DOA GAIDEN
Advertencia: Esta obra contiene escenas de violencia extrema, acción intensa, drama visceral, amor apasionado y terror inmersivo. Se recomienda la discreción del lector y se sugiere que el contenido es apropiado para mayores de 18 años.

Bienvenidos a un mundo donde los héroes y los villanos no existen, solo sobrevivientes y depredadores. Inspirada en el universo de Koei Tecmo, esta novela es una inmersión sin piedad en la vorágine de la existencia humana. Los capítulos no siguen el camino trillado de un único protagonista; aquí, cada acto presenta un cuadro crudo de personajes que se entrelazan entre sí. La narrativa no busca complacerte, busca arrastrarte de los cabellos por el barro de la realidad, donde la violencia no es una opción, sino una necesidad. No busques aquí consuelo ni moralejas reconfortantes; esta narrativa no es un refugio, sino una tormenta que te arrastrará por los rincones más crudos de la realidad. Prepárate para la fuerza bruta de un mundo donde las relaciones son una moneda de cambio, y la supervivencia requiere más que meros principios morales. En esta ecuación, el amor es apasionado pero efímero, la violencia es un arte y el terror es una presencia palpable.Los protagonistas de cada acto no buscan tu simpatía; buscan tu reconocimiento en un teatro sin máscaras, donde las verdades son tan flexibles como la ética que las sostiene. Estamos aquí para desafiarte, para sacudirte de la complacencia y mostrarte que, en este escenario, la realidad es cruda y la verdad es un objeto esquivo.Este no es un cuento de hadas; es un golpe directo a la conciencia. ¿Te atreves a adentrarte en este abismo de brutalidad? Adelante, pero ten en cuenta que lo que estás a punto de leer no solo desgarrará la percepción de tu mundo, sino que también puede dejar cicatrices en tu alma.

VOLUMEN 1: La caída del Mugen Tenshin

DOA GAIDEN, CAPITULO 1: Ecos de un apocalipsis perdido

Acto 1


La Estrella Maldita de Orochi

La Estrella Maldita de Orochi… una estatua ancestral forjada con las garras de serpientes demoníacas que, según la leyenda, existieron antes de la creación misma. Esta reliquia ha traído calamidad y oscuridad al mundo desde los tiempos olvidados de los mitos. La estatua ha sido custodiada por el linaje del Mugen Tenshin durante 18 generaciones, sellada en lo más profundo de sus templos para contener el poder destructivo que alberga.

Dentro de la estatua reside el alma de Orochi y su servidumbre, criaturas de una era en la que los demonios caminaban entre los hombres, susurrando en la oscuridad. Se dice que, si el sello de la estatua se rompiera, liberaría la corrupción y el odio del mundo, otorgándole a la deidad un poder inimaginable: el poder de Orochi, la serpiente divina, transformándolo en un señor de la destrucción.

Aquellos que lo han custodiado a lo largo de los siglos han entendido que esta es más que una simple reliquia; es una llave hacia el abismo mismo. Si llegara a caer en las manos equivocadas, no solo condenaría a la humanidad, sino que también desataría el caos en todas las dimensiones.

El viento helado y la cortante brisa soplaba sin piedad sobre las cumbres montañosas de Mugen, penetrando los cuerpos y huesos de los habitantes de la aldea

El viento helado y la cortante brisa soplaba sin piedad sobre las cumbres montañosas de Mugen, penetrando los cuerpos y huesos de los habitantes de la aldea. Las herramientas de trabajo y las armas yacían abandonadas, mientras los lugareños se daban cuenta de la naturaleza gélida y demoníaca que azotaba las distantes montañas.

Preparándose para el peligro, los habitantes se refugiaban inconscientes de la amenaza. Los ancianos se resguardaban en sus aposentos, los niños se guarecían, las mujeres protegían sus posesiones y los hombres se afanaban en preparar paja y leña para la noche, que presagiaba una cruel ventisca.

Una escuadra de hombres maltrechos regresaba al templo, donde Hayate sostenía una conversación con Shiden, anunciando el fracaso en la búsqueda de la fugitiva Kasumi.

El rostro de Hayate bajo sus oscuras ropas reflejaba sorpresa al ver a la escuadra de nueve individuos que regresaban golpeados y con su arsenal hecho pedazos. Al entrar por las puertas del templo, inclinaron sus cabezas hasta el suelo ante los líderes del clan y antes de que pudieran informar sobre su derrota, Ayane con su postura femenil y desafiante los interrumpió diciendo: — Kasumi… —.

Shiden encontraba incomprensible el hecho de que sus guerreros regresaran siempre en pésimas condiciones al intentar eliminar a la hija fugitiva. Más aún, le desconcertaba que siempre volvieran completos, sin ninguna baja. La situación alcanzaba tal punto, que Kasumi se apiadaba de sus antiguos compañeros y solo los inhabilitaba, lo cual lo llevaba totalmente fuera de sí.

En cuanto a Hayate, cuando los guerreros fallaban en su búsqueda, experimentaba cierta tranquilidad al saber que su hermana seguía a salvo. En parte, se sentía culpable por enviar constantemente asesinos para acabar con ella, pero también comprendía que debía cumplir con las órdenes de su clan y ejecutar a Kasumi por su deserción.

Dentro de sí, regocijaba la supervivencia de su hermana ocultando sus sentimientos bajo una máscara de deber. Interrumpiendo la charla con su padre, la figura de Hayate se alzó, imponente y sereno retirando la túnica de su cabeza revelando su agraciado rostro y observando con aceptación a sus hombres ordeno: — La tormenta terminara el trabajo que Kasumi no pudo completar, descansen y prepárense para una nueva expedición —.

En ese instante, sus hombres asintieron la cabeza con los rostros avergonzados, obedecieron y desaparecieron.

Ayane, envuelta en una atmósfera de disgusto y frustración, desató su ira en la sala, recriminaba a su hermano y su padre con gestos vehementes que resonaban con varios golpes secos en la mesa. Su atuendo que reflejaba su letalidad y belleza, consistía en una túnica de combate ajustada, con detalles en negro y púrpura que realzaban su figura ágil y mortífera. Su armadura ligera cubierta por cuero, denotaba de su presencia intriga y poder, pues, llevaba consigo múltiples herramientas de combate amarrado a su abdomen

— Las expediciones cada vez van en peor, nuestros hombres pierden la moral y estamos llegando a un punto muerto en la misión —. Dijo Ayane con molestia apretando los puños desafiando a Shiden con furia.

Sus cabellos morados caían sobre sus hombros, enmarcando sus ojos rojos en un halo de furia controlada. Cada detalle de su atuendo denotaba la meticulosidad y la inteligencia dentro de sí, incluso en medio del descontento por los repetidos fracasos en la búsqueda y eliminación de su hermana.

Shiden, el patriarca de la familia y líder del clan centró su mirada por un instante en ella. Se levantó con una majestuosidad y reveló su imponente figura, exponiendo el tradicional vestuario que denotaba su estatus como jefe de clan.

Sus canas cayeron sobre su cabeza mientras su rostro se recrudecía en una mueca de furia. Sin dejarla decir una sola palabra la corto estrictamente: — ¿Tienes alguna mejor idea?, Tus anteriores expediciones junto a Hayate han sido desastrosas y siempre se atreven regresar con las manos vacías —. Su rostro marcaba en sus facciones severidad y lanzando una mirada severa hizo que la joven se inclinara de rodillas.

— Kasumi… a pesar de ser parte de los Tenjimon y llevar la sangre del clan se niega a obedecer la tradición —. Soltando un suspiro de decepción agrego: — No comprendo como logra escapar siempre. Sencillamente… no lo entiendo —.

Entre tanto, Hayate escuchaba la conversación en silencio con los ojos cerrados, sus cabellos castaños eran acariciados por las brisas heladas que irrumpían dentro del templo y sus palabras rompieron la tensión de la discusión al abordar nuevamente el tema:

— La posición de la fugitiva está cerca de los bosques del monte Fuji, te aseguro que contaremos con éxito cuando retomemos la búsqueda —. Enseñando una marca de sangre en la espada de la líder de la escuadra continuo: — Debe estar herida por la zona, si no la devoran los lobos, lo hará el hambre. La atraparemos no importa lo que pase —.

Shiden con su rostro colérico se levantó del recinto en dirección a la salida del templo, la trasfiguración en sus facciones mostraba insatisfacción y una nueva derrota frente a su hija fugitiva.

Hayate presento una reverencia ante su hermana menor y siguió a shiden como un consuelo ante un nuevo intento fallido de traer a la fugitiva.

Los alrededores de las montañas se sacudían con violencia, pregonando el mal que acechaba, pues a la distancia, cientos de sombras se abalanzaban con cautela rodeando la aldea y grandes estandartes se elevaban en la frondosidad del bosque llevando con sigo el aliento de cientos de almas que se movían con recato.

La figura de Hayate y su padre se dibujaban entre las brumas de la montaña, la naturaleza que los rodeaba reflejaba con torpeza el gris atardecer que se cernía sobre ellos, tomando un respiro profundo tras un leve silencio Shiden dijo:

— Ya debes saber dónde se esconde, sé que Joe y su familia la estarán cuidando de nuevo —. Levantando la vista al cielo agrego con resignación: — Deberíamos presionar a los Hayabusa para que nos la entreguen de una vez por todas… —.

En ese instante, un lamento de horror ahogó sus palabras. La voz desgarradora de una mujer rasgó el silencio que envolvía la tranquilidad de la aldea, seguida por el coro caótico de gritos que brotaron de los habitantes, convirtiendo el sereno pasaje en un pandemonio de escaramuzas y gritos de terror.

Asombrado, por el fuego que se extendía a lo lejos y por los hombres que iban a las armas, shiden ordeno: — ¡Ve e Investiga de inmediato lo que está ocurriendo! -. En tanto recogía su arma que yacía adornando el centro del tatami.

— A sus órdenes, padre —. Respondió Hayate, mientras su figura se desvanecía en la oscuridad para saltar por los tejados y desaparecer.

La escena caótica de la aldea reveló una multitud de individuos que asaltaban los recintos en actos suicidas, desatando una ola de violencia en contra de todos aquellos que encontraban a su paso. Sus estruendosos gritos resonaban por cada rincón de la aldea mientras avanzaban implacablemente dejando tras de sí un valle de destrucción.

Portaban símbolos en sus cuerpos, similares a sellos e inscripciones antiguas en una lengua perdida. Sus ropajes, los cubrían en extensas túnicas oscuras desde la cabeza hasta los pies y los grandes estandartes tras ellos demarcaban en sangre el nombre de «Orochi».

Las defensas del clan fueron cercadas con un avance implacable y poco a poco las aniquilaron por la horda que arrasaba el lugar sin misericordia, dejando tras su paso el fulgor de las llamas extendida por la aldea. Los disparos de arcabuces y los estallidos de bombas incendiarias resonaban en el corazón de la aldea, obligando a las familias a escapar en diferentes direcciones mientras los hombres tomaban las armas para defender sus hogares.

Pronto, los cadáveres incinerados y fusilados empezaban a llenar las empedradas calles. Las mujeres yacían con el rostro y las cabelleras quemadas por el suelo y el llanto de los niños era ahogado tras el rugir de las escopetas y el filo de las espadas.

— ¡Maestro Hayate! ¡Hermano, por aquí! —. La voz de Ayane lo tomo por sorpresa cuando aún estaba incrédulo de lo que sus ojos veían, la crudeza de la realidad se volcó sobre el al ver el rostro de su hermana cubierto de sangre.

— Las defensas están siendo sobrepasadas y nos atacan en todas direcciones, los que han logrado escapar se han reunido en las cercanías del templo para buscar refugio —. Dijo Ayane mientras intentaba sostener su marcado nerviosismo en su voz agitada.

Antes que pudieran continuar, una explosión en un granero cercano envió a volar por los cielos las provisiones, en tanto los animales de granja corrían con frenesí arrollando a los sobrevivientes del ataque.

El olor a carne quemada y la aldea ardiendo en llamas se presentaban ante su mirada como una escena infernal, su preciado hogar y las familias bajo su defensa, en huida buscaban socorro desesperados. Tras un bombardeo de emociones encontradas y sentimiento de venganza su agitación se entremezclaba con impotencia. Con su mirada perdida en la incandescente aldea ordeno a su hermana: — Ayane, prepara las armas, ¡Mátalos a todos! ¡No debe quedar ni uno solo vivo! Solo…. ¡Mátalos! —. Tras su orden, desenvaino su arma y junto a rezagos de sus hombres que aún no habían sido arrastrados por la tragedia se prepararon para enfrentar las hordas de enemigos.

En una lucha sin cuartel las defensas empezaron a chocar espadas, el entorno resaltaba en sus estancias la brutalidad de los enfrentamientos y allí, los cuerpos volaban por los aires. Las extremidades, las cabezas cercenadas y los cuerpos fusilados dibujaban un pasaje abismal en la modesta aldea. Los restos de carne empezaban a cubrir el lugar en toda su extensión, dando paso a un mar de sangre que corría inundando el suelo sagrado por los ataques suicidas de los fanáticos, que, en una carnicería sin sentido se abalanzaban a la muerte contra las armas del Mugen Tenshin.

Las batallas frenéticas y descontroladas empujaban a Hayate y a su gente a retroceder, cediendo terreno ante las implacables cargas de hordas que no daban tregua en su avance. En un esfuerzo esquizofrénico, las hordas rodearon la aldea por completo, y solo una frágil línea de defensa separaba a los defensores de los despojos de sus hogares. Sin embargo, el flanco que protegía el templo colapsó ante una carga de hombres con arcabuces, forzando a los pocos sobrevivientes a huir junto a Hayate, quien persistía en su feroz lucha.

En un último y desesperado intento, Ayane se lanzó contra aquellos que asediaban con antorchas incandescentes los alrededores del templo. Pese a ello, una ola de individuos con los ojos iracundos y sonrisas transfiguradas que esbozaban completa satisfacción y regocijos, se lanzaron contra ella. En sus manos portaban explosivos y, persiguiéndola entre gritos explotaban en pedazos en sus fracasados intentos de alcanzarla. Tras un sorpresivo ataque, una explosión aturdió sus sentidos llenando sus ropas de pólvora y sangre obligándola a retirarse dejando a su suerte el altar para reunirse nuevamente junto a su hermano.

El majestuoso templo que engalanaba la aldea fue presa de un voraz incendio que se propagó con inusitada rapidez. Iluminado por las llamas, se divisaba a lo lejos cómo aquellos hombres huían, llevando consigo algo en sus brazos; la figura de una antigua deidad que reposaba en sus aposentos.

La furiosa expresión de Shiden se lamentaba de rodillas mientras observaba como la estatua se alejaba en la profundidad del bosque. Fijo su mirada a los cielos y evoco una plegaria de socorro mientras los venerables ancianos seguían su ejemplo.

El asedio continuo, y la lucha demencial fue apaciguando las brasas de sus inclementes ataques hasta que los asaltantes emprendieron la huida, y tras unos minutos desaparecieron, dejando tras de sí un campo cubierto de cadáveres de los miembros de la aldea y sus propios camaradas.

Los ancianos junto a Shiden regresaban escoltados por los hombres de Hayate al altar, su estructura profanada y quemada resaltaba la barbarie en donde las paredes de madera habían sido testigo del brutal enfrentamiento, bajo sus pies yacían los cuerpos sin vida de algunos miembros de la aldea que habían quedado atrapados en la batalla, entremezclados estaban los cuerpos mutilados de los asaltantes que aun después de la muerte, remarcaban tétricas sonrisas en el rostro.

Una fuerte tensión se apodero del ambiente. Un aire cargado de incertidumbre y el espeso olor a despojos y madera quemada desgarraban el corazón de los miembros del clan sumiéndolos en la amargura de la derrota. La próspera villa, antes llena de flores y vida animal, se transformó en un cementerio y un festín para las aves rapaces que sobrevolaban el lugar, devorando los restos esparcidos de la batalla. El aire pesado y el suelo teñido de un tono cobrizo convertían la aldea en un sitio lúgubre y pestilente.

 El templo, ahora parcialmente destruido, albergaba en su interior a los jerarcas y líderes de familias que habían logrado sobrevivir al ataque

El templo, ahora parcialmente destruido, albergaba en su interior a los jerarcas y líderes de familias que habían logrado sobrevivir al ataque. Aunque cansados y conmocionados por lo sucedido, la mayoría aún no terminaba de asimilar la magnitud de la tragedia. La tristeza y la angustia se volvieron palpables al recibir el informe de Ayane.

Su voz entrecortada demarcaba la gravedad de sus palabras, su informe de daños y víctimas era acompañado por los llantos de las mujeres que a su alrededor espectaban. Sin embargo, la noticia del saqueo del templo enmudeció las voces por un instante:

—…La estatua de la serpiente Orochi… ha sido robada, el sitio de la deidad ha sido completamente profanado. Lo siento —. En señal de perdón inclino su cabeza contra el suelo, sus ojos escurrían leves lágrimas y la frustración derrotaba su ser. Culpándose a sí misma por permitir el robo de la deidad y la destrucción del templo.

Los murmullos en el interior y la angustia de los ancianos convertían del lugar un caos entre lamentos, rezos y maldiciones. Además, las mujeres lloraban desconsoladas por la pérdida de sus seres. En medio de todos Shiden tomo la palabra tras observar con horror la situación que lo rodeaba:

— El sello de la serpiente es custodiado por el Mugen Tenshin ¡No permitiremos que su poder regrese al mundo! —. Desenvainando su arma, seguido por los ancianos tras él, agrego: — Querida familia, tomaremos venganza y recuperaremos el honor que hoy se ha perdido —.

La atención de los ancianos y los sobrevivientes de la aldea se centraron en sus palabras. Hayate y Ayane se arrodillaron ante el mientras intentaba con sentimientos vagos restablecer la moral de su gente.

— Nuestro clan ha sobrevivido por siglos ante los demonios y las maldiciones, el honor y la fe hoy destruidos será recobrado por la fuerza de nuestro poder —. Mirando la elite del clan continuo: — ¿¡Acaso quieren probar nuestro poder!? Nuestro clan es mucho más fuerte, pero quiero saber la opinión de ustedes, familia mía —.

En el recinto sagrado del templo, enmarcado por los vestigios de la batalla, la audiencia se alzaba con solemnidad a medida que el líder pronunciaba sus palabras. Con cada frase, un gesto unánime inclinaba cabezas en señal de respeto, creando una sinfonía silenciosa de reverencia que resonaba en la penumbra del lugar sagrado. Las palabras del líder, como cánticos ancestrales, se desplegaban en el aire expectante.

— ¿¡Quieren una guerra contra nosotros!? ¡No dejaremos que ninguno de esos imbéciles quede con vida! —. Al concluir su discurso, una marea de juventud entusiasta irrumpió en un cantico precipitado, una llamada que pronto abrazaron en toda la aldea. El eco resonaba a través de los muros del templo y se derramaba en los escombros del lugar. Una y otra vez, las voces elevadas, cargadas con el fervor de un llamado ancestral, proclamaban un coro unificador: — ¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra! —. En ese instante, la aldea se convirtió en un coro vibrante, unificando corazones en un llamado inquebrantable hacia la batalla que aguardaba en el horizonte.

Observando a Hayate, ordeno que se levantara, hizo una reverencia hacia él y dijo:
— Hijo mío, Necesito que busques a Hayabusa, pide su asistencia en esta misión, todos esos bastardos deben ser eliminados —.

Besando la mano de su padre asintió con la cabeza, observo a Ayane que decidida asentía con la cabeza con furia su compañía. Seguro de sí mismo, levantó con orgullo la frente y respondió: — La serpiente Orochi, es un mal que debe permanecer sellado en estas tierras, me asegurare de que la deidad no sea utilizada por manos enemigas —.

Shiden con la angustia en su mirada, lo tomo del brazo otorgando su confianza en la misión, observo a Ayane e hizo lo mismo con ella. Tras un gesto a los venerables ancianos, salieron del recinto para ocupar sus tareas en la reconstrucción y limpieza de la aldea.

El viento gélido continuaba su danza despiadada en las montañas de Mugen, llevando consigo un susurro de desesperación que resonaba entre los árboles desnudos. La aldea Mugen Tenshin, envuelta en la penumbra de la lucha reciente, permanecía como un testigo de la tragedia que la había azotado. Los restos de la batalla aún humeaban en las brasas dispersas, y el lamento del viento parecía mezclarse con los suspiros de aquellos que habían caído en la defensa desesperada de la aldea.

Capitulo 1 – Acto 2

Volumen 1 – La caida del Mugen Tenshin

En las afueras de la capital de Tairon, en un país aislado en el oeste de Asia, miles de individuos se congregaban en un ritual para celebrar la captura de la estatua de Orochi. Los símbolos y estandartes que portaban los identificaban como miembros de un clan maldito, conocido entre los habitantes de la capital y sus alrededores como el Clan de los Demonios.

La infame reputación del clan como fanáticos religiosos y adoradores de los demonios los había llevado a cometer atrocidades en el pasado, especialmente durante la era de la tiranía en el imperio de Vigoor. Sin embargo, cuando este colapso, su nombre solo evocaba asco y temor entre aquellos que aún recordaban los crímenes que habían perpetrado.

El espeso bosque a lo lejos mostraba repulsión ante la presencia de los individuos. La fauna silvestre se ocultaba temerosa ante el advenimiento de la celebración y los árboles se sacudían en una sinfonía que intentaba demostrar su fuerza para expulsar a aquellos que se habían aventurado en sus entrañas.

Entre los ritos y ceremonias, destacaba una figura central, Bael. Su elevada estatura y esbeltez conferían a su persona una madurez evidente y, al mismo tiempo, una cierta fragilidad. Delgadamente construido y con una barba blanca que se extendía hasta su mentón y sus cabellos impregnados de canas plateadas tejían en su rostro sabiduría y resiliencia, su apariencia un tanto alargada sumada a la indumentaria maltrecha y un oscuro abrigo que lo envolvía de los hombros a los pies, le conferían una ominosa presencia cargada de incertidumbre.

 Delgadamente construido y con una barba blanca que se extendía hasta su mentón y sus cabellos impregnados de canas plateadas tejían en su rostro sabiduría y resiliencia, su apariencia un tanto alargada sumada a la indumentaria maltrecha y un oscu...

Levantando sus brazos en dirección a los creyentes con potencia en sus palabras daba inicio a su discurso:

— ¡Oh, queridos hermanos, sus sacrificios serán consagrados a la gran serpiente! Los caídos en nuestra misión serán recordados en su renacer infinito a manos de nuestro señor como sus sirvientes por la eternidad —.

El discurso de Bael resonaba en el recinto abierto a la luz de la luna llena que alumbraba con fulgor donde se reunían los miembros del clan. Unas antorchas parpadeantes arrojaban sombras retorcidas sobre sus rostros eufóricos mientras escuchaban con devoción las palabras de su líder. Vestían ropas oscuras y portaban símbolos demoníacos en sus cuerpos, marcando su lealtad a la serpiente Orochi y a su líder, Bael.

Bael continuó, con su voz llena de fervor y promesas de poder llenaba todos los rincones en sus cercanías mientras los espectadores de la celebración atendían a sus palabras con sus ojos colmados de admiración.

— Nosotros, los elegidos, somos los portadores del conocimiento prohibido. Nuestro sacrificio en nombre de Orochi nos elevará por encima de los mortales y junto a nuestro Dios ¡alcanzaremos la verdadera libertad! —.

Los estandartes y la algarabía rebosaban de júbilo en danzas sombrías, hombres y mujeres rebuznaban como bestias salvajes, y gozosos elevaban al cielo oscuro y frió promesas y maldiciones mientras la fiesta pagana dirigida por su líder seguía su marcha.

— La oscuridad y el caos que traeremos, consumirán esta tierra y la transformarán en el paraíso que nuestro señor merece. ¡Pronto, el despertar de nuestro clan y nuestros hermanos caídos llevara al renacer de este nuevo mundo! —.

Los seguidores aplaudieron y entonaron cánticos sacrílegos, mientras el aire se llenaba de una energía ominosa y repulsiva. Bael y sus hombres alzaron un objeto que brillaba con un fulgor macabro, la estatua robada de la serpiente, la cual sostenía en alto.

— La estatua ha sido tomada, y con ella, el poder de Orochi regresa a nosotros. El ritual pronto estará completo. ¡Debemos prepararnos para el próximo paso en nuestra ascensión y que el regreso de nuestros hermanos caidos llenen de gloria a nuestro señor y nuestros nombres! —.

Dentro del espeso bosque, se erigió un templo con símbolos en sus paredes, la figura central de la estatua maldita en medio se erguía poderosa emanando un aura de total mezquindad y corrupción, rodeándola una formación de pilares creaban un aro ceremonial donde solo los sabios del clan podían ingresar.

Ceremonias fúnebres se realizaban en torno al templo y horrores se consagraban a la serpiente. Un murmullo escapo de Bael en su satisfacción ante los rituales

— Solo falta una cosa para el renacer de nuestro señor y lo conseguiré pronto —.

Entretanto, En el fondo del abismo y las profundidades del infierno. Orochi observaba plácidamente el mundo de los vivos, la conexión entre ambos mundos estaba siendo llevada a cabo y lentamente su sello estaba siendo profanado.

En el abismo infernal, una oscura y tenebrosa caverna se extendía sin fin, impregnada del hedor insoportable de la desesperación eterna. Su superficie, hecha de una mezcla grotesca de brea y lava hirviente, rezumaban una malevolencia palpable que envolvía a las almas condenadas en un ardor sofocante.

 Su superficie, hecha de una mezcla grotesca de brea y lava hirviente, rezumaban una malevolencia palpable que envolvía a las almas condenadas en un ardor sofocante

Un sinfín de celdas, meticulosamente dispuestas en hileras en todas las paredes que rodeaban el averno, albergan millones de almas encadenadas y condenadas a la miseria, en cada celda los guardianes de lo profano; los demonios, criaturas de formas amorfas y asimetrías blasfemas custodiaban los recintos donde sus víctimas eran torturadas y corrompidas con su atroz presencia. Las cuencas de sus ojos hundidos en sus retorcidos rostros destellaban en la negrura, sus extremidades enloquecían de terror a las almas con sus aberrantes formas; manos sobre manos, longitudes irregulares, protuberancias sobre protuberancias y ojos que salían de la nada para desaparecer mientras se deleitaban observando con odio el sufrimiento perpetuo de las almas aprisionadas.

En un espectáculo de los millones suplicando socorro y misericordia, mientras millares de demonios las atormentaban, la serpiente se deleitaba con el eco siniestro de los gritos abismales de placer de los demonios cuando exaltaban su figura. Su silueta oculta en las brumas de la oscuridad revelaba su pútrido ser. Un resplandor hipnótico en sus serpentinos ojos amarillos evocaba una intensidad frívola, observando cada movimiento con cautela.

— La influencia entre las dimensiones, el clan de los demonios y nuestro poder sobre las dimensiones nos llenan de poder y esperanza. Pronta será la hora en que la brecha entre ambas dimensiones sea rota —.

Situado en uno de los lagos ardientes de brea se retorcía en lamentos el antiguo emperador de los demonios de Vigoor, su cuerpo desarmado y sus huesos calcinados reflejaban una derrota eterna y una gloria que jamás regresaría al emperador, Orochi ...

Situado en uno de los lagos ardientes de brea se retorcía en lamentos el antiguo emperador de los demonios de Vigoor, su cuerpo desarmado y sus huesos calcinados reflejaban una derrota eterna y una gloria que jamás regresaría al emperador, Orochi lo observaba de forma burlona desde su trono contemplando la función.

— Un solo hombre ha sido capaz de vencer al antiguo emperador y sus sirvientes, los demonios de la creación y la destrucción incumplieron su promesa y fueron derrotados por su incompetencia y arrogancia —.

Los demonios del caos, la naturaleza, la creación y la destrucción se posaban de rodillas frente a Orochi, sus piernas encadenadas por su derrota daban señal del castigo ante el fracaso y la desobediencia de los demonios. Tras ellos criaturas aladas con cuerpos deformados y esqueléticos, los azotaban con inclemencia ante la orden de la serpiente. Su voz gruesa y distorsionada emitió una orden que sorprendió a aquellos que yacían encadenados a sus pies:

— ¡Almas atormentadas! ¡Creare el guardián perfecto para asegurar mi despertar y para la destrucción de todo aquel que ose enfrentar la autoridad de los demonios!, bestias y criaturas inferiores que han sucumbido a la vergüenza, ¡Sean testigos del verdadero renacer! —.

Desde el fondo del barranco de brea, varios cuerpos, huesos y carne se levantaron y desprendieron de las calcinadas paredes uniéndose de golpe, creando una mórbida bola de músculos. Allí, cientos de almas torturadas se arrastraban desesperadas intentando mezclarse con los despojos emergentes. Sus guardianes observaban y reventaban en carcajadas que evocaban total estupidez. Aquellas miserables almas huían de su fatídico destino fusionándose uno a uno con la masa fusiforme, dando Orochi lentamente a esta, la figura de un ser humanoide.

Los demonios reían con frenesí al sentir como el portal que unía ambos mundos se debilitaba, los guardianes de las almas arrinconaban y devolvían con violencia a sus celdas a las almas moribundas que, para su pesar, no habían podido llegar a tiempo para fusionarse con el ser emergente. Sus espadas flamantes y sus lanzas de huesos atravesaban las almas que intentaban escapar de sus fauces, devorándolas y vomitándolas para continuar su tormento eterno. Mientras, Orochi mantenía su energía y atención en la creación maldita que aun tomaba forma.

Capitulo 1 – Acto 3

Volumen 1 – La caída del Mugen Tenshin

El clima inclemente de una furiosa tormenta que se avecinaba sacudía las montañas en medio de un espeso bosque en el pie de montaña del monte Fuji. Los habitantes de la aldea de los Hayabusa preparaban todo para la tempestad. Los niños corrían alegremente en las gélidas brisas jugando con la sacerdotisa del templo, mientras las mujeres se preparan para la tormenta.

La brisa golpeaba la cabellera oscura de la joven sacerdotisa Momiji mientras recogía las ultimas flores antes de la tempestad. Su traje ceremonial, se sacudía con el viento mientras caminaba junto al templo. Por alguna razón, sus instintos estaban al borde del colapso por una extraña ansiedad de un misterioso sueño, una ansiedad que solo había podido percibir antes del ataque de Doku durante el incidente de la espada del acero negro. Su cara reflejaba amor y comprensión a los niños que la rodeaban alegres. Sin embargo, su corazón presentía el advenimiento del caos.

 Sin embargo, su corazón presentía el advenimiento del caos

Algunas millas fuera de la aldea. Kasumi, herida y agotada, emergió de la oscuridad del bosque circundante. Cada paso era una lucha, y su figura maltrecha se destacaba contra el telón de fondo de las sombras del espeso bosque. Su respiración entrecortada se mezclaba con el sonido distante de los graznidos de las aves rapaces que merodeaban sobre ella. Sus desesperadas ganas de vivir la empujaban más allá de sus límites, al borde del colapso y azotada por las alucinaciones encontró en un último aliento su objetivo.

Su cabello, como hebras de cobre heridos, ondeaba con gracia mientras cojeaba con sutil elegancia. Las zarzas y la naturaleza habían desgarrado sus ropas de combate, revelando heridas y cicatrices mal tratadas e infectadas. Sus ojos de ámbar destellaban con fulgor, y su figura, marcada por la batalla, era una sinfonía de gracia y fortaleza en medio de la inclemencia de la naturaleza. Frente a ella las enormes puertas de madera de la aldea de los Hayabusa le hizo esbozar una suave sonrisa mientras hacia su llamado indicando su llegada.

Al llegar a las puertas de la aldea, el lugar parecía envuelto en una calma tensa. Las antorchas parpadeaban, proyectando sombras irregulares en las paredes de las estructuras que se preparaban para la tormenta. Las miradas preocupadas de los habitantes se cruzaron en silencio, reconociendo el rostro de la fugitiva.

Las puertas de la aldea se abrieron con cautela, revelando la figura de la sacerdotisa Momiji que observaba sorprendida de su maltrecha figura.

Kasumi, caminó erráticamente en su dirección y su voz entrecortada susurraba suavemente mientras intentaba en un último aliento encontrar los brazos de Momiji.

— …Si… lo he conseguido…. Maestro Hayabusa, por favor… —.

Al verla, Momiji quedo paralizada y estupefacta al reconocer su presencia, descubriendo por sí misma, que la intuición de sus sueños no le habían fallado.

— ¡Dios santo! ¿¡Que ha sucedido Kasumi!? —. Pregunto Momiji mientras la dejaba descansar sobre su hombro, guiándola a la villa para tratarla.

Rápidamente ordeno a los niños que la acompañaban preparar un cuarto cerca al castillo de los Hayabusa y el templo para atenderla. Tenía el pelo desordenado, múltiples cortadas en su torso, en sus brazos y piernas. Además, un excesivo agotamiento que revelaba en sus ojos agotados un esfuerzo único para sobrevivir, tras ella había un leve camino de sangre que escurría de sus heridas más profundas sumado a una resequedad aguda en sus labios y su lengua. Momiji junto a dos niños trasladaron casi a rastras a la agotada joven que había arribado a su aldea.

La inclemente tempestad que se avecinaba finamente los alcanzo, el agua caía con fuerza sobre los tejados de la villa, los truenos y relámpagos se estrellaban alrededor, siendo acompañado de una brisa helada que congelaba los labios y los huesos d...

La inclemente tempestad que se avecinaba finamente los alcanzo, el agua caía con fuerza sobre los tejados de la villa, los truenos y relámpagos se estrellaban alrededor, siendo acompañado de una brisa helada que congelaba los labios y los huesos donde se estremecía el lugar, convirtiendo la villa en un triste campo de soledad.

A pie del castillo de los Hayabusa, Momiji trataba con cuidado las heridas de su amiga. Su cuerpo desnudo mostraba lesiones severas; fracturas y heridas profundas que recorrían su cuerpo. Su armadura completamente destrozada daba indicios de una batalla descomunal y sus pocas ropas mostraban la inclemencia de la naturaleza en su avance por los bosques. Sus facciones demacradas, se unían con pavorosos escalofríos que retumbaban en todo su frágil ser, mostrando la crueldad a la que el destino la había sometido.

Plácidamente inconsciente en un sentimiento de seguridad junto a Momiji, recordaba en sueños épocas remotas de felicidad junto a sus padres y hermanos, su vida de lujos como la princesa heredera del Mugen Tenshin, siendo respetada por su aldea y venerada por su familia, de su infancia, recordaba el oscuro amigo de la familia, Hayabusa, que entrenaba junto a ellos extendiendo su mano para ayudarla en todo momento.

— ¿Cuánto tiempo más podré vivir como fugitiva? No me arrepiento de salvar a Hayate ni mi rivalidad con Ayane. Sin embargo, quisiera tener alguna vez un poco de paz… —. Se decía a sí misma mientras recordaba los lejanos ecos de un pasado distante y alegre.

 En sus sueños recordaba vagamente su participación en viejas luchas y el cruel destino del que Hayate había sido liberado

En sus sueños recordaba vagamente su participación en viejas luchas y el cruel destino del que Hayate había sido liberado. Para sí misma, era incomprensible la brutalidad que su clan y su familia tomaban en su contra, se llenaba de miedo y desesperanza pensando en cómo sería su final cuando finalmente fuese superada.

El agotamiento finalmente reclamó a Kasumi cuando la calma del templo y los cuidados de Momiji le ofrecieron un breve respiro de su pesadilla viviente. Sus párpados, pesados como plomo, cayeron cerrados mientras el frío de la tormenta exterior se desvanecía en el calor del refugio. Poco a poco, su mente sucumbió al oscuro abismo del sueño, donde las sombras aguardaban.

Al principio, el sueño parecía un remanso de paz, envolviéndola en una neblina tenue que mitigaba su dolor. Pero pronto, esa sensación de calma comenzó a torcerse. La neblina se espesó, oscureciéndose, y de las profundidades del vacío emergieron siluetas que parecían burlarse de su tranquilidad.

Una tras otra, varias sombras se materializaban a su alrededor, alargándose y retorciéndose en formas grotescas mientras Intentaban alcanzarla. Kasumi, atrapada en el centro de un abismo sin color, sentía que el aire se volvía denso, como si cada respiro le costara más esfuerzo. Las sombras eran rápidas, implacables, rodeándola sin darle tregua. Algunas se deslizaban con lentitud amenazante, mientras otras zigzagueaban, susurrando palabras incomprensibles en susurros agudos y discordantes que se mezclaban con el eco de su propio jadeo.

Corrió desesperada por escapar de esa prisión oscura, comenzó a correr sin dirección, sintiendo que sus pies apenas tocaban el suelo bajo sus pasos erráticos. El viento de la tormenta seguía soplando en su mente, y las sombras parecían alimentarse de su terror, acechándola más cerca con cada paso que daba. Cada vez que volteaba la cabeza, una nueva figura surgía de la nada, extendiendo sus garras hacia ella.

En un momento de desesperación, creyó vislumbrar una luz en la distancia, tenue y distante. «Hayabusa…» pensó. Su corazón dio un salto de esperanza, era él… Debía ser él. La figura se distinguía a lo lejos y reconoció de inmediato su silueta familiar entre las sombras. Kasumi, con su corazón latiendo violentamente en su pecho, gritó su nombre, corriendo más rápido, buscando refugio en sus brazos. Sus heridas y el agotamiento que había sentido antes ya no importaban; solo debía alcanzarlo.

Pero conforme la luz disminuía y ella se acercaba, la figura que creía ser Hayabusa comenzó a alejarse. Al principio no notó los detalles, pero entre mas apretaba su paso, mas se alejaba… poco a poco.

El pánico la invadió, pero era demasiado tarde, sin embargo… tras un ultimo esfuerzo, dio un salto con sus ultimas energías y lo alcanzo. Para su desgracia, tropezó y cayó a sus rodillas, extendió sus brazos, rogando que la levantara y que la salvase de las sombras. Pero lo único que encontró fue una mano fría y áspera que la atrapó del brazo. Levantó la mirada solo para encontrarse con un abismo vacío, donde un rostro debería estar. El vacío de su rostro sin ojos comenzó a esbozar una sonrisa retorcida, una mueca depravada que irradiaba lujuria y odio en partes iguales.

 El vacío de su rostro sin ojos comenzó a esbozar una sonrisa retorcida, una mueca depravada que irradiaba lujuria y odio en partes iguales

La sonrisa se amplió, deformándose en una expresión grotesca que la hizo estremecer hasta los huesos. Aquel ser la observaba, disfrutando de su terror, mientras sus dedos se cerraban con fuerza sobre su muñeca. Una risa baja y burlona emanaba de la figura, resonando en el vacío del sueño en tanto sacaba su lengua intentando alcanzarla.

