El Evangelio de la Sangre I: Mala Sangre

El Evangelio de la Sangre I: Mala Sangre

Castor

11/10/2024

El Evangelio de la Sangre

—I—

Mala Sangre

Escrito por: Gonzalo Bertil Heredia Florián


Esta obra se la dedico a mi hermano, a quien quiero pues es mi sangre, pero también a los desarraigados, pues la carne será vuestra perdición.


Prólogo: Caminos de barro y carne


Bendito seas, Señor,

que cuidas todos mis pasos y mis palabras.

Que me consuelas en mis más íntimos quebrantos.

¡Aleluya! ¡Aleluya!

Pues el Creador nos cuida y nos arma de valor.

Alabanzas del Duque Arcangelicál Aradiel Fernius.

Durante las primeras semanas de los cinco años, en los que sirvió como legionario. La gran luna roja se erigía sobre el campamento de las Uestes marquesinas y por dentro de las pequeñas carpas de metal, donde abundaban los pecados de los malditos, la chispa del Novi ja-Ghejinom se encendía con temor.

Namakiel se encontraba despierto, sentado al borde de su cama, dentro de las barracas hechas de un duro hierro magmático. El vacío invadía la tranquilidad de la Ueste. Todos sus «compañeros» yacían afuera, en el comedor general de la infantería, devorando como los Lurgos. Pero él estaba asustado, no por ellos, sino por lo que estaban ingiriendo: carne maldita.

No era carne de un animal, sino de un soldado caído, más precisamente un oficial enemigo a quien él mismo había matado con una lanza. Pero el matar por sobrevivir no era lo que le preocupaba, sino la imagen del canibalismo de sus compañeros lo que lo horrorizaba en sobremanera.

Sus manos temblaban, entumecían conforme sudaba al símil del estrés.

-Mis compañeros devoran a un…- pensó Namakiel, quería dar nombre a ese ser. – ¿Hombre? No, eso no es humano.

¡Era un demonio! ¡Un demonio!

—¡Un demonio! ¡Soy un Demonio! —pensó.

Había olvidado por ese momento que el mundo en el que estaba. Era nada mas que en el mismísimo infierno. El mundo de las fantasías sin leyes que los protejan. Pero aquel lugar no era

—Si tan solo la personas supieran de…

Namakiel se vio interrumpido por los pasos bruscos de una Ueste que entró a la tienda con el seño fruncido, un hombre unos dos metros con treinta centímetros de alto, de ojos hundidos y nariz recta. Era Nakar, su jefe de escuadrón, cuyo nombre significaba («El que golpea primero»). Nakar había entrado con un corazón todavía bombeando la poca sangre que le quedaba en la mano.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡NB 85 915 ya es la tercera vez , una más y te arrancare los ojos! —dijo mientras le lanzó una daga plata negrada.

—Cálmate Nakar -dijo con voz temerosa, hacia la Ueste evadiendo la daga con suma dificultad —solo viene por una de m-mis barras de calcio —respondió a su jefe con un temor absoluto.

La cara de Nakar no parecía querer calmarse, algo malo le sucedía. Su rostro se ofuscaba mas y mas con el pasar de los segundos. Su desobediencias a los códigos del «Ejercito Real», sin embargo aquello no era sorpresa alguna en los nuevos reclutas, pero todos ellos asumían su nueva realidad con los días venideros a su llegada; Namakiel no lo aceptaba.

—Come —dijo con tono imperioso —Come de una vez, ya te estas poniendo como un jodido marincubo (maricón-incubo) —dijo al tiempo mientras lanzó el órgano a las manos de Namakiel —y encima la… .

Namakiel había rechazado la carne de una patada terminando en el suelo, ensuciándose con el barro y el sabor amargo del metal frígido.

—¡Qué haces! – espeto con nueva rabia.

—¡No comeré es mierda! —respondió con horror. —¡Esto es canibalismo!

—¡ Y que esperabas del mismísimo infierno! , ¡Come o muere!

—¡Jamás!

Los gritos de ambos se escuchaban hasta los veinticinco metros a la redonda fuera de la barraca, tanto así que llamo la atención de todos quienes se aglomeraron fuera del marco metálico de la tienda.

Namakiel sabía lo que pasaría; abrió el frasco de calcio y se lo tomó con rapidez. Nakar se abalanzo contra él con una velocidad tan rápida que el sonido de sus pasos llegaron un segundo después de iniciado su ataque.

Nakar le agarró por el cuello y lo había estampado contra el suelo generando un breve sismo que sacudió el campamento con sorpresiva brusquedad.

Al despertar, se encontró con dos figuras erguidas al pie de su camilla extrañamente juntas. Era Nakar y una mujer que no reconoció. Debía de ser superior, ¿Una Oficial o quizás un sargento?

—Un momento que ha pasado —pensó, había tenido una contusión cerebral y con duras penas había sobrevivido ante aquel impacto gracias al reforzamiento que el frasco de calcio influyo en sus huesos.

