caminando eternamente hacía mi para inhalar con calma cada movimiento. Deseo avanzar ya al siguiente inevitable paso: su placentera y mortal picadura.
Se aleja ligeramente cuando percibe que sus besos han provocado el efecto deseado. Es el momento de la última secreción: su olor natural. El que llevaba meses rogándole que me describiera y nunca quiso desvelar. Huele a seguridad, sexo y problemas. Lo que yo intuía desde que nos conocimos. El que ella sabía que yo desesperaba desde hace tiempo.
Inhalar toda esta confianza desbloquea mi cuerpo y me permite reaccionar como ambos deseamos.
-Haz conmigo lo que quieras, Vanesa.
OPINIONES Y COMENTARIOS