Kasumi, atrapada en el terror puro, intentó gritar, pero su voz fue devorada por el silencio. Se retorció, luchando por escapar, pero la figura la sostuvo con una fuerza implacable. En sus ojos cerrados, sentía como si todo su mundo se derrumbara. La sombra, ahora unida a ella, comenzó a inclinarse más cerca, como si fuera a reclamarla por completo. En su mente solo quedaba un pensamiento final, una súplica desesperada: — Maestro Hayabusa, ayúdame… —.

Retorciéndose en medio de sus pesadillas, escuchaba a lo lejos una voz más allá de sí misma, luego fueron dos voces y luego tres, se recompuso en sí y finalmente despertó.

Junto a ella, tres sombras familiares daban sus esfuerzos para tratar sus heridas mientras hablaban inteligiblemente entre sí, moviendo objetos y recipientes junto a ella.

Genjiro con su edad marcada y sus cabelleras canosas sudaba con cierto nerviosismo en sus ropajes blancos mientras observaba a sus compañeras luchar por detener las hemorragias y desinfectar las laceraciones. Omitsu, con sus delantales y sus negros cabellos recogidos, permanecía tranquila e impasible guiando las acciones de sus colegas, dando órdenes de cómo tratar cada parte del cuerpo que tenía en su poder. Momiji seguía con delicadeza cada instrucción y sus suaves movimientos decoraban la escena como un aire de salvación.

— Su espalda tenía una herida severa que cruzaba de extremo a extremo, limpiamos la infección y sellamos el sangrado —. Dijo Omitsu a Genjiro que sostenía una toalla húmeda en la cabeza de la joven.

— Su pierna derecha estaba destrozada, tenía rasguños y cortadas. Además, su tobillo estaba con un esguince horrible, es un milagro que pudiera mantenerse en pie —. Dijo Momiji a los otros dos mientras trataba su pierna que estaba parcialmente vendada.

Confundida, Kasumi abrió los ojos sorprendiendo al equipo que trataba con blandura sus heridas. Consumida por la sorpresa y con un dolor extendido por todo su cuerpo, en un acto reflejo les pregunto: — Que… ¿Qué ha sucedido? —.

Genjiro y Omitsu se miraron entre sí y soltaron una leve risa al escucharla. Genjiro con su voz calmada al observarla despertar dijo:

— ¡Nuestra visitante favorita! ¿No crees que eso debemos preguntarlo nosotros, querida? —. Su risa marcada por la ironía le ofrecía un suspiro mientras retiraba la toalla de su cabeza para vendarle la frente.

Omitsu mientras cambiaba los vendajes de sus brazos y limpiaba las heridas le respondió:

— Llegaste justo antes de una tormenta, moribunda y semidesnuda, ¿Cómo es que una kunoichi de batalla va de un lugar a otro al borde de la muerte? —.

El rostro de Kasumi mostraba ligeras expresiones de dolor al momento que trataban sus heridas, para su suerte había estado desmayada inmersa en sus sueños cuando manipulaban las heridas de sus piernas y su espalda. Sin decir una palabra los tres que la atendían, guiándose por sus cicatrices intuían una lucha brutal y el como de alguna forma había logrado sobrevivir.

Momiji tomo de sus enseres hierbas y medicinas que combino en una taza de té y dio instrucciones de recostar a la joven. Las miradas de los tres denotaban suposiciones acerca de lo sucedido. Pues, para nadie en la aldea era un secreto el objetivo de la misión del Mugen Tenshin: cazar a la fugitiva. Momiji, ofreciéndole té con delicadeza pregunto a Kasumi:

— ¿Quieres contarnos porque has llegado tan herida a nuestras tierras? —.

Kasumi, con cierta dificultad asintió con la cabeza. Termino de un sorbo su té y su rostro satisfecho por la atención empezó a tomar color nuevamente.

 Capitulo 2  (El ascenso del caos)

Acto 1 

Volumen 1 – La caida del Mugen Tenshin

El sol emergió tímido entre las nubes dispersas, arrojando una luz suave sobre la aldea de los Hayabusa que aún se recuperaba de la tormenta. El cielo, antes amenazante, ahora exhibía un azul claro que reflejaba la frescura de la mañana, las aves extendían sus alas sacudiendo sus nidos. Los mapaches y los zorros abandonaban sus guaridas en busca del sol mañanero y las personas en la aldea emanaban un aire de tranquilidad tras vislumbrar la luz que se alzaba al horizonte. La tierra y los bosques, aún húmedos, emanaban un aroma embriagador a petricor, impregnando el aire con su fragancia terrosa y a olivos roseados.

Ryu, inmerso en su entrenamiento en las altas montañas, sintió la calidez del sol en su piel mientras los rayos filtraban entre las hojas de los árboles. La brisa suave llevaba consigo el susurro de las hojas y el murmullo de los riachuelos recién alimentados por la lluvia. La aldea, como si se hubiera limpiado de sus preocupaciones, comenzaba a despertar de nuevo a la vida.

Descendiendo de las montañas vestido de un gastado atuendo azul y botines negros dejaba que los rayos de luz iluminaran su figura. Mientras, en una de sus manos llevaba la camisa arruinada de su entrenamiento. Cada paso en la tierra húmeda resonaba con un suave, chapoteo, y las flores recién regadas brillaban con intensidad. El verde de los bosques resaltaba, renovado por la lluvia. A medida que se acercaba a la aldea, el bullicio de la vida cotidiana volvía a llenar el ambiente.

— Maestro Hayabusa, esperábamos con ansias tu regreso —

— Maestro Hayabusa, esperábamos con ansias tu regreso —. En la entrada de la aldea, Omitsu lo recibió con una sonrisa amable — Tengo noticias para usted —.

— ¿Noticias?, ¿Que ha sucedido, Omitsu? —. Pregunto Ryu

— La kunoichi fugitiva, Kasumi. Hace tres días, llegó a nuestra aldea a tomar reposo —. Contesto mientras mantenía un saludo reverencial.

Con su dedo apuntaba señalando la dirección del hogar donde Kasumi estaba siendo atendida. Allí, el aroma de las comidas recién preparadas flotaba desde las cocinas de las casas, mezclándose con la fragancia fresca del entorno.

Al ingresar a la casa donde Kasumi estaba siendo cuidada, Ryu sintió una calma serena. La luz suave que se filtraba por las ventanas daba un tono acogedor a la habitación y allí, Kasumi, yacía recuperándose de sus heridas, tumbada en una cama rodeada de vendajes y de hierbas curativas.

Al encontrar la figura de Kasumi tendida en cama dijo: — Pensé que continuarías el entrenamiento en las regiones del sur, Kasumi —. Mientras, tomaba una silla de la habitación y la acomodaba junto a ella.

— Hayabusa… También, me alegra verte, tuve algunos… problemas y quise venir a visitarte —. Contesto Kasumi con una voz titubeante y cierto temor, mientras intentaba acomodar su cuerpo para atender el encuentro.

 Contesto Kasumi con una voz titubeante y cierto temor, mientras intentaba acomodar su cuerpo para atender el encuentro

Ryu, así como sorprendido estaba preocupado. Desde su infancia, había acostumbrado a ver a Kasumi con heridas de sus previos combates y entrenamientos, algunos moretones, leves cortadas y pequeños raspones. Sin embargo, la joven estaba envuelta por vendas, su frente tenía un recubrimiento de ropajes que le rodeaban el cráneo. Sus brazos, estaban sellados del hombro hasta las muñecas y su pierna derecha estaba entablillada. Junto a su cama había una cubeta con cintas manchadas de sangre seca y a sus pies estaba Momiji con sus instrumentos de curación dando un masaje a su tobillo que aun mostraba una inflamación anormal.

La voz tranquila de Momiji resonó en la habitación mientras explicaba los cuidados a Kasumi:

— ¡Esta maldita! Dijo mientras apretaba una de sus ventas con funda, haciendo que Kasumi arrojara un suave gemido de dolor. — Esta tonta, quiso atravesar el bosque. Herida, sin alimento, sin agua ¡Dile algo, Maestro! Si sigue así…. si sigue así morirá —.

— ¿Qué ha sucedido, Kasumi? —. Pregunto Ryu, mientras retiraba su mascara y ponía una mano sobre su cabeza que en un gesto de piedad, le ofreció una leve caricia.

Kasumi asintió con la cabeza, tomo un largo sorbo de té y empezó a relatar su historia recordando lo sucedido:

— Cuando me encontraba cerca del monte entrenando para enfrentar a mis hermanos, empezaron a suceder cosas extrañas —. Con un gesto de dolor tras un masaje de Momiji, continuó. — Para empezar, me sentía vigilada en todo momento, supuse que era algún asesino enviado por la familia, pero nunca encontraba nada, ni huellas o indicios de personal —.

En su voz pausada se evidenciaba dificultar para comunicarse y con cada palabra se sentía la anormalidad al forzar su voz, tomo otro trago de té y continuó:

— Después de eso empecé a huir hacia las montañas, suponiendo que alguien o algo me estaba persiguiendo, no importaba lo lejos que hullera o lo rápido que escapara… sentía siempre sombras que me seguían a lo lejos. Cada ocasión que bajaba mi guardia… percibía que eso se aproximaba a mí. En esa última noche, recuerdo que el hambre y el sueño me estaban azotando y fue allí donde esas figuras aparecieron… —.

Antes de que continuara una tos seca la invadió, y el ataque se hizo peor. Momiji la tomo y acerco un recipiente donde escupía algunos restos de sangre.

Ryu escuchaba con atención el relato, mientras invitaba a beber un poco de té a su visitante para calmar su tos. En los ojos de la joven, lograba percibir una enorme tristeza y como intentaba con fuerza reprimir su llanto, rápidamente compuso sus sentimientos y continuo:

— Por sorpresa, los miembros del clan me emboscaron. Saltaron sobre mi cabeza, el hambre y el cansancio me atormentaban durante la lucha, utilice mi wakizachi, e inhabilite a varios de ellos… pero … en ese momento un segundo grupo me ataco la espalda y lograron alcanzarme, pude escapar, pero estaba cansada, tenía hambre y solo pensaba en venir aquí — .

La mirada severa de Ryu se posaba sobre los ojos de Kasumi mientras terminaba de relatar lo sucedido. Su paciencia se veía afectada y su preocupación aumentaba en una lucha interna que lo consternaba en ese momento:

— ¿Cómo cumpliré mi promesa de protegerla si Hayate cada vez la tiene más cerca de la muerte?, ¿Qué sucederá la próxima vez cuando nadie este allí? —. Se preguntaba así mismo mientras sus ojos verdosos miraban al suelo y respiraba con pesar.

Kasumi terminaba de relatar su historia y balbuceaba excusas con Momiji. En su cabeza, sabía que su deber de protector arrastraría al desastre a Kasumi, al Mugen Tenshin y a sí mismo en caso de permitir que la marea de eventos siguieran su curso.

Con habitual tranquilidad se levantó de la silla y con su vos que evocaba total seguridad y orden interrumpió los balbuceos de ambas chicas:

— Momiji, llévala dentro del templo, será más fácil para ti tratarla sin que descuides tus deberes —.

Momiji inclino la cabeza y asintió — A su orden, Maestro Ryu —. Sonriendo, levanto su brazo y tras un chasquido de dedos se escuchó un alboroto fuera de la pequeña casa. Kasumi con sorpresa, observo como en el exterior la villa se tornaba de un ambiente cálido de bienvenida. Allí, estaban revoloteando mujeres y niños corriendo desenfrenados, esperándola en compañía de una silla de ruedas y canastos de abundantes y coloridas flores.

Tomándola en brazos, Ryu la levanto y la ayudo a salir del recinto. Tras llevarla a la puerta de la casa en el exterior, la acomodo en la silla de ruedas mientras era guiada por las manos de los niños de la aldea.

— ¡Señorita Kasumi, pase a visitarnos por favor! —. Decían algunas familias desde casas cercanas. Otras, ofrecían sus tragos de alcohol al pie de la casa. También, arrojaban pétalos de cerezo y arroz cubriendo sus cabelleras mientras regocijaban de alegría en los alrededores.

 También, arrojaban pétalos de cerezo y arroz cubriendo sus cabelleras mientras regocijaban de alegría en los alrededores

En un espectáculo de juegos y risas, los habitantes salían a atenderla. Sus cabelleras, se adornaron con flores que volaban sobre su ser, bailando en torbellinos de pureza al grupo. Los ancianos, reflejaban compasión y dicha mientras reían y saludaban, las familias regocijaban alegres desde sus casas el advenimiento y supervivencia de la visitante, los hombres dejaban sus trabajos para adornar su pequeña silla de ruedas con amuletos y artilugios, mientras que las mujeres roseaban el aire con fragancias y esparcían pétalos de cerezo y de sakura en su camino. Mientras, la joven sacerdotisa, sonreía alegre junto a los niños que iban tras de ella custodiando en jubilo a su visitante, sus pálidos labios resecos sonreían y sus ojos desbordaban en lágrimas de felicidad e incredulidad por la fiesta de bienvenida mientras era guiada por un extenso puente de madera al castillo de los Hayabusa.

Capitulo – Acto 2

Volumen 1 – La caída del Mugen Tenshin

En el bosque profundo, a las orillas de un arroyo en las cercanías del monte Fuji, un improvisado refugio y una ligera fogata daba señales de vida en sus alrededores. Allí, reposaba Hayate con parte del cuerpo de sus hombres. El informe de los seguimientos y capturas por parte de sus miembros llegaba directamente a él por una eficiente línea de comunicación. Junto a él, Ayane permanecía invasiva y en conjunto revisaban minuciosamente todos los datos conseguidos:
Espionajes, saboteos, capturas e interrogatorios habían sido llevados clandestinamente por el Mugen Tenshin en un intento de conseguir más información por parte del enemigo.

Como una ironía del destino, la información de la fugitiva se revolvía con los informes de los miembros del clan de los demonios y dos rutas de investigación los llevaban a diferentes paraderos simultáneos. Pareciera que los caminos llevarían tarde o temprano al encuentro con Hayabusa y al regreso al país de Vigoor.

Ayane con su mano aun lastimada, apartaba los papeleos que daban indicios del paradero de la fugitiva de los reportes del clan de los demonios y sus miembros. En su corazón, la soberbia y la ira se entremezclaban al tratar de encontrar prioridad en su misión. Cuestionándose a sí misma, entraba en conflicto con sus motivaciones:

— ¿Debo enfocarme en encontrar el paradero de Kasumi o debería castigar a aquellos que dañaron mi clan? —. Sin embargo, en su retorcida lógica, su competencia de años con Kasumi la empujaba a continuar en su implacable búsqueda y ejecución. Pero las ordenes de Shiden y su hermano la contenían en un camino de frustración e incertidumbre que muchas veces la llevaba a relacionar ambos escenarios.

Frunciendo el ceño en un intento por aliviar su tensión, miro fijamente a Hayate que analizaba con detalle los elementos enviados por sus hombres y pregunto:

— ¿Cuánto más estaremos aquí?, Parece ser que los Hayabusa aún no se han enterado de lo sucedido y hemos estado inactivos durante varios días, ¿No crees que deberíamos ya deberíamos de avisarle a Joe y a Ryu para encargar la misión? —.

Hayate después de unos instantes inmerso en sus pensamientos, froto levemente su cabeza y luego su mentón, alzo la mirada hacia su hermana y respondió:

— Iremos solo los dos a avisar a los Hayabusa, el resto del cuerpo será asignado para continuar con los informes. Seguiremos la orden de padre y pediremos ayuda en una misión especial a los Hayabusa para que coopere con nosotros —.

Con su camino fijado, ambos hermanos tomaron rumbo a la aldea de los Hayabusa, bajo la densa cubierta del bosque, donde la luz del sol se posaba en la copa de los grandes árboles. Ambos, avanzaban silenciosamente, los rayos dorados del sol creaban destellos entre las hojas verdes, proyectando un juego de luces y sombras en el suelo cubierto de musgo y las parpadeantes luces de la pradera.

Saltando de rama en rama con gracia y agilidad, ambos se movían como sombras entre los árboles. El silencio del bosque solo se veía interrumpido por el suave crujir de las ramas bajo sus pies y el murmullo de un arroyo cercano que acompañaba su travesía.

Hayate pausadamente se detenía para observar las indicaciones y la posición de la aldea en un viejo mapa, mientras que Ayane tomaba cortos descansos para apreciar su entorno y desde las alturas de los árboles observaba embriagada de sentimientos la belleza que la rodeaba contemplando la grandeza y los alrededores del monte.

La fauna del bosque, alertada por su presencia, se manifestaba de manera sutil. Los pájaros revoloteaban entre las copas de los árboles, emitiendo sus cantos melodiosos, mientras que pequeños mamíferos curiosos observaban desde las sombras. La armonía de la naturaleza parecía inalterada por la llegada de los hermanos, y la fresca brisa llevaba consigo el aroma a tierra húmeda y vegetación.

Finalmente, tras un largo trayecto, emergieron de la frondosidad del bosque y se encontraron frente a las puertas de la aldea.

El contraste entre el interior de la villa y el exterior del bosque era inquietante, la serenidad del claro y la vibrante vida se transformaban en la calma de la aldea, donde el sonido de las hojas era reemplazado por el suave murmullo de las personas.

Hayate hizo el llamado a la enorme puerta que daba entrada, se miraron mutuamente accediendo ambos a su decisión con un leve gesto en sus rostros mientras el ambiente se transformaba en torno a ellos.

Un silencio incomodo se apodero del ambiente ante el llamado de los hermanos, las voces en el interior alegres y vividas se convertían en murmullos contenidos y la noticia de su llegada se extendía como un susurro, tejiendo un velo de cautela sobre los habitantes de la aldea.

Las puertas se abrieron lentamente, revelando la figura de Genjiro y Omitsu, quienes los recibieron con expresiones imperturbables. No hubo sonrisas de bienvenida ni gestos amigables. En cambio, los ojos de los habitantes reflejaban desconfianza, como si llevaran el peso del secreto de la fugitiva en sus miradas.

— Hayate, Ayane. Hermanos del Mugen Tenshin —. Saludó Genjiro con una inclinación de cabeza formal — ¿A qué se debe la visita? —.

— Tenemos asuntos importantes que discutir, necesitamos encargar una misión a el maestro Joe y al maestro Ryu para una emergencia —. Respondió Hayate mientras entregaba un pequeño amuleto de agradecimiento a Omitsu por el recibimiento.

La tensión se espesó en el aire mientras los hermanos intercambiaban miradas. Era evidente que su llegada no era motivo de celebración. Omitsu, con su mirada aguda, observaba cada movimiento de los recién llegados, como si intentara descifrar el propósito detrás de su visita.

El silencio persistió por un momento antes de que Genjiro asintiera, indicando que los siguieran. El camino por la aldea estaba adornado de apatía de todos los habitantes, las mujeres miraban con desprecio y al paso de los hermanos cerraban sus ventanas, los niños observaban cuidadosamente entre murmullos mediante las rendijas de las casas intentando no descubrirse, los ancianos y hombres que trabajaban miraban de reojo el paso de los visitantes. Las miradas furtivas y los susurros seguían a los hermanos mientras avanzaban por las calles empedradas de la aldea.

La hostilidad del ambiente era evidente, la desconfianza en la mirada de todos envolvía a los hermanos mientras avanzaban por las calles del lugar. La densa atmósfera silenciosa y las miradas acusadoras de los habitantes no pasaban desapercibidas para Ayane, cuyos nervios estaban a flor de piel y al borde del colapso. En un intento por ofrecer consuelo, Hayate posó su mano en el hombro de su hermana y dijo:

— Todo estará bien, lo prometo —. Con su suave voz, la mirada de la joven kunoichi tomo un leve suspiro, reincorporándose a sí misma y tratando de ignorar su entorno que empezaba a sentirse más agresivo.

Al llegar a la entrada del templo y el castillo de los Hayabusa, Omitsu los detuvo con severidad

Al llegar a la entrada del templo y el castillo de los Hayabusa, Omitsu los detuvo con severidad. Con gestos autoritarios, les indicó que aguardaran en la cabeza del puente que conectaba la villa con el templo mientras informaba su llegada al castillo. Genjiro, custodiaba la entrada con total indiferencia, observaba a los hermanos con ojos que revelaban más experiencia de la que los sentidos dejaban entrever.

Mientras tanto, Dentro del hogar de los Hayabusa, el suave murmullo del viento mecía las cortinas, y el aroma a incienso se esparcía por el aire, creando un ambiente de serenidad en contraste con el exterior. Ryu se retiró a una modesta habitación en su hogar, buscando un breve respiro en medio de la tensión que pesaba sobre si por el incidente de Kasumi.

En un intento por alejar su angustia y la delicada situación de su visitante, descanso sus pies en el tatami que adornaba la mitad de la habitación y dejo fluir sus pensamientos mientras su rostro admiraba el exterior. Tras la enorme puerta que daba acceso a la entrada, contemplaba un prado adornado con flores que bailaban con la brisa. La naturaleza, en toda su exuberancia, ofrecía un contrapunto a la sombría atmósfera que envolvía sus pensamientos. Mientras observaba el paisaje, su mente divagó hacia reflexiones más personales.

En la habitación contigua, Kasumi descansaba, aún convaleciente de las heridas recientes. Sus cabellos, como hilos de cobre, irradiaban un sutil brillo que iluminaba la estancia. Los rayos del sol, si bien se deslizaban torpemente por las esquinas, encontraban en ella un foco de serenidad que destacaba en medio de su penumbra, resaltando la fragilidad de su pobre vida en medio del caos que la rodeaba.

Mientras reposaba, la habitación se impregnaba de la delicada fragilidad de su figura, resaltada por la tranquilidad que emanaba de su sueño.

Ryu fijo su mirada en la fugitiva, y se perdió en sus vagos sueños, imaginando un futuro en el que ambos pudieran hallar la dicha, lejos de las sombras de la guerra. Se vio a si mismo compartiendo momentos de calma con Kasumi en ese prado. Entre risas y conversaciones que no estuvieran teñidas por la amenaza constante de los demonios y la persecución de los hermanos para asesinarla. Soñó con una familia, se vio a si mismo siendo padre de unas sombras sin rostro que corrían alegremente hacia él, mientras Kasumi lo abrazaba por la espalda envolviéndolo con el aroma de sus largas cabelleras cobrizas.

 Soñó con una familia, se vio a si mismo siendo padre de unas sombras sin rostro que corrían alegremente hacia él, mientras Kasumi lo abrazaba por la espalda envolviéndolo con el aroma de sus largas cabelleras cobrizas

Sin embargo, sus pensamientos chocaron con la cruda realidad de su deber como guerrero y como hombre. La paz parecía un anhelo distante, y la carga de proteger a Kasumi manteniéndola lejos de su cruel mundo de enfrentar a los demonios, lo mantenía anclado en frustración.

Con un suspiro Ryu abrió los ojos, intentando sellar por un momento las complicaciones que lo rodeaban. La dualidad de su existencia, atrapado entre el deber y el deseo, revolvían sus entrañas y su cabeza ante el implacable sentido de protección que lo azotaba. En la quietud de la habitación, intentaba reflexionar de como cumplir sus misiones de exterminio mientras honraba la promesa de proteger a Kasumi.

La calma que reinaba en la habitación fue súbitamente rota por unos pasos agitados que resonaban con intensidad. El galopante correr de una figura femenina emergió ante los ojos de Ryu. Omitsu se dibujaba en la escena con sus cabellos desordenados, su rostro marcado por un nerviosismo tangible que se reflejaba en sus palabras entrecortadas. Después de un prolongado suspiro, cuando logró componer su turbia respiración, se dirigió hacia Ryu:

— ¡Maestro Hayabusa…! —. El eco de las palabras de Omitsu reverberó en la estancia, que agitada y con su vos tartamudeando anunciaba la llegada de los Hermanos de Kasumi. — Solicitan tu presencia y la de tu padre —.

La sorpresa se apoderó completamente de Ryu. Fijó su mirada de manera instantánea en Kasumi y… con una calma forzada, emitió sus instrucciones: — Omitsu, quédate aquí. Si por alguna razón despertara, no la dejes abandonar este lugar, sin importar las circunstancias —.

El semblante de Omitsu, lívido y trazado por el terror, se torció en negación ante la orden: — Tu padre ha dispuesto recibirlos en este recinto, he recibido instrucciones de traer a los hermanos a este mismo lugar, junto a ti —.

Sus ojos se encontraron nuevamente con la mirada de Omitsu, y tras un silencio que envolvió la estancia en un manto de quietud, dijo: — Necesito que informes a Momiji. Indícale que permita la entrada a los visitantes y los guíe hacia la sala de encuentro —. En una calma incómoda, Ryu se desplazaba de un lado a otro en la habitación, mientras Omitsu mantenía la cabeza baja y una postura cerrada, a la espera de nuevas indicaciones.

— Momiji debería encontrarse en este momento en el jardín de la entrada del templo, cuando regreses, asegúrate de que todo salga en orden —. En una respuesta silenciosa, Omitsu inclinó la cabeza y se retiró. Sus movimientos agitados resonaban por todo el castillo mientras Ryu preparaba la habitación para recibir a los invitados.

Entre el encaje de árboles majestuosos, cuyas sombras danzaban con la brisa, y en el pequeño jardín que adornaba la entrada del templo, Momiji, envuelta en una atmósfera de melancolía y nerviosismo, recolectaba con delicadeza flores destinadas a la tumba de la anterior sacerdotisa.

Allí perdida en medio de la vegetación, mantenía inmersa por los persistentes sueños de su pasado: El cruel asesinato de su hermana, el asalto a la aldea y la llegada de Kasumi.

En lo profundo de su ser, los agudos instintos de Momiji continuaban perturbando su tranquilidad y tejiendo oscuros presagios en sus sueños.

Entre las sombras de la noche en medio de sus viajes oníricos, lograba descifrar visiones de eventos futuros y anomalías. Antes de la llegada de Kasumi, sus sueños la condujeron a la imagen de un zorro herido, desesperado por huir de una horda de lobos. En la trágica pérdida de su hermana Kureha, los sueños se tiñeron con la visión de una inmensa roca negra, emanando furor en su aura mientras incineraba miles de halcones a su alrededor para luego caer aplastando la figura de una virgen.

Tras la arribada de Kasumi, la última noche de pesadillas la envolvió en la visión de un espejo distorsionado, que proyectaba una realidad retorcida llena de sombras sin forma. En el reflejo, dos halcones libraban una lucha encarnizada, arrojándose sin piedad el uno contra el otro, mientras una víbora rapaz emergía desde las profundidades del espejo para atacarla sin piedad. Simultáneamente, una figura humanoide la observaba con ojos cargados de ira mientras la acechaba desde las sombras.

En medio de la amalgama de imágenes oníricas de la noche anterior, la voz de Omitsu resonaba en las cercanías del templo en un intento desesperado de obtener respuesta a su llamado corriendo erráticamente por el templo:  — ¡Momiji! ¡Momiji! ¿¡Dónd...

En medio de la amalgama de imágenes oníricas de la noche anterior, la voz de Omitsu resonaba en las cercanías del templo en un intento desesperado de obtener respuesta a su llamado corriendo erráticamente por el templo:

— ¡Momiji! ¡Momiji! ¿¡Dónde estás!? El maestro Ryu tiene un mensaje urgente —.

Su figura mostró una sonrisa al desesperado llamado de Omitsu, recogió su ramo de flores y con su voz dulce y serena le pregunto: — ¿Omitsu? ¿Qué sucede? —. Notando la urgencia en la voz de su amiga, los presagios de sus sueños se agolpaban en su mente, y un presentimiento ominoso se cernía sobre ella.

 Notando la urgencia en la voz de su amiga, los presagios de sus sueños se agolpaban en su mente, y un presentimiento ominoso se cernía sobre ella

Con un suspiro contenido, se aproximó y desveló las indicaciones de Ryu. Sus manos temblorosas comenzaron a tejer gesticulaciones mientras relataba los eventos, y su voz, cada vez más veloz, se volvía menos inteligible por la rapidez con la que hablaba.

La mujer, al borde de las lágrimas ante el inminente colapso, fue suavemente tomada de las manos por Momiji, quien, mirándola directamente a los ojos, le transmitió una señal de aceptación con un ligero movimiento de cabeza.

— Vuelve a tu labor junto a Ryu. Asegúrate de que todo esté en perfecto orden cuando nos reunamos. Kasumi queda en tus manos, querida amiga —. Expresó Momiji con una serenidad que contrastaba con la agitación del momento. Ajustando con elegancia sus ropas, se preparó para guiar a los hermanos que aguardaban al otro lado de las majestuosas puertas del templo.

Frente la imponente puerta que vinculaba la villa con el templo, buscó recuperar la calma con una inhalación profunda

Frente la imponente puerta que vinculaba la villa con el templo, buscó recuperar la calma con una inhalación profunda. Llenando de valor su espíritu, posó sus manos sobre la robusta puerta de madera, instándola a ceder con un crujido, desplegando su apertura con una lentitud que infundía agitación y ansiedad en su ser. La escena develó a Genjiro y a los dos hermanos, que observaban su figura desde el centro del puente.

Capitulo 2 – Acto 3

Volumen 1 – La caída del Mugen Tenshin

En las afueras de Tairon, en el corazón del bosque que rodeaba la ciudad, la antigua estatua emblema de la deidad, proyectaba luces y sombras en su aura de poder. Los maestros ancianos entonaban cánticos simultáneos, rindiendo adoración en ritual. Junto a la estatua, un altar de piedra se alzaba, destinado a las ofrendas que consagraban en sus ceremonias.

El circulo de piedras emanaba brumas que opacaban la oscuridad de la noche, mientras allí, resaltando su aura de maldad se erguía Bael. Sus gestos y movimientos mostraban en su presencia peligro y una sabiduría profana de épocas remotas.

La vida del bosque se ocultaba en temor, las aves huían despavoridas dejando sus nidos a la suerte, los animales del bosque escapaban en bramidos y terror de sus hogares y la fauna de la zona manifestaba hostilidad y energías de perversión a todo aquel intrépido que osara penetrar en sus profundidades.

Los sacrificios realizados quedaban marcados por la impureza que se amalgamaba con la esencia misma de la naturaleza. Las poderosas ramas de los árboles, influenciadas por las energías, se contraían y estiraban con la ayuda de los vientos, como si intentaran escapar de la contaminación y el caos. Ni siquiera la ferocidad de los animales de carroña se atrevía a tocar los despojos dejados por la secta en sus abominables prácticas.

Envuelto por sus seguidores, Bael alzaba sus manos al cielo desafiando la creación. Los cánticos insidiosos de sus seguidores acompañaban su siniestra presencia. En un instante, su mirada se posó en el corazón del grupo de fieles, y todas las miradas siguieron su ejemplo cuando la figura de Bael señalaba a una mujer entre la multitud, indicándole que se acercara.

— Hermanos, el sello de los antiguos está al borde del colapso. ¡Ha llegado el momento que tanto hemos anhelado durante siglos! —. Dijo Bael mientras señalaba a la multitud.

La joven señalada, se erguía entre la multitud con una expresión de valentía. Sus cabellos rubios conferían una sensación de pureza en medio del caos, y sus ojos azules reflejaban respeto y admiración hacia su maestro.

Antorchas y gritos llenaban el lugar, mientras hombres y mujeres se abrazaban en un regocijo desbordante. Algunos, emocionados hasta las lágrimas, se besaban entre sí, y los más jóvenes se arrodillaban tanto ante Bael como ante la estatua de Orochi, mientras las brisas de penumbra inundaban el lugar con energías impuras.

Un anciano envuelto en una túnica que ocultaba su figura se inclinó de rodillas junto a Bael y la joven. En sus manos arrugadas, sostenía un cuchillo ceremonial con una hoja de plata reluciente y una empuñadura adornada con una joya de esmeralda. La joven, con cierto nerviosismo, observaba al anciano mientras ofrecía en alto el objeto. Las temblorosas manos de la joven fueron calmadas por la voz y el tacto cálido de Bael: — Querida hermana, tu destino está marcado por el renacer infinito. Te prometo en nombre de nuestro Dios, que cumpliremos nuestro objetivo a través de tu ser —.

La joven, sin pronunciar palabra, se arrodilló y besó la mano de su maestro. Luego, con la mirada elevada hacia la multitud que la vitoreaba, se dirigió hacia el altar. Sus facciones reflejaban la vergüenza al exponer su cuerpo desnudo frente a la deidad, y la potencia que este propagaba a su alrededor la colmaba de terror e incertidumbre.

Guiada por actos involuntarios, su cuerpo se recostó sobre la fría piedra del altar, mientras su mirada al cielo quedaba opacada por la estatua de Orochi que se alzaba imponente junto a ella.

Bael, con el cuchillo ceremonial en mano, observó los ojos de la joven avergonzada, y como un padre compasivo besó su frente para calmarla. Tomó el cuchillo y se dirigió hacia su gente, que observaba con ansias el macabro espectáculo:

— ¡Hijos míos! Finalmente, el portal que divide ambos mundos ha de ser abierto. La encarnación de nuestro señor necesita este último sacrificio; La carne y sangre de esta virgen ofrecida, de su ser renacerá del infinito ¡Y nos guiará hacia la verdadera salvación y la libertad absoluta! —.

En una coreografía maldita los seguidores entonaron un coro en simultaneo pronunciando el nombre de la deidad. Mientras, Bael regresaba su mirada a la joven recostada en el altar y totalmente aterrada, cerro sus ojos intentando escapar del horror que se cernía sobre ella.

Las voces de las mujeres a lo lejos clamaban la muerte y los ancianos alrededor de la estatua realizaban oraciones entre espasmos de placer y deleite. En medio del caos y la algarabía, la figura siniestra de Bael levantaba el cuchillo con su mano mientras observaba a su gente. Al llegar a lo más alto, el silencio se apodero del lugar, las voces alegres se extinguieron, las oraciones se detuvieron dejando paso a la calma absoluta de la nada.

Dejando caer el cuchillo, apuñalo el corazón de la joven, una, otra y otra vez. Como resonancia de sus pecados los gritos de la joven rompieron abruptamente el silencio del espacio. Sus lamentos en agonía emitían un eco que traspasaba las estrellas y el infinito. Su delicada figura, se retorcía entre sangre y lamentos en el altar, sus gritos de terror a medida que se apagaban daban entrada de sonidos del más allá.

En su último respiro, sus espasmos y murmullos se combinaban con la apertura de la dimensión, siendo opacada por las voces de millones de almas que sufrían en agonía. Los lamentos y el terror evocaban un aura de perversidad absoluta en el ambiente. La entrada al inframundo se dibujaba alrededor de la estatua de Orochi en un círculo incandescente de llamas profanas.

Cuando finalmente murió la joven, el silencio volvió a tomar el espacio absoluto y un vendaval de aire putrefacto lleno el bosque en su totalidad. Los fieles se miraban entre sí y a su vez observaban la figura de Bael que permanecía con los brazos extendidos al cielo con los ojos cerrados evocando suaves oraciones.

Los alaridos de los ancianos maestros rasgaron el silencio sepulcral que envolvía el lugar. Frente a ellos el cadáver de la joven ofrendada se elevaba sobre el altar, su postura que ascendía adoptaba una posición erguida con los brazos extendidos. Bael desplegaba sus brazos hacia la joven que flotaba sobre el sin detener sus oraciones y cuando finalmente abrió sus ojos, una voz sin origen y que salía de todas partes evoco unas palabras insonoras y repulsivas seguida de una infausta risa burlona.

 Bael desplegaba sus brazos hacia la joven que flotaba sobre el sin detener sus oraciones y cuando finalmente abrió sus ojos, una voz sin origen y que salía de todas partes evoco unas palabras insonoras y repulsivas seguida de una infausta risa bu...

El cadáver de la joven empezó a ser devorado por una criatura transparente que emergió de la nada. A su vez, los ancianos que intentaban huir despavoridos fueron alcanzados por sombras retorcidas que empezaban a devorar su sangre y sus cuerpos. Los gritos de terror de los ancianos se fundían en una horrida ópera de caos entremezclándose con la risa de la criatura y a medida que consumía a sus víctimas su forma se delineaba frente a todos.

La oscuridad de la noche revelo una amalgama de sombras y tentáculos oscuros que se retorcían en el entorno. Las sombras del lugar se extendían hacia centro del ser emergente intentando reflejar un ser asimétrico. Su figura era deforme y asimétrica para los que estaban allí presenciando el espectáculo, cambiando constantemente y deformándose en patrones imposibles. Ojos sin párpados, parpadeando en ubicaciones inesperadas y extrañas protuberancias que emergían y se escondían en sus tentáculos, sombras que se estiraban y se contraían en el suelo del lugar irradiando energías y olores fétidos, bañando el entorno de muerte y miseria.

 Ojos sin párpados, parpadeando en ubicaciones inesperadas y extrañas protuberancias que emergían y se escondían en sus tentáculos, sombras que se estiraban y se contraían en el suelo del lugar irradiando energías y olores fétidos, bañando el ento...

Las miradas de los fieles observaban con espanto el exorbitante ser frente a ellos, sus tentáculos se retorcían y se ocultaban en su cuerpo dando paso a nuevos tentáculos que emergían de pequeños trozos de carne para repetir el patrón irregular de su forma.

Entre los fieles los desmayos y los ojos traumatizados ante la presencia del monstruoso ser, se esparció velozmente como un terrible virus que afectaba a todos los que allí contemplaban su grandeza.

En ese momento, un silencio reverencial descendió sobre la congregación, interrumpido solo por el eco distante de los gemidos y lamentos que surgían del interior del portal. Fue entonces cuando Bael, el líder de los creyentes se adelantó, decidido a adorar la criatura divina ante ellos.

Con gesto solemne, Bael se inclinó ante la entidad, extendiendo su brazo en un gesto de sumisión y devoción. La criatura, en su esplendor aterrador, aceptó la oferta del pacto. Sus tentáculos, como los dedos divinos de un dios antiguo, descendieron lentamente, rozando la punta de los dedos de Bael en un instante sagrado que fracturaba el tiempo y el espacio donde todos allí esperaban.

En el momento en que Bael entró en contacto con el pacto, una ráfaga de energía arremolinó su ser, llevándolo a un éxtasis místico donde las fronteras del tiempo y la conciencia se desdibujaron

En el momento en que Bael entró en contacto con el pacto, una ráfaga de energía arremolinó su ser, llevándolo a un éxtasis místico donde las fronteras del tiempo y la conciencia se desdibujaron. En un instante etéreo, las memorias de Bael se entrelazaron con las del ser, fundiéndose en un viaje a través de eras olvidadas.

Visiones de civilizaciones antiguas surgieron ante sus ojos, glorias y desdichas de un pasado remoto desfilaban como sombras danzantes. Una guerra entre seres divinos se desplegó en panoramas épicos de un paraíso bañado por la locura, donde la magnificencia celestial se desmoronaba en la derrota, destilando una melancolía ancestral. Los infiernos, testigos de la caída, se desplegaban como un vasto paisaje de desesperación, y los ecos de eventos pretéritos resonaban en su mente exaltando su procedencia diabólica como susurros de deidades olvidadas.