—Ya despertó —dijo la mujer con susto mientras se abotonaba la chaqueta.

Namakiel la vio, una mujer de doble cuerno en la frente de rostro ovalado y ojos redondos de un metro y noventa de alto con cabellera rizada hasta la altura sus hombros de cuerpo esbelto y atractivo a la vista pero no se dejaba de lado su fornida complexión, vestida con una chaqueta negra con hombreras bordeada al rojo sangre , pantalones negros y zapatos de cuero; Con su nombre grabado en el pecho derecho: «sargento mayor Milaria Tómesis».

—Muy bien, Namakiel .. ¿Verdad? —dijo la mujer mientras sostenía su casco de cresta al mero estilo prusiano.

—¡Responde mierda! —grito Nakar —No le faltes el respeto a mí esp …

—¡Silencio!- interrumpió la mujer —¡Deja que responda y aquí yo soy tu sargento mayor!

—Si, .. mí señora. —dijo Nakar con total sumisión.

Namakiel miro a los costados, dos cortinas de plástico blanquecino le separaban de otras personas. Miro al frente con temor. Tomo aire y dijo:

—Namakiel Bursik, señora.

—¡Bien! tal parece que un golpe directo en la frente te ha hecho recapacitar. Veraz Namakiel, he recibido informes constantes de los códigos que rompes, los mas importantes fueron: Uno, no obedecer a tus superiores; y dos, no cooperar con tus colegas.

Namakiel guardo un silencio absoluto. No sabia si tomar la palabra.

—El trato es simple Namakiel… come o simplemente … muere, y créeme no habrá «otra» vida después de esa muerte —dijo con una sonrisa macabra.

Mientras ella le hablaba Nakar había traído un plato con otro trozo de carne.

Aquellas palabras le recorrieron la espalda con temor ¿Cómo estaban tan seguros? ¿Era acaso cierto lo que decía?. No tenia opción alguna. Debía comer.

—Malditos… —susurró.

Namakiel tomo el trozo de carne y comió con amargura en extrema. Volviéndose también un maldito. Un demonio.


División 1: Los Bursik

¡Ahh! Amigos míos,
para aquellos que tengáis hermanos
les contaré una historia
una que quizá ya muchos conozcáis
de pies a cabeza:
La historia de Esaú y Jacob
mas precisamente su reencuentro
después de años de rencor.
Dice así lo escrito por Moisés:
«Esaú se acercaba con cuatrocientos de sus hombres; Jacob asustado
por la noticia organizó a sus siervos
a sus esposas, a sus hijos.
Para que cuando su hermano llegara
los viera como sus siervos.
Pero Esaú le vio, corrió ante él,
le abrazó y los dos lloraron aquel día».

¡Aleluya! ¡Aleluya! porque el señor fructifica a los hermanos que se aman con respeto.

De las enseñanzas del Novi ja-Ghejinom.

Las alarmas resonaron por el subterráneo, los pasillos de metal se vieron invadidos por la oscuridad, la cual solo era repelida por una luz protocolar carmesí. Aquel complejo estaba siendo asaltado por los terroristas de la Vaktl , una coalición de Uestes renegadas que anhelaban el control del trafico de los hijos del Leviatán. Los agentes y soldados de la Hextech fueron desplegados con rapidez apenas detectaron los sensores los movimientos intrusivos.

Un cuerpo de fuerzas altamente capacitadas habían agrupado con cautela por la entrada posterior del complejo, detonando explosivos en distintos puntos de aquel lugar como una mera distracción.

El grupo de efectivos se completó cuando el jefe de escuadrón, Ishkamel recibió la orden de bajar por las escaleras de cromo y adentrarse en el recinto.

— Ishkamel -emitió la radio de su yelmo.— reporte.

La mirada del demonio se topó con un corredor vacío, que se interceptaba con un cruce que llevaba al este y al oeste, como a treinta metros del grupo. Las paredes parecían disimular una impunidad que no pudo pasar desapercibida por la suciedad: sangre fresca, barro y agujeros de bala muy cerca de los casquillos de bala que estaban esparcidos por el suelo.

— Rastros de conflicto, es reciente – dijo mientras levantaba la mirada al cruce- sin contacto hostil.

— Recibido Drakon uno. Proceded con cuidado.

— Si, señor- respondió entre susurros y dictó— Avancen.

El caminar de las Uestes empezó, el trote iba a rumbo de caracol y la soberbia de uno de ellos habló:

— Señor, no entiendo porque la cautela – habló la sexta ueste, el mas novato— somos la Hextech somos las dagas del emperador, todas las razas, todos los demonios nos temen. ¿Por qué tenemos que entrar con este silencio?

— Silencio, seis— respondió el cuarto entre ellos— estos no son cualquier organización, son literalmente los Vaktl terroristas de nivel αίμα; solo mira a diez de ellos y verás a toda una centuria casi diezmada.

— ¡Ya basta!— dijo Ishkamel mientras suprimía su voz con todo lo que podía —Escúchame atentamente Seis, si no le temes a la muerte aquí, entonces témele al abismo.

