Quizás pudiera ser una historia repetida en el tiempo. Pero no lo es.
Buscando el camino perdido, fruto de mi incapacidad de recuperar mi Norte, me dejé llevar sin rumbo.
Puede ser que esperara cruzarme con personas diferentes a lo habitual, pero me sorprende en mi camino encontrarme con ella.
Su nombre, Pilar. Nombre tan normal como poco habitual en frescura desmedida.
Se dirigía buscando una nueva vida al mismo destino que yo.
Era Valencia la ciudad del nuevo rumbo.
Nada mas subirse a mi coche, noté su energía.
Irradiaba pasión, voluntad infinita, ganas de vivir nuevas experiencias y un sinfín de valores, plasmados en palabras que surgían de su boca.
Al instante hubo conexión.
El viaje se hizo corto y enriquecido. Su conversación me mantenía tan atento a ella como a la carretera.
Arquitecta de profesión, pero según ella se definió, mala conductora de su vida.
Buscaba en esta ciudad nuevas aventuras. Nuevos proyectos que volvieran a ilusionarle, y quién sabe, si un nuevo amor que le devolviera la esperanza de un futuro sentimental ya perdido.
A medida que íbamos acercándonos a nuestro destino, mi cabeza buscaba la forma de poder seguir conociéndola sin que eso supusiera una actitud de rechazo por su parte.
Yo notaba, o eso pensaba, que podría tener alguna esperanza de volver a compartir con ella momentos, más allá de unas horas de viaje.
No quería llegar jamás a nuestra meta. Era lo que sentía e incluso en algún momento aminoré la marcha. Cuanto antes llegáramos, antes tendría que insinuarle mis pretensiones.
Nada descabellado, pero me causaba pavor el hecho de tener que ser tan directo.
Sabía de sobra que no habría otra oportunidad para hacerlo.
Finalmente me decidí.
Le dije:
Pilar, me encantaría saber nuevamente de ti cuando bajes de mi coche.
Yo solo pensaba pasar un día en Valencia, y dirigirme nuevamente a otra ciudad que aún no sé cual será.
Pero en ti dejo la decisión de si sigo mi camino o te apetece que nos conozcamos un poco más.
Al instante ella hizo un silencio. Pensó detenidamente su respuesta y me aclaró con total sinceridad su visión de esta historia.
César, no estoy preparada para nada. Tan solo, gracias por tu valentía.
Te deseo lo mejor, y mil gracias por tu alegría.
Se bajó, y perdí su silueta.
La recordaré toda mi vida.
No todas las historias tienen un bonito final.
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