En la penumbra de estas memorias entrelazadas, Bael, experimentó la profundidad de la existencia, tocando las fibras de la realidad misma. En ese vacío rincón de la eternidad frente a sus ojos, la dualidad entre lo divino y lo humano se manifestó con una claridad cruda, revelando conexiones cósmicas y verdades que desafiaban la comprensión humana.

Finalmente, el éxtasis cedió, y Bael despertó a la realidad con el eco de estas memorias reverberando en su ser. Con ojos iluminados por la comprensión recién adquirida, confirmó con palabras el pacto con la criatura, sellando así un destino entrelazado con las tramas cósmicas que yacían ocultas en los pliegues del tiempo y el espacio.

– Enlazo mi destino al tuyo, guardián del inframundo. Este pacto sella nuestras sendas por la eternidad en todas las dimensiones. Mi lealtad es tuya, en la oscuridad y en la luz olvidada. –

La criatura en un acto de reverencia ante el juramento de su súbdito, inclinó sus tentáculos formalmente en un gesto de respuesta. La estancia del bosque resonó en toda su longitud y en todas direcciones, la locura y el horror de todos los fieles fueron disueltos por la majestuosidad del ser.

Entonces, su voz se manifestó, en un coro de susurros que evocaban la sinfonía de las voces de las almas consumidas en sacrificio hablando a la misma vez:

-Has sellado tu destino con el nuestro, Bael. Tu lealtad es un hilo en el tapiz cósmico y de los interminables infiernos. Eres portador de secretos ancestrales y la llave de la conexión. Ahora, caminarás entre los velos de esta dimensión y el espacio, llevando la marca de este encadenamiento eterno.-

La amalgama de voces creó una vibración inquietante en el aire y envolviendo a Bael con sus tentáculos sombríos dejo la marca del abismo en su espalda en forma de símbolos sin forma que resplandecían en él. En sus manos se dibujaron dos sellos denotando la llave de entrada al inframundo.

Su rostro, demarcaba el dolor del sello y del fuego invisible que ardía en su espalda. El peso de su sufrimiento resonó en los alrededores, y en un instante, Bael cayó desmayado y su cuerpo fue vencido por la carga del pacto recién sellado. El silencio, roto solo por el chisporroteo del sello ardiente, envolvió la escena mientras la oscuridad del portal susurraba secretos desde la entrada llameante de la otra dimensión.

Entretanto, los tentáculos de la criatura, con un ritmo pausado, se acercaron a donde yacían los despojos de las víctimas ofrecidas en sacrificio. Extendió sus tentáculos hasta penetrar en el interior de los huesos. Los despojos desprendían esencias transparentes, que se fueron liberando de sus antiguos cuerpos, formando una figura espectral de sus almas. La criatura arrastró con inclemencia las almas hacia el interior del portal, mientras estas clamaban socorro en agonía. Sin voz y horrorizadas, gesticulaban movimientos en un llamado de auxilio ante los fieles que allí las observaban. Sin misericordia y como juguetes sin vida, las arrojó con sus tentáculos al interior del círculo flameante. Al quedar la última alma, la figura de la joven sacrificada expresaba horror y emitía gritos que nunca salieron de su boca al contemplar la criatura y ser lanzada al interior del portal.

Tras el paso de la criatura con las almas en rastras, el ambiente quedó bañado de un silencio horrido. La entrada llameante se cerró con un estruendo sordo, dejando solo un eco vacío en su estela vigilada por la estatua de Orochi. El susurro de secretos cesó, pero la quietud persistió, cargada con la resonancia de lo inefable.

En las sombras, los espías de Hayate, observaban aterrados lo que allí había sucedido. Sus ojos se encontraron con la oscuridad y la luz olvidada que ahora fluían del portal, y el temor ancestral de antiguas historias del clan se apoderó de sus corazones, mientras se enfrentaban a la manifestación de fuerzas desconocidas e indomables. En el rincón oscuro del espectro, la realidad misma parecía gemir ante la trascendencia de lo que acababa de acontecer.

Los tres espías, se miraron entre ellos atónitos, sus ojos aun reflejaban la incredulidad de lo que acababan de presenciar. Con sus espíritus quebrantados ante el pacto sucedido, en un esfuerzo del deber por la misión rompieron el silencio:

— Esto supera cualquier misión anterior… no sé cómo vamos a explicar esto…—. Entre murmullos y cerrando los ojos ante el horror preguntaba a sus compañeros.

— No lo sé, pero, no era algo de este mundo ¿Qué… que demonios fue eso? —. Su mirada consternada miraba al vacío mientras trataba inútilmente de asimilar lo que allí había visto.

El ultimo espía con voz femenina tomo las manos de sus compañeros intentando calmar la espectral tensión de la que habían sido espectadores:

— Sea como sea, Hayate necesita saberlo. Allí está la estatua de Orochi y nuestros objetivos. Recojan todo y larguémonos de aquí inmediatamente —.

 Los tres asintieron con gestos nerviosos y decidieron retirarse, desvaneciéndose en las sombras

Los tres asintieron con gestos nerviosos y decidieron retirarse, desvaneciéndose en las sombras. Con pasos cautelosos, se adentraron en la oscuridad, llevando consigo la extraña experiencia que acababa de desplegarse ante sus ojos.

Capitulo 3 – Acto 1 (El llamado del abismo)

Acto 1

Volumen 1 – La caída del Mugen Tenshin


En la aldea Hayabusa, el sol en su cenit bañaba el extenso puente de madera con su imponente luz dorada resaltando la luz del día

En la aldea Hayabusa, el sol en su cenit bañaba el extenso puente de madera con su imponente luz dorada resaltando la luz del día. Bajo el puente, las aguas de un río tranquilo fluían con serenidad, su murmullo proporcionaba una melodía de reposo en toda estancia. La brisa, llevaba consigo el suave aroma de las flores y cerezos, y los enjambres de mariposas festivas revoloteaban por el lugar roseando la cabeza de los hermanos del Mugen Tenshin.

 La brisa, llevaba consigo el suave aroma de las flores y cerezos, y los enjambres de mariposas festivas revoloteaban por el lugar roseando la cabeza de los hermanos del Mugen Tenshin

El cálido clima de media tarde presentaba a las cuatro figuras en el extenso puente y el cielo azul despejado abrazaba sus siluetas. Allí, Genjiro hacia un gesto de reverencia a su amiga, tras él, los hermanos se adelantaron y saludaron de igual manera a Momiji, quien les regreso el saludo con una sonrisa forzada en su rostro.

Dentro de Momiji, intentaba contener los cúmulos de nervios que se desataban, y ocultaba las manos tras sus ropas al percatarse que dejaban caer heladas gotas de sudor ante la inesperada visita de los hermanos.

En un acto de cortesía ordeno con su suave sonrisa a Genjiro: — Esta bien, puedes retirarte ahora. Yo me haré cargo del resto —.

La mirada severa de genjiro observo por un instante los ojos de su amiga. La sabiduría cargada de decenas de años de experiencia le permitió captar el rastro de agitación que ocultaba tras una densa mascara de bondad, con un deje de tranquilidad respondió: — Querida Momiji, los hermanos han de hablar con el jefe Joe y el maestro Ryu, esperare en los alrededores por si llegase a solicitar mi presencia —.

Haciendo una reverencia se despidió de Momiji. Regresando a custodiar la aldea y mirando de reojo, con desprecio y con cautela a los dos hermanos que dejaba bajo el cuidado de su amiga.

Momiji, con gracia inclinó ligeramente su cabeza en un gesto de gentileza y extendió su brazo con elegancia, invitando a los hermanos a adentrarse en el templo, guiándolos a través de la puerta que unía la aldea con la estancia.

El canto melodioso de las aves y el susurro de las hojas movidas por el viento, eran la única armonía que rompía el denso ambiente del lugar. La naturaleza, ajena a todo conflicto, tejía su propia sinfonía, como si intentara camuflar la pesada atmósfera que se extendía en el aire.

Entre tanto, dentro del recinto del templo, Ryu aguardaba con reverencia sobre los tatamis, flanqueado por la presencia solemne de Omitsu y de su padre. Vestía con su yukata, la cual desplegaba su belleza de telas azules. Los bordes negros, como sombras delineaban su figura con elegancia benevolente, cada detalle abrazaba su silueta mientras que su rostro descubierto evocaba una mirada fría y distante tras sus centelleantes ojos verdes.

El patriarca, jefe de los Hayabusa, tras conocer la situación de Kasumi, había accedido con gentileza a proteger a la joven herida. Su figura implacable junto a Ryu, se destacaba con los blancos ropajes ancestrales, símbolos de la autoridad inmutable de los Hayabusa. Sus oscuras y largas cabelleras evocaban la sabiduría forjada en años de combates y entrenamiento, mientras que las cicatrices marcaban su rostro como testigos silenciosos de épocas pasadas, recordatorios de batallas lejanas que forjaron su esencia.

Padre e hijo dirigieron su atención hacia Omitsu, y con un gesto de aprobación sincronizado, le comunicaron su deber. Las puertas Shoji se deslizaron desvaneciendo tras la estancia su presencia, ocultándose tras la oscura puerta corrediza en la habitación contigua donde Kasumi yacía profunda e inmersa en sus sueños.

El templo, bajo el fervor sereno del día, emanaba un grato silencio que se deslizaba en su interior, mientras en los alrededores, el canto de las aves y la melodía del viento danzaban en perfecta sincronía con las flores y los árboles, creando una armonía que acariciaba sus rostros. Allí, Joe contemplaba a su hijo con intriga, desviando su mirada ocasionalmente hacia la puerta donde Kasumi permanecía oculta, para luego volver los ojos hacia los de su hijo. Con gestos tenues de cabeza, expresaba orgullo y aceptación.

Las voces de los hermanos que contemplaban el templo hicieron eco de su presencia. Ryu dio un leve suspiro para recobrar sus inalteradas expresiones y un momento después la entrada del templo vislumbro la llegada de Momiji seguida de los hermanos del Mugen Tenshin.

Después de la reverencia de Momiji en saludo al patriarca y a su hijo, los jóvenes hermanos se sumaron respetuosamente al gesto. Siguiendo las indicaciones de su guía, se prepararon para presentar las cuestiones pendientes que tenían con los Hayabusa.

— Jóvenes maestros del Mugen Tenshin, Hayate, Ayane. Sean bienvenidos ¿Que es lo que esta sucediendo? —. Pregunto Joe con dureza.

— Maestro Joe, Maestro Ryu. Hemos venido para solicitar un encargo. Requerimos el poder del linaje del dragón para exterminar a nuestros enemigos —. La voz rigorosa de Ayane respondió mientras mantenía su gesto de reverencia entregando un anillo de plata como un gesto de gratitud.

La sorpresiva mirada de Joe se entrelazo con la de Ryu. Antes de la llegada de los hermanos, se habían preparado para el bombardeo de preguntas acerca de la hermana fugitiva. Mas relajados y con sus rostros más tranquilos, dieron un suspiro casi imperceptible de serenidad. Joe con una tenue sonrisa en el rostro les pregunto: — Con que así es… ¿Que clase de enemigo logra escapar del Mugen Tenshin? —. Con una falsa sonrisa, intentaba relajar las miradas turbias de los visitantes.

Los hermanos se observaron entre sí, y la pesadez en sus miradas empezaba a opacar las cálidas brisas que llenaban el templo. Tras asentir la cabeza y con el miedo de un infante en apuros empezaron a relatar lo ocurrido:

— Nuestra aldea ha sido atacada por miembros de un clan adoradores de los demonios, deseamos la ayuda del linaje del dragón para cumplir nuestro objetivo de erradicar esta amenaza —. Dijo Hayate conteniendo su expresión de enojo y frustración que se reflejaba apretando sus puños al recordar la destrucción de la aldea.

La voz nerviosa de Momiji acompaño el lugar tras una leve pregunta: — ¿El clan de… los demonios? —. Su expresión rápidamente cambio de los nervios al terror, las imágenes de su hermana sepultada volvían a su mente acompañadas de un extraño sentimiento de ansiedad.

Ayane continuando la explicación dijo: — El clan de los demonios ha arrasado el lugar, y sus jefes están desaparecidos. Nuestros contactos muestran su paradero en una ciudad, Tairon —. Sus ojos miraban el suelo con cierto desconsuelo. Inmersa en sus recuerdos, divisaba el paso de los demonios y su crueldad en Tairon durante el maldito incidente del acero negro.

 Al escuchar la respuesta de Ayane, Una expresión de sorpresa y desconcierto se dibujó en el rostro de Ryu, siendo incapaz de contener sus recuerdos, dejo escapar involuntariamente un potente murmullo: — ¡El imperio de Vigoor! —

Al escuchar la respuesta de Ayane, Una expresión de sorpresa y desconcierto se dibujó en el rostro de Ryu, siendo incapaz de contener sus recuerdos, dejo escapar involuntariamente un potente murmullo: — ¡El imperio de Vigoor! —.

Su voz, resonó en toda la estancia, la potencia involuntaria de su voz se infiltro en la sala contigua donde yacía Kasumi que, al escuchar la voz de su amigo despertó irremediablemente.

Mientras la conversación continuaba, Hayate explicaba cada detalle del ataque sorpresa en la aldea y las victimas del lugar. Al oírlo, Kasumi intento levantarse de la cama con sigilo, siendo retenida por Omitsu, que le mantenía un dedo en la boca indicándole que guardara silencio, en tanto negaba con la cabeza transmitiéndole un leve susurro: — Silencio, Sabes lo que pasara si te encuentran ahora, ¿Verdad? —.

 Al oírlo, Kasumi intento levantarse de la cama con sigilo, siendo retenida por Omitsu, que le mantenía un dedo en la boca indicándole que guardara silencio, en tanto negaba con la cabeza transmitiéndole un leve susurro: — Silencio, Sabes lo que p...

El dolor le recordó sus heridas y su estancia, asintió con la cabeza y tomo las manos de Omitsu acercándose juntas a la puerta para escuchar la conversación. A pesar del malestar en su lento caminar a causa de su cojera, ambas jóvenes escuchaban la plática que transcurría en la otra habitación:

— Nuestros espías han rastreado los movimientos de los miembros del clan, y cada conexión parece ir hacia el imperio de Vigoor —. Dijo Ayane tímidamente la revelación. En ese instante, las miradas de Ayane y Ryu se cruzaron, como si en ese fugaz intercambio recordaran tiempos oscuros y la trágica visita de varios años atrás.

— No solo se trata de eso; la estatua de Orochi, que nuestro clan protegía en el corazón del templo, también ha sido robada. No estoy seguro de cuáles son los motivos de la secta, pero… La deidad allí encerrada no debe ser invocada —. Respondió Hayate, con su mirada cargada de tristeza y preocupación que rápidamente ocultó al cerrar los ojos frente a todos.

La mirada de Joe, por un momento quedo estupefacta y sus ojos marcaban cierto temor ante las revelaciones de los jóvenes hermanos. Su rostro, pronto empezó a palidecer acompañado de su respuesta: — La estatua de la serpiente, la deidad del apocalipsis. Su jefe Shiden, entre tragos me hablo de dicho poder y de su importancia siendo la llave de entrada al inframundo —.

En la estancia, el silencio pesaba como un manto frío y maligno acompañado de una sensación que todos allí habían enfrentado en su pasado: la invocación y el combate contra los demonios. En sus rostros, aún persistían las huellas de pesadillas y horrores que las criaturas infernales les habían hecho padecer. Momiji, sentada tras los hermanos, reflejaba terror en sus ojos ambarinos al recordar los sueños de noches recientes y la crueldad de las criaturas que habían asolado las vidas de los presentes en la habitación. Un leve murmullo escapo de sus labios, recordando la trágica perdida de Kureha. — No de nuevo, Hermana… —.

Kasumi escuchaba con atención en la puerta anexa

Kasumi escuchaba con atención en la puerta anexa. Debido a su desconexión al mundo y a la falta de experiencia frente a los demonios, todo le era un poco incomprensible, pues… sus años de lucha estaban marcados por combates contra semejantes y la constante huida y emboscadas por parte de su familia. Indiferente, desvió la mirada al rostro de Omitsu, que exponía en su semblante el horror absoluto.

Sus pupilas marrones vibraban sin restricciones y su piel dejaba caer en el suelo gotas heladas de sudor. Sin pensarlo, apretó las manos de Kasumi en busca de consuelo, recordando momentos pasados donde los demonios habían asolado la aldea, llevándose consigo innumerables vidas en su estela de devastación.

Ryu, intentando mantener la compostura y la tranquilidad del lugar pregunto: — Es una misión peligrosa, y el regreso de la estatua no sera tarea facil. Como bien sabes Hayate, nuestros servicios no son gratuitos —.

Las miradas de los jóvenes hermanos se posaron sobre Ryu, y de sus bolsillos entregaron dos pequeñas bolsas con algo en su interior; decenas de piedras de diamantes resplandecientes que entregaron a Joe. La respuesta de Hayate volvió a marcar el alcance de los acontecimientos:

— Lo sabemos, y al conocer sus habilidades confiamos completamente en ambos, es nuestro deber asegurar el éxito y traer de vuelta la estatua de Orochi y el exterminio de sus cabecillas. Como muestra de fe, traemos el pago por parte de nuestra aldea —.

Aceptando el pago, Joe mostraba en sus fauces preocupación por la historia relatada sintiendo corrientes gélidas recorrer su espina dorsal, estremeciéndose desde los pies hasta la cabeza. Recobrando las fuerzas y su valía les contesto: — De acuerdo, investigaremos lo sucedido y traeremos de regreso la estatua con nosotros —.

Ambos hermanos, en un gesto de agradecimiento, se pusieron de pie, inclinaron respetuosamente la cabeza hacia el patriarca y su hijo. Luego, realizaron una reverencia hacia Momiji, quien aún permanecía estupefacta inmersa en sus pensamientos.

Ayane preparándose para partir dijo: — Nosotros también nos adelantaremos. Nuestros hombres esperan nuestro regreso y debemos arribar al territorio de Vigoor. Esperaremos con ansias su presencia, maestros Hayabusa —.

Tras su gesto de despedida. Ryu se levantó y se ofreció a guiarlos a la salida de la aldea dejando tras de sí el tenso ambiente que había envuelto la estancia del templo.

En la salida de la aldea, Hayate contemplaba pensativo el suelo que se extendía ante él. Las hierbas, iluminadas por los cálidos rayos del sol, brillaban con fosforescencia, marcando su camino como si el propio bosque lo instara a adentrarse en sus profundidades. Las aves, indiferentes, surcaban el cielo sobre sus cabezas, y las brisas acariciaban con delicadeza sus castañas cabelleras.

Tomando un respiro y volviendo la mirada hacia su leal amigo, le preguntó: — ¿Cómo esta ella? Ya sabes… Kasumi… —.

El recuerdo de su amiga y su reciente llegada en la aldea volvieron a la mente de Ryu, en su corazón, no podía perdonar a los hermanos por el trato que había sufrido Kasumi y apartando la mirada, observando al horizonte, Ryu respondió cortándolo de inmediato con su voz: — Ella está bien… —. Volviendo la espalda, se dispuso a entrar a la aldea. Sin embargo, la figura de Ayane se interpuso en su camino y su pesada mirada lo acosaba en busca de alguna verdad. Su dulce voz llena de malicia le pregunto: — Maestro Ryu… Supongo que aún no has olvidado que Kasumi es objetivo de nuestro clan, espero que tu corazón y tus sentimientos no se interpongan con nuestro deber —.

La expresión de disgusto se reflejó de inmediato en el rostro de Hayate interrumpiendo rápidamente las palabras de su hermana:

— ¡Silencio!, nuestro objetivo primordial ha cambiado por ahora. Ryu, Vigoor ha abierto sus puertas al mundo nuevamente, debería ser más fácil llegar ahora. Esperaremos allí tu llegada —. Tras sus palabras, hizo un gesto a Ayane que inconforme por su reproche obedeció, desvaneciéndose en las profundidades del espeso bosque.

Hayate, recordaba la promesa que hizo jurar a su amigo, confiaba completamente que se encargaría de proteger a Kasumi en su nombre. Tomando un respiro se dijo a sí mismo: — Kasumi… esto servirá para que tengas un poco de paz, haré lo posible para que padre y Ayane dejen de buscarte por un tiempo… perdóname, hermana —.

Capitulo 3 – Acto 2
Volumen 1 – La caída del Mugen Tenshin


Acto 2

Acto 2

El sol comenzaba a ocultarse sobre la aldea de los Hayabusa, arrojando tonalidades cálidas sobre la villa y la luz durada que se filtraba en los antiguos cerezos. Las flores y los árboles junto al templo reflejaban sombras que acompañaban las melodías de sus hojas revoloteando cerca a los adornados aposentos. Las miradas furtivas de los habitantes se detenían y entre susurros retomaban la normalidad de sus deberes. El motivo de la visita de los hermanos permanecía oculto tras los jefes de la aldea, sin embargo… para los que allí residían, era evidente el motivo del arribo de los maestros en busca de información de la fugitiva. Los rumores se sumaron a decenas de historias fantásticas que corrían por toda la villa.

Ryu, después de su encuentro con los hermanos, se encaminó con Genjiro nuevamente hacia el templo, donde la atmósfera tranquila de la aldea se veía opacada por las miradas de angustia.

Omitsu de manera inquieta, movía sus manos con temblores apenas perceptibles, tratando de desviar la atención de lo que logró escuchar durante la conversación. Ajustaba los pliegues de su kimono con torpeza y con gestos bruscos mientras intentaba asimilar la información que había llegado a sus oídos. La inquietud se reflejaba en sus ojos, centelleando con una mezcla de preocupación y ansiedad.

Mientras tanto, Momiji, con sus ojos ambarinos, permanecía en silencio arrodillada en el tatami del templo. Su mirada perdida en el horizonte parecía sumergirse en los recuerdos oscuros de aquel demonio que la había capturado años atrás. Revivía en su mente la horripilante forma de la criatura y del cómo fue llevada a las profundidades infernales de la que por un momento había sido testigo.

Joe, con los ojos cerrados, estaba sumido en sus propios pensamientos. Recordaba los incidentes que no había podido detener años atrás. Su corazón temeroso traía consigo los recuerdos del incidente del acero negro y la dolorosa pérdida de Kureha.

 Las cicatrices en su cuerpo actuaban como portales hacia el pasado, transportándolo nuevamente al incendio del castillo y su enfrentamiento contra los miembros de la araña negra

Las cicatrices en su cuerpo actuaban como portales hacia el pasado, transportándolo nuevamente al incendio del castillo y su enfrentamiento contra los miembros de la araña negra. Las expresiones de los presentes giraron en sincronía al ver a Ryu regresar al templo. A su lado, Genjiro buscaba furtivamente la presencia de Kasumi, cuya figura se delineaba en los cálidos colores del rincón donde descansaba resaltando sus blancos ropajes de descanso en el templo. Un pequeño suspiro de tranquilidad escapó de sus labios al encontrarla y, en un gesto respetuoso, hizo una reverencia a los demás presentes, una cortesía que solo fue contestada por Kasumi con un gesto de cabeza.

La voz de Joe reverberó en la estancia, atrayendo las miradas de todos los presentes. Su tono, entremezclando angustia y severidad, resonó en dirección a Ryu: — Ryu… esta tarea será diferente ¿Estas preparado?, eres el que más conoce sobre los demonios y sus abominaciones —.

Las miradas se mantuvieron un momento, como si Ryu, titubeara la respuesta. Era evidente que recordaba las experiencias angustiantes de su pasado. Sin embargo, recordaba a sus amigos del Mugen Tenshin, observaba a Kasumi y a los miembros de su clan. En lo más profundo de su ser, sabía que estaría dispuesto a enfrentar los horrores una vez más, si eso significaba proteger a aquellos a quienes amaba de las criaturas de pesadilla. Así, retomando el aliento, con su espíritu lleno de coraje, contesto: — Estoy listo, sin embargo, padre… no estas en forma de acompañarme esta vez. Tomare esta misión por mi cuenta, nadie en la aldea está preparado para enfrentar esta amenaza —.

La mirada de Joe se desvió por un momento. Sus ojos y su ser, a pesar de su imponente figura, escondían heridas profundas, tanto en su alma como en su cuerpo. Sus ojos habían enfrentado el fuego del ataque de la araña negra, y su miopía, en muchas ocasiones, complicaba el éxito de las misiones. A pesar de ello, recuperó la compostura e irguió su figura majestuosa. Fijando una mirada determinada a su hijo, le respondió: — No, no permitiré que el ultimo descendiente del linaje del dragón se aventure al caos solo nuevamente, ¿Qué pasara con el linaje si mueres? ¿Qué pasara con la misión si fracasas? ¿Qué será de mi si te pierdo? —.

Acercándose dos pasos al frente y alzando la voz en desacuerdo, desafiando con la mirada a su padre e insistió con arrogancia en su decisión: — ¡Iré solo! Si vas conmigo, solo conseguirás que te maten. Si realmente quieres ayudarme, hazlo defendiendo la aldea. Piénsalo, si destrozaron la villa del Mugen Tenshin ¿Quién impedirá que destrocen nuestro hogar también? —.

 Piénsalo, si destrozaron la villa del Mugen Tenshin ¿Quién impedirá que destrocen nuestro hogar también? —

El rostro de Joe enrojecido por la furia se disponía a lanzar una bofetada a su hijo. Sin embargo, la voz de Momiji interrumpió la conversación: — Maestro Joe… Maestro Ryu… Ya es suficiente, acompañare a Ryu… —. Sus pupilas vibrantes reflejaban en su semblante el poco deseo de ir, pero el valor de sus palabras sorprendió a todos en la estancia.

Kasumi, levantándose del tatami se acercó con dificultad a donde Momiji permanecía sentada. Su voz se sumó a la decisión de su amiga diciendo: — Yo también iré, no puedo dejar que el único hijo de nuestros aliados muera en soledad en tierras desconocidas —. Cojeando con dificultad, y dando un largo suspiro, continuo: — Además, es mi deber proteger a mis hermanos y vengar el ataque a mi antiguo hogar —.

La mirada implacable de Ryu se posó sobre las jóvenes, sus gestos iracundos y su penetrante mirada las acuso con reproche. Sus puños se entrecerraron y contesto con violencia: — ¡No sean estúpidas! ¡Una sacerdotisa doncella y una fugitiva errante no tienen oportunidad contra los demonios y sus criaturas! —. Golpeando el suelo con un puñetazo, agrego: — ¡Momiji!, aún debes recordar aquel maldito demonio de la creación que te mantuvo cautiva. Y tú, Kasumi, tu hermana menor Ayane fue testigo de los seres malditos que asolaron Vigoor hace varios años. ¡Deberías saber que las pesadillas de aquellos tiempos aún la persiguen! Iré solo, no puedo permitir cargas en mi trabajo —.

 ¡Deberías saber que las pesadillas de aquellos tiempos aún la persiguen! Iré solo, no puedo permitir cargas en mi trabajo —

Girando la espalda, observo el exterior del templo, apretaba los dientes en frustración por cada palabra dicha. En su solitaria vida, aquellos que siempre estaban a su lado significaban todo para su existencia y la determinación de ser el guerrero más fuerte era una frágil mascara que había construido con el tiempo para protegerlos a todos.

Tras él, escucho el caminar frágil de dos personas, reforzando su mirada volvió las espaldas nuevamente, encontrando las dos manos de las jóvenes que abofetearon su rostro. Su mirada fría ahora reflejaba incredulidad y tristeza al ver los rostros de aquellos a quienes había ofendido.

Momiji tenía los ojos llorosos a punto de derramar lágrimas, sus ojos ambarinos lo miraban con repulsión y decepción, por otro lado, la mirada de Kasumi terminó por quebrar su alma; sus mejillas enrojecidas se inflaron como si intentara contener todo lo que tenía que decir, y sus ojos desbordaban en lágrimas que descendían suavemente por sus mejillas. Observándola a los ojos, no tuvo más remedio que esperar otra bofetada por parte de Kasumi, que al momento de descargar su furor le respondió: — ¡Eres un estúpido Hayabusa!, a pesar de que me preocupo por ti, insistes en lanzarte hacia la muerte. ¡Adelante! Estoy segura de que al venerable Joe y a Hayate les complacerá visitar tu tumba todos los días —.

Tras sus palabras, sus puños golpearon torpemente el pecho de Ryu, y después de liberar su ira, lanzó otra bofetada a su rostro

Tras sus palabras, sus puños golpearon torpemente el pecho de Ryu, y después de liberar su ira, lanzó otra bofetada a su rostro. Entre las lágrimas, inclinó la cabeza, ocultando su desilusión. Ryu, tratando de calmarla, la abrazó y la atrajo hacia su pecho y le ofreció un pequeño alivio acariciando con ternura sus cabellos. Mientras observaba nuevamente a Momiji, notaba cómo sus ojos lo miraban con recelo mientras ambas desbordaban en lágrimas contenidas.

Las miradas de decepción de sus amigas, la desaprobación de su padre y las miradas severas de Genjiro y Omitsu resonaban en lo más profundo de su ser. Respiro hondo intentando encontrar las palabras adecuadas mientras deslizaba su pulgar por la mejilla de Kasumi para recoger sus lágrimas, seguidamente hizo una reverencia agachando su cabeza en el recinto. Pronunciando palabras frías, esforzándose por contener sus sentimientos: — Lo siento mucho, padre, Kasumi, Momiji… Los demonios son… No quiero que ninguno de ustedes llegue a estar en peligro. No sé si seré capaz de protegerlos, esas malditas criaturas no tienen piedad, sus almas no pueden convivir con este mundo —.

La figura imponente de Joe instó a Ryu a apartar a Kasumi y a postrarse ante él. Aun irritado por la obstinación de su hijo, Joe lo confrontó con un severo reproche: — Ryu, la aldea Hayabusa cuenta con excelentes miembros. El Mugen Tenshin que te entrenó tiene guerreros implacables que han compartido tus victorias. Tu estupidez y arrogancia eclipsan las capacidades y la confianza de tus colegas. ¡Sigues siendo un niño engreído que duda de las habilidades de sus semejantes! Momiji ha sido tu discípula durante años y ha enfrentado misiones espantosas en nombre de los Hayabusa y Kasumi, ha enfrentado los peligros de los asesinos y los bosques por años, ten más respeto por ellas —.

Apretando los dientes, Ryu miraba fijamente al suelo de la estancia. Las palabras parecían atrapadas en su garganta, y sus pensamientos se convertían un torbellino de contradicciones y sentimientos sin resolver.

Genjiro, con sus ojos perspicaces, observaba con cautela la situación. Sus años de experiencia entrenando el linaje del dragón y a los miembros de la aldea de los Hayabusa le proporcionaban una visión única. Al darse cuenta de que la situación no avanzaría y que la obstinación de Ryu lo alejaría de sus seres queridos, habló en voz alta: — Los miembros de la aldea, sabemos de primera mano cómo son los demonios. Sin embargo, Ryu, el alcance de esta misión está mucho más allá de tus capacidades —. Con los brazos tras su espalda, se interpuso en medio, y sin apartar la mirada de su pupilo continuo: — Si llegase a despertar la serpiente y sus criaturas, no solo fracasaras en tu misión, condenaras al Mugen Tenshin, condenaras a nuestra aldea y condenaras a todas las almas inocentes en el imperio de Vigoor. Proteger el futuro y la tranquilidad es algo que te hemos enseñado desde tu infancia en la aldea, ¿No es lo mismo que te enseñaron en el Mugen Tenshin? —.

La voz de Genjiro termino por golpear su alma decaída, no podía perdonarse el haber ofendido a su padre y sus amigas. Ahogado en frustración sin encontrar palabra alguna, su rostro fue levantado por Momiji, que deslizando dulcemente sus manos lo obligo a poner la frente en alto:

— Maestro Ryu, está bien… Iremos con tigo y cuando todo acabe volveremos juntos a reír en este lugar. Confía en nosotras, confía en mí. No dejare que fracase nuestra misión —.

Por detrás, Kasumi lo abrazo intentando recomponer su quebrantado espíritu. Sus cálidas manos apretaban con fuerza su abdomen mientras que la joven reprimía su llanto:

— ¿Recuerdas tu promesa?, La promesa que le hiciste a mi hermano de protegerme. Si fallamos ahora seguramente moriré y no serás más que un miserable mentiroso —.

Genjiro, observando el revolotear de caricias y regaños que iban y venían de ambas jóvenes incomodado a su pupilo tras insinuaciones y jugueteos, sonrío levemente. Observo a Omitsu y a Joe que intentaban contener las risas frente a la adorable reconciliación y emitió su dictamen: — Siendo así… Joven Ryu. Partirán en la madrugada a Tairon. Tu padre y yo protegeremos con nuestra vida la aldea. Contactare en su viaje con mi viejo amigo Muramassa para que les consiga un lugar de hospedaje en la ciudad —.

Tras un intento de pensar en una nueva respuesta. Ryu, observo la mirada estricta de su padre y con una inclinación de cabeza resignada lo obligo a contestar irremediablemente: — Así será maestro. Perdóname padre, perdóname Omitsu, perdóname maestro, perdón chicas —.

La noche descendió suavemente sobre la aldea Hayabusa, llevando consigo un alivio acomedido después de un día abrasador. La media luna se alzó con una luz tenue, bañando los antiguos cerezos y lanzando sombras suaves en las veredas de madera.

Una brisa ligera, tibia y tranquila, recorría los terrenos del templo, llevando consigo el perfume de las flores nocturnas que despertaban en la frescura del crepúsculo. El aire llevaba la esencia sutil de jazmines y lirios, intercalada con la nota suave de las hojas agitadas por la brisa de verano.

Los sonidos de la noche se entrelazaban con la melodía de grillos y cigarras, creando una sinfonía nocturna que envolvía la aldea. El zumbido lejano de insectos nocturnos se sumaba a él croar de las ranas, complementando los suaves murmullos de la naturaleza en reposo.

En los alrededores, la fauna nocturna emergía con cautela. El suave aleteo de murciélagos se unía al crujido ocasional de ramas bajo las patas de pequeños animales que exploraban el entorno.

En la aldea, la vida persistía de manera tranquila y armoniosa. Los niños correteaban en juego, sus risas resonaban en el aire mientras disfrutaban de las últimas horas del día. El aroma tentador de comidas caseras se mezclaba en el aire que emanaban de las cocinas de las casas cercanas. Esencias de hierbas frescas, arroz cocido y especias suaves tejían un tapiz olfativo que enamoraba a sus huéspedes.

Los habitantes de la aldea, en sus quehaceres nocturnos, intercambiaban saludos suaves y conversaciones distantes. Las luces de las lámparas de papel parpadeaban en la oscuridad, marcando el ritmo apacible de una noche que prometía serenidad y descanso.

Ryu, ensimismado en la tranquilidad del templo, se dejó llevar por la suave brisa nocturna que se filtraba a través de las persianas de papel. La penumbra lo envolvía mientras sus pensamientos vagaban por los oscuros recovecos de su memoria, transportándolo a momentos de enfrentamientos con aquellos horribles demonios que dejaron cicatrices en su alma durante la tiranía de Vigoor.

Mientras Ryu se perdía en sus recuerdos, en una habitación contigua del templo, Momiji y Kasumi compartían risas y jugarretas entre charlas. El sonido de sus risas llenaba la estancia, como pequeñas melodías que rompían la quietud en el recinto. Allí, las fragancias frescas de las flores se mezclaban con el suave aroma de los papeles de arroz que decoraban la habitación acompañando la presencia de las jóvenes que intercambiaban historias y murmullos imperceptibles.

En esa habitación del templo, exploraban grandes roperos y cofres llenos de prendas y objetos de moda. El suave crujir de la madera al abrirse y cerrarse acompañaba sus risas y sorpresas. Entre burlas cómplices, desempacaban ropas informales, sacos, pantalones y bufandas, compartiendo historias y anécdotas mientras se probaban las vestimentas ante un espejo.

Los ojos de ambas brillaban con regocijo al probarse los atuendos y conjuntos. Estos habían sido comprados por Momiji y Omitsu en anteriores visitas a la capital. Sin embargo, muchos permanecían guardados en los aposentos del templo, pues la mayor parte de las veces no tenían tiempo para lucirlos en la aldea. El suave roce de las telas, la risa juguetona de las amigas y el tintineo de las joyas creaban una sinfonía de sonidos armoniosos.

Las risas se intensificaron, y la luz tenue de una lámpara de papel proyectaba sus sombras en las paredes. Sus reflejos en la estancia llegaban a los ojos de Ryu, encapsulando en su memoria las risas y jugueteos de sus compañeras y amigas.

Kasumi, entre risas, se probó una bufanda imitando la imagen de un ninja, y se puso una pinza para el cabello sobre su frente copiando la imagen de Ryu. Mientras Momiji, con gestos dramáticos, imitaba el movimiento de un vestido moviendo un par de telas caminaba con gracia tratando de imitar a una princesa, provocando carcajadas compartidas.

En la habitación contigua, Ryu, Alistando sus pertenencias se alejaba de sus recuerdos al escuchar las burlas frenéticas. En su ropera, su negro traje de combate y la espada del dragón destilaban un pequeño brillo mientras eran iluminados por la tenue luz de la luna. Tomando sus pertenencias el eco de antiguas batallas se entremezclaba con la felicidad que lo rodeaba y tras un leve suspiro, envolvió su equipo y su mirada se perdió observando por la ventana al horizonte. El aire fresco, y el perfume de su hogar renovaban su valor mientras esbozaba una tenue oración a su difunta amiga Kureha: — No permitas que nadie caiga esta vez. Haré lo posible por protegerlas, pero… cuídalas, te lo ruego… Kureha —.

Al amanecer en la salida de la aldea, los habitantes los despedían en las puertas, su padre acompañado de Genjiro ofrecían un apretón de brazos a Ryu mientras que Omitsu lloraba desconsolada despidiéndose con fuerza de su amiga Momiji.

Tomando en sus espaldas a Kasumi, Ryu, hizo un movimiento de cabeza a los allí presentes indicando su despedida, entrecruzando los ojos con su padre asintieron a la vez marcando la autorización de su viaje.

Sus sombras se adentraron en el bosque dejando a lo lejos la aldea, y saltando con gracia sobre los árboles sus figuras se dibujaban como sombras deslizándose a toda prisa con rumbo a la capital para tomar su vuelo.

Capitulo 3 – Acto 3


Acto 3

Acto 3

Volumen 1 – La caída del Mugen Tenshin

La capital del imperio de Vigoor, después del colapso del palacio imperial y la caída de la tiranía que alguna vez gobernó sus vastas tierras se reveló al mundo con una nueva apertura y esplendor. Sus estructuras clásicas se destacaban en el paisaje, y la ciudad se extendía a lo largo del valle, ofreciendo un espectáculo interminable de luces y colores que hacían gala de su espléndida belleza.