Comenzaron de nuevo el trote, un pequeño corto circuito hiso que sus escudos corpóreos de sangre se desactivaran.

Nos acercamos a un campo inhibitorio. La señal es débil. Se recomienda reinicio de dispositivos. Posibles trun… A las doce, amenazas a diez metros de distancia.

Cuando a dos metros del cruce un grito desgarrador, y agudo resonó al unísono de un disparo cuyo chispazo de pólvora se diviso entre el polvo, una figura se vio a ojos de los seis, un ser imponente de compostura mesomorfa, de dos metros de alto cuyos ojos resultaban en un naranja semivolcanico. Más ojos les vieron.

— ¡A cubierto!— espetó Ishkamel

Una ráfaga de balas doradas arremetieron contra ellos. Ishkamel alcanzó a empujarse junto a dos de sus compañeros hacia la izquierda. Las balas perforaron la armadura de grueso tungsteno de Drakon cinco y seis, cubriendo el suelo con dos masas de carne totalmente irreconocibles por cara y quemados por la pólvora magmática.

Ahora solo eran cuatro los efectivos atrincherados en la derecha e izquierda de las esquinas. Ishkamel, había salvado a dos y a tres. Intento levantarse para indicar sus órdenes a sus compañeros, pero un dolor en la pantorrilla le hizo hincapié en su cuerpo, era su armadura, una bala había penetrado su armadura y había roto sus filamentos.

El oro le empezaba arder con los segundos, hasta haberse convertido en una infección que si llegaba a su corazón lo mataría, su segundo compañero saco rápidamente de la armadura de su jefe una jeringa. Pudo sentir un pinchazo en su abdomen, y sintió como el dorado que empezaba a endurecer sus venas se destruía con el contacto del químico hasta ser expulsado por la herida de su pierna.

Ishkamel se había recompuesto, cuando levanto la cabeza hacia sus compañeros vio como Dos intentaba contener la hemorragia yugular de Tres. Cuatro yacía al lado frente suyo, tendido boca abajo, con su pantorrilla izquierda totalmente cortada y quemada.

—Cuatro, ¿puedes levantarte?— preguntaba Dos por el intercomunicador — ¡responde!

No hubo respuesta, era obvio que el cuarto agente se encontraba desmayado por el dolor.

Ishkamel vendó su pierna, mientras intentaba levantarse con duras penas aun recibiendo el ardor en sus músculos, hasta que pudo por fin reincorporarse al nivel de sus compañeros.

Murmullos se oyeron al final del pasillo, siendo seguidos por bruscas pisadas que, pesadas chirriaban al tacto con el suelo. El sonido de una carcasa se oyó cuando entro en contacto con el suelo, mientras se escuchaba como esta era reemplazada por otro cartucho nuevo.

—¡Ishkamel que fue todo eso! – hablo su superior – ¡Dame una maldita respuesta, joder!

—Tenemos bajas señor, perdimos a Cinco, Seis y a Tres — respondió — están usando municiones doradas.

—¡¿Estas seguro?!— La voz parecía sorprendida por tal afirmación.

—Afirmativo.

—Bien, enviaremos autómatas de sigilo y… —El comunicador comenzó a fallar.

El comunicador dejo de sonar cinco segundos después. Un repentino apagón había puesto a todos sus dispositivos fuera de funcionamiento, . Ahora Ishkamel y Dos estaban a su suerte.

—Hora de movernos, agarra la jeringa de regía de Tres y vámonos — dijo mientras intentaba dar un simple pero doloroso paso.

Dos acato la orden y tomo el químico del bolsillo de la pechera de Tres, junto con su fusil MKU trescientos uno. Avanzando para servir de apoyo a Ishkamel para que ambos avanzasen rumbo a la esquina del pasillo izquierdo paralelo con el pasadizo central donde les habían disparado.

Los pasos que antes se oyeron con mas frecuencia y el tosco retumbar aumentaba de forma exponencial.

Ishkamel había dado solo cinco míseros pasos, cuando el fuego de carabina, arremetió contra ellos; otro terror-vaktl se encontraba posicionado al otro extremo del pasillo.

El oro, empezó a infectar a Dos y se veía claramente como un tumor emergía de su pierna mientras que sangre brotaba de las rendijas de su armadura balística. Las balas de oro atravesaron el pecho y clavícula de Dos; de la misma manera, Ishkamel intento resguardar a su compañero y administrar el agua regía pero aquel tirador perforó también la jeringa que Tres había tenido en su bolsillo, muy aparte le acababa de perforar la otra pierna.

—¡No! ¡Por favor, no! —La voz de Dos se le escuchaba totalmente desesperado, se empezaba oír con gárgaras que después se concibieron como grandes chorros de sangre, hasta que dejo de moverse.

Dos, ha muerto.

