Aun me acuerdo cuando la conocí, en ese momento ingrese a una clase de inglés, estaba cumpliendo mis sueños personales, poder al fin mejorar mi nivel de habla y estar allí era solo un escalón más en este camino llamado vida, no buscaba nada mas que conocimientos relacionados a una mejora de mis habilidades. 

En esos momentos ella era solo una compañera más de clase, las pocas veces que nos cruzábamos la palabra eran resumidas en dos o tres palabras sin mayor atención el uno por el otro, eso si, con un toque de competitividad. La verdad, a mi parecer, en ese momento no le veía atractivo alguno, una persona más en un lugar de estudio normal, así que mis días se pasaban únicamente en aprender y hablar; Los días pasaban y poco a poco nos fuimos acercando, resaltando ambos en el habla, siendo los dos mejores, nos ponían a trabajar continuamente, y así de a poco nos fuimos conociendo, jamás pensé que ella sería un día la razón de mis alegrías y mis tristezas.

Han pasado ya 15 años de aquel inicio y después de tanto intentarlo, de habernos amado y de habernos prometido el mundo tomamos caminos diferentes, la razón, bueno fueron varias, principalmente por mi culpa, quizá no estaba a la altura y cometía errores que la decepcionaban constantemente, a pesar de que ella era «borrón y cuenta nueva» la semilla ya se había marcado, sé que en este momento de la vida nada es seguro para ella o para mi, pues no estamos en un punto para estar juntos y yo por mi parte debo enfrentarme a fantasmas de mi pasado, fantasmas que me siguieron hasta lo más profundo de mi alma, debía ser responsable de mi mismo y amarme primero antes de decirle te amo ya fuera a ella o a quien llegara en un futuro, y no miento por dentro gritaba constantemente que fuera ella, pero no podía ser así, parecía un dictador del alma exigiendo sentimientos que no eran naturales, y así no es como funciona eso que llamamos «Amor».

Un día de abril, de esos donde la lluvia cae sin reparo por la ciudad, me reuní con un viejo amigo , uno que sabía lo bueno  y lo malo de mi vida, uno de esos amigos selectos que había mantenido aun después de cambiar tanto, hablamos de la vida, de los proyectos y de su familia, pues ya tenía un hijo, ahí fue cuando me pregunto por ella, mi mirada busco en el infinito las palabras correctas para expresarlo y solo di un trago al amargo café que me acordaba a mi infancia, simplemente le dije…

No puedo negarlo, aun me acuerdo de ella, todos los días, es como una sensación a un palpitar que baja lentamente desde a cabeza hasta los pies, lo que sentía por ella , pues no era más que amor y que era el amor, bueno el amor en su forma mas pura no solo residía en mi corazón, si no en todo mi ser y eso es algo que ella me ayudo a comprender. Cuando pienso e ella, mi cuerpo respondía de inmediato, el palpitar acelerado en mi pecho no era solo un reflejo de mi emoción, sino una respuesta fisiológica a la anticipación, como si cada latido fuera impulsado por una corriente eléctrica que recorría mi piel. Mi cuerpo de manera inconsciente se alistaba, y una sensación cálida y extraña se apoderaba de mi estomago, como si mi sistema nervioso, al ser tocado por el pensamiento de ella, me hubiera despertado de un largo sueño.»

Mi amigo me miraba con una cara de preocupación e interés, no podía negar que era la primera vez que me oía hablando así de alguien. El café se había acabado, pero con ánimos de seguir escuchándome me insto a continuar mientras una segunda ronda se iba comandando en la barra, un poco apenado y con una sonrisa leve seguí con mi reflexión o con ese pensamiento hacia ella.

La verdad es que ella era la única que había despertado tantas cosas en mi, podía decir con total calma, que ella había sido la acreedora de muchas primeras veces, y sin embargo cuando ella no estaba cerca, algo se desmoronaba dentro de mi. el vacío de extrañar invadía con una intensidad silenciosa, como un peso invisible en mi pecho. Era un sentimiento profundo, casi físico, que me hacia sentir la ausencia de su presencia con una claridad brutal, así de intenso era pensar en ella. Esa maldita falta de su cercanía provocaba en mi cerebro una pequeña tormenta emocional, dejando que la ansiedad y tristeza se filtraran a través de mis pensamientos y yo solo se lo demostré con comportamientos infantiles e inmaduros que hacían de ella cada vez más distante. Los días parecían alargarse y a quietud se volvía incómoda. La sensación de estar incompleto era tan real como el aire que me rodeaba, y su cuerpo, como un espejo del alma, respondía con total naturalidad a sus ideales y pensamientos, fui consciente tarde, ya cuando no veía sus mensajes a diario ni escuchaba su risa de manera natural.