Las modernas zonas urbanas con sus imponentes centros comerciales y amplias avenidas, resaltaban frente al lado más tradicional de la ciudad que también experimentaba actualizaciones. Los comerciantes abrían sus puertas, inundando el aire con el tentador aroma de pan recién horneado y los deliciosos olores de las plazas de comida, creando una sinfonía de dulces fragancias que cobraban vida en cada rincón de la ciudad.

Las casas, desde las empedradas calles, contemplaban la libertad de una nueva vitalidad que llenaba cada rincón. Los niños se sumergían en sus juegos, explorando artefactos provenientes tanto del oriente como del occidente. Las mujeres, extendían sus ropas recién lavadas en altos tenderos, creando una estampa pintoresca que coloreaba el paisaje.

En el centro de la capital se elevaba el gran monasterio que, tras su reconstrucción luego del incidente de los demonios y el acero negro, se erigía imponente y marcaba el centro de la capital a la distancia. Sus grandes cúpulas azules y cruces se destacaban majestuosamente en el horizonte, mostrando la grandeza de las urbes que se extendía a su alrededor. Así la capital de Vigoor revelaba su nueva cara, fusionando la tradición con la modernidad en un espectáculo de luces, risas y vida que resonaba en todos los rincones.

Frente a las puertas de entrada del gran monasterio que conectaban con la ciudad, Bael yacía inconsciente en su letargo al interior de una modesta casa, junto a él permanecía en silencio un joven de alta estatura con pelo rubio al que se le enmarcaba su rostro con ligereza. Contrastaba con unos penetrantes ojos negros que parecían absorber la esencia de su entorno y un saco negro que intentaba ocultar su presencia en el camino. Su mirada observaba por una de las ventanas la vitalidad del ambiente, las mujeres y niños correteaban frente a las inmersas puertas de la entrada del monasterio mientras que los vendedores regocijaban entre risas y murmullos la inexorable felicidad de la nueva era.

Sus pasos ligeros, envueltos en la elegancia de unos zapatos negros y un pantalón grisáceo, trazaban un vaivén pensativo por la habitación, como si anticipara el inminente despertar de Bael. Las suaves risas y los cánticos de vida se apilaban en su mente como un trágico coro de falsas esperanzas y abominaciones. Por momentos, anhelaba ver las calles impregnadas de silencio y orden. Soñaba vislumbrándose arrodillado ante Bael y la deidad, mientras intentaba recobrar el poder imperial que antaño perteneció a su familia y que ahora ansiaba restaurar.

Tres golpes resonaron en la puerta de la habitación, interrumpiendo sus cavilaciones y dos figuras encapuchadas se presentaron, inclinándose reverentemente ante su presencia:

— Mi señor Noah, hemos retirado la estatua de Orochi de los bosques mientras nuestro amo descansa. El portal al otro mundo está activo, pero sin su sello nada podrá traspasarlo —. La voz ronca y desgastada dejaba entrever la avanzada edad de su súbdito mientras la siguiente voz complementaba su visita:

— Aquellos que intentaron buscar la libertad cruzando el portal fueron incinerados y consumidos por las criaturas que aparecían del otro lado, necesitamos del señor Bael para abrir el camino al otro mundo —.

Mientras terminaban de relatar sus experimentos y el detalle de cada entidad que se lograba apreciar al otro lado del portal, un joven discípulo subía las escaleras exaltado buscando su presencia:

— ¡Maestro Noah, maestro Noah!, ¡Ha vuelto a suceder! —. Su voz agitada, intentaba comunicar información entre la ansiedad de sus palabras. Noah lo miro por un momento y con un gesto de su mano le ordeno que se detuviera diciendo:

— Silencio, cálmate y dime claramente que ha sucedido —. Sus pequeños ojos negros se posaron sobre él, intentando calmarle. El joven agitado, recobro la calma, se arrodillo en reverencia e informo:

— Mi señor, han asesinado a otros cuatro jerarcas del culto. Sus cabezas cercenadas fueron encontradas en la madrugada en un callejón cerca a el monumento en la plaza de las serpientes, y sus cuerpos fueron esparcidos por las calles en todas direcciones —.

La mirada de Noah volvió a prestar atención al exterior. Varias noches atrás había recibido informes de asesinatos de miembros del culto de las cuales no habían quedado rastros de responsables. Tocando su barbilla pensativamente pregunto:

— ¿Han encontrado a los culpables? En las últimas noches han asesinado a varios de los grandes sacerdotes —.

El joven a sus pies extrajo una computadora de su mochila, sintonizando un canal de noticias que detallaba los eventos. En pantalla, una periodista de cabello negro y ojos verdes, ataviada con un elegante abrigo azul, relataba los asesinatos ocurridos la noche anterior sumándolos a los otros nueve crímenes de fechas recientes.

Describía la infructuosa búsqueda policial y la creciente inquietud de los habitantes en la ciudad. Un fragmento de una cámara de seguridad captaba el último crimen, revelando a varios individuos encapuchados con largas dagas y cuchillos que se dispersaron en todas direcciones después de su cometido.

Con el señor fruncido, Noah observaba las imágenes captadas en cámara reconociendo los símbolos en las espaldas de los criminales con la marca en una lengua de oriente que enmarcaba — Mugen Tenshin —. mientras seguía escuchando la crónica de la televisora:

— …las autoridades aún no han logrado identificar a los perpetradores, pero testigos afirman que eran utilizaban armas blancas y se movían con en coordinación huyendo por los tejados y las construcciones cercanas —.

Apretando los dientes, entrecerró los ojos dejando liberar un poco la furia que lo estremecía por dentro, estrujando los puños contesto a los tres que estaban a su alrededor:

— Esto no es obra de criminales comunes… Es la marca del Mugen Tenshin, no hay ninguna duda. Entonces, los protectores de la deidad han venido a cobrar venganza —.

Las caras de los miembros presentes se observaban entre sí, mientras Noah volvía a sumergirse en sus pensamientos observando el exterior en dirección al gran monasterio de la ciudad.

Sacando su celular envió un par de mensajes: — Los protectores han vuelto para reclamar el trofeo. Tal parece que cruzaron el océano buscando venganza, mantengan oculta la estatua de la deidad —.

En otro mensaje que cerraba la conversación múltiple, escribió: — No se dejen intimidar. Resguárdense y esperen las nuevas instrucciones —.

Una leve sonrisa escapo al ver las respuestas de sus camaradas en el chat, y soltando sus contenidas risas murmuraba indicaciones para aquellos que lo acompañaban en la habitación. Observó a su líder Bael y con una leve reverencia beso su frente mientras dormía, prometiendo en nombre de su alma y su linaje ancestral que cumpliría su objetivo y su determinación.

Con un gesto grácil de sus brazos, indicó a sus cómplices que abandonaran la estancia. Vestidos de manera discreta, se encaminaron hacia el evento que se preparaba en el monasterio para la tarde.

Bajo la mezcla de nubes y sol, las festividades del monasterio se desplegaban en el gran jardín que se extendía frente al majestuoso edificio. Sus huertas estaban adornadas con flores exóticas y senderos empedrados entrelazados como hilos de un intrincado tapiz, rodeando el monasterio junto a un muro que se alzaba separando el vergel de las empedradas calles de la ciudad.

La puerta que conectaba la plaza de la ciudad con el jardín del monasterio era imponente, su estructura metálica tenía detalles tallados que recordaban leyendas antiguas y sobresalía en la altura con dos cruces en cada puerta.

Las puertas del jardín permanecían entreabiertas, concediendo acceso a los habitantes de la ciudad. Mientras, los comerciantes y tenderos ultimaban los preparativos de sus comercios para las festividades. Junto a ellos, en la plaza, imponentes carros de juegos pirotécnicos se alineaban junto a los muros que circundaban el monasterio. En el ambiente, los juegos infantiles del mediodía abarcaban la totalidad de la plaza, marcando la celebración del fin del verano y el advenimiento del otoño. Entre el bullicio y la muchedumbre, Noah se sumergía entre las multitudes, entablando conversaciones discretas con una triada de individuos ataviados con ropas informales.

Los miembros del culto y el clan de los demonios habían arraigado profundamente en los nuevos mandatos, con antiguos conocidos de Noah ejerciendo influencia tanto en la esfera gubernamental como en las filas del culto. Al recibir la información del joven maestro, accedieron de inmediato a colaborar, urdiendo artimañas que se movían desde los propios hilos de las altas esferas para neutralizar a sus detractores. Al caminar por la gran plaza y adentrarse en el vergel del monasterio, las ideas iban floreciendo, mientras miradas furtivas provenientes de todas las direcciones acompañaban sus pasos con cautela.

Un sacerdote en la entrada del templo del monasterio hizo un gesto reverencial a los cuatro hombres y luego se arrodilló, besando la mano de Noah para concederles el acceso. En el interior, las baldosas verdes y blancas se extendían como un tablero de ajedrez, mientras las columnas de la estructura interior se adornaban con un fino granito perfectamente cilindrado. Frente a ellos, dos pares de escaleras ascendían para dar acceso a la sala ceremonial principal, donde al fondo se podía divisar un pequeño altar iluminado por vidrios coloridos que adornaban su estancia al final del capitolio. El sacerdote los condujo a una sala exclusiva dentro del templo, donde, sin la presencia de ningún testigo, uno de los hombres dio inicio a la discusión.

El primer hombre, Gorgueras. con su calva reluciente, parecía un símbolo de astucia sin pelo que ocultar. Sus labios, gruesos y grasientos, recordaban la forma de un cerdo hozando en el fango. Y Cada palabra que escapaba de su boca, era pronunciada con una lentitud calculada, repugnaban, como si la avaricia misma hubiera tomado forma en su figura.

— ¡Oh! Maestro Noah, según la información del mensaje, los guerreros de dicha aldea han venido a cobrar venganza. Hemos tejido ciertos elementos para dar con sus paraderos —. Sus cuencas ojerosas observaban al segundo hombre allí sentado, como indicando con su mirada revelar el plan a ejecutar.

El segundo hombre, Valdemar. Con sus ojos saltones mantenía en todo momento alerta como si detectara cada movimiento para aprovechar oportunidad y su mirada parecía casi desorbitada reflejando su insaciable ambición. Caminaba con las manos a sus espaldas, como si escondiera profundos secretos y tenía un peinado tipo hongo combinado con una barba desaliñada sugiriendo una indiferencia hacia la decencia. Su voz cansada y sus facciones contraídas mostraban la gran adicción por el tabaco que tenía, su voz pausada y diezmada contesto:

— Sugerimos armar fuerzas mercenarias y paramilitares para enfrentar a dichos individuos, por pagos extras las filas del culto pueden ocupar estos trabajos. El comandante de la capital nos ayudara sin duda —. Ambos individuos observaban a su tercer cómplice, Albrecht, esperando su respuesta. Su piel pálida bajo un sombrero de Scala ocultaba sus facciones tapando todo detalle de sus intenciones tras su mirada, sus manos cubiertas con guantes de cuero se adornaban junto a un abrigo de cuero que cubría su frágil cuerpo, su voz juvenil y tranquila y forzada dijo:

— Ayudare en lo necesario, solo díganme que elementos utilizaremos y daré pie a mi acción —.

En el transcurso de la conversación, Noah buscaba fortalecer el poder del culto. Para él, la restauración de la jerarquía y el control del imperio, junto con su pacto personal de libertad con la deidad, actuaban como fuerzas impulsoras. No obstante, su aguda astucia lo empujaba a perfeccionar sus estrategias, especialmente ahora que era consciente de que los miembros del Mugen Tenshin y sus guerreros estaban tras las cabezas de sus seguidores. Durante la reunión, notó una extraña actitud en Albrecht; su voz cambiaba ocasionalmente de tono y desviaba las conversaciones, indagando sobre el paradero de Bael y el resguardo de la estatua de Orochi. Sin embargo, no obtenía respuestas claras, solo leves indicios y respuestas inciertas.

Al finalizar la reunión, donde se detallaron planes y presupuestos, acordaron preparar emboscadas y tender pequeñas trampas para atrapar a los miembros del Mugen Tenshin durante las festividades. Con aires de victoria y discutiendo otros temas, salieron riendo del monasterio, acompañados nuevamente por el sacerdote, encaminándose cada uno hacia sus respectivos puntos de acción.

Con la llegada de la tarde, las festividades comenzaban a desplegar sus primeros compases. La plaza vibraba con la música de artistas locales, mientras los niños, deleitándose con globos y golosinas, correteaban en todas direcciones, inundando de risas y algarabía tanto la ciudad como los alrededores del monasterio. En medio de la bulliciosa multitud, Noah divisó a sus hombres y, con un sutil gesto de cabeza, les indicó su presencia. Rodeado por su séquito, su figura se esfumó entre las coloridas y animadas masas dejando tras su esencia varias miradas que lo acechaban entre las multitudes.

Mientras tanto lejos de allí, en los niveles superiores de un departamento en las áreas de la nueva ciudad, la gran ventana que dominaba una habitación ofrecía una vista espectacular de la ciudad clásica y el majestuoso monasterio en la distancia. Las paredes blancas y la modesta sala central conferían un toque de elegancia a la sencilla estancia donde se encontraban varios individuos reunidos.

Albrecht inclinaba respetuosamente su cabeza ante una mujer de cabellos negros, cuyos ojos marrones y vestimenta oscura destacaban sobre las pálidas paredes de la estancia. La joven estaba custodiada por una decena de hombres, quienes aguardaban en silencio.

La mujer, al levantarse de su asiento, posó su mano en el hombro de Albrecht y le dijo:

— Has realizado un trabajo excepcional, Suzaku. ¿Has obtenido alguna información para nosotros hoy? —.

La voz de Albrecht, inicialmente juvenil y pausada se transformó en un tono severo y disciplinado mientras retiraba su sombrero y máscara. Sus facciones quedaron al descubierto, revelando una sonrisa en el rostro de Suzaku, quien presentaba su trofeo de caza: la cabeza cercenada de Albrecht. Los ojos del sujeto aún permanecían abiertos, y la boca mostraba aun una tétrica expresión de horror. En ese momento, cuando el grupo reunido recibieron la presentación del éxito de la misión, Suzaku respondió:

— ¡Comandante! mi señora Irene. Maestra del Mugen Tenshin, he traído varias noticias e informes para usted hoy —.

Levantando la mirada, se observaron en complicidad y tras un leve abrazo de bienvenida empezó a relatar el encuentro durante la reunión con Noah.

Capitulo 4 – Contragolpe en Tairon

Volumen 1 – La caída del Mugen Tenshin

Acto 1

La tarde se cernía sobre la ciudad de Tairon, donde las nuevas zonas destacaban por sus elegantes edificaciones con extensas carreteras y avenidas conectándose entre sí. Los parques y prados verdes se extendían junto a los imponentes edificios que resaltaban a la distancia, y los modernos centros comerciales abarrotaban su vasta extensión.

En el departamento, Suzaku exhibía la cabeza del ministro Albrecht como un trofeo de su victoria mientras abrazaba a su superior, Irene. Anteriormente, su trabajo en equipo y las estrategias de combate, los habían llevado a herir de gravedad a Kasumi durante una de sus recientes expediciones y a descubrir la ubicación del portal al inframundo que Bael había abierto.

Irene, comandante y gran maestra del Mugen Tenshin, fungía como la voz directa hacia su maestro y líder Hayate, proporcionando información detallada sobre eventos y movimientos en cada situación. Junto a sus hombres, Irene había iniciado una guerra silenciosa contra los cabecillas del clan de los demonios y el culto a Orochi.

Tras ellos, Kaede permanecía con una expresión sonriente y reverencial, siendo sorprendido al ser envuelto en un abrazo por su comandante. En medio de risas y jugueteos alegres Irene les estiraba las mejillas y jugaba con los cabellos de sus queridos camaradas. Sus ojos marrones resplandecían con el reflejo del atardecer, y un lunar bajo su boca llamaba la atención de todos los miembros de la aldea y la ciudad recibiendo coqueteos y cumplidos en varias ocasiones, su sonrisa se extendía por todo su rostro mientras sus frágiles brazos rodeaban a sus dos compañeros.

Desde la infancia, habían sido entrenados para proteger a los jóvenes herederos de la dinastía y futuros líderes del clan. Irene, la líder del equipo, después de un riguroso entrenamiento, había ascendido como una estratega prodigio, mientras que sus tenientes, Kaede y Suzaku, se convertían en sus más letales armas que la acompañaban en innumerables batallas.

Terminando el saludo, Suzaku los observó por un instante; todas las miradas de los presentes se dirigieron a la cabeza cercenada de su víctima. Encogiéndose de hombros y hablando con calma, dijo: — Este insensato pensaba reunirse hoy con un general de policía y un funcionario estatal. Mis hombres y yo lo descubrimos y al robar su rostro logramos obtener algo de información —.

La mirada de Irene se enfocaba en su amigo, sorprendida por el éxito y la hazaña. Días atrás, ella sola había descubierto la conexión de Albrecht con el culto a Orochi; sin embargo, Suzaku había logrado adentrarse en el corazón de la organización, superando incluso sus planes.

Avanzando por la sala mientras observaba la inmensidad de la ciudad, le preguntó: — Ha sido una misión peligrosa. ¿Qué has descubierto? ¿Hay alguna pista sobre Bael o la estatua de Orochi? —.

Suzaku, sonriendo, observaba el rostro transfigurado de Albrecht, imponiendo su superioridad ante los despojos del cadáver incompleto, para luego asentir con la cabeza: — Comandante, he descubierto a uno de los principales artífices del culto y del clan. Pareciera… pareciera ser quien maneja los hilos después de su líder Bael. Todo indica que se han percatado de nuestra presencia y quieren acabarnos —.

La tarde transcurría a sus espaldas; las brasas del sol se apagaban, dando paso al ocaso mientras las tonalidades de la atmósfera se convertían en un elegante cielo anaranjado. Mientras tanto, Suzaku relataba todo lo que había podido escuchar en la reunión con Noah y aquel par de individuos.

La mirada directa de Irene se mostraba pensativa; dentro de sí misma, recolectaba cada palabra y cada situación con excesivo detalle. Unía cada momento en su cabeza como hilos, formando una red enmarañada de situaciones. Analizaba riesgos y beneficios de cada acción y de cada orden. Sabía que antes de la llegada de Hayate debería tener la mayoría de sus objetivos neutralizados para dar paso a la fuerza bruta del Mugen Tenshin en su venganza.

Sentándose relajada en un sofá, cruzó las piernas mientras mordía un palillo entre sus dientes. Extendió sus brazos adelante mientras dejaba traquear su espalda y, mirando astutamente a sus compañeros, empezó a dictar sus movimientos.

— ¡Atentos! Escuchen… El comandante de la policía Gorgueras intentará localizarnos mediante policías, paramilitares y mercenarios, quieren utilizar las festividades y el bullicio de la ciudad para sorprender a los miembros de choque —.

Su dulce mirada se perdía en los ojos de sus camaradas mientras continuaba con un elegante brillo en los ojos: — … Además, el funcionario corrupto Valdemar estará seguro de que, dejando cebos falsos de miembros del culto, iremos tras ellos para atraparnos. Nos infiltraremos en sus estancias y… —.

Su charla continuaba mientras hacía dibujos con un lápiz y papel, trazando mapas y ubicaciones. Su voz, parecía no detenerse mientras detallaba cada elemento en su estrategia. Sus ágiles manos y su determinación lógica fluían con facilidad a todos los miembros presentes.

Sus planes se entretejían con estrictas especificaciones, dividiendo pequeños grupos de caza en diversas posiciones. Sus palabras lograban transformar la crudeza de un trabajo casi suicida al pretender infiltrarse en la estructura del poder de Vigoor en una tarea juvenil y sencilla de campo. Sus órdenes y movimientos dejaban al descubierto el objetivo final de sus planes y, al final, sus subordinados inclinaron la cabeza en señal de respeto y prepararon sus trajes, herramientas y equipo para la ofensiva de su comandante.

Con la llegada de la noche, la ciudad se sumía en un frenesí de festividades. Las luces coloridas de los focos pintaban los cielos con variadas tonalidades y formas, eclipsando las estrellas con juegos pirotécnicos y globos que llevaban figuras fugaces de personas y animales, iluminadas brevemente por los resplandores urbanos. Los parques rebosaban de vitalidad juvenil, con danzas y cantos que llenaban el aire acompañado por promesas de amor y desamor que se desplegaban a lo largo de la extensa ciudad.

En las plazas de la parte más tradicional de Tairon, los puestos de comidas y las atracciones para todos los públicos ocupaban cada rincón. Juegos de tiro, castillos de globos, bares y actos de magia aportaban un cálido respiro nocturno a la rica vida y felicidad que se manifestaban en cada rincón de la capital.

Bajo el manto de la noche, los destellos de los fuegos artificiales pintaban el cielo con efímeras formas y colores variados. En el espectáculo lumínico, las sombras se deslizaban furtivamente por los tejados de las casas y edificios, como esquivas criaturas nocturnas que se desvanecían ante cualquier mirada indiscreta. Los miembros del Mugen Tenshin, siguiendo los pasos de su comandante, se dispersaban en todas direcciones avanzando hacia los objetivos marcados.

Sus vestimentas, diseñadas para dejar apenas un rastro en el viento, consistían en trajes ceñidos de tono oscuro que se ajustaban con precisión a sus atléticas figuras. Las capuchas, acompañadas por máscaras ajustadas, cubrían la mayor parte de sus rostros, dejando únicamente al descubierto sus ojos.

Estratégicamente dispuestos en sus cinturones reposaban diversas herramientas y artefactos mortales, listos para ser desplegados en un instante. A sus espaldas, las fundas negras de sus espadas portaban el distintivo símbolo del clan, bordado en un elegante dorado que resaltaba sobre la oscura superficie: — Mugen Tenshin —.

Sus órdenes calculadas, quedaban en claro: Los objetivos marcados deberían de caer esa noche. Mientras, los grupos se dispersaban quedando una decena de individuos en dos grupos. Cada miembro del clan asentía en silencio en su avance en tanto uno a uno empezaba a desaparecer.

El primer grupo se desvaneció entre las luces parpadeantes de la zona modernizada, mientras que el segundo se encaminó hacia una majestuosa mansión en el corazón de las zonas clásicas de la capital.

Los miembros del primer grupo se deslizaron por los tejados de las urbes y los balcones de los edificios, y…. cuando finalmente lograron localizar a su objetivo, lanzaron una pequeña véngala hacia los cielos. Acudiendo al llamado como un enjambre, se lanzaron a la caza en persecución de un moderno vehículo blindado, escoltado por otros dos adicionales que intentaban dejar la capital.

Finalmente, su largo camino los guio a las afueras de la capital, en donde, tras una breve pausa en un semáforo encontraron la oportunidad perfecta. Dos de los persecutores, como sombras sigilosas, se posaron velozmente sobre el objetivo, colocando tres cargas explosivas y escapando en el acto. En un parpadeo, el automóvil se desvaneció en una explosión estruendosa volando en mil pedazos consumido por llamas incandescentes que iluminaron la noche. La estructura retumbó y sus ocupantes quedaron reducidos a cenizas en el voraz fuego.

Los individuos se esfumaron entre las sombras, dejando atrás los desesperados disparos de los escoltas que intentaban en vano detenerlos. Sus siluetas se diluyeron en las callejuelas de la ciudad, fundiéndose con la oscuridad mientras escapaban de la vista, llevándose consigo el eco de la misión cumplida.

Mientras tanto, los miembros del segundo grupo tenían a la cabeza a Irene y sus tenientes, avanzaban con destreza por las calles de la zona clásica de la capital y sus figuras envueltas en la oscuridad de la noche, se desvanecían en el rabillo de los ojos de los desprevenidos habitantes.

Mientras se dirigían hacia la majestuosa mansión, sus sombras eran proyectadas por las farolas antiguas, fundiendo su reflejo en las empedradas calles de la ciudad.

Al llegar al lugar se detuvieron con un suspiro. Tras cruzar miradas con sus acompañantes, Irene asintió con la cabeza: — Hagamos esto rápido ¿De acuerdo? —.

Sus acompañantes se dispersaron quedando acompañada de Suzaku y Kaede mientras observaba los movimientos de sus hombres que se adentraban en los pasillos y los jardines de la edificación.

Los techos de la mansión se convirtieron en su campo de operaciones. Furtivamente, un grupo desactivaba las cámaras de seguridad y otro neutralizaba a los guardias sin que estos tuvieran oportunidad de pedir auxilio. A medida que avanzaban, los sonidos de sus pasos eran apenas perceptibles, fusionándose con el sonido de las manecillas de un viejo reloj que resonaba en toda la estancia.

Un joven con su rostro y sus vestimentas cubiertas de sangre hacia un gesto desde una ventana con sus brazos en dirección a Irene, que tras la indicación se encamino hacia la habitación principal.

En el lugar, se encontraba el general de la policía tomando una ducha en la alberca. Sus ropas y dotación estaban colgadas junto a la persiana, su grotesco cuerpo desnudo parecía deformarse con cada movimiento, sus pieles caían como gelatina al mover los brazos y cada pliegue de su abdomen estaba cubierto de grasientos vellos que rebotaban sobre las capas de grasa que parecían desafiar las leyes de la estética humana.

Sus pies, deformes e hinchados por su peso, apenas eran reconocibles como extremidades humanas. Los dedos, escondidos entre pliegues de carne, parecían fusionarse unos con otros y cada paso, lento y dificultoso, resonaba en la ducha como el chapoteo de una bestia.

El agua que caía sobre él tomaba un tono extraño, como si se mezclara con los aceites y fluidos corporales que emanaban de su piel. Gotas espesas caían de sus pliegues, dejando tras de sí un rastro viscoso que contaminaba el agua como si su cuerpo saturara de sales el líquido.

La mezcla de agua y fluidos confería al ambiente un olor nauseabundo que se extendía por la habitación, creando una atmósfera viciada que colmaba los sentidos con un olor a aceite quemado combinado con maíz tostado.

Entretanto, Irene manipulaba hábilmente unas ganzúas de su kit personal para abrir la puerta. La estancia se sumió en un silencio quebrado únicamente por el suave rechinar de la cerradura cediendo ante sus habilidosas manos. Cauta, se deslizo en las habitaciones, con su mirada alerta y aguda exploraba cada rincón en busca de potenciales amenazas. Tras avanzar, logro escuchar los cantos de un hombre sumados a el sonido del caer del agua y así, localizando la estancia donde observaba que el vapor del agua escapaba por las rendijas de la puerta.

Girando con suavidad la perilla y sin un solo crujido ingreso al baño y al inhalar el nauseabundo aroma retiro su mascara revelando su femenil y agraciado rostro que, al borde de las náuseas, se tapaba la boca intentando contener el vómito.

Siendo así había localizado a su objetivo, danzante y grotesco bajo las cálidas aguas que roseaban sus asquerosos pellejos. Desenfundando su Wakizashi que colgaba de su cinturón e intentando contener al aliento, torcía su rostro en una mueca por la repugnancia y deslizando la persiana se encontró con la figura de aquel hombre.

Un corto silencio se adueñó del lugar, el semblante desconcertado de Irene se sumó a la sorpresa de Gorgueras. La mirada de Irene contemplaba con repulsión el cuerpo desnudo del hombre mientras sus espeluznantes partes se movían como una masa liquida, horrorizada miro el rostro del objetivo que en una mueca de lujuria cadente de toda decencia, lamio sus carnudos labios mientras observaba el bello rostro de la joven en frente suyo.

Como si una válvula de presión se hubiera roto, Irene, sobresaltada y asqueada, soltó un grito aterrador que resonó en toda la mansión, haciendo eco con la crudeza de su espanto.

Sin perder el tiempo, de sus ropas Gorgueras desenfundo su arma y disparó dos veces. Su mirada se transformó de la lujuria al dolor en un instante. Pues… su brazo había sido mutilado desde el hombro y la mezcla de agua y fluidos se sumaba en el suelo con espesa sangre que brotaba de su ser.

Entre gritos se lamentaba llorando al ver su brazo en el suelo mientras observaba a la joven vomitando en una esquina de la estancia. Dos hombres entraron apuradamente apuntando sus espadas en dirección de Gorgueras. Sin embargo, se exaltaron al ver la figura de su objetivo retorciéndose de dolor y pidiendo clemencia mientras Irene vomitaba sin control en una esquina que con sus facciones amarillentas y su voz titubeante por el asco incontenible. Pese a ello, se dirigió a ambos llorando:

— ¡Quítenmelo, quítenmelo! No dejen que se acerque a… —. Antes de que terminase, el vómito intentaba emerger de nuevo obligándola a cubrirse la boca nuevamente.

Observando la piel amarillenta de su amiga, Suzaku no puedo evitar las carcajadas, sus risas fueron levemente acompañadas por Kaede que contemplaba la situación como una inusual ironía y así, de forma burlona, Kaede le respondió: — Te gustan los tipos grandes ¿Eh?, creo que no debimos de interrumpir su momento —. Al contestar, hizo un gesto a Suzaku indicándole que abandonaran la habitación. Sin embargo, Irene se aferró a sus piernas llorando de rabia y observando con desprecio al hombre que en la ducha se lamentaba

— ¡Mátalo, mátalo, mátalo! ¡Ahora!, es una orden de tu comandante, es nuestro objetivo, solo ¡Mátalo! —. Desvió la mirada de los ojos de sus compañeros y observó su Wakizashi. Pero, su postura se volvió verde al contemplar como su pequeña espada estaba empapada de sangre, fluidos y una espesa gama de aceites que se deslizaban sobre la hoja y la empuñadura obligándola irremediablemente a vomitar de nuevo.

Suzaku contemplaba las estúpidas caras de su objetivo intentando poner el brazo en su lugar sin éxito, cayendo inevitablemente al suelo. A su vez, observaba la mirada verdosa de Irene consumida por el asco, sus mejillas levemente enrojecidas tras su enfermizo semblante finalmente hicieron que reventara en carcajadas.

La mirada de Gorgueras se posó sobre los insolentes jóvenes e intentando tomar venganza, estiro su otro brazo hacia la pistola. Sin embargo, su mano fue alcanzada por un Kunai que la dejo clavada en el suelo. Haciendo que volviera a caer en llantos mientras la sangre seguía derramándose de sus heridas. Kaede tras lanzar el Kunai se dirigió a Gorgueras, dándole una patada en la cabeza: — Te felicito general, hiciste llorar a la comandante. Lograste una hazaña que nadie en la aldea pudo realizar —. En un instante cambio su mirada, su frágil rostro se convirtió a un semblante sombrío y tomándolo por los pellejos del cuello lo alzó con una mano, mientras entre llantos pedía clemencia:

— ¡Yo no he hecho nada malo!, pensaba que era una de las chicas contratadas para hoy, perdónenme la… —. Antes de dejarlo terminar, Kaede desenvaino su espada y en un parpadeo mutilo el otro brazo del sujeto. Pues, había observado los dos impactos de arma en la pared percatándose de inmediato de la mentira.

Terminadas las risas, Suzaku retomo la seriedad, ayudo a levantar a su amiga y enfocando la mirada en el objetivo dijo: — Con esto hemos acabo el trabajo de hoy, mátalo y larguémonos de inmediato —.

La mirada aterrada de Gorgueras observo la risa de Kaede que, con total tranquilidad hizo un suave movimiento y un instante después le corto la cabeza sin piedad. Mientras la luz de su vida se apagaba, su cabeza giraba sin control en el aire contemplando por última vez la risa bromista de su verdugo hasta que cayó al suelo y un último deseo cruzo su mente antes de desvanecerse: — ¡Pasaran por lo mismo que yo, cabrones! —.

Clavando la punta de la espada en la cabeza del objetivo, Kaede ofrecía a Irene sus restos como si se tratara de una brocheta. Colmada del asco y con su rostro enfurecido propino una bofetada a su amigo diciendo: — ¡Basta, es suficiente!, el maestro Hayate llegará pronto y debemos dar nuestro informe, recojan todo y vámonos —. Ofreciéndole una mirada severa a su colega agrego: — Kaede, ya que tienes un nuevo amigo, lleva su cabeza hasta la base, la tomaremos como evidencia y trofeo para Ayane —. Tomando sus instrumentos y limpiando su wakizashi salió rápidamente de la mansión, mientras la cara de asco de Kaede observaba la grotesca cara de su víctima; con los ojos enrevesados y despidiendo un olor espeluznante que lo hacía volver el estómago.

Mientras esto ocurría y a varios kilómetros del lugar, el último vuelo nocturno aterrizaba en el Aeropuerto del Sol Vigooriano, recibiendo en su bahía a Hayate y Ayane. Mientras recogían su equipaje, dos individuos se arrodillaron frente a ellos, besando sus manos les indicaron que los acompañaran mostrando sus placas de identificación del clan. Guiándolos hacia la base ubicada en los departamentos que Irene había reservado para sus operaciones.


Capitulo 4

Capitulo 4

Volumen 1 – La caída del Mugen Tenshin

Acto 2

En la amplia plaza que enlazaba con los jardines del monasterio, el día se abría con una claridad deslumbrante, las brumas de la noche se retiraban ante la luz del sol, revelando cada detalle del paisaje urbano. El aroma fresco de la mañana se entremezclaba con el tentador perfume del pan recién horneado que emanaba de las tiendas cercanas. Las calles empedradas y clásicas de la ciudad cobraban vida con la prisa de la gente que corría hacia sus quehaceres diarios.

El sonido de los tacones resonaba en las calles, mezclándose con el bullicio de los vendedores ambulantes que anunciaban sus productos con entusiasmo. El crujir de las bolsas de pan y el dulce aroma a levadura se sumaban a la vibrante sinfonía matutina.

El sol, en su ascenso, pintaba con tonos cálidos las fachadas de los edificios, dibujando las siluetas de los habitantes sobre las aceras de adoquín. Allí, la residencia de Bael se confundía entre las estructuras similares que perfilaban la redondeada plaza.

En las cercanías, los grandes muros del monasterio se alzaban como guardianes silenciosos. Las puertas que conectaban con la plaza permanecían cerradas, creando una barrera visual que ocultaba los jardines monásticos.

En su modesto hogar, Noah permanecía inquieto, sus ojos se fijaban en la luz del alba que se filtraba por la ventana. Desde su encuentro el día anterior con sus camaradas, no había recibido respuestas; ni mensajes ni llamadas eran contestados. Observaba la figura de su maestro Bael, sumido en sueños apacibles. Desesperado y ansioso, su rostro reflejaba la incertidumbre cuando su celular notificó un mensaje de uno de sus hombres de confianza:

— Mi señor Noah, ha vuelto a ocurrir. Otros tres miembros del culto han sido encontrados sin vida, decapitados y colgados del alumbrado público en las afueras de la capital —.

Consternado, con un peso de incertidumbre, dirigió su mirada nuevamente hacia el gran monasterio antes de responder: — Estamos bajo ataque, sean discretos y esperen mis órdenes. Cuando el jefe despierte, informaré las instrucciones para nuestro próximo movimiento —.

Entretanto, Bael permanecía en sus sueños guiado a través del espacio por aquella horrorosa criatura con la que había pactado en el bosque. Tras un largo viaje, finalmente, encontró una angelical figura que se comunicaba con él. La criatura de tentáculos se inclinó y postro sus apéndices ante la luz. Bael, maravillado observaba al ser dentro de un aro ardiente que, extendiendo varias colas de serpiente de un centro luminiscente apenas observable, le hablo:

— Bael, líder del clan de los demonios y líder del culto a la deidad antigua, nuevamente después de milenios he vuelto a comunicarme con tigo, mi más fiel sirvo —. La voz resonaba en el espacio profundo, abrazando la inmensidad del infinito a la vista. Su luz iluminaba los ecos del universo y llenaba de energía la esencia de Bael. Colmado y espantado por su magnificencia, Bael se arrodilló, inmerso en la oscuridad del vacío, y contestó:

— Mi señor Orochi, he destruido el velo que separaba ambos mundos. Tu gente y yo, tu más fiel sirviente esperamos con ansias que nos guíes al camino de la revelación absoluta —. La figura de Bael, se postraba de rodillas, con el rostro inclinado y en reverencia a Orochi, quien, extendiendo una de sus colas, acarició a Bael y respondió con miles de voces provenientes de todos los rincones del universo:

— Bael, tus memorias de antiguos pasajes han sido bloqueadas por los seres que habitan más allá de estas dimensiones. Sin embargo, yo, con mi inmaculado poder, he conservado las memorias de cada instante de tu pasado. Ahora, mi más fiel siervo, recuperarás tus memorias y también el antiguo anhelo por el cual has luchado en mi nombre desde la antigüedad —.

En ese instante, una sucesión de eventos se dibujó en la oscuridad del interminable universo. Bael observaba fugazmente un espejo a sus vidas anteriores. Por un momento, se veía adorando un pilar negro con la estatua de Orochi en la cima, realizando sacrificios humanos en su nombre en el antiguo Egipto. Luego observó cómo realizaba rituales en una antigua ciudad en nombre de la deidad antes de que esta se destruyera por las aguas tras un desafortunado cataclismo. Después, se visualizaba a sí mismo a lo largo de miles, millones y eones de años en el pasado, muriendo y renaciendo para cumplir su objetivo: llevar el mensaje de su señor a cada rincón de la tierra. Lanzaba críticas al creador y a sus legiones de guerreros, desafiaba la autoridad en nombre de su maestro y era asesinado incontables veces en la búsqueda de la culminación de su misión: la libertad de la deidad.

La figura de Bael se maravillaba. Recordaba sus pasajes pasados en fugaces momentos y un instante después, todo se apagó. Finalmente, recordaba cada momento, cada detalle, cada vivencia y cada ocasión.

El vacío infinito del éter se transformaba en oscuridad absoluta, mientras la figura de su amo perdía lentamente la luz hasta quedar en una silueta vacía mezclada con la oscuridad del abismo cósmico. La presencia y los pensamientos de Orochi se manifestaron en su alma, mostrando imágenes de objetos e indicaciones de las acciones a tomar.

En sus memorias, se reflejaban los crueles asesinatos del Mugen Tenshin a sus hijos y los incansables esfuerzos de Noah por contrarrestar la situación. También, por un instante, se filtraron imágenes del pasado cercano, donde antiguos demonios de la era Vigooriana caían en batalla, su sangre y sus vidas se apagaban por culpa de una brutal sombra con ojos verdes que portaba una espada luminiscente. Culminando su mensaje, Orochi se comunicó con el alma de su siervo diciendo:

— Las imágenes que has visto serán las sendas que tomaras, y mi guía será la brújula que te guiará hacia la victoria. Sin embargo, debes ser precavido Bael. Los herederos de un linaje maldito han sido responsables de extinguir tu vida en numerosas ocasiones en el pasado —. Levantando la mirada hacia la silueta oculta de su señor, Bael le pregunto:

— ¿Linaje maldito? Mi señor, ¿Te refieres al Mugen Tenshin?. Según tus visiones los destruiríamos usando a los demonios y a sus criaturas —.