El oro no tardo mucho en ser expulsado cuan parásito, del organismo de Ishkamel, pues el regía todavía se hallaba en su sangre. Este se ayudo del cadáver de Dos para cubrirse de las balas, mientras intentaba sacar la otra jeringuilla que el cuerpo poseía en su morral. Pero grande fue la desgracia que lo perseguía que otra bala, destrozo la bolsa y con ella también el químico.

Saltó entonces hasta las pequeñas oficinas de paredes de cristal. Intentando usar su visor infesteiogenís en busca de divisar la posición del tirador, sin embargo no recibió respuesta mas que una simple señal en su idioma latín: Mox mortuus eris, inquisitor.

Habían interferido en el funcionamiento de sus dispositivos. Desgracia sería que tampoco pudiese disparar su propio fusil.

Un desgarrador grito se escucho por donde habían entrado al complejo. El grito era conocido.

Cuatro fue asesinado.

Ishkamel ahora se encontraba arrinconado detrás de un escritorio analizó rápidamente su situación , por delante tenia a un tirador y por detrás a un mounstro que el creador sabe que sustancia le habrán suministrado para poder tener tal tamaño mayor al de una ueste.

Metiendo la mano en su bolsillo saco un pequeño cable directamente conectado con su traje, insertando el cable en el costado de su arma, reiniciando así el rifle. Su armadura fue dispuesta al inicio de activar los funcionamientos y protocolos avanzados para asegurar la supervivencia de su portador.

Disparos probaron en atinar contra el, pero perforaron nada mas que los metales de las oficinas. Ishkamel no permitió que la agresividad de su oponente le sublevará su propia temeridad, pues al unísono de los movimientos del vaktl intento escabullirse por medio de los escritorios del lugar.

Analizando situación… Protección de Sangre. Nivel tres. Noventa y siete porciento de carga. Carne todavía sin…, proceso postergado.

Rápidos pasos metálicos delataron al tirador que se acercaba con determinación para asesinarle.

Algo se acerca.

Noventa y ocho. Administrando adrenalina y noradrenalinas.

Hágase

Los pasos se hicieron mas fuertes.

Vuestros

Noventa y nueve. Arma lista.

Dos cirulos de tenue luz roja se posaron encima de él.

Deseos reales

Cien porciento completado. Feliz cacería, Inquisitor.

Oh, condenado

Los corazones de duendecillos, alojados en distintos compartimentos de su traje empezaron a ser estrujados dejando salir mililitros de sangre aun fresca la cual había recubierto su cuerpo.

No pienses en la muerte a la hora de la batalla, porque de lo contrario esta habrá tocado ya tu puerta sin aviso alguno – esas fueron las palabras que le dieron por enseñanza en su días del ejercito como un exolothreftís.

Ishkamel se levanto tan rápido como pudo, sin darse cuenta ya tenia un medio cuerpo frente de el mirándole con sus tétricas lentes carmesíes. Apunto de apuñalarle con un khanjar.

Sintió una repercusión cuando la punta de la daga choco contra su hombrera. Sus brazos se movieron lo suficiente como para asegurar un tiro certero. La boquilla del rifle estaba en toda la cien del maldito.

El estruendoso estallido de la pólvora se repartió por todo aquel laberinto al momento de jalar el gatillo. Los trozos de la carne y del propio cráneo acompañados con ese rojo salpiqueteo de una rebosante sangre tan rica en hierro.

Cayendo el cuerpo del vaktl ahora totalmente inerte. El sonido del casquillo sonó cuando impacto contra el suelo. Ishkamel se levantó, tomando la daga en sus manos y se dirigió devuelta al pasillo mientras guardaba el cuchillo.

Pesadas y rápidas arremetidas sonaron al momento de estar ya en el pasillo. Ishkamel se movió desesperado al ver la pared de concreto —de unos cinco metros de anchura— de su derecha, ser destrozada por una mole de músculos y metal cromado romper la pared como si fuese papel.

Siendo embestido con una brutalidad extrema, chocando abruptamente contra la pared. La armadura disipaba el dolor mientras recibía el impacto por frente, siendo a un doloroso y molesto, hasta ver a cumulo antropomórfico de carne detenerse para levantar la pierna derecha e intentar colapsar la cabeza de Ishkamel en una masa molida de sesos y hueso.

Girando de forma rápida a su izquierda, puedo escuchar como sonaba el crujido de las losas de mármol pulido al desprenderse y caer al suelo como piedritas esparcidas por una forma ordenada de entropía.

Ishkamel levanto el rifle apuntando, al enorme vaktl, desprendió una lluvia de balas platinadas. No hubo efecto alguno, aquel demonio era veloz y había usado su brazo, una prótesis de metal, como un escudo, las balas cayeron y en su lugar habían pequeñas abolladuras en las que se habían insertado las balas sin mucho éxito.

Disponiéndose de nuevo a disparar, el demonio volvió a arremeter contra el fracasando en el intento. Ishkamel giró a la derecha y esquivo la embestida, cuan torero que fue toreaba su toro andaluz de Sevilla.

