Ríndete, me dicen, no tienes los dedos para el piano.
Susurran con la certeza de quienes creen conocer el peso de mis pasos.
Con los ojos empañados, contemplo la pared,
esa muralla muda que refleja mi desesperanza.
Busco, pero no hallo. ¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Dónde está la salida?
La vida no siempre es sencilla,
y en ocasiones la soledad golpea más fuerte que el rugido de la multitud.
Sientes el mundo en tu contra,
te desplomas, dejando que las lágrimas fluyan como torrentes, sin resistencia.
Cansado de intentar, de soñar, mientras todos te gritan que no vale la pena,
que cedas, que abandones.
Pero, ¿qué saben ellos del cielo teñido de rojo oscuro,
de esa fatiga que persiste al despertar, como una sombra implacable?
¿Qué saben del frío que se cuela en el alma,
de ese rincón secreto en la mente donde el suspiro se convierte en refugio,
un santuario donde todo parece más sencillo, menos hostil?
Camina. Aunque las miradas te rechacen, aunque el concreto de la vida te hiera.
Camina, porque incluso en la noche más oscura, hay otros como tú, como yo,
que guardan ese “extra”, un fuego que ni el viento más fuerte logra apagar.
Venimos de lo más profundo de la oscuridad, en contra de las expectativas.
No confundas suerte con habilidad,
nunca dudes de tu capacidad.
Transforma la negatividad ajena en combustible para tu alma,
para que cada paso te acerque más a tu propósito.
Nuevo día, nueva suerte, nuevas reglas, nuevos jugadores.
Nada es gratis, tienes que recorrer cada centímetro de esta avenida llamada vida.
Porque sin grandes sacrificios no hay grandes victorias,
y sólo con sangre, sudor y lágrimas se paga el éxito.
No conozco otro camino.
Mañana será un nuevo día.
Escucha el latido de tu corazón, esa voz interna que te dice: sigue adelante.
Créeme, todo irá bien.
Cuando sientas que ardes por dentro, sabrás que el fuego no es enemigo,
es impulso.
Repite con fuerza: Levántate, levántate, levántate.
Y si el mundo duda, si murmuran que no puedes, déjalos murmurar.
Este es tu sueño, tu vida. Hazlo tuyo.
Demuéstrales que el río en crecida no se detiene,
que las piedras del camino son apenas parte del paisaje,
y que tú, como el río,
eres imparable, impredecible, y lleno de fuerza.
Levanta la mirada. Da un paso. Ahora inténtalo.
¡Inténtalo! Todo irá bien.
Escucha a tu instinto; deja atrás el ruido ajeno.
Hazlo por ti, porque si no, ¿quién más lo hará?
Sólo los que tienen miedo a caer tienen que arrastrarse toda su vida.
Porque a veces las cosas no son como imaginamos.
Son mejores.
Porque soltar, olvidar y liberarte de lo que pesa
es más valioso que aferrarte al miedo.
Todos escondemos nuestras batallas bajo una piel marcada,
pero esas cicatrices son trofeos, no cargas.
En este escenario improvisado que es la vida,
cada día es una oportunidad para un nuevo papel.
No importa cuánto nos marque el miedo,
porque siempre, siempre, el sol vuelve a salir.
Todo llega. Todo pasa. Y nada, escucha bien, nada, nos define para siempre. Sobre todo, recuerda que el camino sigue, siempre, sin importar cuán difícil sea.
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