En ese instante, Orochi envió una señal a su cabeza en una letra antigua: — El linaje del dragón —. Entretanto, el cascabeleo de su forma resonaba haciendo que las estrellas ocultaran su brillo, y en un momento arrebato a Bael arrastrándolo en un viaje por el cosmos hasta la tierra.

Introduciéndose en la boca de un volcán se sumergió en las entrañas de la corteza mientras toda luz y toda vida desaparecían a su alrededor. En su entorno, criaturas grotescas se alimentaban de despojos humanos y animales. Mientras, a lo lejos observaba como millones de almas caían por una gran oquedad a las profundidades del averno.

También, observaba como criaturas aladas con espadas de carne perforaban a las almas humanas para su deleite. La visión del infierno le lleno de curiosidad al observar una figura familiar mientras que esta libraba una lucha encarnizada contra los demonios.

En las profundidades, aquella figura cubierta por las sombras del abismo era apenas perceptible a la distancia y solo pudo reconocer de su ser una larga melena marrón y unos penetrantes ojos verdes que lo observaban con odio desde las lejanas penumbras del infierno al detectar su presencia.

Los demonios se abalanzaban sin piedad, pero la silueta humanoide les respondía con la misma violencia. Las tinieblas de las criaturas se desvanecían ante su fuerza, desmembrando y decapitando las fauces de las bestias a su alrededor. Sus pies, con cada impacto hacían explotar por los aires a cada demonio que se acercaba a desafiarlo y su rostro permanecía oculto con brumas que solo dejaban apreciar su vibrante mirada verdosa. Su cuerpo, permanecía cubierto por las interminables sombras que permitían apreciar en momentos fugaces parte de su figura mientras continuaba su encarnizada lucha contra las fuerzas demoníacas del abismo.

Mas un así, una sonrisa escapo de su boca cuando le arrancaba los brazos a una criatura y logro cruzar miradas una vez más con Bael, antes de que este siguiera en su descenso junto a la serpiente.

Oculto en su caverna, Orochi se dirigió nuevamente a Bael: — Despierta ahora, el joven Noah espera tu regreso y la culminación de nuestro objetivo aún está lejos. Guía a mis hijos a el poder y crearemos el paraíso eterno —.

Envolviéndolo en un torbellino de luz lo transporto a su cuerpo obligándolo a despertar. La vibrante sinfonía de los pájaros sobre los tejados y las decenas de pasos en frente de su hogar acompañaron su despertar, frente a él, Noah permanecía inquieto moviéndose de un lado a otro escribiendo mensajes en su celular.

Al despertar Bael en su modesto hogar, tenía la certeza de que el tiempo corría rápido y los designios de Orochi aguardaban. La habitación estaba sumida en la calma matutina, y los rayos de sol delineaban la figura de Noah, quien se afanaba con su celular, evidenciando la inquietud que lo acosaba.

— Buenos días, Noah —. Dijo Bael con serenidad, mientras se erguía de su lecho. Los ojos de su discípulo buscaron los suyos, ansiosos de respuestas que aún no estaba dispuesto a entregar.

— Se que has trabajado duro, pero hay asuntos de los que tenemos que hablar —. Continuo Bael mientras ponía la mano sombre su hombro intentando calmar su angustia.

Noah asintió, atento a las palabras de su maestro, pero Bael optó por no revelar los detalles del encuentro con Orochi en ese momento. En su lugar, enfatizó la necesidad de prepararse para la lucha contra el Mugen Tenshin.

— La unidad en el culto es esencial en estos tiempos. Pronto, el auxilio de nuestro señor ha de emerger de las profundidades, debemos prepararnos para lo que está por venir —. agregó, infundiendo seriedad en sus palabras.

Mientras Noah asimilaba las ordenes de Bael, los dictámenes de Orochi empezaban a moverse como los engranajes de un reloj. Su orden se reflejaba como una imagen en la cabeza de Bael: Otorgar el permiso de entrada a los demonios y sus criaturas para custodiar la estatua de Orochi.

En la ventana de la habitación, Noah volvía a observar las afueras de la ciudad, su semblante había cambiado nuevamente a la esperanza mientras el olor de la mezcla de panes, flores y café de los vendedores llegaban al cuarto.

Entretanto, en el abismo más profundo del infierno, Orochi observaba con risa la frenética lucha desencadenada en su territorio, contemplando su última creación en combate. Los demonios morían y renacían incontables veces al lanzarse al ataque, solo para ser aniquilados repetitivamente. Aquel hombre, herido y azotado, intentaba despedazar las hordas de criaturas que se abalanzaban sobre él. Sus instintos lo empujaban al límite y su corazón latía con frenesí por el odio y la adrenalina, marcando un compás desbocado como un tambor en la oscura sinfonía de la lucha.

Sus ojos resplandecían en la penumbra, reflejando sus deseos de venganza en cada movimiento. Su cuerpo desnudo apenas era perceptible entre la sangre negra y las vísceras de sus atacantes, alzándose sobre una montaña de demonios abatidos demostrando su poder.

El eco de su grito resonó en todas las direcciones, opacando la sinfonía de caos de los millones de almas que sufrían y desafiando a los demonios para que cayeran a sus pies. Su mirada se dirigía al trono de Orochi y al portal al mundo de los vivos. Su tenacidad y desprecio por las criaturas infernales se reflejaban en las profundidades de sus negras pupilas, que contenían el éter de cientos de almas comprimidas que conformaban su esencia.

Orochi tras soltar una risa frenética que resonó en cada rincón de los infiernos dijo para sí mismo — Veamos como enfrentan esto, miembros del Mugen Tenshin. Intenten detenerme ahora, maldito linaje del dragón —.

Capitulo 4

Volumen 1 – La caída del Mugen Tenshin

Acto 3

Acto 3

El sol matutino derramaba su luz sobre el Aeropuerto del sol Vigooriano, donde el aroma del café recién hecho se entrelazaba con las delicadas fragancias de las tiendas de moda y cosméticos. Los altavoces resonaban con anuncios y llamadas de vuelo, creando una sinfonía junto al murmullo de las conversaciones y el suave roce de las ruedas de las maletas sobre el suelo. El tráfico en las inmediaciones del aeropuerto fluía de manera ordenada en las amplias avenidas, mientras el lejano rugir de un tren se filtraba en el ambiente.

Los transeúntes se movían con rapidez de un lado a otro mientras los vuelos llegaban y partían a sus destinos. Allí, tres figuras avanzaban con la corriente de personas, llevando su equipaje con discreción. Ryu llevaba un abrigo de denim negro, complementado con zapatos y pantalones grises; Momiji lucía un elegante vestido blanco con bordados en rojo, realzado por tacones negros; mientras que Kasumi, estaba envuelta en un cálido suéter blanco con capucha que ocultaba su larga cabellera, y sus pantalones azules se combinaban con suaves zapatillas blancas.

Al avanzar hacia la salida, percibían la diversidad vibrante de las personas a su alrededor, impresionados por las distintas energías y la serenidad que emanaba de quienes los rodeaban.

Kasumi, gracias a los cuidados recibidos había tenido bastante mejoría, aunque lidiaba por ocultar su cojera sin mucho éxito. El hombro de Ryu le proporcionaba apoyo para caminar, mientras su rostro enrojecido lanzaba miradas de recelo a Momiji, quien la observaba con gracia y, en ocasiones, le dedicaba miradas burlonas y desafiantes al fruncir el ceño y sonreír.

Durante la noche en el vuelo, Kasumi se había sumergido en un profundo sueño apoyada en el hombro de Momiji. Sus sueños la transportaron a visiones placenteras donde Ryu acariciaba su cabello y su cuerpo, deslizando sus dedos con ternura por su rostro para después hacerle un dulce y profundo suspiro en el odio y en la nuca. Con el corazón latiendo de emoción y los nervios desbocados, percibía como múltiples cosquilleos recorrían su espina dorsal; sus palabras soñadas se mezclaban con risueños murmullos que escapaban a la realidad. Momiji la observaba con curiosidad y, en ocasiones, con burlas contenidas para no interrumpir su descanso. Sin embargo, la turbulencia súbita del avión la despertó, y entre sorprendida y desconcertada, pronunció: — ¡Aquí no Hayabusa! —. Su sorpresa la devolvió a la realidad, encontrándose con la mirada divertida de Momiji, quien, incapaz de contener la risa se dirigió a ella con tono juguetón:

— ¿Hay algo que quieras contarme sobre tus encantadores sueños Kasumi? Parece que Ryu se está ganando un papel principal en ellos —. Sus palabras estaban cargadas de diversión y complicidad, revelando su picardía al notar la reacción de Kasumi.

Al ser sorprendida por las burlas de Momiji, sentía cómo el rubor subía a sus mejillas. Tartamudeando palabras ininteligibles, intentó encontrar una respuesta mientras su voz denotaba su embarazosa actitud. Sus ojos se movían entre Momiji y Ryu, buscando una explicación o escape ante la incómoda situación. Mientras tanto, Ryu, sin comprender completamente lo sucedido, las observo por un momento desde las sillas contiguas donde estaba ubicado, notando la extrañeza en el ambiente intentó entender el motivo de las risas y la vergüenza de Kasumi que no pronuncio palabra hasta el momento en que aterrizaron.

La complicidad entre ambas era apenas perceptible para Ryu, que, ignorando los juegos de ambas y guiándose por un mensaje recibido por el anciano Muramassa, dio un suspiro y cargo a Kasumi sobre sus hombros, tomando camino hacia la zona de departamentos de la capital.

Los departamentos de la moderna zona urbana brillaban con majestuosidad, rodeados de imponentes rascacielos que se alzaban hacia el cielo. En un edificio destacado, el anciano Muramassa aguardaba con paciencia en la recepción, apoyándose en su bastón. Vestía un obi oscuro y tradicional, combinado con humildes sandalias que hacían que su figura sencilla resaltara fue un tanto sorpresiva e inquietante para los habitantes del lugar.

Los ojos agudos de Muramasa reconocieron a sus visitantes cuando tras cruzar una esquina aparecieron frente a la entrada. Les dio la bienvenida con una seña, destacando su presencia junto a un guardia de seguridad que los esperaba en la recepción.

En un acto de respeto, los tres jóvenes realizaron un gesto reverencial hacia el anciano, quien, ayudado por una de sus manos para inclinar su cuerpo, respondió de la misma manera. Sus ojos entrecerrados se posaron en su leal amigo Ryu, captando de inmediato la gravedad de la situación. Muramasa, con cejas y barba blancas que parecían recién caídas de las nieves por su notable blancura, compensaba su falta de cabellera con un pañuelo blanco que llevaba en la cabeza, adornado con su propio nombre «Muramassa».

Con su figura encorvada por el paso de los años, se acercó a los tres con un abrazo que evocaba risas suaves. Tras estrujar a sus visitantes dijo: — Maestro Ryu, nunca imaginé que regresarías a las tierras de Vigoor después de aquello, vuelvo a lamentar lo de Kureha. Que trágica perdida, oh Dios… —. Cada palabra del anciano resonaba con cuidado, mientras sus manos acariciaban los rostros de los tres jóvenes, maravillado por su visita. Su voz, lenta y pausada, fue contestada por Ryu:

— Muramasa, gracias… El maestro Genjiro nos informó que nos ayudarías a encontrar alojamiento mientras completamos nuestra misión —. A pesar de que la mirada de Ryu era directa y seria, su brazo sostenía amigablemente el hombro del anciano, demostrando su gratitud y camaradería.

La cabeza del anciano se movía en negación, acompañada de pequeñas risas que intentaban ahogar su tos. Tomando un brazo de cada una de las chicas, hizo un gesto al guardia que lo esperaba en la entrada.

— Guíalos a donde acordamos —. El guardia, en una postura firme, respondió a su llamado. — Por favor, acompáñenme —. Mientras decía esto, invitó con elegancia a los tres a entrar al edificio. Tras él, dos jóvenes surgieron de la recepción para ofrecerse a llevar los equipajes.

En un piso elevado, tras despedir formalmente a los tres miembros del servicio, estos desaparecieron, dejando a Muramasa y a sus invitados en su destino: un hermoso apartamento con tres habitaciones y una sala espaciosa, decorada con un lujoso sofá de telas blancas. Frente a ellos, un televisor de gran tamaño se ubicaba junto a una amplia ventana que revelaba la inmensidad de la ciudad en el horizonte. Las paredes estaban adornadas con elegantes baldosas de tipo piedra, mientras que el suelo compuesto por delicadas baldosas blancas permitía que la luz del sol penetrara.

— Maestro Ryu, este será vuestro hogar. Los pagos de la renta ya están acordados con tu padre, así que no tienes de que preocuparte —. Caminando por la sala se dirigió al prominente sofá encendiendo la televisora donde se detallaban las noticias matutinas.

Los tres se miraban sorprendidos entre sí, y aunque acomedidos tanto a la naturaleza como a los lujos de la aldea, ninguno parecía estar en familiaridad con este nuevo alojamiento. La sorpresa se transformó en alegría y gestos de agradecimiento de ambas jóvenes, que rápidamente se abalanzaron sobre el anciano, abrazándolo mientras este, entre risas, caía al suelo.

Ryu fijo su atención en el programa de noticias. En el set televisivo una joven periodista narraba los impactantes detalles de dos brutales crímenes ocurridos la noche anterior. Su voz, medida y firme, relataba los hechos con objetividad, aunque se percibía en su semblante una ligera tensión en sus expresiones:

— En una escalofriante secuencia de eventos durante la madrugada, el ministro de cultura, Valdemar, encontró su trágico final cuando su coche fue consumido por una explosión devastadora. Los responsables huyeron hacia las urbes mientras su guardia intentaba alcanzarlos con disparos, a la vez varios encapuchados entraron en la mansión del general de la policía estatal Gorgueras acabando con su vida de manera atroz. Las autoridades han redoblado su búsqueda para capturar a los responsables del crimen y han sido considerados ataques terroristas y enemigos del estado. La policía estatal y las fuerzas armadas han ofrecido una recompensa de… —.

Observando las imágenes, todos pudieron apreciar un detalle: La marca en sus espaldas tenía símbolos y el emblema característico que demarcaba en letras amarillas — Mugen Tenshin —.

Kasumi observaba con nostalgia el informe, y por un momento, se vio perdida en sus pensamientos, llevándola a tiempos en los que, en su desesperada huida, encontraba una lejana y vaga esperanza por medio de sus sueños: Anhelaba volver a disfrutar de apacibles tardes y noches junto a sus hermanos, compartiendo risas y cuentos bajo el manto estelar como en tiempos atrás. Sin embargo, su deseo más profundo era apartar a sus dos hermanos del interminable conflicto y aunque aceptaba con el corazón la oportunidad de trabajar junto a sus mejores amigos, el amor por su familia ardía en su interior como las brasas incandescentes de un horno de carbón. La frustración la consumía al no poder enfrentar directamente sus enemigos por culpa del castigo familiar que pesaba sobre ella.

Observando el mundo exterior, sus pensamientos se elevaban en una silenciosa oración hacia los cielos. Anhelaba con fervor tener la oportunidad y las habilidades necesarias para defender a sus seres queridos de las feroces luchas que desde las sombras se desencadenaban en la ciudad.

Regresando a la dura realidad y deshaciéndose de sus sueños, tomo un largo suspiro mientras revisaba los informes dados por el anciano. Ignorando el miedo por los demonios y desconociendo sus brutales orígenes, mapeo la zona rápidamente mientras en una pequeña libreta anotaba los sitios de interés, político y religioso de la ciudad.

Entretanto, Momiji revisaba con el móvil la información recopilada por Muramassa sobre los objetivos importantes en la ciudad. Entre las imágenes y archivos, sus ojos encontraron en pantalla la fotografía de una curiosa figura: Noah, el hijo superviviente del linaje de Vigoor; visto por última vez cuando aconteció el asedio de los demonios durante el incidente del acero negro. La descripción de la imagen daba información sobre su misteriosa desaparición luego de la destrucción del palacio imperial, su mirada se clavó en la pantalla observando la misteriosa figura de un hombre maduro con túnicas tras de él.

En aquel instante el ambiente fue interrumpido por la conversación de Ryu y el anciano sobre los sucesos en la ciudad y el auge de los últimos años del clan de los demonios. Su voz, lenta y profunda, narraba los orígenes del clan y su conexión con el oscuro culto que amenazaba la estabilidad de Vigoor.

— Verán, queridos hijos… Como podrán suponer, la ciudad se encuentra bajo una encrucijada. El Mugen Tenshin ha llegado hace unos cuantos días y se han puesto en marcha para eliminar a sus objetivos, sin embargo, hay algo que me preocupa —.

Las miradas de los presentes observaban al anciano que con sus manos temblorosas les enseñaba un viejo libro con paginas amarillentas.

En el correr de las páginas se representaban figuras espectrales: demonios y sus siervos. Ryu, identificó entre el pasar de las hojas a los demonios ancestrales de la creación y la destrucción con los que había combatido en épocas anteriores. Cuando el anciano detuvo los dedos, las páginas mostraban el dibujo de un ser espectral junto a una estatua. La interpretación del artista plasmaba colas de serpiente descendiendo de una figura humanoide, cuyo rostro apenas era perceptible y poseía rasgos de reptil con dos grandes ojos amarillos, sumado a esto tenía una amplia boca con colmillos retorcidos en espiral hacia su interior. La descripción proporcionaba escasa información sobre la criatura, aunque la identificaba como un demonio antiguo, era considerado enemigo ancestral de la humanidad y de la existencia misma. El nombre de la criatura, «Orochi», estaba demarcado bajo la ilustración.

— Uno de los grandes duques de los infiernos, una serpiente antigua y líder de los demonios de la creación, la destrucción y la naturaleza. La última vez que se tuvo registro de su incursión en el mundo sucedió hace milenios cuando una secta desconocida apareció invocando su nombre en Egipto. El resultado de su efímera aparición fue la destrucción de grandes ciudades alrededor del mundo y una inmensa inundación en varias partes del planeta… —. De sus bolsillos, Muramassa extrajo un fragmento de tela cortado de un abrigo, el cual estaba inscrito con antiguos caracteres de diversas lenguas, culminando con el nombre de la deidad.

— Ryu, debes comprender algo más. Los portales hacia otras dimensiones, como el infierno, no pueden ser simplemente cruzados. Necesitarás una llave… aquel que sostenga en sus manos la llave que separa ambos mundos, desatará a los demonios y nada podrá detenerlos. Enfrentarse a un puñado de deidades supremas no se compara con hacer frente a legiones enteras de demonios. Si deseas evitar esta catástrofe, deberás encontrar al portador de la llave y eliminarlo —. El pañuelo mostraba dos símbolos característicos, letras antiguas y una serie de dibujos plasmados en ambas manos.

Durante la mañana y avanzando hacia el mediodía, las palabras de Muramassa resonaban en la mente de todos. Tenían claro su objetivo: impedir que los miembros del clan de los demonios abrieran las puertas a las criaturas del más allá. Tras ofrecer algunos consejos y bendiciones, Muramassa dejó a sus visitantes a cargo de la encomendada misión y se retiró. Un tenso silencio se apoderó del lugar mientras los tres contemplaban el dibujo y la descripción de la criatura ilustrada en el libro. Rompiendo la atmósfera, las palabras de Momiji resonaron, devolviéndolos a la realidad:

— Maestro Ryu, debemos comunicarnos con el maestro Hayate para compartir información lo antes posible. El hombre que porta la llave… debemos encontrar su paradero y eliminarlo —.

Kasumi se apartó de la conversación, se dio la vuelta, tomó su equipaje y se encaminó hacia una de las habitaciones, diciendo:

— Seré una carga si desean encontrar al Mugen Tenshin. Ryu, Momiji, pronto podré entrar en acción. Mientras tanto, haré mis propias investigaciones. No se preocupen por mí; nos veremos en este mismo lugar antes de que caiga la noche para recopilar la información. Adelántense —.

En la habitación, descargó su equipaje y ordenó varias de las hermosas prendas regaladas por Momiji y Omitsu. Bajo el manto de decoradas ropas, apartó su vestimenta de guerra de cuero, perfectamente doblada, con bordados azules sobre los hombros y los muslos acompañado con detalles dorados que llevaban la marca del Mugen Tenshin. En las piernas, lucía una variedad de bolsillos que albergaban múltiples kunais y herramientas. Junto al traje, mantenía guardada en su funda su wakizashi.

Entretanto, Momiji y Ryu se repartían las labores de la misión: Ryu contactaría con Ayane y Hayate para los detalles y la información ofreciendo apoyo directo en la guerra del Mugen Tenshin y Momiji investigaría de civil los orígenes y los posibles miembros del clan de los demonios.

Entre ambos trazaban mapas y localizaciones para el cometido de sus planes y acordando una estricta ruta de localización asintieron la cabeza, tomaron sus armas y equipo de mano escondiéndolas bajo sus ropas y dieron inicio a sus operaciones. Momiji, desde las alturas, se encaminó a su arriesgado trabajo. Saltando con agilidad por la ventana, su figura descendió al vacío deslizándose por el aire como una hoja en movimiento. Los rayos del sol iluminaban su semblante mientras corría por las paredes del edificio, aprovechando cada superficie para moverse entre edificaciones perdiéndose en la inmensidad de las urbes.

Ryu hizo una breve parada en la habitación de Kasumi, donde la encontró acariciando su elegante traje de combate. Sus miradas se cruzaron, y con su voz penetrante, le dijo: — Nos veremos a la hora acordada. No hagas ninguna estupidez y no te arriesgues Kasumi, intenta proteger la herida de tu pierna —. Sin más preámbulos, giró sobre sus talones, abrió la ventana de la habitación y saltó al vacío. Su sombra se desvaneció velozmente entre los rayos del sol, moviéndose entre los edificios y desapareciendo en los tejados de los altos rascacielos.

Kasumi con determinación guardo algunas armas y cuchillos en el suéter y en sus bolsillos. Ocultando sus cabelleras con la capucha, abandono el recinto caminando con elegancia en dirección a los grandes centros comerciales de la capital.

Mientras avanzaba por las concurridas calles, una sensación inquietante se apoderó de ella. Un sentimiento persistente de ser observada la hizo girar bruscamente, pero solo encontró la mirada fugaz de desconocidos entre la multitud. No obstante, la incomodidad persistía, como si una presencia invisible la acechara.

Cautelosa, continuó su camino con sus instintos agudizados. Entre los destellos de luces y las voces animadas de la ciudad, una mirada persistente apareció y desapareció fugazmente ante sus ojos, pero tras el paso de un grupo de personas, volvió a desaparecer.

El bullicio de la ciudad a su alrededor cobraba vida por diversas presentaciones de músicos y danzas típicas de la capital. Las personas emocionadas corrían en todas direcciones y los niños se acercaban con grandes globos y dulces de algodón a ver el espectáculo. En medio del tumulto festivo, Kasumi se fundió con la muchedumbre y su perseguidor intento alcanzarla entre los entusiastas espectadores.

Cuando la turba pasó, dejando tras de sí un rastro de confeti y risas. Su perseguidor fue al lugar donde Kasumi había estado, pero… tan fugaz como una ráfaga de viento primaveral, la joven se desvaneció entre las risas de la diversión, dejando tras de sí pétalos de flor de cerezo esparcidos en el suelo como silentes testigos de su paso por el tumulto urbano.

Capitulo 5 – Acto 1 (En el corazón del imperio)


Capitulo 5 – En el corazón del imperio

Volumen 1: La caída del Mugen Tenshin

Acto 1

Los vientos abrasadores se cernían sobre la metrópolis al mediodía, haciendo que la atmósfera palpitara con una calidez que acariciaba las calles y los edificios, desencadenando un temblor en el aire saturado de calor. Los rayos dorados del sol se filtraban entre los imponentes rascacielos, generando juegos de sombras y destellos que danzaban sobre las superficies urbanas.

En las bulliciosas calles, fragancias irresistibles de restaurantes flotaban en el aire, transportando esencias de comidas variadas: desde exquisitas sopas hasta especias aromáticas. El olor de las carnes asadas se fusionaba con el humo que se elevaba desde las parrillas, anunciando las delicias que las tiendas tenían para ofrecer.

En las inmediaciones de las escuelas, el bullicio de niños y jóvenes llenaba el ambiente. Risas y bromas se mezclaban con el ir y venir de mochilas, mientras los estudiantes emergían a la luz del día, liberados de las aulas y listos para sumergirse en la energía diurna de la ciudad. Las risas juveniles se elevaban como melodías espontáneas que impregnaban las calles de vitalidad y alegría.

Hayate observaba con cautela su entorno, escrutando los ojos de cada individuo que cruzaba cerca de él. Cada mirada y movimiento eran minuciosamente estudiados mientras disfrutaba de una copa de té helado en una cafetería al aire libre. Él y su hermana estaban resguardados de los rayos solares por una sombrilla que se alzaba desde el centro de la mesa. Los límites del establecimiento estaban delineados por una tenue cerca de madera negra apilada, enmarcando la entrada y salida con elegancia.

Ayane saboreaba un batido cremoso de helado acompañado de su platillo favorito: una réplica de takoyaki. Con destreza, tomaba cada bola, sintiendo la textura crujiente por fuera y el relleno tierno en su interior. Sus ojos brillaban con efímeros destellos que iluminaban su rostro mientras se preparaba para tomar el siguiente bocado con palillos.

Su expresión firme se suavizaba con dulzura en amplias sonrisas, mientras sus mejillas, ligeramente enrojecidas por la comida, eran acariciadas por la brisa ligera que jugueteaba con sus cabellos, sin darse cuenta se entregaba al placer y al deleite de la frescura de su platillo.

En las mesas cercanas, los hombres de Hayate permanecían camuflados entre la multitud observando el entorno. Con atuendos informales y disfrutando de bebidas ligeras, creaban una apariencia de serenidad mientras conversaban, vigilando discretamente cada movimiento en las proximidades.

Hayate, saboreaba el té con pausados sorbos en tanto su mirada se posaba en el rostro de Ayane. Pues… raras veces tenía el privilegio de contemplarla entregándose a las delicias sencillas de la vida. Por lo regular, permanecía inmersa en rigurosos entrenamientos y duras misiones.

Por un instante, a su mente llego la imagen y el recuerdo de Hitomi; sus cabellos castaños ondeaban con suavidad mientras sus ojos azules brillaban con determinación y ternura reflejando en sus pupilas el rostro de Hayate, mientras una sonrisa contagiosa iluminaba su femenil y tímido semblante.

Durante su último encuentro en secreto y a escondidas de todos, sus delicadas manos acariciaron su rostro. Se abrazaron sintiendo el agitado palpitar de sus corazones que, acompañado con suaves risas y dulces palabras llenaban con extraños sentimiento su estómago y su pecho, mientras que ella lo invitaba en aquel entonces a regresar al dojo en Alemania y llevar una vida tranquila.

Observando el rostro de su hermana imagino por un momento una vida de paz, alejada de los peligros, las ejecuciones y los planes de asalto para sus sombrías misiones. Entregándose a la calma y relajando su mirada le pregunto:

— ¿Alguna vez has pensado en cómo sería la vida si no estuviéramos constantemente envueltos en misiones y entrenamientos? —. Dijo con curiosidad en su voz mientras revolvía el té con un toque de plástico.

Ayane dejó momentáneamente sus palillos sobre la mesa y sus ojos se encontraron con los de su hermano: — Es difícil imaginarlo. Nuestras vidas siempre han estado ligadas a lo que fuimos entrenados. Tal vez sería algo diferente… Pero esta es nuestra realidad, y debemos aceptarla —. Comentó, llevándose un poco de helado a la boca mientras su mirada se perdía en las delicias de su comida.

Tras tomar un respiro y recostarse contra el respaldo de la silla, Hayate miró al cielo, recordando las palabras y la invitación de su amada amiga en Alemania.

— Lo sé, pero a veces me pregunto cómo sería vivir sin la constante presión y el peligro —. Reflexionando y observando las risas de los transeúntes, continuó: — Quizás podríamos disfrutar de una comida sin preocuparnos tanto en nuestros objetivos —.

Antes de que pudieran tomar un segundo suspiro, sus hombres se pusieron en alerta al divisar un grupo de individuos que se acercaba, entremezclándose con los adolescentes escolares y los transeúntes. Cuando finalmente se revelaron, el rostro de Irene emergió, saludando con reverencia al presentarse ante los jóvenes maestros del Mugen Tenshin.

Tras ella, los hombres bajo su mando realizaron el mismo gesto de saludo y, segundos después, se dispersaron en todas direcciones, cubriendo un amplio perímetro en los alrededores de la cafetería. Quedando Irene acompañada únicamente por Suzaku y Kaede.

Mientras acomodaban algunas sillas en la mesa y llamaban a la camarera, Irene sacó de sus bolsillos una agenda de pasta robusta y café. Al abrir sus páginas, se revelaron varias fotografías de miembros del clan de los demonios dispuestas una al lado de otra. Algunas de ellas tenían una enorme “X” en medio de sus rostros, con letras rojas bajo ellas que indicaban el veredicto: — Eliminado —.

— Maestro Hayate, maestra Ayane. Bienvenidos sean a las tierras del sacro imperio de Vigoor. En las noches anteriores detectamos actividades inusuales y descubrimos varias figuras clave del clan enemigo —. Pasaba las hojas con la punta de sus dedos, mostrando los rostros de sus víctimas mientras continuaba: — Hay varias personas importantes y muchas otras desconocidas. Estos dos hombres son la cabeza del clan, sabemos que uno es la figura central y líder del culto a los demonios, y del más joven desconocemos su origen.

Tomando los datos del informe de Kaede e intentando desenvolverse con la lengua, mientras su semblante se empalidecía recordando lo visto en las entrañas del bosque murmuró: — Además… El portal ya ha sido abierto. La máxima prioridad para el éxito de nuestras operaciones es eliminar a sus lideres antes de que liberen a esas malditas criaturas —.

El rostro de Hayate escuchaba con atención los detalles de cada informe, recopilando las particularidades de cada momento y guardaba con especial atención los detalles descritos de la criatura durante el pacto en las afueras. Mientras tanto, Ayane observaba con la mirada perdida los ojos de Irene y sus colegas. Los recuerdos del incidente del acero negro y la invasión de Vigoor volvían a aflorar, erizando sus vellos mientras continuaban.

Sus sentidos se recobraron cuando la camarera trajo a la mesa tres bebidas refrescantes para sus compañeros. Suzaku irrumpió en la conversación haciendo un gesto a su maestra Ayane. Extendiendo una de sus manos, mostró varios pétalos de hojas de cerezo mientras decía:

— Maestra, durante mis investigaciones logré cruzar miradas con ella, sé que era ella. Mis heridas ardían ante su presencia y la seguí… estoy seguro, no tengo ninguna duda de que la princesa fugitiva también está en la capital —. Relatando los sucesos, observó cómo la mirada de Ayane cambiaba y apretando entre sus bolsillos uno de sus kunais dijo con furia: — Kasumi… —.

Su rostro fundido en frustración y enojo fue calmado por Hayate que interponiéndose para calmar la situación dijo: — Kasumi no es nuestra prioridad por ahora. El objetivo del Mugen Tenshin es encontrar y eliminar a los enemigos para vengar a nuestros camaradas y detener la invasión. Si detectan a Kasumi, elimínenla; sin embargo… quiero que la operación se centre en erradicar al culto y a su clan maldito —.

Hayate, siendo un poco más perceptivo lo entendía bien: Si Kasumi estaba en la ciudad, era muy probable que Ryu la hubiera traído consigo. Siendo consciente de los sentimientos que Ryu ocultaba hacia su bella hermana, comprendía que cualquier mal que se cerniera sobre Kasumi sería enfrentado por Ryu de manera implacable.

Pensando en sus hombres y sobre todo en Ayane, sentía la urgencia de evitar una confrontación innecesaria con Ryu o Kasumi. Su enfoque estaba en el clan de los demonios, el verdadero enemigo que amenazaba su clan natal y el país de Vigoor. En lugar de verse envuelto en disputas familiares, esperaba contactar con Ryu de alguna manera, para reforzar su cacería en contra del culto y su peligroso líder.

— Los Hayabusa, padre e hijo, ya deberían estar en la ciudad. Búsquenlos e infórmenles de nuestra posición. Debemos terminar esto lo antes posible —.

Levantándose de su lugar y haciendo un gesto a sus hombres, se alejaron a otras calles con discreción. Su mente se nublaba por los estragos de la tragedia en la aldea, tomando rumbo a sus objetivos para dar inicio a nuevas operaciones de exterminio.

Ayane permaneció sentada por un momento más mientras permanecía sumergida en la conversación con Irene y sus dos colegas. La inquietud por Kasumi no dejaba de crecer en su interior, y fue Suzaku quien tomó la iniciativa de explicarle los detalles y el punto exacto donde se había cruzado con la mirada de la fugitiva.

— Maestra, la vi cerca de las zonas urbanas. Pude apreciar sus cabellos y sus ojos, aunque intentaba mantenerse oculta, no hay discusión, era ella… lo sé… —.

Mientras reflexionaba sobre los movimientos de Kasumi e intentando continuar con las ordenes de Hayate, Irene, con astucia interrumpió con una sugerencia: — Maestra, si está aquí, es probable que busque nuestros objetivos. Siguiendo la misión del maestro Hayate, tarde o temprano nos encontraremos con ella —.

Soltando un suspiro resignado, Ayane se puso de pie para dar su mandato: — Si la encuentran, síganla —. Volviéndoles la espalda, se dirigieron en silencio hacia donde se encontraba Hayate, dejando bajo la mesa los pétalos de cerezo recogidos, ahora hechos añicos y aplastados.

Al llegar la tarde, los rayos solares antes poderosos cedían su fulgor, permitiendo que un viento fresco impregnara el horizonte con tonalidades anaranjadas. En las estructuras tradicionales de la ciudad, el Hans’Bar se encontraba al final de una bulliciosa calle repleta de tenderos que decoraban sus locales con coloridos toldos y exquisitos aromas a madera refinada. Las casas al rededor emanaban aromas de licores dulces que flotaban en el aire envolviendo los alrededores en una paz embriagadora. El bullicio de comerciantes y bebedores sensibilizaba los sentidos, dando lugar a exuberantes sonrisas en las inmediaciones.

Entre las conservadoras casas, se abrían escasos callejones estrechos, donde las tuberías emitían suaves sonidos de agua golpeando contra el metal y el goteo rítmico en el suelo marcaba un compás tranquilo con su eco armonioso.

En uno de los callejones, varias figuras yacían sin vida en el suelo. Sus brazos y sus cabezas mutiladas daban un aspecto de carnicería al modesto callejón que ahora teñía sus paredes de sangre. Una joven de cabellos oscuros se acurrucaba contra la pared, con el rostro bañado por gotas heladas de sudor y sus ojos al borde de las lágrimas reflejaban el terror ante el hombre que se acercaba.

Ryu, con las manos manchadas de sangre, avanzaba como una pantera acechando a su presa; sus ojos verdes destilaban un fulgor ardiente que penetraba las pupilas, llenando de terror el espíritu de la joven.

Arrojando un brazo arrancado de sus anteriores víctimas contra el suelo, levantó a la chica de la camisa con una sola mano. La sangre que escurría de sus brazos se absorbía en las suaves y sedosas telas de la joven, transformando el hermoso blanco en un rojo carmesí mezclado con barro. Aterrada, con su último atisbo de voluntad, rogaba por su vida mientras intentaba soltarse con ambas manos de las garras de su captor, que como si de unas pinzas se tratara, apretaba su cuello a punto de desquebrajarlo.

— ¿¡Dónde están los demás!? —. Las palabras de Ryu resonaban en la profundidad del callejón mientras empujaba con fuerza el cuerpo de la joven contra la pared. Al verla asentir liberó su mano, dejándola caer al suelo.

Escupiendo sangre y tosiendo sin control, la joven se arrastró hacia los pies de Ryu, manchando de polvo sus zapatillas y sus pantalones. Entre sollozos e intentando confesar, empezó a dar información sobre los demás miembros del clan. Su información vaga y apenas relevante se acompañaba de escalofríos de miedo y palpables temblores en sus manos mientras observaba desde el suelo la imponente figura de Ryu.

Tras robar algunas pertenencias de sus víctimas, agarró a la joven por el cuello y, tras un salto entre los muros, la dejó colgada en lo alto por sus prendas en una ganzúa que sobresalía de antiguas tuberías removidas.

Alejándose del callejón, se limpiaba las manos con un despojo de ropa robada de una de sus víctimas. Tras él, los llantos de la joven se opacaban, volviéndose apenas perceptibles en medio del bullicio de las calles.

Al volver a las aceras, dos figuras esperaban con los brazos cruzados su llegada. Hayate y Ayane observaban con curiosidad una mancha de sangre que aún caía sobre su mejilla, y que en un momento limpió con los despojos de la camisa robada.

Saludándose mutuamente en un gesto de reverencia, Ayane preguntó con tono burlón y juguetón: — Valla si eres macabro ¿Te has divertido, maestro Ryu? —. Sin obtener respuesta, arrojó la camisa en un basurero cercano y, volviendo su mirada a Hayate, dijo: — He regresado a Vigoor, Hayate. Dime que has conseguido —.

Hayate, sacando tres papeletas de reservación de su bolsillo las repartió entre ellos y miro en dirección a la entrada del bar: — Lo hablaremos dentro, sígueme —.

Su figura se encamino en dirección al bar seguido a lo lejos de sus hombres con discreción. El Hans’Bar se presentaba como un imponente complejo de tres pisos que abarcaba la totalidad de la manzana del barrio al final de la calle. Unas ligeras escalinatas que llevaban a su interior adornaban su única entrada: una gran puerta dorada. Por fuera permanecía custodiada por dos musculosos hombres vestidos con trajes de paño manejando las invitaciones y reservas.

Desde el exterior en cada piso las ventanas dejaban entrever sombras que se movían de un lado a otro en su interior y su terraza albergaba innumerables mesas. Las charlas alegres, los cantos de ebrios abrazándose unos a otros y las interminables luces de cada instancia se traspasaban con sutileza al exterior de la edificación como susurros inaudibles que complementaban el vivido ambiente.

En el interior de una de las habitaciones del Bar, Ryu dejaba sobre la mesa varias identificaciones de sus anteriores víctimas, además puso sobre la mesa la foto de un joven agraciado de pelos rubios con una descripción bajo la foto.

Tomando la información conseguida por Momiji, ambos hermanos leían con asombro la procedencia de uno de sus más grandes objetivos, ligándose directamente con las estructuras estatales actuales y antiguas del imperio de Vigoor. Sin dudarlo, Hayate puso también sobre la mesa la agenda entregada por Irene, las figuras allí impresionaban a Ryu observando elementos tanto políticos, militares y civiles de la gran capital y el imperio.

Pasando las hojas de la agenda, su rostro sombrío los observo directamente y pregunto: — ¿Cuáles son los objetivos que desean que elimine? —.