Sacó su pistola-rálok y volvió a disparar contra el demonio haciéndole una herida en el los costados y produciendo aquel mounstro gemidos de dolor mientras volvía a cubrirse con su prótesis.

La mole volvió a embestir.

Daños sistemáticos en el usuario, regenerando.

Ishkamel le esquivo pero esa cosa no se había dado por vencido, agarró a Ishkamel por el hombro y lo lanzo contra el suelo.

Daños musculares masivos. administrando metamorfina.

Alzo de nuevo la rálok aprovechando que a aquella mole se le había roto un tubo conectada a su nuca que le suministraba una sustancia de color amarilla, la cual parecía «necesaria» para esa cosa.

Soltando el seguro, activando la electro-descarga, apuntó al cuello del demonio. Un solo tiro soltó un chorro de energía que impulso una bala de color plateada con un destello de fuego color cian derivado del ultramar. La mole se desplomo en el suelo con la mandíbula y tráquea perforadas de lado a lado; cayendo también el trozo restante de la cabeza al suelo.

La respiración, era fuerte. El dolor, abrumador. Ishkamel se reincorporo con prontitud levantándose para volver al pasillo por el cual había venido, su hombro se le había dislocado, a causa del disparo. Poniéndose de pie contemplo el cadáver decapitado, la sangre parecía una mezcla mal hecha con pigmentos rojos y anaranjados.

Iniciando proceso regenerativo.

Un murata de tungsteno y la espalda del mismo un Signum truncator, con una luz verde intermitente.

Ishkamel cambio a la mano izquierda para apuntar la pistola. Tiro dejo fuera de funcionamiento el dispositivo. La estática de su radio se activo. Finalmente podía comunicarse con el equipo de inteligencia que yacía en la superficie.

—¡Ishkamel! ¡Ishkamel! —Hablo la voz que se comunico con el cuando bajo al subsuelo— ¿Responde estas ahí?

—Si, señor.

—¡Por los Primigenios al fin!—respondió la ronca voz – Informe, rápido

—Amenazas neutralizadas – indico por el comunicado.

—Bien ¿y el pelotón? – Inquirió la voz.

—El pelotón Drako ha casi en su totalidad eliminado, nuevamente.

Per la stella, ancora no, cazzo!— dijo la voz insultando a la suerte que corría por esta situación —¡Maldita sea!.. Bien, entra de una vez y extrae los archivos.

—Si señor —respondió.

Ishkamel caminó en dirección a la puerta que se encontraba en el final del pasillo principal. El ambiente de aquel lugar no era normal; extrañamente mientras avanzaba al final del pasadizo una puerta de lo que parecía ser tungsteno con un reforzamiento de carne necrótica, con circulas demoniacos y símbolos del «padre» de los leviantitas.

A través de ella podían verse la luz de los dispositivos del laboratorio, y a su vez la sombra de aquellos quienes operan por dentro. Sin embargo estaban quietas. Congeladas. Debía de tener, tras de ella, algo de suma prioridad, tan valioso que debe ser así de protegido.

Un simple movimiento, un solo centímetro basto para confirmar sus suposiciones, habían personas detrás.

Daños musculares regenerados. Dislocamiento glenohumeral derecho reparado.

Ishkamel cerro los dedos y jalo el brazo derecho para atinar un golpe a la puerta. Dando un pequeño salto con la pierna izquierda levantada, se abalanzo contra la puerta, derrumbándola. Tras la misma, una habitación llena de tanques de almas resinosas, computadoras de análisis y manipulación genética, unos cinco cognopatas de la raza de los Hairetikus y obviamente Leviantitas amordazados y encadenados les acompañaban, precisamente tres de ellos seguían vivos. Sin embargo, ellos también eran parte de los vaktl.

Avanzando dos pasos tomo una silla y se sentó con el pecho junto al respaldar.

—Bien, damas, caballeros. Hagamos esto rápido y sencillo —Hablo Ishkamel— Entregadme los ojos. Y seré rápido.

En el símil de haber terminado de hablar una de los cognopatas se estremeció. Él la pudo ver fácilmente.

—Bueno, era de esperarse viniendo de vosotros.

Los cognopatas intentaron detenerlo, pero fueron brutalmente asesinados al ser perforados por las balas de oro y golpeados con una fuerza que lograba llegar hasta romper sus nervios. La sangre chorreaba y los Leviantes intentaron escapar pero también fueron asesinados. La que tenia lo ojos cayo al suelo casi moribunda dejando caer a su lado un bolso lleno de ojos de metal.

Un llanto chillón sonó. Una niña, de dos cuernos prominentes que emergía de su frente y se alzaban hasta alcanzar la sima de su cabeza, ojos negros con una iris blanca y una sub pupila bicolor de el blanco y el negro de forma radial. Quizá unos seis años, mujer sin duda.

— ¡M-mamí, levantate por favor! — lloraba con desgarro la niña, un ruido estruendosamente chirriante— ¡Vuelve mamá!

