Espera, dame un instante y abriré esa puerta.
Aunque no es nueva, seré prudente al pasar por ella.
Ya he cruzado dos, pero ahora me doy cuenta
que solo son un par más, junto con el miedo y sabiduría que conlleva.
Bella fue la primera, mi resplandeciente primavera;
audaz y con remordimientos es mi actual zozobra,
que arrastra vientos cálidos del sur,
que me refuerza, pero también me cobra.
Es tarde para quien mira la luz con poco empeño,
gélidas caídas blancas, no sin paz, no sin dueño.
Dulce es el tiempo que se va en descanso y reflexión;
sobrevive en recuerdos, enseñanza y corrección.
No soy yo, no es ahora; todavía tengo tiempo.
Cuarenta son mis velas, veraniego regio infierno.
Renazco en madurez, comienzo con cierta sensatez.
No es ahora, no soy yo; congélate, sabio invierno.
Levanten mis resilientes mariposas amarillas;
apenas se convierten en grandes hojas quebradizas.
Abro esta puerta, reitero con cruda vehemencia;
cruzo esa puerta, cruzo con entera firmeza.
Es mi ahora, ligeras brisas y vanas impurezas.
Reinicio, que grita, que ruega, brotando agudezas.
Todo es, recientemente, sí. Todo en mi retoño.
Es ahora, recobro fuerza, soy tu prueba, soy otoño.
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