Ayane, saco de sus bolsillos un papel envuelto, que al desplegarlo revelo la imagen de un hombre maduro con barbas blancas y pelos canosos. Sin dejar pasar detalle, Ryu observo una peculiaridad en sus manos, formando caminos y siluetas como tatuajes que se extendían hacia el interior de sus brazos. Ayane entendiendo la intriga y la curiosidad de su amigo dijo:

— Esta foto fue capturada antes de perderle el rastro. Ryu, este es nuestro objetivo principal. Por ahora parece el único capaz de traer los demonios desde el abismo… Como podrás suponerlo el portal ha sido abierto, es cuestión de tiempo antes de que logren cruzar las criaturas del más allá —.

Mientras relataba los detalles del encuentro de Irene con la criatura guardiana del portal, los ojos de Ryu examinaban minuciosamente cada detalle. Enrolló la foto del individuo y la guardó en uno de sus bolsillos. Tras tomar un largo trago de alcohol, volvió su mirada hacia Hayate, quien le entrego un mapa con las posiciones de sus hombres. Al observarlo, notó una nota peculiar pegada con cinta en uno de los extremos que decía: — Es un regalo, entrégaselo a Kasumi —.

Ryu asintió con sorpresa, observando cómo Hayate guiñaba el ojo con complicidad, solo para retomar un semblante serio segundos después: — Ryu, nuestras operaciones continuaran hoy. Te esperaremos en las escaleras que hay del otro lado del puente elevadizo de la ciudad antes de medianoche —.

Con un apretón de manos, Ryu aceptó la tarea, llevando consigo la imagen del objetivo. Se despidió de los hermanos con una reverencia, tomó otro sorbo de alcohol, giró sobre sus talones, abrió la ventana y como una sombra desapareció. Dejando tras de sí una gran presión de aire que envolvió los cabellos de todos, haciendo que la agenda con los rostros de los objetivos cambiara varias páginas con violencia.

Capitulo 5

Volumen 1: La caída del Mugen Tenshin

Acto 2

La tarde sobre la capital del vasto imperio de Vigoor pintaba un firmamento con una espléndida gama de colores. El sol, sin apuro descendía hacia el horizonte dejando tras de sí estelas anaranjadas que gradualmente se transformaban en un azul claro para luego oscurecerse al este.

En la parte trasera del monasterio los imponentes muros que lo circundaban dejaban al descubierto una enorme plaza que vibraba con esplendor. Allí, modestas casas de dos pisos y similares entre sí, rodeaban la plaza, resonando con vida y permitiendo que animadas conversaciones fluyeran dentro y fuera de sus estructuras. Las familias observaban con júbilo y risas los eventos que allí tenían lugar.

En la plaza las mujeres compartían risas en cada rincón, mientras los niños jugueteaban junto a sus padres corriendo en sus alrededores. Un extenso tapete azul de plástico grueso cubría casi la totalidad de la gigantesca plaza. Este descendía por pronunciadas escaleras que la conectaban con una calle adyacente. Los adultos y los niños, ataviados con prendas de baño, se deslizaban por el plástico descendiendo hasta la parte inferior de la plazoleta cubiertos de jabón y parcialmente desnudos. Gritaban de adrenalina en su descenso para luego correr en grandes grupos y lanzarse nuevamente.

Las mujeres hacían apuestas entre ellas con sus vecinos y familiares, observando con entusiasmo los descensos y capturando con sus cámaras las expresiones cómicas de todos aquellos que bajaban, resbalaban y caían sobre los escurridizos tapetes.

Entre las multitudes se encontraba Momiji ataviada con un elegante vestido, aplaudía y desafiaba a las familias a competir nuevamente entre sí. Sus bolsillos se llenaban de dinero al ganar apuestas y otras veces lo perdía ante los intrépidos que, dejándose llevar de sus provocaciones, ganaban la carrera en descenso.

En un momento, ante una pérdida inesperada que amenazaba sus ganancias, esperó un momento tras las multitudes y en un parpadeo desapareció de la vista, dejando tras de sí una estela de pétalos de Sakura que se elevaban en espiral hacia arriba para, un segundo después, descender y posarse en el suelo.

Desde los tejados, observaba con emoción como de sus bolsillos una inmensa variedad de billetes y monedas doradas de gran valor resonaban como cascabeles mientras saltaba de casa en casa.

Las campanas del monasterio sonaron, marcando el fin de la tarde y la inminente llegada de la noche. Mientras los juegos capturaban la atención en la parte posterior del monasterio, en la entrada, observaba cómo varias figuras vestidas con elegantes trajes salían de allí dirigiéndose a los jardines interiores. Entre ellos, identificó de inmediato a la figura vista en su móvil, recordando la descripción y la procedencia imperial que aquel llevaba consigo.

Oculta entre los tejados y camuflándose en las sombras, sus avellanes ojos apenas eran perceptibles en su escondite mientras observaba como aquel joven era custodiado por hombres que, bajo sus abrigos, delineaban siluetas de armas de fuego y munición. En tan solo un instante los monjes abrieron la puerta principal que conectaba con la plaza del monasterio mientras Noah y sus hombres se dirigían a una de las casas cercanas, encerrándose no sin antes que varios hombres miraran de reojo los alrededores y luego cerraran la puerta.

Momiji llena de intriga, se movía entre los tejados ocultando su presencia, tratando de no llamar la atención de nadie en tanto poco a poco iba acercándose a la casa del objetivo. Cuando finalmente llegó, múltiples conversaciones se entrelazaban entre sí, donde hombres furiosos alegaban y discutían. Además, desde el interior resonaban golpes de vidrios rotos y objetos cayendo. Hasta que una voz juvenil hizo que todo se calmara bajo una dura orden: — ¡Cierren la maldita boca! Finalmente, hemos recibido nuevas órdenes —.

Los coros coléricos de todos se apagaron al escuchar las instrucciones de su maestro, cuyos movimientos apenas eran audibles desde el tejado donde Momiji se encontraba.

Desesperada por la intriga, con un Kunai oculto bajo las correas abrió un pequeño agujero en el tejado. Sin embargo y para su sorpresa, una camada de roedores cruzó miradas con ella, para luego huir en todas las direcciones. Ambas manos cubrieron su boca, evitando que escapara un grito de terror y asco. Sus pupilas aún dilatadas observaban con náuseas los restos de la madriguera. Tomando un respiro e inhalando el aire puro de los alrededores, apaciguó su mareo para continuar abriendo el hueco con suavidad en el tejado.

Los ruidos se intensificaron aún más cuando rompía la zanja. Sus manos hábiles cortaban y removían la madera hasta que la voz de Noah llegó claramente a sus oídos:

— Esos malditos desgraciados recibirán nuevamente nuestro castigo. Capitán, reúna a los hombres y siga en curso con lo planeado —. Su orden fue respondida por una voz gruesa y firme que hablaba junto a él diciendo: — Así será, noble Noah —.

Momiji sacó de sus herramientas un pequeño cable con una cámara en un extremo, y al otro extremo tenía un pequeño visor donde observaba todo lo que aparecía en la visión del lente. Introduciéndolo por el tejado, observaba las múltiples figuras reunidas en completo orden mientras al frente permanecía Noah que, ofrecía un enorme recipiente de acero cubierto por telas blancas al hombre en frente suyo.

Al quitar las telas, un arsenal completo de armas de guerra llenaba su interior. Fusiles, ametralladoras, lanzagranadas, todo tipo de armas ligeras y munición se observaban en su interior. La atención de Momiji captó que tras Noah había variedades de otras cajas similares apiladas entre sí.

En un momento detuvo su exploración, pues una rata gigantesca mordió uno de sus dedos mientras permanecía inmersa en el visor periscópico. A punto de vomitar y aguantando el dolor, se dispuso a acabar con el animal, pero al ver un poco más allá, noto que los roedores habían vuelto a proteger su madriguera.

Entre ellos emitían chillidos que espeluznaron sus sentidos y sin perder un segundo, las tejas empezaron a retumbar por decenas de patas que se dirigían contra ella. Por más que intento defenderse, saltaron contra ella y se prendieron de su vestido rasgándolo y arañándola. Cuando estuvo a punto de gritar y vomitar, su rostro empezó a tornar tonos azules mientras sus labios vibraban sin control, haciendo que resbalara por la impresión y la repugnancia, dejando caer consigo varias tejas.

El sonido hizo que las voces se reactivaran, corriendo rápidamente al ático en busca de un posible informante. Sin embargo, al llegar solo encontraron a las ratas huyendo en manada, haciendo que algunas tejas cayeran al suelo. Solo una flor de sakura adornaba el tejado, haciendo que los hombres, completamente asqueados, se encerrarán y siguieran con sus planes.

Mientras… Momiji se aferraba a una antigua farola que iluminaba el tejado. Su rostro, variaba entre tonalidades amarillas y azules, reflejando tanto el malestar como las náuseas. Con torpeza intentaba arreglar su vestido, observando cómo tiras arrugadas y deshilachadas caían, mientras pequeñas marcas de patas de roedores adornaban sus piernas y torso. Decidida hizo su mejor esfuerzo para recuperar la compostura ajustando sus ropas de la mejor manera posible.

La tarde cedía ante un cielo oscurecido que revelaba la inmensidad del cosmos y las estrellas. Las farolas de la ciudad se encendían, dispersando la luz en cada esquina y rincón. El imponente monasterio, irradiaba su magnificencia con luces fulgurantes en sus jardines y cúpulas.

Momiji aguardaba con desesperación en los tejados; la hora del encuentro con sus colegas se posponía minuto a minuto. Frente a ella, la casa mostraba ya ninguna señal de vida. Con la noche sobre sus hombros, decidió aventurarse con cautela en el interior asegurándose de no ser vista, abriendo una alta ventana para ingresar.

Para su sorpresa, la casa estaba vacía: personas, cajas, su objetivo, toda forma de vida había desaparecido. Las amarillentas paredes revelaban cuartos de espera, baños y habitaciones. Los estantes estaban vacíos, salvo algunas latas desocupadas que albergaban pequeños insectos que ocultaban su presencia ante su llegada. Al bajar por las escaleras hacia el piso inferior, las luces aún brillaban en tanto que una pequeña radio emitía canciones clásicas en una emisora radial.

Cada crujido de la madera resonaba en la casa, y un desagradable aroma a orina y huevo podrido empezaba a impregnar el ambiente. En el descenso, se encontró con tres habitaciones: la cocina, la sala de espera y un baño. El crujir de sus tacones resonaba mientras exploraba con asombro al no encontrar nada en el interior de la vivienda.

Al inspeccionar la cocina, los roedores sorprendidos huían a pequeñas oquedades y los insectos se escondían tras electrodomésticos.

Nuevamente y llena de asco escapo de allí rápidamente, sostenía con nervios su boca para evitar que escaparan feroces gritos de asco.

Confundida y frustrada, continúo explorando cada rincón de la casa sin éxito. Su rostro enrojecido y lleno de ira y resignación lanzaba maldiciones mientras pataleaba con disgusto en tanto se lamentaba por sus ropas rasguñadas. Decidida, escapo nuevamente por la ventana mientras que su paso por la estancia era seguido por cámaras ocultas en las esquinas, registrando su entrada y salida.

El aire nocturno acariciaba sus cabellos, el flequillo de su angelical rostro danzaba contra su frente al compás de las heladas brisas mientras saltaba de techo en techo, recuperando el aliento y buscando calmar su malestar. Con su exploración concluida, se encaminó hacia las modernas zonas urbanas de la capital.

Entre tanto… en otro punto de la ciudad, cerca las modernas urbes que resplandecían con esplendor bajo la luz de la luna creciente, las áreas circundantes estaban animadas por parejas jóvenes que iban y venían de las salas de cine en los grandes centros comerciales. Los parques de las urbes albergaban mascotas y familias, disfrutando de breves paseos antes de regresar a sus hogares.

En una construcción alejada, a varios cientos de metros de varios lujosos e imponentes rascacielos, la maquinaria permanecía inmóvil con un leve rastro de calor cerca de ellas, disipando la energía de una ardua jornada laboral. Grandes grúas se alzaban con sus ganchos en lo alto e inmensas excavadoras reposaban con sus pinzas ordenadas unas junto a otras.

Las cercanías de la construcción estaban selladas por vallas y cercas, impidiendo el paso de personal no autorizado, y la oscuridad reinaba en su interior extendiéndose por todos los rincones. Aunque la luz de la luna apenas era perceptible a simple vista, en medio de las construcciones se movían cuatro individuos, corriendo en su interior y escapando de algo que los acechaba.

Su frenético escape hacia las estructuras iba acompañado de miradas aterrorizadas, volviendo los ojos constantemente para constatar que nada estaba tras de ellos. Aunque su miedo a menudo los obligaba a no mirar atrás, seguían huyendo y buscando refugio en las sombras.

En medio de la oscura construcción, los cuatro individuos se reunieron a descansar, pues… sus respiraciones agitadas resonaban en el silencio de la noche. Una voz femenina, intentando infundir ánimo, rompió el tenso silencio:

— Vamos muchachos, ya casi salimos de este maldito lugar. Si logramos escondernos entre los edificios podremos… —.

Antes de terminar sus palabras, la figura de Kasumi emergió tras de ella mostrándose como un espectro letal al tiempo que una wakizashi cortaba el viento y rebanaba en dos la cabeza de la joven segando su voz y su aliento. Su cerebro se dividió y palpitó antes de que el cuerpo sin vida de la joven se desplomara en el suelo mientras el resto de su cabeza salía disparado hacia ellos.

Los restos de su cráneo mancharon de sangre y órganos a sus compañeros mientras que sus ensangrentadas cabelleras se enredaban en sus rostros. No hubo gritos ni llantos, solo la mirada de horror de los jóvenes que ante sus ojos contemplaban como la persecutora desaparecía tras una pequeña burla: — ¡Hola hola! ¡No es hora de descansar! ¡Vamos! ¡Se que pueden hacerlo mejor chicos! —. Desapareció dejando pétalos de cerezo tras de sí y sin posibilidad de tomar el aliento retomaron su huida.

Sin misericordia, Kasumi reapareció en un momento decapitando a su siguiente víctima. Pues, cuando se detuvo agotado a intentar recuperar las fuerzas, el sonido del aire rompiéndose fue acompañado con su cabeza, que girando sin control terminó sobre las manos de una de sus compañeras.

Al siguiente, lo alcanzo intentando escalar las construcciones y con un giro en el aire, le arrebato las piernas, antes de que el joven siquiera pudiese reaccionar, Kasumi se coloso sobre él y tras una linda sonrisa empuño su arma. partiendo en dos al aterrado joven.

La última mujer, consumida por el miedo, tomo algunas herramientas de los trabajadores del lugar mientras gritaba al cielo, llevada por la locura en una súplica a Orochi. Ante sus ojos, Kasumi, se acercaba caminando en su dirección con una pausa calmada. La joven en su último aliento con un fragmento de tubo intento golpearla fallando una y otra vez. Mientras, la Kunoichi bailaba esquivando sus golpes con una tranquilidad efímera imitando a un zorro corriendo alrededor de un tocón del bosque.

En su último ataque, la tubería fue recibida por un dedo de Kasumi y esta, sin ninguna compasión, le propino una patada seca que hizo estallar el abdomen de la chica, rompiendo órganos y costillas, obligándola a expulsar litros de sangre por sus ojos, boca y orejas.

Kasumi con una linda sonrisa, pero con los ojos vibrando de ira dijo: — No es tan genial cuando vez a un verdadero demonio ¿Verdad? —. Tras darle una pequeña caricia en la frente y mientras se estiraba un poco, agregó: — No te preocupes, ahora mismo te enviare con tu Dios, niña tonta —. Una segunda patada impactó su cráneo, decapitándola al momento y liberando la gran presión de sangre en su interior, creando una fuente de fluidos que se elevaron a lo alto, emergiendo de su cuello.

Kasumi cortó sus muñecas como trofeos, robó sus documentos y, percatándose de las horas nocturnas, arregló su informal vestimenta, guardó sus armas y desapareció del lugar, dejando tras de sí una hermosa y suave estela de pétalos de cerezo ascendiendo en espiral.

La totalidad de la noche se cernía sobre la capital, la ciudad alumbraba cada rincón y cada casa con espectaculares luces. Las zonas urbanas y los centros comerciales vibraban con cierto fulgor pese a las horas nocturnas y los grandes rascacielos dibujaban a lo lejos sombras de los habitantes que ocupaban sus recintos.

En el espacioso apartamento de Muramassa, la atmósfera tranquila y familiar impregnaba cada rincón. El suelo, recién limpiado, despedía fragancias frutales que llenaban el lugar. A través de la ventana, la vasta capital Vigooriana se extendía, iluminando cada rincón con luces amarillas centelleantes.

Momiji se encontraba sentada, arreglándose el cabello después de una ducha prolongada. Envuelta en varias toallas, aplicaba suavemente cremas en los brazos y se ocupaba de su melena.

Ryu, cruzado de piernas en el sofá, estaba absorto en un programa de naturaleza en la televisión. El narrador documentaba una feroz lucha entre dos aves por el dominio de su territorio, lanzándose sin piedad la una contra la otra. Al final, la lucha no dejo a ninguna como ganadora. Pero ambas estaban destripadas y heridas de muerte tras la lucha.

Mientras tanto… Kasumi mostraba gran felicidad, dejando escapar murmullos cantados mientras preparaba la cena. Llevaba un delantal blanco regalo de Omitsu, con la marca del Mugen Tenshin en la espalda y la marca de los Hayabusa en la parte delantera junto a un rostro feliz.

Su grácil presencia en la sala dictaba su mandato mientras levantaba una sartén:

— ¡Está listo! Prepárense para comer —.

Sin rechistar, sus dos compañeros se prepararon mientras Kasumi llevaba varios platillos que dejaron boquiabiertos a sus amigos.

Para Ryu, eligió cocinar un «Tekka Don»: un tazón de arroz cubierto con finas lonjas de atún rojo crudo, marinadas en una mezcla de salsa de soja, mirin y jengibre. Para Momiji, optó por preparar «Chawanmushi», un delicado flan salado al vapor con pollo, camarones y setas. Y para sí misma, optó por cocinar uno de sus platos favoritos, «Okonomiyaki», un panqueque japonés que combina col rallada, carne y otros ingredientes, cubierto con una deliciosa salsa y mayonesa.

Los ojos de ambas brillaban ante la delicia, mientras Ryu observaba con indiferencia los informes entregados por Hayate. Momiji, agradecida, se lanzó al cuello de su amiga con lágrimas de felicidad.

— Kasumi, esto es increíble! ¡No puedo creer lo delicioso que se ve! ¡Gracias, gracias, gracias! —. Dijo, limpiando sus lágrimas y fijando su mirada en Ryu con una expresión penetrante.

— Ryu solo me hace comer vegetales crudos y bichos rastreros en nuestras misiones. ¡Nunca se esmera por preparar algo medianamente comestible! ¡Deberías aprender de Kasumi! —.

La mirada de Ryu fue intensa, pero Momiji buscando refugio, se ocultó tras Kasumi no sin antes hacer una mueca mostrándole la lengua. Sin inmutarse… Ryu, tomando un poco de té, respondió: — Los insectos son una excelente fuente de proteínas, Momiji. Y los vegetales crudos son buenos para la salud. ¿No deberías estar agradecida? ¿A pesar de que me preocupo por ti, te atreves a insultarme? Eso me pasa por ser tan bueno con tigo, supongo… —.

Kasumi intentaba contener en vano las risas ante los cómicos intercambios entre sus amigos. Momiji amenazaba con un tenedor a Ryu, mientras Ryu, buscando molestarla, robó un champiñón de su plato, haciendo que esta saltara sobre su cuello furiosa intentando recuperar su comida.

Después de la cena, los informes de cada uno comenzaron a extenderse sobre la mesa. Ryu entregó a Kasumi el informe de Hayate sobre sus movimientos, donde el mapa de las zonas de la ciudad se combinaba con puestos de vigilancia y horarios de sus hombres. Por su parte, Kasumi entregó las credenciales de sus anteriores víctimas y un testimonio grabado donde se jactaban de eliminar a varios miembros del clan. Momiji relató lo visto en la casa frente al Monasterio, detallando la presencia de Noah y la inexplicable desaparición de todos allí.

Recopilando los informes, Ryu ordenó a sus dos compañeras alistarse con todo su equipo. Asintiendo y sin perder tiempo, cada uno ingresó a sus habitaciones para preparar los elementos necesarios.

Kasumi observó con nostalgia y cariño su atuendo de combate. Sin remordimientos, retiró sus ropas para llevar consigo toda la indumentaria. Su traje se ajustaba a su cuerpo con elegancia, y como un toque personal, arregló sus cabellos con una cola de caballo acompañada de una cinta azul que se fundía con sus cobrizos cabellos.

Por otra parte, Momiji retiró sus toallas y arregló su cabello frente a un espejo. Vistió su cuerpo con su traje ceremonial de combate de la aldea. Sus pantalones rojos y sus atuendos blancos eran acompañados de herramientas atadas en su cadera. Armando su naginata tomó un respiro, intentando reprimir su tensa e inexplicable ansiedad.

Ryu observó su atuendo de combate colgado en un perchero. Al dejar sus ropas y ponérselo, recuerdos de antiguas heridas y viejos combates surgieron en un recuerdo efímero, desapareciendo al instante. Se dijo a sí mismo: — Acabare con esto de una vez por todas —. Mientras envainaba la espada del dragón a sus espaldas.

Viéndose todos preparados, Ryu dio una orden adicional a Kasumi: — Sabes que no puedes aparecer de repente, mantente a lo lejos e intenta cubrirnos las espaldas, no permitas que ningún miembro del clan te vea —. Asintiendo con la cabeza, se lanzaron al vacío, desapareciendo entre las paredes y tejados de los edificios cercanos en dirección al centro de la capital.

Capitulo 5

Volumen 1: La caída del Mugen Tenshin

Acto 3

La ciudad nocturna respiraba con una vida sutil, sus calles sumidas en la penumbra eran iluminadas por luces tenues de farolas que resaltaban cada rincón

La ciudad nocturna respiraba con una vida sutil, sus calles sumidas en la penumbra eran iluminadas por luces tenues de farolas que resaltaban cada rincón. La noche era acompañada por el fresco aroma del aire, impregnado de la serenidad que traía la oscuridad, entrelazándose con los suaves olores de la piedra urbana y el cálido asfalto.

Las pocas personas que aún circulaban por sus calles se deleitaban con el aire fresco y la pureza del firmamento. Las iluminadas calles, reflejaban sus rostros mientras que los murmullos de las últimas cenas escapaban con sutileza de las casas.

En lo más profundo de la ciudad, bajo el peso de toneladas de tierra y concreto, varios hombres llevaban grandes recipientes metálicos, corriendo por oquedades en una inmensa red de túneles excavados en las entrañas de la metrópolis.

El eco de sus pasos resonaba en las húmedas paredes mientras avanzaban con rapidez. Sus figuras, apenas visibles en la penumbra, eran iluminadas por antorchas, moviéndose con dificultad en un suelo fangoso que manchaba la suela de sus botas militares.

Noah encabezaba el grupo, seguido de cerca por un hombre robusto de cabello corto y musculatura prominente

Noah encabezaba el grupo, seguido de cerca por un hombre robusto de cabello corto y musculatura prominente. Su rostro mostraba una cicatriz de antiguas batallas que recorría su mentón hasta su ojo. Vestía botas negras y un pantalón camuflado, sujeto por un cinturón lleno de granadas y cuchillos. Su musculatura sobresalía de una camisa verdosa, sobre sus hombros llevaba amarrada una ametralladora y en sus brazos cargaba un fusil de asalto.

La agitada voz de Noah se dirigió al hombre mientras avanzaban inmersos en la extensa red subterránea:

— Capitán, ¿cuánto falta para llegar? No podemos perder más tiempo, esa perra ha descubierto el escondite —. El aliento del sujeto resonaba con cada movimiento de sus piernas, llenando de aire sus pulmones y exhalando con fuerza, antes de tomar su siguiente suspiro, contestó:

— Falta poco, noble Noah. Deberíamos estar a menos de quinientos metros de la posición. He contactado con mis hombres para esconder al maestro Bael en un recinto provisional, como se me ha indicado —.

Noah asintió con la cabeza y continuó su marcha. Sus elegantes zapatos y su pantalón de finas sedas se estropeaban en el barro, pero su compostura era indiferente mientras avanzaba.

Dentro del túnel, el chapoteo de los pasos de los visitantes se esparcía en todas direcciones, creando un eco desigual que resonaba ante el galope de una docena de hombres. Las paredes ásperas apenas permitían el paso de sus equipajes en tanto las paredes goteaban por el agua que se filtraba de las cercanías. Los murciélagos emitían chillidos antes de volar frente a ellos, y los roedores escapaban en su dirección, perdiéndose en el fango y en grietas ocultas bañadas de humedad.

La intrincada red de túneles finalmente guio a Noah y su grupo hacia una apertura que se conectaba con los acueductos subterráneos de la ciudad. Emergieron en un majestuoso laberinto de pasadizos inundados, donde el agua fluía con vigor desde diversas direcciones, limpia y pura.

Las paredes del acueducto estaban adornadas con tuberías que descendían desde lo alto, dejando caer un goteo constante de agua que resonaba en la atmósfera. Allí, la luz tenue de lámparas colgantes destacaba las superficies húmedas, reflejando destellos en cada gota de agua.

Un grupo de militares los recibió apuntando sus cañones, pero… al reconocer a Noah y al capitán la tensión se disipó. Bajaron sus armas, revelando expresiones aliviadas, y realizaron gestos reverenciales hacia Noah. A su capitán, le dieron un saludo en bienvenida al nuevo entorno.

Otra brigada de hombres se unió al grupo formando un pasillo de paso, mostrando sus armas ante Noah. En un gesto unísono, dejaron caer la culata al suelo, demostrando su respeto.

La voz de uno de los hombres que los recibía rompió el silencio del saludo acercándose a ellos:

— Noble Noah, comandante Zayd. Nos alegra su visita; no esperábamos encontrarlos tan pronto aquí abajo —.

Zayd, ajustando sus botas y ropas, enderezó su cuerpo y con una mirada asertiva, respondió: — Nos descubrieron, esa zorra Kunoichi abrirá la boca. Tendremos que buscar un nuevo escondite —.

El hombre con bandas de oficial en el brazo, quitándose el casco y rascándose la cabeza, comentó: — Si es eso cierto capitán este lugar está en riesgo. Si esos malditos descubren el paso… no solo estaremos en peligro, también lo estará el noble Noah y el maestro Bael —.

Sosteniendo el hombro de su teniente, Zayd con una sonrisa tanto espeluznante como tranquilizadora respondió: — Lo sé, dejamos preparado todo cuando vengan. No podrán ingresar, y si lo hacen, lo harán muertos… teniente —.

Noah, acercándose a la conversación enseño una grabación del interior de la casa. Allí se observaba como una mujer joven de pelo negro, largas cabelleras y un flequillo que cubría la mitad de su rostro ingresaba por la ventana superior, explorando cada rincón de la casa para luego huir.

— Al escuchar ruidos extraños supuse que algo andaba mal

— Al escuchar ruidos extraños supuse que algo andaba mal. Así que ordene a todos esconder los suministros y el equipo bajo una compuerta. Esos estúpidos… teniente, es muy seguro que vuelvan a investigar, ¿puede encargarse de ellos? —. Dijo Noah sin despegar su frívola mirada de su subordinado.

Con un movimiento de cabeza, respondió manteniendo la vista al frente: — ¡Puede estar tranquilo, noble Noah! No permitiremos que nadie perturbe su estancia —.

Revisando entre sus pertenencias, Noah, saco un visor que mostraba un mosaico de varias imágenes en su interior, su voz seca emitió su mandato al teniente mientras ofrecía el dispositivo:

— Cada imagen que vez acá es del interior de la casa, quiero que estén atentos en todo momento. Necesito… teniente, que vueles la casa si llegan a descubrir este lugar. ¿Entendido? —.

Con un gesto reverencial, todos los presentes inclinaron su cabeza asintiendo, recibiendo el dispositivo puso firme su cuerpo mientras decía:

— Puede contar conmigo señor —. Al terminar su frase, los hombres tras de él hicieron un corto grito de guerra entonando la oración: — ¡Larga vida a Orochi! —.

El teniente haciendo un gesto indicó a uno de sus hombres guiarlos hasta donde Bael, sin embargo. Zayd, con una expresión firme, se negó al consejo, en su lugar, decidió quedarse para supervisar la seguridad de la entrada al lugar. Con una mirada seria y autoritaria, indicó a los hombres que lo acompañaban, que se preparasen para su nueva tarea.

— No necesitaré a muchos para cuidar esta entrada. Mis hombres acompañarán al maestro Noah hacia Bael. Asegúrense de llevarlo a salvo y de informarle sobre la situación actual —. Instruyó con voz firme, en tanto que su tono de mando resonó en los pasillos del acueducto.

Mientras tanto, el teniente, asintiendo con respeto, seleccionó a uno de sus guías para acompañar a Noah en su recorrido hacia Bael.

— Mi señor, este es nuestro mejor guía. Conoce los túneles y pasadizos como la palma de su mano. Ve con el joven Noah y garantiza que lleguen a salvo con Bael —.

Noah, agradecido, asintió en señal de aceptación mientras se preparaba para emprender la marcha hacia la estancia de Bael. Zayd, el teniente y sus hombres prepararon sus indumentarias y las armas apuntando sus cañones en dirección al túnel.

Zayd ordenó a sus subordinados que vistieran sus trajes de combate; los visores térmicos y nocturnos iluminaban sus cascos como tres ojos rojos palpitantes, mientras llevaban sistemas de respiración con filtros. Sus camuflados verdes, recubiertos de antiblindaje les daba una apariencia robusta, complementada por un cinturón cargado con granadas y cartuchos de munición. Además, los fusiles que portaban exhibían largas bayonetas en las puntas.

Dentro de su traje, Zayd inhaló profundamente antes de utilizar el intercomunicador para ordenar una inspección minuciosa de cada elemento

Dentro de su traje, Zayd inhaló profundamente antes de utilizar el intercomunicador para ordenar una inspección minuciosa de cada elemento. Asegurándose de que todo estuviera en perfecto estado. Un instante después, centró su atención en el dispositivo que mostraba las cámaras.

Noah avanzó con su escolta y su guía por los rincones del acueducto, descendiendo desde los pisos superiores hasta los inferiores. Los amplios pasillos y corredores se entrelazaban en un laberinto que descendía hacia las entrañas de la tierra.

Avanzó a través de una puerta que conducía a un majestuoso pasillo esculpido con figuras y deidades de eras pasadas. Estaba adornado de columnas en forma de peristilo se extendían a lo alto de una cavidad iluminada, perfectamente adoquinada con piedra caliza y mármol. A lo largo de decenas de metros, el pasillo se alzaba imponente, evocando la grandeza de antaño. La luz bañaba el espacio de sus profundidades, proyectando una multitud de figuras que celebraban una congregación con Bael en medio de todos al final del corredor.

 La luz bañaba el espacio de sus profundidades, proyectando una multitud de figuras que celebraban una congregación con Bael en medio de todos al final del corredor

Con su voz profunda y resonante, llenaba el ambiente con un eco majestuoso y dulce captando la atención de todos. Noah avanzó cauteloso, cada pisada resonaba en las baldosas de mármol en su avance. Pero… su camino fue detenido por dos mujeres fieles al culto que, con un gesto de manos, le indicaron que guardara silencio y observara.

Un soldado herido con múltiples heridas de espada yacía mutilado de uno de sus brazos, se postraba al borde de la muerte frente a Bael que, extendiendo sus manos, desencadeno una luz purpura y cobriza que giraba como un remolino sobre todos, dejando tras de sí una estela de plumas moradas.

Pronunciando unas palabras en un lenguaje ancestral, la luz se lanzó sobre el soldado, haciéndolo levitar y penetrando sus heridas como un fuego ardiente que lo consumía. La sorpresa invadió a todos al ver emerger de sus hombros el brazo mutilado regenerado. Además, sus heridas y cicatrices eran selladas mientras el joven soldado volvía a la vida descendiendo en un frágil remolino hasta tocar el suelo.

Al rededor, las personas gritaban de regocijos y alegría, la familia del soldado lloraba desconsolada abrazando a su hijo al verlo completamente curado y salvado de la muerte. Al retirarse besando las manos de su salvador, una joven mujer se acercó a sus pies, con la cara baja y con una mirada humilde… como si rogara con desesperación un nuevo milagro para ser salvada.

Su cuerpo estaba cubierto de manchas negras purulentas que al retirar la piel desvelaba un ecosistema de agujeros y cavidades, donde algunas larvas y criaturas emergían y se ocultaban en las heridas. Bajo las yagas, completamente infectadas, la carne variaba en tonalidades amarillas y purpuras, develando túneles bajo la piel donde los gusanos construían colonias y oquedades una junto a otra y una sobre otra, dejando entrever la cabeza de sus escurridizos cuerpos en las profundas oquedades.

Las personas del culto intentaban alejar a la joven de Bael, temiendo que la enfermedad se expandiera a su líder. Sin embargo, con un rostro compasivo y lleno de fraternidad poso las manos sobre el rostro de la chica evocando nuevamente coloridas luces que volvían a bañar el lugar con hermosos plumajes morados.

La luz se posó como una esencia circular sobre ella, y un momento después, giro rodeándola en un torbellino de fuego. Las yagas se levantaban y eran consumidas junto a la vida parasitaria, que, ante el fulgor de la luz salía de las oquedades siendo quemadas y desintegradas. La carne, de colores pálidos y enfermizos se consumía con el fuego para retomar un rojo palpitante y su piel, retoñaba extendiéndose y cubriendo las heridas.

En un parpadeo, la luz desapareció tras una estela negra que la consumió por completo, dejando un eco insonoro en el ambiente. La joven, ayudada por las cálidas manos de Bael, se levantó emitiendo un aura de vida y un brillo imperceptible en su alrededor, sus ojos de incredulidad observaban a los fieles que la rodeaban. Un momento después, se derrumbó a los pies de su salvador llorando desconsolada por el milagro y su curación.

 El milagro ante los ojos de Noah llenaba su espíritu de aliento, y su corazón se llenaba de emoción ante los alegres llantos de los fieles que en un acto de celebración tomaron a bael por las piernas levantándolo entre todos mientras hermosas flo...

El milagro ante los ojos de Noah llenaba su espíritu de aliento, y su corazón se llenaba de emoción ante los alegres llantos de los fieles que en un acto de celebración tomaron a bael por las piernas levantándolo entre todos mientras hermosas flores eran lanzadas sobre su ser.

Abriéndose paso en medio del tumulto de personas. Se acerco a su maestro y con la incredulidad de los milagros recién sucedidos hizo una seña con sus manos a Bael.

Sorprendido, le devolvió la seña a su discípulo y dando una indicación a los fieles abrieron el paso para su encuentro. Noah, tras un abrazo fraternal, siendo testigo de los poderes de la deidad dijo: — Ha sido una demostración esplendida maestro, nunca he visto nada igual —.

Bael con el regocijo de las adulaciones tras de sí y mirando a los ojos de su pupilo respondió: — Has vuelto, Noah. Esta ha sido solo una fracción del poder de nuestro señor, pronto serás testigo de la grandeza de sus sirvientes —.

Desviando la mirada y dejando escapar un suspiro, Noah, respondió con preocupación: — Mi señor, este sitio es peligroso… debemos dar entrada a los guardianes a este mundo, ahora. Esos malditos asesinos están acabando con todos nuestros miembros sin que podamos hacer nada —.

Con una mirada tranquila, dio una suave caricia sobre la cabeza de su discípulo mientras con sus manos dibujaba en el aire una visión de otro mundo: En el interior, se observaban las almas de cada miembro eliminado descender en un prado de flores violetas y purpuras, los árboles se rizaban emitiendo una belleza retorcida en un bosque profundo. A los pies de un trono, sus almas se transformaban con suavidad en seres humanoides, sus pieles se tornaban marrones y oscuras mientras que sus cabezas se deformaban convirtiendo sus bocas en afilados espirales. Los huesos de las manos se alargaban formando afiladas garras mientras que… a otros, se les curvaban los brazos formando grandes pinzas.

Las figuras tras la imagen se arrodillaban ante una entidad imperceptible que era custodiada por la silueta de un hombre cuya sombra permitía ver la claridad de unos prominentes ojos verdes que, dirigiendo su mirada al portal, lleno de odio y evocando una sonrisa maligna, hizo que con un pestañeo la visión desapareciera.

— Lo que acabas de ver, es el destino exclusivo de los miembros del culto. Ahora han tenido el privilegio de servir directamente a nuestro amo, por lo tanto. No debes preocuparte Noah —.

Impactado, guardo silencio un instante. Dio un suspiro, arreglo sus cabellos y un momento después dijo: — ¿Cuáles son tus planes, maestro?, he intentado combatir contra esos sujetos, pero ha sido en vano. Nunca pensé que los guardianes de la deidad tuviesen tanto poder —.

— Hijo mío, mañana contemplaras mi fuerza, por ahora sigue con tu misión y defiende este lugar. Debemos soportar al menos un día más antes de entrar en acción —. Contesto Bael mientras volvía la espalda en dirección a los fieles. Deteniéndose un momento, agrego: — Confía en tus instintos, Noah. El descendiente de los emperadores debe saber cómo cuidar a su gente. No te preocupes, pronto recibirás mi próxima orden —.

La presencia de Bael se fundió con la masa de fieles que lo seguían a otra recamara de las profundidades. Mientras, con un ápice de esperanza, Noah volvía la mirada al guía y a los hombres de escolta que observaban su rostro en espera de una orden.

Haciendo un gesto con la cabeza, indico que lo siguieran perdiéndose en los interminables laberintos de las profundidades.

CAPITULO 6 – (Cenizas entre las sombras)

Volumen 1: La caída del Mugen Tenshin

Acto 1

La ciudad de Tairon yacía sumergida en la oscuridad de la noche

La ciudad de Tairon yacía sumergida en la oscuridad de la noche. En una plaza cercana al gran puente elevadizo de la ciudad, una majestuosa torre de reloj marcaba una hora cercana a la medianoche. El puente metálico era alzado al cruzar una embarcación por un hermoso río de aguas cristalinas, donde en su interior, hermosos peces de variados colores se deslizaban en las profundidades del lecho del río.

La ciudad dividida por las aguas, se conectaba con múltiples puentes. Entre ellos… el más emblemático y querido era aquel que conectaba la majestuosa plaza del camino del foso con el distrito de Dworku, cuya entrada estaba adornada con hermosas escaleras empinadas que daban acceso a múltiples calles empedradas de las zonas más clásicas y emblemáticas de la ciudad, cercanas al gran monasterio.

En medio de las altas horas de la noche, la ciudad palpitaba con una calma en la que solo las luces tenues de farolas y los destellos de las ventanas iluminaban el panorama

En medio de las altas horas de la noche, la ciudad palpitaba con una calma en la que solo las luces tenues de farolas y los destellos de las ventanas iluminaban el panorama. Los pocos habitantes de las calles se retiraban a sus hogares, llevando consigo el cansancio en los ojos después de un día de labor.