La sangre se le helo, el tiempo pareció detenerse pensaba por un momento parar y abrazar a esa pobre niña y decir: No llores mi niña, favor. Horrorizado sabia lo que tenia que hacer… igual, ya no era la primera vez que hacia ese tipo de cosas. Se acerco a ella.

Ella no es mi Samaria. Ella no es mi Samaria. Ella no es mi Samaria.—pensó repetidas veces.

— ¡No te le acerques! ¡Ella no tiene nada que ver! – gruñía desesperada la mujer con la fuerza que le quedaba – ¡Porfavor! ¡Déjala ir! ¡Raenia, corre, sobrevive!

La mujer seguía gritando mientras podía oírse sus sollozos y mas aún el llanto de la criatura!

— ¡Cierra la boca mujer! !No vez que te estoy haciendo una favor!

Si la dejo ir, podría buscar venganza. Podría ir a por mi hija.

La niña seguía llorando.

Ishkamel levanto el arma, su propia mano le temblaba.

Es solo una niña… solo una raya mas al tigre.

—¡Quiero ver a mi mamí! – volvió a gritar la niña

—Duerme … .

La niña dejo de llorar.

— ¡Maldito Mounstro! ¡Asesino de niños! ¡Solo tenias que dejarla ir!

Ishkamel se quedo en silencio mientras la mujer seguía gritando mientras apuntaba a la cabeza de la misma. Un segundo disparo sonó .

Ahora la mujer dejo de gritar.

Si la dejaba ir, la iban matar peor de lo que ha pasado aquí. Sufriría más de lo que podía sufrir ya. —pensaba el Inquisitor.— Aquí ella sufrirá menos.

Ishkamel ahora tenia la mirada de la niña en su mente.

¡Pues este es el Infierno! — se recordó

Recogiendo la caja llena de ojos. Comunico a su superior de la misión estaba completada con éxito pese a la muerte de sus compañeros. La energía de respaldo empezó a repartirse por la sala y a encender los paneles de luz que se adherían al techo.

Fue cuando que se percato que toda la habitación se encontraba frente a tanque de estasis.

Un burbujeo resonó dentro de unos de los tanques cilíndricos. En un archivo la pictografía de una Ueste de cuernos rotos y piel roja. En la parte inferior se leía el apellido «Bursik» . El hombre se encontraba en un estado semejante al coma. Adormecido. Durmiendo en un letargo que parecía no acabar nunca.

Asombrado, quiso disparar al tanque dejando caer el liquido que formaban todas esas almas resinosas. Sin embargo era que si disparaba al tanque es probable que el hombre muriese, incluso podría ser que

—Escanea los patrones genéticos usuario-objetivo— ordenó Ishkamel.

El traje soltó una especie de dispositivo con forma de artrópodo que hizo vibrar su alas hasta llegar a al cristal que los separaba, tintineando sobre el cristal con su pequeñas patitas, se escabullo por donde la vista de Ishkamel no alcanzaba.

La maquina no izo ruido hasta haber terminado su proceso:

Patrones genéticos reconocidos.

Relación de parentesco consanguíneo encontrado: Medio Hermano.

Nombre: Namakiel Bursik , Miguel Márquez Santos.

Frente suyo tenia a su propio hermano.

Atónito, activo su intercomunicador. La estática lleno su transmisión.

—¿Lorus, me puedes hacer otro favor?


División 2: Todos los caminos, llevan a Dios

!Gran rey, omnipotente y misericordioso¡,

que perdonas mis más infames pecados.

No me dejes caer en esta oscuridad que destroza mi alma.

¡Dame la fuerza para luchar, no me desampares!

Señor mío, protégeme de los que buscan mi ruina, por causa de defender tu obra.

De las súplicas de un anónimo.

De todos los dolores. De todas las torturas. Aquel sitio en el que yacía su alma, y su mente desconectados de su carne como ningún otro, fuera de la realidad que le daba consuelo.

Temed y lamentaos, !Oh¡ condenados, pues el llorar y crujir de dientes apenas comienza, después de la segunda vida ha de venir la segunda muerte – Fueron las palabras que leyó Namakiel, al ser escritas por una mano de fuego y que brillaba con centelleante resplandor en aquel abismo lleno de una sin fin oscuridad y sin esperanza por el que tubo que pasar al morir siendo humano. – Teman !Oh¡ Condenados. Después de la segunda vida serán sus huesos rotos y su carne roída aquí en el Metzula donde no habrá descanso para vuestro dolor.

Las bestias del abismo, eran las figuras que se alzaron en su psique, seres que escapaban y superaban la imaginación del hombre. Repletos de múltiples ojos de un parecido reptilésco. Bocas protegidas por dientes duros como el marfil, afilados como las cuchillas que doblegaron su alma, perforando en la parte mas irascible de la misma. En su voluntad.

Sin embargo, tales mounstrosidades no llegaron a el. Podía sentir todavía su carne, escuchaba el sonido de su respiración, pero su corazón no estaba latiendo. La noción del tiempo era algo que perdió. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Dónde estaba? De las preguntas mas básicas que un ser humano era capaz de hacerse pero a su vez las que más respuestas le darían.