Tome una pausa al sentir que mi voz se quebraba un poco y ver mi corazón gritando por llorar hacía que mis ojos se aguaran, en ese momento llegó el café y con un simple sorbo tome fuerzas para continuar.

La verdad es que ella estaba en todas mis rutinas, desde mi despertar, siempre que pensaba en ella o hablaba con ella, una luz se encendía en mi interior, estaba en los atardeceres que se alargaban mientras veíamos alguna serie o película. Estaba ahí incluso, con su nombre en el calendario, con su voz dándole forma a mis palabras, con sus manos que despedían y acariciaban con ternura cálida y palpable. Estaba constantemente en forma de luz, de recuerdo, de imágenes fantasmales que me acompañaban por las calles que habíamos cruzado juntos y que se confundían con la gente, la encontraba constantemente en reels y libros que leía, y entorpecía mi intento de escribir poemas idealizando un mundo en el que no cupiera la nostalgia, en el que fuera posible quitarse esta idea de ausencia.

 Mi amigo me sonrió, cómo si ya hubiera pasado por esto y solo preguntó – ¿Qué es lo que más te gustaba de ella?. Quizá esa es una de las preguntas en las que no tengo una sola respuesta y que a veces podría no tener una respuesta, y es que tenía tantas razones en la cabeza que no quería limitarlas quizá por su encanto o su efecto en mi.

Me gustaba su sonrisa de hipnotizar mis gestos, su silencio de callar mis demonios y su paciencia para con los azotones de mi vida, con la caridad en darme su tiempo y dedicar unos minutos para mi en su apretada agenda. Me gustaban su manera desconocida de despertar mis hormonas, de sus abrazos únicos que me hacían sentir estaciones diferentes. Me gustaban sus labios carnudos, humedecidos listos, para ser abordados por los míos, su lengua con sabor a futuro y su ternura con recuerdo del presente. Con ella embelleciendo mis noches me daba cuenta de que lo mejor de tener a alguien en tus  manos es saber que estas en tu lugar indicado.

Me gusta pensar de que ella es la mujer correcta para mi vida, pues ella no sabe lo que he cambiado para bien bajo su tutela, obviamente, no puedo decir que este completo, la verdad aún falta poner más de mi parte, me gusta pensar que es la indicada, la que Dios encaminó para mi vida, pero debo ser sincero, ella esta lejos ahora….

– ¿Qué tan lejos está ahora mismo?, preguntó mi amigo mientras se acababa el último sorbo de su café

Podría decirte que esta tan lejos como cerca, no tengo idea de como medirlo, no se que distancia hay entre un sentimiento ajeno y un recuerdo, quizá debería buscarla, pero ella esta en otro camino, con unas metas distintas a las mías, y sé que para estar con ella deberían pasar muchas cosas, y debería poner mucho más de mi parte, y aún así quizá no sea suficiente para acortar esa distancia, así que he optado por admirarla y quererla en un sentimiento cercano a la amistad incondicional, quizá sea dar unos pasos para atrás, pero es lo mejor, no quiero espantarla ni presionarla.

Pues pienso que esta siendo feliz, si es cierto que no fui mi mejor versión para ella, aún más cuando ella me lo daba todo, se que me recuerda, pero ya no es como antes, el pasado dejo marcas que no se borran con el tiempo, pero si con los actos, y lo más duro de ellos es mantenerlos al pasar de los días, se que es feliz, tiene amistades que la aprecian mucho, y eso me alegra por ella, en un momento llegue a tener celos de su círculo, pero no tenía derecho a alegar cuando ya me lo había dado todo. El hecho de que este distante no quitará la realidad de que la quise como a nadie, y que la sigo queriendo con toda mi alma.

Mi amigo suspiró, mirándome con esa mezcla de comprensión y resignación que solo alguien que ha sentido lo mismo puede ofrecer. Se quedó en silencio por un momento, dándome espacio para respirar, para dejar que cada palabra que acababa de decir se asentara en mi interior.

—A veces el amor no es suficiente —murmuró finalmente—. Pero eso no significa que no haya sido real.

Asentí, sintiendo el peso de esa verdad en mis huesos. Había amado de la manera más pura que conocía, con errores, con aciertos, con toda mi humanidad puesta sobre la mesa. Y aunque el destino nos había separado, ese amor no desaparecía, no se disolvía con la distancia ni con el tiempo.

Quizá nunca volvería a ser como antes, pero eso no importaba. Lo que vivimos juntos existió, fue nuestro, y aunque hoy camináramos por sendas distintas, cada recuerdo era un testimonio de lo que una vez compartimos.

Le di el último sorbo a mi café, saboreando su amargura como quien acepta una despedida inevitable.

—Creo que la respuesta es simple —dije, con una sonrisa melancólica—. Ella está justo donde debe estar… y yo también.

Y con esas palabras, el peso en mi pecho pareció aligerarse, porque al final, amar también es aprender a soltar.

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