Algunas figuras solitarias caminaban con paso lento; sus siluetas se reflejaban en el suelo de piedra y las ventanas. Además, sus voces eran susurros apenas audibles en la quietud de la noche.

Como un gigante de metal y engranajes, el puente permanecía en reposo mientras los habitantes de ambos lados aguardaban su turno para cruzar. Las luces ambarinas iluminaban su estructura metálica, mientras se formaba una melodía con el crujir de las piezas móviles que se fusionaba con el correr de las aguas estrellándose contra las rocas.

Las brisas se disipaban en el aire, llevando el aroma de un perfume nítido a acre inoxidable, combinado con el aroma de aguas dulces en movimiento

Las brisas se disipaban en el aire, llevando el aroma de un perfume nítido a acre inoxidable, combinado con el aroma de aguas dulces en movimiento. Las pocas conversaciones se perdían como murmullos en cuanto el puente se desplegaba para dar paso a los habitantes que cruzaban de un lado a otro.

Al final de las escaleras que conectaban con el distrito de Dworku, Hayate permanecía recostado en el tejado de una modesta casa observando cada individuo que llegaba del otro lado de la ciudad, miraba su reloj con impaciencia sin despejar la vista un momento de la entrada al distrito.

Por su parte, Ayane lucia su traje de combate ante los habitantes que, asombrados por su belleza, la observaban un instante para seguir con su camino. Junto a ella, Irene lucia sus negras cabelleras que eran acariciadas por la brisa. Tras ella, Susaku y Kaede aguardaban jugueteando entre ellos dándose golpes y amenazándose tomándose uno del otro por el cuello de sus camisas.

Irene, tras enfadarse al recibir un empujón por la espalda en el jugueteo de sus colegas abofeteo sus rostros obligándolos a mantener la compostura. Tomando un suspiro, se dirigió con respeto a Ayane:

— Maestra, la espera se hace larga y el rostro de Hayate me asusta un poco. ¿Crees que los Hayabusa tuvieron dificultades para encontrar este lugar? El equipo está listo para la acción y varios de nuestros objetivos se encuentran en este distrito —.

Ayane, con desinterés, enroscaba sus cabelleras moradas con un dedo mientras observaba la entrada del distrito, explorando las vestimentas de los individuos que subían.

— Espera un poco más, Irene. Mi hermano siempre está de mal genio, así que… despreocúpate un poco. Además, si hacemos las cosas con prisa, puede que cometamos muchos errores —.

Resignada, tomó un suspiro mientras observaba las estrellas, enamorada del firmamento. Sin embargo, su figura se desplomó al suelo al ser derribada por Susaku que, tras una nueva riña con su amigo, cayó… arrastrando a la comandante en su camino.

Mostrando sus brazos en señal de fuerza Kaede volvía a desafiarlo, iniciando una nueva pelea entre ambos. Irene mientras intentaba contener el enojo, vio de sus bolsillos un espejo que usaba para el maquillaje completamente roto, haciendo que saliera de sus cabales.

Su figura se alzó en medio de las amenazas de sus colegas que, observando su siniestra figura, arreglaron sus ropas uno al otro para luego hablar entre sí de manera formal. A pesar de todo, sus esfuerzos fueron en vano al encontrar las manos de Irene, que como unas pinzas aplastaba sin piedad sus cuellos.

Al final, los obligo a ponerse de frente contra una pared y sin piedad, soltó un puñetazo en la cabeza de cada uno.

Sus cabezas, como si fueran huecas o cocos vacíos resonaron alrededor, llamando la atención de los demás miembros del clan que irremediablemente estallaron en carcajadas.

Su rostro colérico volvió la mirada hacia la maestra, con su genio colmado y en un tono más agresivo dijo: — Dudo mucho que vengan, si están relacionados con la fugitiva… no han de ser personas de fiar —.

Ayane permanecía inmutada con su vista en la entrada hasta que diviso dos figuras familiares que hacían presencia luego de que todos los ciudadanos subieran las escaleras.

Ryu, acompañado de Momiji, se presentó ante Ayane con un gesto de reverencia, llevando consigo su equipaje de combate. Hayate y Ayane observaban con asombro su presencia, especialmente a Momiji que se presentaba con un semblante tímido al percatarse de la docena de miradas sobre ella.

Ayane, sin intentar ocultar la sorpresa dijo: — Maestro Ryu, señorita Momiji

Ayane, sin intentar ocultar la sorpresa dijo: — Maestro Ryu, señorita Momiji. ¿Ha sucedido algo con el Maestro Joe? —.

Ryu, con un semblante sereno y serio, respondió: — Se ha quedado en casa protegiendo el hogar; en su nombre ha enviado a Momiji para completar la misión —. Mientras terminaba, observaba cómo la figura de Hayate descendía desde los tejados para su encuentro y, con una seña de manos, saludó a su amigo:

— Ryu… finalmente has venido. Lo siento, pero el tiempo ya ha empezado a correr y debemos apresurarnos en cumplir los objetivos de hoy —. Hurgando en sus pertenencias, mostró un mapa del distrito de Dworku; en su interior se encontraban varias localizaciones con una «x» marcada al lado de las fotos de los rostros y las casas de sus objetivos.

Ofreció el mapa a Ryu y mientras detallaban cada elemento de la ciudad, agregó: — Los objetivos deben ser eliminados antes del amanecer, no importa el método que uses; solo intenta no causar revuelos innecesarios en la ciudad. Las fuerzas de Vigoor nos siguen y no podemos permitirnos ser descubiertos… aún —.

Ryu tras darle a Momiji el mapa, asintió con la cabeza y respondió: — De acuerdo, intenten descansar mientras tanto —. Haciendo un gesto a Momiji, se dirigieron al corazón de los barrios, preparándose para cumplir su objetivo.

Antes de partir, Momiji cruzó miradas con Irene y con Ayane e hizo un saludo reverencial que fue devuelto por parte de ambas. Al toparse con la figura de Hayate, dijo: – ¡Lo olvidaba! ¡Ma-Maestro Hayate!… Encontré frente al monasterio… —. Su voz fue interrumpida por Ryu: — Deja de perder el tiempo, deprisa —. Volviendo las espaldas y continuando su camino.

Inclinándose y pidiendo perdón, Momiji se dirigió al lugar, para un momento después desaparecer… perdiéndose en los tejados de las viviendas cercanas.

Al mismo tiempo en los tejados cercanos, Kasumi seguía los movimientos a lo lejos, ocultando su presencia de sus hermanos. Mientras, mantenía el ritmo de Ryu y Momiji desde las casas cercanas y acercándose poco a poco, logró contactarlos y comenzar su recorrido juntos.

— ¿Cómo sigue tu tobillo, Kasumi? —. Preguntó Ryu mientras avanzaban implacables de casa en casa.

Kasumi, recibiendo el mapa de la zona en sus manos, respondió: — Sobreviviré. ¡Los cuidados de Momiji han hecho maravillas! —.

Detuvieron su marcha en las cercanías del fin del distrito. Las vías del tren dividían el distrito de Dworku con el distrito de Pazu. En medio, una elegante estación de tren tenía su acceso por medio de un subterráneo, mientras que en la superficie los ferrocarriles pasaban sonando sus silbatos, acompañados por el vapor humeante en su recorrido.

Ryu movía sus manos sobre el mapa mientras sus acompañantes escuchaban las indicaciones con atención

Ryu movía sus manos sobre el mapa mientras sus acompañantes escuchaban las indicaciones con atención. Él se centraría en los enemigos cercanos a la plaza del monasterio, Momiji se enfocaría en los enemigos al sur, cerca de las posiciones de Hayate y su gente, mientras Kasumi se enfocaría en las zonas del norte, lejos de sus hermanos.

Siendo aclarados los objetivos asintieron con la cabeza, listos para partir. La espera a la orden se mantuvo mientras observaban a Ryu, que fijando la mirada en Kasumi dijo: — No te esfuerces mucho. Cuando termines… regresa a este lugar. No permitas que te descubran —.

Las tres figuras desaparecieron, dejando tras de sí una colorida y poderosa mezcla de pétalos de sakura y cerezos dispersados por el viento en todas las direcciones.

Pasada la medianoche, sus siluetas se movían con agilidad en diferentes direcciones. El silencio que rondaba el lugar era acompañado por las corrientes de aire que golpeaban con violencia las ventanas de las casas. Los gatos cazaban furtivamente en los tejados a los roedores y el pitido distante de los trenes resonaba suavemente en el ambiente.

Como si fueran demonios, entraban en las viviendas marcadas. Con un rápido y letal tajo tomaban las cabezas de sus presas: Las sábanas se manchaban de sangre y el corte… como si fueran cirujanos, dejaba un destajo perfecto a la altura de los hombros.

Los rostros de sus víctimas no demarcaban dolor o sufrimiento alguno. Parecía que seguían inmersos en sus sueños como si fueran a despertar al más mínimo movimiento. Terminado el asalto, amarraban con un alambre de acero los trofeos a sus cinturones, abrían la ventana y desaparecían en camino al siguiente objetivo.

Sin piedad ni misericordia, cegaban la vida de todos en el papel. Las esposas e hijos seguían descansando ante el implacable silencio; las mascotas no percibían movimiento alguno y continuaban su siesta. Solo un viento frío al entrar era la señal de su visita.

La noche bañaba sus siluetas y como un cómplice divino, otorgaba fuerza a los vientos para silenciar su trabajo.

A mitad de la madrugada Kasumi, con su trabajo terminado, se retiró al lugar indicado. Amarró su último trofeo de caza y abandonó el lugar, perdiéndose mientras observaba el paso de los trenes de carga. Se maravillaba con la paz y la armoniosa melodía de la ciudad. Recordaba unas horas antes la insistencia de Ryu de permanecer alejada y… por un momento… su mente la hizo alucinar con Ryu tomándola de la mano con dulzura y mirándola a los ojos: — No dejes que te descubran, vuelve aquí cuando termines… mi querida Kasumi…—. Sus mejillas se ruborizaron, y para salir de su hermoso trance, se dio a sí misma un pellizco en el cachete. Observo la luna en los cielos, que ocultaba la mitad de su superficie, tomó un respiro de éxito y alegría al estar nuevamente en condiciones para el combate.

En el lugar de encuentro, Momiji aterrizo un momento después junto a Kasumi y con un rostro de desilusión expresó: — No puede ser, ¿cómo has llegado antes que yo? —. La sonrisa victoriosa en el rostro de Kasumi se burlaba juguetonamente pero, en ese instante Ryu apareció tras ellas.

Llevaba consigo su cinturón rodeado de cabezas cercenadas y otro cinturón amarrado al lado de uno de sus brazos. Los trofeos de caza sorprendieron a ambas chicas, que con miradas espeluznadas y grises murmuraron al tiempo: — Eres un maldito monstruo —.

Con indiferencia, Ryu extendió su mano exigiendo a Kasumi sus presas y sin problema alguno los entregó diciendo: — Entiendo… Los esperaré aquí. Sería estúpido y más aún si Ayane se encuentra allí —.

Momiji tomó las presas de Kasumi e hizo un gesto asintiendo con la cabeza y un instante después, se perdió entre las casas con Ryu.

Allí, sobre aquel oscuro tejado Kasumi permanecía sola, dirigiendo su mirada a los ferrocarriles mientras escuchaba su sinfonía y perdiéndose en fantasías donde revoloteaba junto a sus hermanos y amigos.

Por otra parte, mientras Hayate platicaba con sus hombres, fue sorprendido por una mano que tocó su hombro y lo hizo volver las espaldas. Su semblante se vio impresionado al ver a los Hayabusa con docenas de cabezas colgando de cinturones, que fueron arrojadas a sus pies.

— El trabajo de hoy está listo, Hayate. Nos reuniremos en el distrito de Pazu mañana a las mismas horas —. Dijo Ryu mientras volvía las espaldas preparándose para partir.

Sin embargo, su camino fue interrumpido por Irene que, interponiéndose con incredulidad en su voz, dijo: — ¡Eso es imposible! A nosotros nos tomó casi cuatro días eliminar menos objetivos. ¿Cómo demonios lo hicieron estos dos tan rápido? —.

Su pregunta fue contestada por Hayate que, apartándola con una mano dijo: — Déjalo, ya estamos acostumbrados a esto. Ryu, nos veremos al otro lado de las líneas del tren —.

Asintiendo sin respuesta alguna, Ryu se dispuso de nuevo a retomar su camino. Sin embargo, fue detenido nuevamente por Momiji que, enfocando su atención en Hayate, dijo: — Espera maestro. Hayate debe saber lo de esa casa —.

— ¿Esa casa? —. Respondieron Ryu y Hayate al mismo tiempo.

Asintiendo, Momiji empezó a relatar lo descubierto en la casa y el hallazgo de la presencia de Noah allí. Relató lo escuchado y visto, además de la extraña desaparición de todos en el interior.

Con intriga, Hayate ordenó a sus hombres prepararse: — Si eso es verdad… es algo que no hay que dejar pasar. No sabemos si podamos volver a contactar al enemigo —. De los trajes informales sacaron sus espadas mientras se encaminaban a la plaza del monasterio. Hayate observó a Ryu, y un momento después preguntó: — ¿Vas a ir? —. A lo que Ryu, volviendo los ojos, accedió.

Irene seguía sus movimientos con sospecha y en un descuido se alejó con sus colegas, ordenándoles: — Chicos, hay algo extraño aquí. Exploren los alrededores y manténganme informada a mí o a Ayane —. Asintiendo la cabeza, Susaku y Kaede desaparecieron en dirección contraria, mientras Ayane observaba lo ocurrido.

— ¿Qué estás tramando ahora, Irene? —. Preguntó, con sus ojos rojizos posándose sobre su discípula.

—¡Maestra! —. Respondió exaltada. Retomó la tranquilidad, y un segundo después contestó: — Creo que Kasumi está cerca. Solo… quiero confirmarlo, los envié a explorar el área; luego se reunirán con nosotros —.

Ayane sin perder oportunidad, asintió con la cabeza y una malvada risa se dibujó en su boca mientras decía: — Ya veo, de acuerdo… Sin embargo, ve con ellos. Estaré al tanto de sus informes —.

Inclinando su rodilla en señal de respeto, Irene se dirigió corriendo tras ellos, perdiéndose en la oscuridad. Por su parte, Ayane retomó su misión junto a Hayate y sus hombres en tanto permanecían a la espera para explorar el interior del sitio indicado.

Capitulo 6

Volumen 1 : La caída del Mugen Tenshin

Acto 2

La plaza del monasterio yacía envuelta en un silencio profundo durante la quietud de la madrugada

La plaza del monasterio yacía envuelta en un silencio profundo durante la quietud de la madrugada. La soledad imperaba en todos los rincones y el suelo de piedra se iluminaba con la tenue luz de farolas dispuestas en cada rincón de la ciudad. Un viento gélido soplaba, azotando las paredes y las ventanas, generando un silbido que rompía la quietud del aire a su paso.

A las puertas del Monasterio, las sombras de Hayate y sus hombres se deslizaban con sigilo por cada rincón, observando cada movimiento mientras otros penetraban en el recinto indicado por Momiji. Violaron la cerradura principal, abrieron las ventanas e ingresaron simultáneamente ocupando la totalidad del espacio. Inspeccionaban cada rincón, cada mueble, y cada indumentaria con meticulosidad.

El penetrante hedor a carne descompuesta flotaba en el aire, envolviendo cada rincón con su pesadez nauseabunda. La mezcla agria de orina de roedor se entrelazaba con el olor a humedad rancia y moho, creando una combinación avasalladora que impregnaba las paredes con su atmosfera viciada. Algunos presentes se veían obligados a cubrir sus bocas con máscaras, mientras otros optaban por huir ante el insoportable hedor.

Con un gesto, Hayate invitó a Momiji y Ayane a ingresar para inspeccionar. Sin embargo, la propuesta fue rechazada con rapidez por Momiji, quien, recordando aquel incidente embarazoso y repugnante, negó enérgicamente la invitación; refugiándose detrás de Ayane. Esta última, al observarla, optó por declinar la oferta también.

Sin otra opción al ser rechazado incluso por Ryu, Hayate ingresó con el resto de sus hombres para inspeccionar el lugar. En los pisos inferiores, debajo de un tapete y oculta tras la nevera, descubrieron una puerta de madera sin aros de apertura. Al abrirla, un único túnel se extendía hacia las entrañas de la ciudad y en su interior la oscuridad palpitaba develando sus irregulares paredes y su piso fangoso. En ese momento, una colonia de murciélagos escapó volando sobre sus cabezas, y los roedores que surgían de allí se dispersaron dentro de la casa, escondiéndose en orificios y trepando por las escaleras para perderse en el ático.

Por otra parte, y mientras los hombres del Hayate inspeccionaban la casa y el pasaje; al final del túnel donde los esperaban, la voz agitada de un hombre resonaba en los acueductos. Observando a su capitán, el teniente decía: — ¡Hágalo ahora, capitán! Si descienden a los túneles, será demasiado tarde para contenerlos —.

Zayd, con una señal en su mano, indicó que se calmara mientras vigilaba las cámaras del dispositivo. En las imágenes, varios enemigos del Mugen Tenshin se adentraban en el túnel, explorando sus profundidades con linternas.

Ordenando que apuntaran las armas y prepararan todo, añadió: — Tranquilo teniente, solo un momento más… que entren algunos más… ¡Ahora! —.

Mientras, en la superficie, Hayate recordó el plano de la ciudad con los objetivos marcados. Saliendo de la casa, dispuesto a tachar el lugar tomó rumbo en dirección a donde se encontraba su hermana y antes de que pudiera dirigirle la palabra a Ayane, una inquietante vibración se adueñó del lugar.

Una agitación súbita sacudió la estructura cuando la primera explosión detonó, originando un estallido que hizo temblar las paredes y desgarró con violencia el suelo de madera. Chispas y escombros volaron en el aire antes de que, en un sincronizado eco de destrucción, una segunda explosión se desatara. En un estremecimiento aterrador, el tejado de la casa se convirtió en una lluvia de escombros ardientes y las entrañas del edificio, despojadas de su integridad, fueron lanzadas con fuerza al cielo. En un abrir y cerrar de ojos, lo que antes fue un hogar se redujo a humo y escombros, marcado por la furia devastadora de las explosiones y él fuego.

La plaza quedó sumida en un silencio profundo, solo interrumpido por el sonido de madera rompiéndose y las llamas devorando todo a su paso, extendiendo su dominio en todas las direcciones

La plaza quedó sumida en un silencio profundo, solo interrumpido por el sonido de madera rompiéndose y las llamas devorando todo a su paso, extendiendo su dominio en todas las direcciones. Los habitantes se levantaron de golpe, atraídos por el espectáculo de fuego incandescente que se alzaba hacia el firmamento.

El silencio sepulcral fue quebrantado por una docena de gritos estremecedores, emanados de mujeres y niños en las cercanías, pidiendo socorro al ver el cuerpo decapitado de sus seres queridos. Los llantos se adueñaron del distrito, mientras que cuatro hombres detenían a Hayate que buscaba de todas las maneras entrar al lugar para buscar sobrevivientes.

Las alarmas pronto sonaron por todo el distrito y luego, una bocina retumbo en el área:

— ¡Atención ciudadanos! Se ha registrado una explosión en las cercanías del monasterio. En orden del mando central de las fuerzas imperiales, se les ordena a todos evacuar hacia los túneles de la estación ferroviaria. Manténganse alejados del área afectada. No intenten regresar a sus hogares en el distrito; recibirán instrucciones una vez evacuen el área —.

La grabación del parlante se repetía, resonando por todo el distrito mientras numerosas familias empacaban precipitadamente y abandonaban el lugar. En la plaza, las personas observaban horrorizadas cómo individuos envueltos en llamas salían del edificio, retorciéndose en el mármol; buscando ayuda en vano. Sus cuerpos oscurecidos por el fuego, caían sin vida mientras eran consumidos. En el interior de la casa, figuras ardientes intentaban escapar y los pocos que lo lograban eran auxiliados por aquellos extraños sujetos.

Las extremidades calcinadas y cuerpos mutilados que habían sido expulsados por la onda expansiva, se esparcían alrededor de la casa

Las extremidades calcinadas y cuerpos mutilados que habían sido expulsados por la onda expansiva, se esparcían alrededor de la casa. Un olor a cuero quemado y pólvora impregnaba las aceras y el paisaje, desdibujando la belleza de la arquitectura.

Los miembros del Mugen Tenshin recogían a los caídos y ayudaban a los heridos, los ponían sobre sus hombros para luego desaparecer desvaneciéndose rápidamente en la oscuridad mientras que las sirenas de ambulancias y patrullas de policía resonaban cada vez más cerca.

El rostro de Hayate quedó paralizado al ver a sus hombres consumidos por las llamas: Sus cantos, risas y chistes revolvían su cabeza incrédulo de que, en un instante, para ellos todo hubiese desaparecido. La voz de Ayane lo devolvió al presente y al mirarla, observó cómo las lágrimas caían incontenibles de su gentil rostro.

— Debemos marcharnos, hermano. No podemos permitir que más miembros caigan aquí; debemos ayudarlos de inmediato —. dijo Ayane, sin poder contener las lágrimas.

Furioso y renegando con los brazos, contestó: — ¿Estás loca? ¡No voy a abandonarlos en este maldito lugar! Los llevaremos con nosotros ¡Ahora! —.

Las sirenas de las patrullas resonaron con un eco potente, eclipsando las conversaciones más y más cerca

Las sirenas de las patrullas resonaron con un eco potente, eclipsando las conversaciones más y más cerca. A medida que las patrullas avanzaban, se veían más acorralados y, ante la negativa de Hayate, Ryu golpeó su cuello noqueándolo al instante. Dejó el cuerpo sobre su hombro y dijo:

— Ayane, es hora de irnos. Este estúpido… si se queda caerá directo a la trampa… No podemos permitir que nadie sea capturado. Recoge a tus hombres con Momiji y vámonos de aquí de inmediato —.

Asintiendo, las dos jóvenes acompañadas por algunos miembros del clan, tomaron a los pocos sobrevivientes en hombros y huyeron hacia el norte, intentando pasar desapercibidas entre las multitudes que se dirigían a la estación del tren.

Bajo los escombros de la explosión, un puñado de hombres habían quedado sepultados en el ducto hacia los acueductos, con toneladas de escombros sobre sus cabezas. La oscuridad del pasadizo se empezó a bañar con humo y gases que emanaban de la superficie y, conteniendo la respiración, empezaron a huir corriendo por el suelo fangoso.

A lo lejos, divisaron la última luz de esperanza al final del túnel. Sin embargo, antes de que pudieran emerger, la voz metálica de un hombre grito: — ¡Fuego! ¡Disparen! —. De manera inmediata, varias ráfagas de fusil se adentraron en dirección del túnel, sus trazos incandescentes resplandecieron mientras perforaban a los objetivos; atravesando cabezas, órganos y piel.

Tras descargar los primeros cartuchos de munición, la agonía de los que se lamentaban dentro llegaba a sus oídos y, en un momento, dos individuos con heridas de bala se lanzaron al ataque empuñando a una mano la espada y con la otra recogiendo sus intestinos.

La voz del capitán volvió a emitir su orden: — ¡Mátenlos! ¡Disparen! ¡Abran fuego! —. El sonido de las ametralladoras y los incontables fusiles volvió a romper el ambiente, haciendo que ambos hombres cayeran súbitamente al suelo sin vida.

Tras el silencio, el aire quedo impregnado con un olor metálico a acre de una amalgama de pólvora y calor. Los casquillos detonados eran transportados por las aguas del acueducto, estrellándose en las botas de los militares.

Los visores en sus rostros escudriñaban cada rincón del túnel y al no hallar señal de vida, se adentraron para inspeccionar. El teniente escuchó un lamento a lo lejos, un poco más adentro del túnel; el único superviviente se retorcía con una herida de bala en la pierna.

Apuntando su arma, listo para acabar con el sujeto, se detuvo un momento y reportó por intercomunicador: — Encontramos uno vivo comandante —.

Zayd, retirándose el casco y descansando su arma dijo: — Tráiganlo, veamos que puede hacer por nosotros —.

Entre varios hombres arrastraron al herido por el pelo mientras le daban caricias de puntapié y al llegar al acueducto, le recibieron con aun más incontables golpes e insultos. Las pesadas botas de los militares pateaban sin piedad su cuerpo, mientras otros lo azotaban con las culatas de los fusiles en la cara y en el pecho. Tras verlo pasmado casi sin poder moverse, lo levantaron de los cabellos para abofetearlo y escupirle; lanzándolo de un soldado a otro como un muñeco de trapo, solo pare recibir más puñetazos e insultos.

— Comandante… ¿Qué hacemos con él? —. Pregunto el teniente.

El rostro de Zayd emanaba una sonrisa oscura, y propinando una patada extra al estómago del joven, respondió: — Llevémoslo junto al joven Noah, él sabrá qué hacer con él —. Con un gesto, dos de sus hombres levantaron en hombros al maltrecho joven y, junto al comandante, se adentraron en las profundidades del acueducto.

Por su parte, Noah permanecía sumido en sus pensamientos, evocaba en un recinto cerrado de las profundidades una paz abrumadora mientras estudiaba un mapa detallado de la ciudad y los subterráneos del acueducto. La quietud fue interrumpida por el murmullo de un doliente que se aproximaba, maltrecho y siendo llevado por dos hombres.

Al ser arrojado con violencia a sus pies Noah se sorprendió y desconcertado, intento decir algo… pero, en ese preciso momento, la voz de Zayd se apodero del lugar: — Joven Noah, le he traído un obsequio —.

Frunciendo el ceño y mirando con extrañeza al capitán, Noah pregunto: – ¿Un obsequio? He recibido flores y dinero, pero esto… ¿Qué demonios es esto, capitán? —.

— Exactamente eso: un maldito demonio. Uno de los miembros del clan que custodiaba la estatua de la deidad. Le hemos traído para interrogarlo —. Respondió Zayd mientras levantaba el rostro del joven por sus cabellos.

Noah, cambiando su semblante, abrió los ojos y fijando la vista al cautivo, comentó: — Finalmente tenemos a uno. Buen trabajo, capitán —. Acomodando un par de sillas junto a la mesa, hizo un gesto para que lo sentaran allí y dijo: — ¿Te sientes bien? Es un desastre todo lo que ha estado ocurriendo últimamente, así que cooperarás con nosotros… ¿verdad?… —.

El rostro del joven tenía los ojos inflamados y los labios destrozados; sus ropas maltrechas apenas ocultaban los hematomas en cada rincón de su cuerpo. Mientras junto a él, uno de los hombres trataba la herida: retirando la bala y vendándola.

Negándose, el joven desvió la mirada, no sin antes escupir sobre la mesa. Noah, con una sonrisa en el rostro, dijo: — No lo intentes… estúpido. Observa la posición en la que estás ahora. Al capitán y a sus hombres no les agrada ser desafiados. ¿No es así, comandante? —. Al decir esto, Zayd se acercó y hundió los dedos de su mano en la herida del joven, provocando un grito de dolor que hizo que la herida se abriera, brotando nuevamente la sangre. Ante las súplicas de detenerse, el joven recibió una bofetada por parte de Zayd, quien, negando con la cabeza dijo: — No me pongas a prueba, niño de mierda —.

Noah, asintiendo para que volvieran a tratar la herida, insistió: — Entonces, vas a hablar

Noah, asintiendo para que volvieran a tratar la herida, insistió: — Entonces, vas a hablar. No te mataremos… pero si no cooperas, sufrirás. ¿Entiendes? Responde obedientemente y te dejaremos ir —.

Zayd, colocando una silla junto a ellos, se acomodó observando al joven. Sacó un cuchillo de su cinturón y lo clavó en la mesa de metal, mientras Noah, con total tranquilidad, le sonreía con una mirada frívola y desquiciante.

Capitulo 6

Volumen 1 : La Caída del Mugen Tenshin

Acto 3

Acto 3 – capitulo 6

El viento helado se apoderaba del aire, llevando consigo susurros gélidos que se deslizaban entre las casas de la oscura noche en aquella madrugada. La luna mostraba la mitad de su superficie y su luz reflejaba el caos en el corazón de la capital.

Sus empedradas calles crujían bajo el paso apresurado de las personas que, con rostros crispados por el frío, se dirigían hacia la estación ferroviaria dejando tras su paso una estela de desolación, solo acompañada por policía y ambulancias cuyas linternas y luces intermitentes daban la advertencia palpitante de la calamidad en las cercanías.

Las llamas se erguían hacia los cielos mientras dejaban en el ambiente una combinación de olores a madera quemada y piedra caliza incinerada, a su alrededor las cenizas incandescentes llovían cubriendo el suelo de las empedradas calles, mientras que el resplandor naranja y rojo iluminaba la noche como un faro visible desde cada rincón de la extensa ciudad.

En sus alrededores, los cuerpos incinerados eran subidos a las patrullas y ambulancias, que incapaces de dar abasto a los caídos, colocaban sus cuerpos unos sobre otros. En las casas cercanas, la policía descubría con horror crímenes ajenos a la explosión; de decenas de hombres decapitados mientras sus cuerpos aún permanecían en cama.

Por las calles, el pitido de los silbatos era seguido por grupos de policías armados, respondiendo al llamado de sus compañeros ante el descubrimiento de cuerpos por todo el distrito de Dworku.

La solitaria figura de Kasumi observaba desde los tejados cercanos la escena frente a ella. En sus ojos entristecidos, la estela de fuego parecía extenderse infinitamente mientras los escombros seguían cayendo, aplastando a los que alguna vez fueron sus camaradas y hermanos. Las figuras de los cuerpos incinerados eran cargados en las patrullas uno tras otro, mientras que sus recuerdos se proyectaban en ella como almas errantes despidiéndose para no volver jamás.

De sus ojos caían lágrimas mientras que la pesadez sobre su pecho y sus hombros la hicieron acurrucarse ante el dolor. Las voces de los policías bajo sus pies terminaban por romperla cuando, negando con la cabeza, uno tras otro decía: — No hay nada que hacer, todos están muertos —.

Antes de la explosión, permanecía sumida en sus pensamientos evocando hermosos murmullos, cantando para sí misma. Sin embargo, cuando resonó la detonación por todo el distrito y al desatarse las sirenas con el altavoz, abandonó su posición dirigiéndose de inmediato al lugar.

Ahora, su corazón palpitaba con un frenesí descontrolado. Su mirada de impotencia se acompañaba con sus puños que apretaba con fuerza, sintiendo la incompetencia y la incapacidad de alejar a sus hermanos y a su clan de las garras de los seguidores de los demonios.

Su silueta se dibujaba con imponencia desde la superficie, irguiéndose nuevamente; se mostraba iluminada por las llamas resaltando sus cabellos y haciendo que su oscuro traje se esclareciera en lo alto.

Desde una calle cercana, Irene junto a sus hombres la observaban mientras emergían de las sombras de una casa cercana. Marcando sus intenciones, desenfundaron sus armas y prepararon kunais mientras se acercaban con cautela a su objetivo.

— Sabía que era ella, no puedo equivocarme. Esos malditos Hayabusa nunca han sido personas de fiar —. Dijo Suzaku, mientras avanzaban en su dirección.

Irene, asintiendo con la cabeza, respondió: — Desde el primer momento noté que algo no andaba bien, seguro que los dos la tenían escondida en algún lugar. Kaede, tú eres el más ágil, la inmovilizaremos y tú acabarás con ella —.

Antes de que pudieran acercarse, un grupo patrulla de la policía los descubrió, apuntaron sus linternas en su dirección y la voz de un hombre dijo: — ¡Intrusos! ¡Desármense o abriremos fuego! —.

Kasumi al escuchar el escándalo, volvió su mirada encontrando a Irene y a los policías en la calle y viéndose descubierta se inclinó, tomó aire y saltó huyendo por los tejados, desapareciendo en el horizonte.

Irene observaba cómo el objetivo se alejaba y resignada, tomó un respiro de derrota. Mientras, los silbatos del grupo de policías resonaron y al momento, una multitud de pasos corriendo se acercaron en su dirección.

Una vez más, uno de los hombres que apuntaban las armas insistió: — ¡Suelten las armas y pongan las manos sobre la cabeza! —. Antes de hacer su tercer llamado, Kaede sacó una bomba de humo de su cinturón y la estrelló contra el suelo, haciendo que una columna de gas negro los envolviera. Los policías detonaron sus armas hasta vaciar los cargadores solo para darse cuenta de que los tres jóvenes habían desaparecido.

A toda prisa tras la dirección donde Kasumi se había perdido, lograron percatarse de algo terrible: la casa donde transcurría la misión estaba hecha pedazos, envuelta en humo. Las figuras de sus camaradas habían desaparecido y aparentemente, la misión estaba suspendida.

Buscaron con la mirada a los maestros y al no encontrarlos, continuaron su persecución. Sus ágiles siluetas saltaban entre los tejados de manera continua, avanzando a gran velocidad, pero fue en vano. La figura de la fugitiva había desaparecido sin dejar rastro y sin rumbo, decidieron regresar a su base en las modernas urbes de la capital.

Finalmente, el cielo de la capital de Vigoor dejaba atrás su oscura penumbra cuando los primeros destellos del amanecer comenzaron a pintar de tonos cálidos el horizonte lejano. Aunque el sol aún no asomaba por completo, su presencia se insinuaba tímidamente, disolviendo la noche con una promesa de un nuevo día. Sin embargo, la mañana no lograba ocultar la evidencia del caos que había azotado la ciudad.

Desde el tejado de los edificios lejanos, aún se veía el humo ascendiendo en espirales, como si se tratase de un recordatorio sombrío de la turbia noche en la plaza del monasterio. La columna grisácea se mezclaba con los primeros rayos del sol, llenando de tristeza a los habitantes que contrastaban con la rutina mañanera que se desplegaba en las calles.

Los primeros locales abrían sus puertas y la ciudad empezaba su rutina matutina intentando mezclarse con los rayos del nuevo amanecer. Sin embargo, la ansiedad era palpable en las calles: La gente se movía con temor hacia sus trabajos, sus rostros reflejaban una mezcla de preocupación y urgencia, como si la normalidad evitara restablecerse en medio del caos.

Dentro de los establecimientos mañaneros, las televisoras transmitían las noticias del informe de los eventos tumultuosos de la noche y la madrugada en la capital. Las imágenes parpadeaban en las pantallas, mostrando escenas de la casa en llamas, cuerpos siendo recogidos por la policía y el destello de la explosión que había sacudido en frente de las puertas del monasterio.

En el informe se relataban testimonios de los vecinos que fueron despertados tras la estrepitosa explosión y las mujeres y niños en llantos descontrolados al no encontrar explicación por la muerte de sus familiares cuyas cabezas estaban perdidas.

En pantalla, se continuaron los detalles enfocando a una periodista en el estudio que abría el día relatando los eventos sucedidos:

— Buenos días, Tairon. Les traemos un resumen de los trágicos eventos ocurridos en nuestra ciudad durante la noche. En mitad de la madrugada frente a la entrada del monasterio, una fuerte explosión despertó a los vecinos del lugar que veían cómo una casa quedaba reducida a escombros. Los equipos médicos y de seguridad luchan por contener el incendio mientras se retiran de ella a una docena de cuerpos —. Las noticias continuaban revelando imágenes del suceso mientras testimonios de los equipos de seguridad narraban lo visto.

Volviendo a enfocar la imagen en el periodista, continuó: — Además del trágico suceso, se presentaron varios incidentes en el distrito de Dworku al ser encontrados los cuerpos sin vida de una veintena de hombres brutalmente asesinados en sus habitaciones. La gobernación capital considera seriamente un toque de queda nocturno mientras se esclarecen los hechos de los últimos crímenes sucedidos en la semana —.

La periodista continuó detallando los hechos, proporcionando información sobre las víctimas y los eventos que llevaron a la descomunal explosión frente al monasterio. Su voz firme transmitía la gravedad de la situación, mientras las imágenes en pantalla ilustraban la magnitud de la tragedia que había envuelto la capital de Vigoor.

En la tienda del anciano Muramassa. Hayate observaba el informe de la televisora, tras él; un puñado de sus hombres custodiaban su presencia ante la visita de los vecinos reunidos que observaban con intriga la noticia.

Su mirada reflejaba cansancio y profundas ojeras, marcando las huellas de una noche sin descanso. La televisión en la tienda del anciano emitía las noticias, pero su atención estaba dividida entre la pantalla y los pensamientos turbios que nublaban su mente.

En las habitaciones interiores de la tienda, Ryu compartía detalles con Ayane, ambos inmersos en su investigación poniendo sobre la mesa preguntas y respuestas de la causa de la explosión y de cómo fueron emboscados.

Mientras tanto, en unas sillas cercanas a Hayate. Momiji permanecía sentada de manera elegante y tímida tratando de pasar desapercibida ante la gravedad de los hechos y las presencias que llenaban el lugar. Sin embargo, en el lugar empezó a sentir la pesadez de una mirada sobre ella y al observar el entorno, sus ojos se cruzaron de manera directa con los de Hayate.

El rostro del joven se tornaba tosco y enfadado mientras mantenía su pesada mirada sobre la joven doncella. De sus labios resecos con total ironía dijo: — Los novatos siempre dan el doble de trabajo, no entiendo que gana Ryu al traerte a misiones como esta —.

Manteniendo con timidez la mirada Momiji respondió: — ¿Novatos? ¿Que gana el maestro Ryu conmigo? ¿A dónde quiere llegar maestro Hayate? —. Dijo arreglando sus ropas intentando mantener una postura firme.

Con una sonrisa en el rostro y acomodando sus fauces con una mano le respondió: — Me refiero a ti, Momiji. Los miembros me han informado que solo has sido una carga para los Hayabusa y el título de sacerdotisa te fue otorgado solo por herencia. Es increíble que un clan tan antiguo cometa el error de enviar a personas como tú —.

Momiji, sorprendida por las palabras e intentando mantener la compostura en vano, con un deje de miedo en su voz respondió: — Maestro Hayate, le recomiendo que los asuntos de mi aldea y nuestra gente lo deje para nosotros. Además, el maestro Joe y el maestro Genjiro dieron su aprobación para que yo asistiera a este lugar —.

Las leves risas de Hayate interrumpieron sus palabras y haciendo un gesto de negación con los dedos dijo: — No lo entiendes ¿verdad? Todo esto ha sido tu culpa, si no hubieses abierto la maldita boca mis hombres aun seguirían con vida —.

Señalándola con el dedo, continuaba su sermón: — Entiende esto, han venido acá porque les hemos pagado, no a vacacionar y a jugar con mi gente. La próxima vez que lo hagas… juro que te mataré —.

La decepción en el rostro de Momiji era evidente, sus radiantes ojos avellanes eran consumidos por un atisbo de tristeza y desolación. En un intento por protegerse de los señalamientos de Hayate, se aferró a su Naginata mientras juntaba las rodillas buscando consuelo en su propia postura.