Mirando devuelta en su memoria cuan zorro que aprendió a ser. Recordó su intento fallido de escapar del ejercito y volverse un desertor, «un proscrito de entre los proscritos» dijo una vez su amada Zeira cuyo lazo platónico-amoroso le era difícil de olvidar incluso después de años en reclusión.

Las juntas que hizo le habían dicho sobre un supuesto ataque que realizaría cierto grupo terrorista en su puesto de avanzada. Tal como se dijo la escaramuza se realizó, no obstante ante el caos que se esparció en todo el acampado, un pequeño destacamento de la Hextech, apareció convenientemente cuando el líder que dirigía tal masacre realizo acto de presencia, brindando apoyo en un llamado deux ex maquina.

Namakiel aprovechó. Intentando huir en un momento clave para que su pequeña operación fuese un éxito y así tener su libertad de los horrores que había visto en las disputas sin fin entre los lores del infierno. Sin embargo, el dolor de la traición lleno su corazón. Había sido golpeado, cayendo en un estado de inconsciencia.

Pasado el tiempo se hayo así mismo despierto, en medio de una celda hecha de grafito pulido, con una temperatura por debajo de lo normal estando encadenado por muñecas y nuca. Frente a el, una mesa con un archivo lleno de documentos, al costado una rálok sin cargar.

Los siguientes recuerdos le eran confusos y en cierto modo, según Namakiel, eran desafortunadamente lamentables. Una experiencia que quería catalogar como una de sus agonías más grandes de su vida.

Solo podía recordar el rostro de Zeira llena de lagrimas que quemaban su piel y una expresión llena de amargura y dolor. Vergüenza era la palabra indicada que podia describir su mente.

— Queda asignado al proyecto Genocidio -fueron las palabras que dicto una voz que le era desconocida.—Pueden llevárselo al Yunque.

— Le estamos fervientemente agradecidos por este espécimen tan… «santo», señor.

—Mándale mis felicitaciones a tu esposa, ¿Quieres, Luv?

¡Luv! ¡Luv! ¡Luv!

Un nombre que no olvidara jamás. Luv, su torturador.

El dolor cesaba después de los «experimentos». Cuando las largas y flexibles agujas, que le picoteaban y deformaban su cerebro, eran extraídas de sus uñas. Los pequeños hilos de sangre que unían las yemas de los dedos y las muy delgaditas agujas que salían por los guantes del propio Luv. Los químicos que inyectaban minuciosamente de forma cuidadosa en sus retinas. La magia que usaban al intentaban mutar su alma resultando en un sufrimiento cuyos efectos perduraban después de finalizar las pruebas. Los cortes que aplicaban en su piel con las formas de símbolos y marcas de los altos señores del averno.

Ahora el dolor se detuvo absolutamente, no hubo sufrimiento, solo paz. Todo era oscuro. ¿Estaba muerto? Namakiel quería moverse y salir de aquella prisión, sin embargo, su cuerpo se mantenía estático. Sus pies no aterrizaban en el suelo, era casi como si flotara… o quizás buceara, no obstante se encontraba ciego y mudo al juicio de su mente, pero no estaba sordo.

Extrañamente, era capaz de escuchar un sonido de forma clara, todas las palabras se pronunciaban y recibían de una forma ahogada, sin pizca de luz visible u atisbo de comprensión sonora. ¿Cómo era que podia oir? ¡No había manera de pensar pues que estuviese muerto! Podia sentir sus manos, las piernas, hasta la más mínima sensación en su cabello. La temperatura, el tacto de su piel con una especie de líquido que lo envolvía, era viscoso y se escurría por sus dedos y orejas.

Las voces se oían desesperadas, otras furiosas, de vez en cuando habían breves frecuencias como estallidos que se veían absorbidos drásticamente y repelidos por el cristal. Aquel ruido iba haciéndose progresivamente más y más fuerte con el pasar de los minutos. Uno de esos estallidos resplandeció dejando pasar tenuemente rayos luz atreves que chocaron con el ojo medio abierto que tenia.

Una masa líquida, espesa de gran consistencia que se escurría y movía frente a sus retinas con un color marrón oscuro. Namakiel no poseía palabras para describir la imagen que yacía frente a el. En un constante movimiento, manchas oscuras, agrupadas de a tres, se aglomeraban en círculos mas grandes y claros. La posición de los manchones daban la forma de una cara, con expresiones tensas, ahogados, desesperados y sin esperanza. Retorcidos en agonía sin fin.

De un momento a otro se oyeron explosiones y las voces desesperadas se detuvieron. Después de todo aquel retumbar, se oyeron pisadas que tintineaban con el metal que a su vez se mezcló brevemente con los clics producidos por las teclas de los paneles de control, tanto digitales como mecánicos, y el rebusque desordenado de los archivos del lugar.

He de estar, yo en una especie de Laboratorio -pensó Namakiel. —pero ¿Dónde exactamente?