Sin piedad, y sin ceder en su juicio, Hayate continuó: — Este ya no es tu trabajo, vuelve a casa y avísale a tu maestro que has incumplido tu misión. Te odio Momiji —.

Desconsolada intentó contener las lágrimas en vano y al ser observada por Ryu y por Ayane le preguntaron: — ¿Sucede algo Momiji? —. Negando con la cabeza, dirigió su mirada en dirección a Hayate que, escupiendo en el suelo, hizo una seña a sus hombres y abandono el lugar. No sin antes azotar la puerta llamando la atención de los presentes dentro y fuera del recinto.

Sin prestar mucha atención, Ayane siguió informando a Ryu que, en una distracción, observó a su discípula que cubría su rostro intentando ocultar las lágrimas.

— Hey, ¡Hey Ryu!, pon atención —. Dijo Ayane dando un golpe a la mesa llamando la mirada de su colega.

— No lo olvides, nos veremos en doce horas en el sitio indicado. Nuestros hombres han informado de extraños movimientos en los drenajes, así que investigaremos el lugar —.

Con un movimiento de cabeza accedió y antes de volver la espalda Ryu dijo: – Calma los ánimos de Hayate, haz que descanse y trata de encontrar alguna forma de distraerlo antes de partir… Hasta entonces —.

Al salir de la habitación, encontró a Momiji aún entre sollozos y lágrimas contenidas y esta, sorprendida dijo: — ¡Maestro Ryu! Ahora… ¿qué sucede? —. Su voz reflejaba inseguridad y su postura aún recogida para sí misma dejaban apreciar sus ojos enlagunados por las lágrimas.

— No pasa nada, volvamos a casa —. Respondió Ryu dándole una caricia en el rostro y luego ayudándola a levantar.

Las dos figuras se perdieron en la multitud tras dejar la puerta caminando por las transitadas calles de la capital. En su paso, los niños ofrecían poemas y flores a la joven sacerdotisa y algunos elegantes hombres desde la distancia la cortejaban con hermosas palabras, haciendo que, con su rostro enrojecido se apegara al brazo de Ryu en su elegante paso por la ciudad.

Después de un largo rato cuando finalmente regresaron, los tres jóvenes intentaban desviar la atención con las cotidianidades del hogar. Kasumi preparaba un delicioso almuerzo de estofado de variadas carnes y verduras acompañado de sus armoniosos cantos que evocaba al revolver con una cuchara de madera una gran olla metálica.

Ryu observaba en la televisora de nueva cuenta un programa de información animal. Allí, detallaban los peligrosos encuentros con las serpientes y cómo su veneno en pocas horas podía acabar con la vida de una persona adulta, además de como las aves se lanzaban al combate para proteger sus nidos, acribillándose entre sí. Mientras tanto, Momiji leía un libro de artes marciales y técnicas que había recibido del anciano Muramassa en agradecimiento al atraer clientes con su belleza.

Tras leer algunos párrafos de golpes, cortes y asaltos, observo con resignación al horizonte; recordando las palabras del maestro del Mugen Tenshin.

El pasar de los minutos reveló un aroma peculiar en todo el apartamento: las carnes preparadas acompañadas de vegetales y un hermoso postre de crema de leche con pétalos de cerezo comestibles sobre él. Sin embargo, todos reflejaban en sus rostros el tenso ambiente de la noche anterior. Ryu comía con indiferencia; su mente aún permanecía inmersa en los eventos de la madrugada. Momiji, por otro lado, no podía contener sus emociones y con cada bocado de la comida de Kasumi, la abrazaba llorando, agradecida por la calidez de la comida y por la compañía que hacía que sus platillos tomaran un sabor más dulce.

Entre lágrimas y bocados, Momiji se volvía hacia Kasumi con un tono exagerado de voz, intentando disipar la tensión con humor: — ¡Oh Kasumi!, ¡Deberías abrir un restaurante! Tu comida es tan deliciosa que podría hacerme llorar de felicidad todos los días. Si fuera hombre no dudaría de inmediato en casarme con tigo —.

Entre risas y miradas cómplices con Momiji, respondía con modestia: — ¡Oh Vamos!, no es para tanto. Solo estoy tratando de cocinar algo que les alegre los ánimos a ambos —.

Ryu con una sonrisa leve, intervino en la discusión: — Deberían hacer un programa de televisión. ‘Ninjas en la cocina’, ¿qué les parece? —.

Momiji, todavía abrazando a Kasumi, asentía con entusiasmo: — ¡Sí! y Kasumi sería la maestra chef ¿¡No sería genial!? —. Al insistir, la sacudía al tiempo que la abrazaba con la boca llena de sus platillos.

Ryu al ver el descuido, arrebató con su cubierto de manera rápida una carne brillante y adobada del plato de Momiji y esta… al darse cuenta del robo sacó un Kunai de sus bolsillos amenazándolo: — Déjalo en el plato de nuevo… Maestro, o esta tarde habrán muertos aquí —.

Ignorando la amenaza, devoró de un bocado la carne; haciendo que Momiji empezara a llorar en el hombro de Kasumi, que atacada en risas le dijo: — Oye, oye, tranquila. Aún hay más, enseguida traeré otra para ti —.

Entre risas y bromas, el ambiente se relajaba lentamente. Fue entonces cuando Ryu, buscando cambiar el tono y olvidar los acontecimientos de la noche anterior, propuso una idea para liberar la tensión. — ¿Qué tal si van al centro comercial después de esto? Puede que a Omitsu y Genjiro les gusten algunos recuerdos del lugar —.

La sugerencia iluminó los ojos de Momiji y Kasumi con un resplandor rojizo. Saltaron de la mesa con una mezcla de alivio y emoción, devoraron sus almuerzos como nunca antes y lo obligaron a rastras a acompañarlas; la figura de los tres se dibujó entre las multitudes de esa tarde gris en dirección a los grandes comercios de la capital, mientras el pobre Ryu, con una cara de resignación, era arrastrado como maletero por las manos de ambas chicas.

Capitulo 7

DOA GAIDEN – Volumen 1: La caída del Mugen Tenshin

Acto 1 – Capitulo 7

Hayate, tras la turbulencia de su mente y emociones fue obligado por Ayane a descansar unas horas

Hayate, tras la turbulencia de su mente y emociones fue obligado por Ayane a descansar unas horas. Su figura permanecía inmóvil, evocando tenues respiraciones en un sofá mientras sus sueños lo transportaban a un hermoso paraíso onírico.

Allí, observaba cómo su hermana menor; Ayane, enseñaba artes marciales y el uso de espadas de madera a los jóvenes aprendices del Mugen Tenshin en el dojo. Junto a él, sus amigos cantaban y tomaban licor alrededor de una fogata a plena luz del día. Impresionado por el espectáculo y la paz en la aldea, preguntó: — Hey… que… ¿Qué sucedió con la misión? ¿Porque no están en sus lugares? —.

Su respuesta: fue una mirada confusa de todos, incluida su hermana. Antes de que pudiera decir palabra, las risas volvieron y le ofrecieron un trago de alcohol. Dejándose llevar por la situación, se sumó a los cantos y a las bromas. Sin embargo, un momento después escuchó las risas de Kasumi. Al observarla, estaba sentada y acariciaba las largas cabelleras de su leal amigo Ryu que yacía recostado sobre su regazo, mientras le devolvía las caricias a su rostro.

Con los tragos encima, se levantó furioso y colérico de celos. Decidido a propinarle a Ryu una golpiza, fue detenido por Hitomi que se interpuso en su camino. No lo dejo hacer nada, lo tomó de la mano y con una sonrisa lo instó a huir en una dirección lejos de la aldea.

Dejándose llevar por la figura de su enamorada, corrían entre la vegetación del helado y frondoso bosque, pero al salir de allí, se vio a sí mismo en traje de baño en una calurosa playa donde estaban solo los dos

Dejándose llevar por la figura de su enamorada, corrían entre la vegetación del helado y frondoso bosque, pero al salir de allí, se vio a sí mismo en traje de baño en una calurosa playa donde estaban solo los dos. La figura de Hitomi se alejaba en dirección a las olas del mar mientras lo llamaba y hacía señas con las manos, diciendo: — Ein, vuelve a mi… vuelve conmigo por favor —.

Dejándose llevar por su llamado, acudió e ingresó a las aguas, convirtiendo su llamado en una juguetona y dulce persecución. Al alcanzarla, juntó su pecho contra el de ella, acomodaron sus cabelleras revelando sus nerviosos rostros y luego se besaron. En la orilla de la playa, Kasumi y Ryu los aplaudían y los molestaban con burlas irónicas y, dejándose llevar por su sueño… se acercó corriendo en su dirección refunfuñando.

Sin embargo

Sin embargo… al salir de las aguas, su paz fue interrumpida por algo extraño: El cielo se convirtió de manera súbita de un azul despejado a un cielo morado con nubes negras. Los truenos empezaron a caer sin piedad alrededor de la zona, obligándolo a tomar la mano de Hitomi y huir en dirección a la aldea. Al llegar, observó una escena aterradora: su clan y su aldea eran azotados por la visita de criaturas infernales que devastaban todo a su paso. Las mujeres y niños que huían eran brutalmente despedazados y devorados por criaturas deformes que se reían de su sufrimiento. Los hombres que defendían el lugar, al ser superados, corrían el mismo destino entre lamentos y desesperación. Y al ver en dirección al Dojo, la pobre de Ayane era profanada por hordas y hordas de demonios, con una mueca de desprecio mientras torpemente se aferraba a la poca vida que aún le quedaba.

Sin soltar a Hitomi de la mano, buscaron de nueva cuenta a Ryu y a Kasumi, que seguían compartiendo su cariño bajo el tormentoso cielo y estos, al percatarse de ello, observaron como desde lo alto empezaban a llover plumas moradas de un ave de caza y un momento después… un relámpago rompió el cielo cayendo frente a ellos. De él, emergió una sombra que delineaba la silueta de un hombre y sin dar explicación alguna, ataco a Kasumi y la hirió de muerte. Ryu al ver lo sucedido, se lanzó al ataque de la figura no sin antes ordenarle a Hayate que huyera. Su feroz lucha resonaba con ecos de golpes en el ambiente. Sin embargo, al no llevar su arma ni su equipo, fue superado y aniquilado por la criatura.

Continuando su escape, la figura de Momiji apareció frente a ellos indicando que la siguieran

Continuando su escape, la figura de Momiji apareció frente a ellos indicando que la siguieran. Pero… un momento después, una serpiente emergió del mar y con tentáculos que salían de su boca la tomó y la arrastró llevándola a las profundidades; rasgo su ropa e hizo que sus tentáculos penetraran una y otra vez en sus frágiles carnes, profanando su esencia y cuerpo mientras era ahogada en tanto se alejaba entre gemidos y llantos mar adentro.

Antes de que pudieran volver a escapar, aquella silueta negra se posó frente a ellos, dejando una estela de plumas tras de sí y, con un suave movimiento de su espada arrancó la cabeza de Hitomi. Hayate sin posibilidad de moverse, se vio encadenado a las arenas de la playa mientras que la silueta frente a él lo observaba con unos palpitantes ojos verdes para en un momento después, atravesarle el corazón con una estocada de su arma. Dejándole un mensaje, como un susurro en su oído: — Serán manchas de sangre y comida para demonios. No quedara ni uno de ustedes vivo —.

En su agonía, escuchaba la voz de Ayane llamándolo desde todos los rincones de su mundo: — ¡Maestro Hayate! ¡Hermano, despierta! ¡Hayate! —. Dando un salto sobre el sillón, despertó mientras observaba con intriga el rostro de su hermana y sus colegas que lo miraban con preocupación. Ayane, tomando un pañuelo de agua fría, lo pasó por su rostro mientras decía: — Tranquilo, solo fue una pesadilla —.

Con las manos aun temblando retiro el pañuelo y se puso de pie, sacudió sus desordenadas cabelleras y pregunto: — Me… dormí… si, todo fue un sueño… ¿Qué horas son? —.

Ayane señalando con su dedo el reloj de la pared respondió: — Es apenas medio día, aun puedes descansar si no te sientes bien —.

Hayate, al estirar su cuerpo hizo que las vértebras de su espalda sonaran con un crujido acomodándose entre sí, sacudió el polvo de sus vestimentas y dijo: — Me siento genial, volvamos a trabajar —.

La mirada de Ayane se volvió más severa y respondió con agresividad: — ¿Crees que puedes ignorar tus límites todo el tiempo? Estás agotado Hayate, y tu terquedad solo empeora las cosas. Vas a tomar un descanso, incluso si no lo quieres —.

Hayate frunció el ceño, y mostrando su terquedad innata dijo: — No puedo permitirme detenerme. La misión depende de mí liderazgo, y no puedo dejar que las responsabilidades recaigan solo en ti —.

Ayane cruzó los brazos, manteniendo su postura firme: — Esa mentalidad solo te llevará a la ruina. Trabajaremos en la noche, ahora vas a descansar. ¡No discutas! —.

Aunque las palabras de Ayane lo instaban a tomar las cosas con calma continuaba resistiéndose. Sin embargo, indispuesta a ceder continuó: — Deberías aprender a cuidarte a ti mismo, si sigues así cuando necesitemos tu fuerza solo vas a traernos dificultades. Descansaras e iras conmigo hoy de compras, ponte algo decente y prepárate a salir —.

A regañadientes y después de los reproches de su hermana finalmente accedió, mientras se preparaba, Ayane agregó: — Hoy, haremos algo diferente. Necesitas relajarte y recordar que eres humano, no solo un… líder. Además, aprovechando que estamos en la capital, quiero comprar detalles y flores para ofrecerlas al abismo donde descansa el maestro Murai —.

La ciudad, intentando retomar su cotidianidad, abría los talleres y los negocios de artesanías en toda su extensión, y el sonido constante de las máquinas de trabajo resonaba en el aire. El eco de martillos golpeando metal y serruchos cortando madera se mezclaba en una sinfonía laboriosa que impregnaba la ciudad con un zumbido animado.

El aroma a madera recién cortada se mezclaba con el olor del metal trabajado, haciendo que sus olores se impregnasen con la humedad de las brisas del medio día. Mientras tanto, en los hogares que decoraban la ciudad, el perfume de jabones y fragancias escapaba por las puertas y ventanas al exterior mientras las mujeres se ocupaban en la organización de sus hogares.

En las lejanas montañas al horizonte, las nubes grisáceas desafiaban con caer sobre la ciudad mientras su lento avance dejaba apreciar las gruesas gotas de lluvia que cubrían la visión tras su paso.

La vida de la ciudad seguía su marcha al mediodía, las personas, ahora con paraguas en sus manos, seguían revoloteando de un lado a otro mientras presagiaban la llegada de una cruel tormenta de nubes colosales.

Los alrededores de los centros comerciales eran inundados por una marea interminable de personas y en los interiores el sonido de las voces y los zapatos se convertían en un baile interminable por la marea de gentes.

En una sección de variadas tiendas de moda, Kasumi acariciaba con admiración un suéter de lana sedosa y suave mientras sonreía: — ¡Oh por Dios, este suéter es tan lindo! ¿Qué opinas, Momiji? —.

Momiji riéndose examinaba los kimonos cercanos: — ¡No entiendo como lo haces!¡Kasumi, todo te queda bien! ¡Pero sí, ese suéter es adorable! —.

Con una risa juguetona, Kasumi, se probó el suéter, a la vez que su alegre mirada se desviaba a otras prendas.

Momiji ayudándola a probarse varios trajes e implementos dijo: — ¡Vamos a la siguiente tienda! ¡Tienen una sección de kimonos increíble! —.

Mientras, Ryu permanecía sentado en una silla cercana, burlándose con sarcasmo apoyando su mentón sobre su mano: — ¡Sí, sí, disfruten su desfile de moda! Yo estaré aquí

Mientras, Ryu permanecía sentado en una silla cercana, burlándose con sarcasmo apoyando su mentón sobre su mano: — ¡Sí, sí, disfruten su desfile de moda! Yo estaré aquí… aburriéndome —.

Kasumi salió de una de las tiendas con varias bolsas en mano diciendo: — Hayabusa, ¿por qué no pruebas algo? ¡Te verías genial con un cambio de estilo! —.

Ryu tras dar un pequeño suspiro, movió la cabeza en negación y antes de que pudiera dar su sermón de regaño, las bolsas de Kasumi y Momiji se acumularon sobre de él, en tanto que sus acompañantes iban escabulléndose en otra tienda cercana.

En otra parte del Centro Comercial Ayane estaba acompañada de su hermano en otra sección apartada.

Ayane sosteniendo un vestido elegante lo enseñaba con entusiasmo mientras decía: — ¡No puedo creerlo! Hermano, este vestido es precioso. ¿Qué opinas? —.

Hayate, mirando a su alrededor aburrido, respondió con indiferencia: — Está bien, es genial

Hayate, mirando a su alrededor aburrido, respondió con indiferencia: — Está bien, es genial. ¿Puedo esperar afuera? —.

Enojada, le propino un pequeño golpe en su hombro con el vestido y respondió: — ¡No seas amargado! Iremos a la tienda de comestibles después —.

Llena de felicidad, seleccionaba de los estantes varios vestidos y atuendos para luego dirigirse a otra tienda dando pequeños saltitos.

Con total frustración y con su genio al borde del colapso dejo escapar su voz diciendo: — ¡No la entiendo! ¿Realmente necesitas tanta ropa nueva? —.

Las lejanas risas de su hermana al escucharlo contestaron con un: — ¡Si! —. Mientras Hayate solo podía rodar los ojos siguiéndola con grandes maletas de ropa en sus brazos

Emergiendo de una tienda, Ayane estaba adornada con unos grandes auriculares y saludando a su hermano dijo: — ¡Vamos, hermano! ¿No quieres verme a la moda? —.

Su sonrisa crecía mientras su figura se apreciaba arrastrando a Hayate a la siguiente tienda mientras suspiraba ante la perspectiva de más compras pidiendo ayuda a la nada: — Ayúdenme —.

Al mismo tiempo, Ryu caminaba torpemente con grandes bolsas de ropa en ambas manos; buscando desesperadamente una silla cercana para descansar en tanto que las miradas asombradas de los transeúntes se centraban en sus abultadas bolsas.

Al llegar a su destino, casi en rastras, dejo caer un suspiro de alivio y dijo: — ¡Excelente idea estúpido! Traer a esas dos a este lugar fue lo mejor que pudiste imaginar… maldición, creí que moriría. ¿Qué rayos van a hacer esas dos con todo esto? —.

Tras él… Hayate, también cargando una montaña de bolsas, se arrastraba con dificultad hacia la misma área en busca de descanso y al percatarse el uno del otro, ambos exclamaron al unísono: — ¡Ayúdame! —.

Dejándose caer en silla, tomo un aire de triunfo y observando el rostro de Ryu dijo: — Mi hermana es imparable cuando se trata de compras y mis hombres huyen cuando escuchan su propuesta. Aunque… parece que Kasumi y Momiji no se quedan tampoco atrás —.

Ryu intentando desacomodar sus brazos para liberarse de las grandes bolsas que llevaba respondió: — Cuando Momiji obligaba a Omitsu a acompañarla volvían con cantidades absurdas de estas cosas, nunca pensé que Kasumi tuviera el mismo fetiche raro de gastar el dinero en estas estupideces. Maldita sea… fue un error traerlas aquí —.

Hayate aun recuperando sus fuerzas respondió: — No puede ser Ryu, no debiste traer a Kasumi. Ayane está cerca… poseída de sus tonterías, pero cerca… estoy seguro qué Irene y sus hombres no deben estar lejos, sabes que no podré hacer nada si descubren que Kasumi está aquí —.

El bullicio del centro comercial se intensificaba a medida que Kasumi y Ayane, sin percatarse de la proximidad de la otra, continuaban explorando las tiendas mientras que Ryu y Hayate, aún atados a sus montañas de bolsas de compras, observaban con creciente ansiedad.

Kasumi, llevando a Momiji consigo, se dirigía hacia una tienda de vestidos elegantes. La emoción brillaba en los ojos de Kasumi mientras admiraba las telas y los diseños. Momiji, siguiendo su entusiasmo, señalaba algunos vestidos y sugería combinaciones.

Simultáneamente, Ayane con una determinación similar, entró en la misma tienda: Viéndose atraída por la elegancia y la sofisticación de los vestidos. Sin embargo, ni Kasumi ni Ayane eran conscientes de la cercanía de la otra. Sus miradas se cruzaban, pero no se conectaban, perdidas en la emoción y en la belleza ante sus ojos.

Dentro de la tienda, Kasumi y Momiji se inclinaron para revisar una sección más baja de vestidos, mientras que… en el mismo instante, Ayane también se agacho para examinar algunos modelos. Estaban a un par de metros de distancia, pero la distracción de sus compras les impedía notar la presencia de la otra.

Ryu frustrado intentaba soltarse sin éxito de sus ataduras y tras un último esfuerzo entro en resignación: — Supongo que podrán defenderse solas, me rindo. Hayate te encargo el resto —.

Hayate, intentando moverse en vano atrapado en su propia carga contestó: — Parece una escena de comedia romántica, pero… sin romance. ¿No vez como estoy? mírame, apenas si pude llegar aquí sin morir. Si algo sucede, será tu culpa por traerla… —.

El rostro de Hayate se tornó de una tonalidad azul y enfermiza al ver a Ayane salir con más bolsas mientras caminaba en su dirección y con todas sus fuerzas intento desatarse de su encadenamiento de telas en vano. Al llegar, Ayane observo con curiosidad a Ryu y tras un leve saludo, esté le dijo: — Nunca había visto a Hayate tan feliz, Ayane. Dijo que quería visitar el ala superior de vestidos tradicionales orientales —.

Sorprendido, Hayate miro el rostro de su hermana, que como un felino de caza dibujo una sonrisa macabra y cómplice para un momento después tomarlo de las piernas para ser arrastrado con todo el equipaje encima mientras decía: — ¡Maldito seas Ryu! ¡Me las vas a pagar! —. Sus figuras desaparecieron girando una esquina y perdiéndose entre la multitud.

Ryu después de un instante y tras tomar un respiro, al ver salir a sus acompañantes dijo: — Es suficiente. Hayate y Ayane deben estar preparándose para los objetivos de hoy, se hace tarde y debemos apresurarnos para hacer nuestro trabajo —.

En sincronía emitieron un suspiro de lamento al ver la hora del centro comercial y tras cruzar miradas, asintieron la cabeza no sin antes obligar a Ryu cargar con el equipaje. Kasumi hizo un suspiro en la nuca de Ryu, haciendo que su piel se pusiera de gallina y dijo: — El legendario ninja dragón nunca dejaría que una joven herida cargara con tantas cosas encima, ¿no es así? Maestro Hayabusa —. Un instante después, le regalo un pequeño beso en la mejilla

Al mismo tiempo, Momiji acaricio con una uña su rostro tiernamente diciendo: — Maestro, esta es mi venganza. Se que podrás hacerlo, seria irónico si el guerrero que salvo estas tierras callera ante unas cuantas bolsas de ropa —.

Ambas se dirigieron a la salida dejando atrás a Ryu que refunfuñando se decía para sí mismo: — Esas dos ¡Maldita sea! —. Furioso, levanto con todas sus fuerzas la carga que llevaba con sigo. Cada paso hacia sonar el suelo y como una bestia indomable intentaba alcanzar a sus acompañantes que lo veían con gracia y entre burlas desde la distancia.

Mientras tanto, en los pisos superiores Hayate intentaba respirar mientras se asfixiaba por la carga que llevaba con sigo. Su mirada se vio horrorizada al ver una gigantesca tienda de ropas orientales y al observar a su hermana que cruzaba las manos y adoraba con los ojos las prendas de la estantería.

Sin decir palabra, Ayane ingreso corriendo y momentos después su figura se veía de un lado a otro con diferentes vestidos posando frente a un espejo.

A punto de caer, Hayate distinguió una figura familiar que paso frente a él y al verlo aquella persona retrocedió su marcha como si intentara inspeccionar de que se había percatado de algo.

Al encontrarse sus miradas, Hayate con su rostro apenas visible distinguió el semblante y la silueta de Hitomi. Sus ojos lo engañaban haciéndolo ver tres rostros de su enamorada e incrédulo de la coincidencia se dijo para sí mismo: — Así que… estoy muriendo. Está bien. supongo que no hay mejor manera de morir que viendo tu rostro —.

Soltando una tímida risa, Hitomi libero el espacio de su rostro y dando una tierna caricia respondió: — No es un sueño, tonto

Soltando una tímida risa, Hitomi libero el espacio de su rostro y dando una tierna caricia respondió: — No es un sueño, tonto. Pensaba que aun seguías en las montañas ¿Qué haces aquí, Ein? —. Sacando una botella de agua, dio a Hayate de beber en tanto le ayudaba a descargar su equipaje y, tras unos cuantos sorbos se recompuso volviendo a la realidad.

NOTA DE AUTOR: Queridos lectores, estoy bastante contento con la remasterización de NG 2 (Black) y el anuncio de NG4. En verdad me ha motivado bastante para seguir, y les aseguro que mientras llega dicho juego, podrán seguir esta hermosa novela y aun mas allá. Doy gracias a todos aquellos que me han apoyado hasta el momento y recordarles que este proyecto no lo hice para mi, sino para ustedes.

Capitulo 7 – Acto 2

DOA Gaiden – Volumen 1 : La caída del Mugen Tenshin

Dentro del bullicioso centro comercial, el ambiente era vibrante y lleno de energía. Los sonidos amalgamados de pasos resonantes se entrelazaban con los murmullos y risas de las personas que exploraban las variadas tiendas y boutiques.

El zumbido de las conversaciones entre grupos de amigos y familias creaba un fondo sonoro constante mientras que el tintineo de las bolsas de compras y el suave roce de las prendas al ser examinadas resonaban en cada rincón. Aquí y allá, el distintivo sonido de cajas registradoras anunciaba transacciones exitosas y en cada sección que dividía los grupos de locales, había una fuente de agua en medio del camino para decorar el lugar.

Al lado de una fuente, Hitomi ayudaba a despejar la visión y el peso de Hayate. En unas bancas, lo hizo descansar mientras le ofrecía beber un poco más de agua. El brillo en los ojos de la chica crecía al ver el rostro de su compañía. Por su parte, Hayate volvía a respirar y dando un suspiro de alivio, enfocó su mirada en Hitomi que lo observaba con curiosidad y dijo: — ¿Porque estas en estas tierras? Pensaba que ayudarías a tu padre con el dojo en Alemania —.

Sacando un panecillo de una de sus bolsas, Hitomi ofreció uno a Hayate mientras respondía: — Estamos buscando expandir el negocio familiar y hace poco abrimos un dojo aquí en la capital imperial. Mis triunfos han hecho que mi familia gane renombre y Vigoor nos ha facilitado las cosas para hacerlo —.

Tras dar un mordisco a su panecillo, continuó: — Además, el karate en estas tierras es un arte marcial que atrae muchos aprendices. Ein… ¿por qué no regresas al dojo conmigo? —. Su rostro empezaba a mostrarse enrojecido y llevada por los nervios incapaz de dar el siguiente paso, dio otro mordisco al panecillo y bebió un gran sorbo de agua.

Sorprendido por la respuesta, Hayate sentía cómo su corazón empezaba a palpitar sin control al ver su femenil rostro tornándose colorado e intentando volver en sí, tratando de calmar sus sentimientos, respondió: — Tal vez te visite cuando acabe aquí este trabajo —.

Devolviendo la mirada con gracia e inocencia, la chica preguntó: — ¿Tu trabajo?, ¿Por qué has venido a las tierras de Vigoor, Ein? —. Sus ojos azules se posaban sobre él con intriga y un momento después su mirada empezó a fruncir el ceño para continuar: — No estarás metido otra vez en esas cosas peligrosas que haces junto a Hayabusa y Ayane, ¿verdad? —.

La postura de Hitomi cambió al ver la expresión de su enamorado. Frente a ella observó un rostro melancólico y triste que jamás había apreciado, y al no obtener respuesta preguntó: — Dime Ein, ¿por qué has venido a Tairon?, ¿por qué no me contestas? —.

Por su parte, Hayate al observar la preocupación y los ojos vibrantes de la chica en busca de respuestas, contesto: — De acuerdo, pero debes prometer que esto no saldrá de nosotros dos ¿entendido? —. Inmediatamente la chica asintió con la cabeza.

A medida que Hayate relataba cada detalle y cada evento con meticulosidad. Al final, termino relatando lo ocurrido en la aldea, la incursión del Mugen Tenshin en su cacería de los miembros del clan de los demonios y la explosión que mató a varios de sus hombres, además de una sensación de incomodidad constante al sentirse observado en cada rincón de la ciudad.

Al terminar, Hayate aún con un semblante triste, la miró a los ojos y dijo: — Lo entiendes ahora, ¿verdad? No he venido por diversión… tengo… tengo una tarea que cumplir. Sabes… Hitomi, aunque estén pasando todas estas cosas, en verdad me alegra mucho poder verte —. Finalizadas sus palabras, Hitomi tomó su cálida mano y la dirigió a su propio rostro, obligándolo a darle una caricia.

Embriagada por el calor de su mano que palpaba cada centímetro de su cara, respondió: — Intenta no ponerte en peligro. Aunque no lo creas, he soñado mil veces con que vuelvas a mi lado. No podría pensar ni soportar si me entero de que algo malo te sucediera… mi dulce Ein —. Su mano se dirigió al rostro de Hayate, compartiendo una caricia entre los dos en tanto se acercaban el uno al otro, cerrando los ojos dispuestos a besarse.

Sin embargo, una voz lejana y un galope a toda marcha los interrumpió mientras Ayane se acercaba: — ¡Mira esto, hermano! ¡A madre le encantará este vestido! —. Antes de continuar, se detuvo un momento para observar a ambos jóvenes envueltos en las cintas de amarre de las bolsas con las caras totalmente enrojecidas mientras aún se acariciaban el uno al otro sin posibilidad de moverse por sus ataduras.

Sin poder contener las risas, Ayane dijo: — No puedo creerlo. ¡Eres tú, Hitomi! ¿¡Qué diablos estabas haciendo con Hayate!? Que picara y descarada eres… es increíble —. De sus bolsillos sacó un Kunai para romper las ataduras mientras reía en carcajadas, a la vez que Hitomi completamente apenada respondía: — Esto es muy vergonzoso, señorita Ayane —. Al ser liberada su cabeza cayó en el pecho de Hayate y ambos, como una olla a presión, revelaron en sus colorados rostros la pena y vergüenza incontenible mientras observaban con adoración sus ojos.

Un rato después, los tres jóvenes fueron en dirección a la salida. Ayane caminaba con elegancia, satisfecha por sus nuevas adquisiciones, mientras la pareja tras ella avanzaba intentando conectar sus miradas tímidamente. Sin embargo, antes de salir del lugar, las voces del altavoz resonaron por todo el distrito y la ciudad.

Tres pitidos de alarma sonaron antes del comunicado y la voz de un hombre joven hizo eco con su sonido metálico: — Ciudadanos de la capital de Vigoor, se les informa que el gobierno ha decretado un toque de queda nocturno a partir de la caída de la tarde. Les instamos a regresar a sus hogares y permanecer resguardados durante la noche. Esta medida se ha implementado en respuesta a los recientes y perturbadores eventos que han afectado la seguridad de nuestra ciudad. Por favor, retírense de inmediato y vuelvan a sus hogares; las fuerzas de seguridad capturarán e investigarán a quienes no atiendan el llamado —.

Los tres jóvenes aún en medio del centro comercial, intercambiaron miradas nerviosas ante la inesperada noticia. La tensión en el ambiente se incrementó y la preocupación se reflejaba en los rostros de los transeúntes que comenzaban a dirigirse apresuradamente hacia la salida del lugar.

La luz del día empezaba a ceder ante la oscuridad que se avecinaba y las luces del centro comercial empezaban a apagarse mientras la lluvia golpeaba los cristales exteriores del edificio. Las tiendas cerraban rápidamente, y el bullicio del lugar se transformaba en un susurro apresurado de personas que buscaban abandonar el recinto antes de que la noche impusiera su manto.

— Debemos irnos ahora, hermana. Tú también debes volver a casa, Hitomi —. dijo Hayate al terminar el comunicado. Mirando el exterior, distinguió de lejos a sus hombres cubriéndose con paraguas de las lluvias y tras avanzar unos pasos fue detenido por Hitomi, que agarró su mano: — Ein, no volverás a desaparecer, ¿verdad? Quiero que me visites en estos días, quiero saber que tu misión fue un éxito y que volviste a salvo. Quiero que vuelvas al dojo así sea un solo día, regresa conmigo… —.

Hayate, dando una caricia a su rostro, respondió: — Te prometo que te visitaré apenas acabe con esto, estaré con tigo cuando quieras, solo… déjame hacer esto ¿de acuerdo?. No quisiera involucrar a alguien tan importante para mí en estas cosas —. Al terminar, hizo un gesto a uno de sus hombres para preparar un paraguas que ofreció a enamorada y un momento después, desabrochó su abrigo y también lo ofreció diciendo: — Guárdalo bien, pronto volveré por el —.

La cara de la chica, aunque permanecía en silencio, evidenciaba cómo su rostro se transfiguraba mientras devolvía una mirada adorando los ojos de Hayate y tras un breve silencio, se acercó y besó su mejilla y acarició sus labios con su pulgar. Un segundo después, tras una despedida reverencial a Ayane, salió con prisa del lugar mientras decía: — El toque de queda está cerca, ¡Te veré pronto, Ein! —.

Ayane dándole la espalda a su hermano, dijo con preocupación: — Maestro Hayate, sabes que no puedes involucrarla en esto. No quiero que la visites antes de que terminemos nuestro trabajo; vas a enamorarte de ella y ella va a enamorarse de ti… No puedo permitir que los sentimientos comprometan nuestra misión —.

Accediendo, Hayate respondió: — Acabaremos con esto lo antes posible. Estoy cansado de esta maldita situación —. Siendo ayudado por sus hombres, tomaron las bolsas de compras y se dirigieron a su escondite.

La figura de los hermanos desapareció entre las tormentosas lluvias que se desplomaron sobre la superficie de la ciudad. Las personas miraban con horror desde sus ventanas las nubes colosales que se posaban una tras otra sobre la capital. Las gruesas gotas de lluvia caían en cascada desde lo alto, golpeando con fuerza los techos de las edificaciones y creando un estruendo monótono que resonaba en cada rincón de la ciudad.

La claridad del día se opacó en minutos dando paso a una tormenta eléctrica que con sus destellos revelaba la arquitectura urbana y las calles empapadas. El fragor de los truenos retumbaba, haciendo temblar las ventanas y rompiendo los árboles en dos en las plazas de los parques.

La violencia de los vientos acompañaba la tormenta creando remolinos en el cielo y adentrándose en los callejones estrechos mientras que en el interior de las casas el golpeteo del aire silbaba con furia; como si quisiera romper los obstáculos y consumir todo a su paso.

Durante la tormenta, un rayo se desprendió del cielo y callo sobre las principales subestaciones eléctricas que abastecían de energía la capital haciendo que explotaran en pedazos los transformadores, interruptores y líneas de transmisión de alta tensión. Al recibir el impacto los sistemas de protección se activaron, pero la intensidad del rayo logró atravesar las defensas, generando daños en la infraestructura.

De manera inmediata la energía eléctrica de la ciudad fue interrumpida en varios sectores, en especial los que rodeaban el distrito de Dworku que ahora yacía sumido en la total oscuridad.

La noche llego de manera casi imperceptible mientras que la tormenta, como si fuese una última advertencia ante el mal que acechaba la ciudad, desataba su furia sobre la capital del imperio. Entretanto, bajo sus aguas cerca de las vías del tren y las tapas de alcantarillados una columna de autos esperaba con paciencia con las luces apagadas, camuflándose de manera perfecta con la oscuridad nocturna.

Por otro lado, bajo la superficie de la capital en los acueductos subterráneos, los drenajes desviaban las aguas lejos de los recintos guiándolas a perderse en ductos que llevaban a los ríos cercanos.

En las profundidades Noah y Zayd se inclinaba ante Bael, tras ellos el joven capturado era arrastrado por un grupo de militares que lo habían atado con cuerdas. Noah, levantando su postura dijo a Bael: — Estos malditos han puesto patrullas para custodiar el portal. Así aprovechemos la noche para ir, es muy peligroso para usted asistir sin antes eliminarles —.

La imponente figura de Bael hizo un gesto a lo alto del recinto mientras buscaba una respuesta y al encontrarla, de manera inmediata dijo: — Noah, hay que despistarlos. Moriremos si logran llegar antes que nosotros. Capitán, Quiero que lleves a tus mejores hombres y acabes con aquellos que custodian el portal —.

Noah, levantándose de su postura lo interrumpió de manera abrupta: — ¡Mi señor!, ¿no lo entiende? si consiguen encontrarlo estaremos perdidos ¡Es muy peligroso enfrentarlos a todos a la vez! —.

Calmando los ánimos del joven, Bael respondió: — Por eso iremos con tigo, por esta vez quiero que seas la carnada. Mientras, el capitán y sus hombres me guiarán al portal —.

Sorprendido, Noah pidió una explicación inmediata y accediendo Bael empezó a relatar su plan. La atención tanto del capitán como la de Noah permanecieron enfocada en Bael relatando la guía divina recibida por la deidad, mientras tras él, la estatua de Orochi emitía palpitaciones pulsantes como si fuera a romperse en cualquier momento.

— ¿Ahora entiendes querido Noah? no se trata de exponerme. Debemos dar lo mejor para que nuestro maestro envié las fuerzas que aguardan a mi llegada desde el otro lado —.

Asintiendo, y con la mirada llena de convicción, Noah dijo: — De acuerdo, hagámoslo —.

Sus siluetas se esparcieron en los subterráneos mientras se dirigían a unas escaleras que daban con la tapa de una alcantarilla. Antes de subir, Bael observo a los fieles esperando su instrucción, atentos a cada uno de sus movimientos para seguirlo. Haciendo un gesto de saludo con la mano, dijo a sus fieles: — Descuiden compañeros, hoy nuestros hermanos serán vengados y las fuerzas de nuestro Dios volverán una vez más a nosotros —. Al escuchar sus palabras los fieles asintieron, e hicieron una última plegaria antes de iniciar su camino.

Con decisión, Zayd tomo la iniciativa para subir las escaleras y abrir la escotilla que abría la tapa del alcantarillado. Al emerger su cabeza, observo con el visor de su casco los alrededores mientras apuntaba con su arma y al no encontrar nada hizo una seña para que los demás emergieran.

El agua de la tormenta se filtraba por la oquedad mojando los pies de Bael y, tomando un largo suspiro, se agarró de los barandales metálicos y trepo a la salida, emergiendo en medio de las lluvias. Tras él; Noah con sus elegantes ropas empapadas le hizo una seña diciendo: — Es hora de irnos —.

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