El desorden se propagaba en por los tímpanos del demonio sin casta. Cada vez más fuerte. Un torrente se escucha, leves gritos aullaron con un prominente eco. Las personas que antes gritaban empezaban a hacer un bullicio de cristales rotos, metales que se propinaban contra el suelo y pulsaciones de teclas.

Namakiel no podia dejar de sentirse impotente, sin embargo, con toda aquella desesperación, su cuerpo no se movió.

Más balas se oyeron, una de ellas fue con mas estruendo que las demás, seguramente, una carabina de cerrojo o algo de un calibre más potente. Pequeñas turbulencias azotaron la masa en la que estaba. Aquel líquido dejo ver venas delgadas semejantes a las ramas de un cedro, transportando ríos de sangre ricos en oxígeno, llenándole de una vitalidad absurda a nivel físico y fisiológico.

Los temblores cesaron y otro estruendo a un mas fuerte retumbó en el lugar. El retorcimiento del metal le ensordeció los oídos, haciendo que Namakiel maldijera por lo bajo a aquel sonido tan irritante y molesto.

Al cabo de segundos una voz habló.

—Bien, damas, caballeros. Hagamos esto rápido y sencillo – Hablo una voz ahogada por el cristal- Entregadme los ojos. Y seré rápido.

Nadie respondió. Los gritos de los presentes sonaron con fuerza y los estallidos de las balas aún más pero por menos tiempo. Al detenerse, un llanto, chillón, agudo parecido al de… una infante.

– ¡M-mamí, levantate por favor! – lloraba con desgarro la niña, un ruido estruendosamente chirriante – ¡Vuelve mamá!

– ¡No te le acerques! ¡Ella no tiene nada que ver! – grito otra voz, claramente de una mujer.

Sus oídos empezaron a debilitarse, la exposición a todo aquel desastre sonoro le dejo insensible y casi sordo. Frente a una discusión que termino tan pronto que como inicio.

– Duerme…

Esas palabras fueron acompañadas por un disparo que hizo que aquel llanto despavorido cesara. La niña habia sido silenciada.

La mujer grito. Otra bala estalló habiendo más silencio.

Después de unos minutos el tintineo del cristal cuchicheo cerca de el. Diversos topecitos simultáneos contra el vidrio compacto. Segundos después, un pinchazo se incrustó en su carótida extrayendo por un breve momento su sangre.

—¿Lorus, me puedes hacer otro favor?

Más tarde la misma oscuridad permanecía impune, rostros aullantes envueltos en un cúmulo de sufrimientos aberrantes, que destrozarían el psique de un mortal, y que gracias a su cuerpo mejorado en su paso interdimensional Terra-inferno pudo soportar.

Ya no estaba de pie, su espalda se hallaba recostada sobre la superficie curva del cristal, sus talones chocaban igualmente con el vidrio, aun sintiendo el escurrimiento del liquido entre sus dedos. Su cuerpo no estaba inmóvil, casi sin vida de no ser por su palpitante corazón demoniaco que latía a ritmo leve.

Ruidos ahogados pudieron escucharse fuera del contenedor, muy parecidos a murmullos, las voces de dos hombres una mas ronca y rasposa que la otra. Daba la impresión que discutían algo importante ¿Un reproche quizás? No, era algo más que eso mucho más, no obstante los gritos se detuvieron abruptamente; la conversación se reanudo dando pie a un ritmo más calmado.

Unos pasos fuertes, chocaron contra el suelo, haciéndose más fuertes a medida que se le acercaban, dando el último paso

El chasquido y de un botón retumbó en su oído derecho, seguido de un chillido perpetuo que dio lugar al vaciado de la sustancia que antes se escurría por todo su cuerpo. Poco a poco toda su espalda fue acentuándose sobre el cristal hasta quedarse solo con la humedad de su piel ahora repleta de pequeñas gotas que fueron rápidamente absorbidas por su piel.

Al símil del mismo proceso, sus nervios su demás sistemas, tanto el nervioso como el respiratorio se activaron con más fuerza. Pidiendo mover ahora sus parpados y dedos. Virando lentamente su cuello muy acompañado de sus extremidades.

No habían pasado ni veinticuatro horas desde su ultima «sesión» y el cuerpo le dolía con un desdén inimaginable. Rápidamente cayo al suelo sobre el piso hecho de baldosas blancas ; sus ojos aturdidos por la luz blanca se entrecerraron con fuerza. La cabeza le comenzó a doler acompañada de las diversas señales nerviosas. Su cuerpo soportó por tanto tiempo aquellas agujas, que le habían molido los nervios casi en su totalidad, no obstante, el dolor, extrañamente, se calmó. Deteniéndose tan abruptamente que el tiempo de regeneración de su sistema nervioso le pareció y era… desorbitante para un demonio normal.

Abriendo, al menos, un poco los parpados y levantándose tambaleando aún mínimamente con las piernas que aun presentaban ciertos pellizcos de dolor.


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