Esta historia inicia pensando, qué tal, si todo fuera diferente a la realidad, ¿si por ejemplo al visitar una región de mi bella tierra que me encanta debería usar mi pasaporte? Esto pudo ocurrir… déjenme que les cuente la historia que en realidad supera algunos cuentos de fantasía.

Hablo sin pierde de las regiones de occidente de Guatemala, de las bellas y prosperas tierras de Quetzaltenango, Totonicapán, Quiché, Huehuetenango, cuna de los mejores cafés de Guatemala y hasta de Sololá, lugar donde se encuentra el lago más bello del mundo.

Como perdido en la historia está el nacimiento del sexto estado en el siglo antepasado, por ahí de los años mil ochocientos cincuenta y tantos, un grupo de ciudadanos se propuso hacer de estos lugares una nación independiente a Guatemala. Imaginen si esto hubiese tenido la continuidad a través del tiempo.

Pero sin adelantarme tanto a la historia que quiero relatarles, empezaré contándoles que soy guatemalteco, nací hace más de medio siglo atrás en el populoso barrio de las victorias, en la zona 1 capitalina, pero la vida me ha llevado a varios sitios y uno de ellos, quizá el que más me ha llegado al corazón es el occidente de mi nación.

Para los que a lo mejor nunca supieron lo que era tener un documento de papel que parecía un pequeñísimo cuadernillo, la cédula de vecindad, dedico parte de este relato. En tiempos muy antiguos, en el occidente de nuestra bella Guatemala se estaba fraguando unos vientos de independencia, no los mismos que supuestamente nos dieron la libertad en septiembre de 1821, estos buscaban formar el sexto estado centroamericano.

No pretendo dar una clase de historia ni nada parecido, pero se han puesto a pensar, ¿qué habría pasado si se hubiera logrado esto?… Quizá nada, pero a lo mejor mucho. Principiando con que para ir a visitar estos lugares tan bellos tendríamos que pasar por migración, talvez solo con enseñar nuestro documento de identificación como es con algunas naciones hermanas centroamericanas, o a lo mejor con pasaporte o quizá hasta necesitaríamos una visa, como es en el caso e nuestro vecino del norte, México.

No puedo imaginar lo avanzados que a lo mejor estaría el sexto estado de Centroamérica, si en os años treinta, tenían un excelente tren eléctrico y en realidad suplían de mejor manera algunas necesidades de la ciudad a comparación de la capital central de Guatemala, claro que eso fue lo que en realidad llevo a los celos y estupidez de los mandatarios de aquel entonces que envió a sus maleantes a destruir ese progreso en la ciudad de los altos.

El sexto estado sería un ente productor de las mejores legumbres del país por estar allá Almolonga, a lo mejor será exportador de ellas para el resto de nuestra Guatemala, imaginen vivir en una Guatemala sin los ponchos deliciosos para el frío que produce Momostenango, allá en Totonicapán, el pensar en los platillos de cordero de Huehuetenango como un alimento extranjero.

Las sabrosas Shecas serían un artículo de superlujo que solo unos cuantos podrían importar desde el sexto estado para disfrutarlas en los hogares guatemaltecos.

Hace poco viaje a Totonicapán. A cortar melocotones en un huerto precioso, parte de un paseo de turismo local, no puedo imaginar los controles sanitarios que debería pasar por traer esta fruta si el sexto estado hubiera permanecido, soberano e independiente.

No tengo conocimiento lo que motivó a esos ciudadanos desear la emancipación de sus tierras, no puedo pensar solamente en motivos egoístas, a lo mejor era un genuino sentir de progreso y buscar el bienestar para los suyos lo que estaba detrás de todo. Pero aun así no puedo dejar fuera de mi mente el dicho popular que reza: “La unión hace la fuerza” … ¿Cómo podría estar mejor mi Guatemala dividida? La verdad no lo creo.

Cuando he tenido la oportunidad de caminar por las calles de Quetzaltenango veo el orgullo que tiene la ciudad de ser quien es, aún se conserva el león a la entrada de la ciudad, representante digno del sexto estado, como vigilante del tiempo y que nos dice a todos los guatemaltecos que ellos pueden estar sin nosotros, pero nosotros, quien sabe sin ellos.

El quiosco central del parque de Centroamérica, con los recuerdos mudos de los rieles del tren eléctrico que círculo en la ciudad en el siglo pasado, inmortalizado por una de las piezas de marimba más bellas hechas: “El ferrocarril de los Altos”, el balcón de Enríquez, lugarcito mágico desde donde puedes admirar todo el parque y sus alrededores, imaginarte como era la vida hace 100 años, con las mujeres bellas quetzaltecas y sus trajes de faldas plegadas vueludas, ellas orgullosas y muy hermosas. Con sus estrechas callejas en la parte vieja, Quetzaltenango ofrece a la vista del turista una historia que pude leerse al ver cada esquina, construida entre colinas es un reto para aquel que quiere verla a pie, pero será recompensado al lograr cada meta con un edificio icónico diferente, lleno de historia y leyenda.

El templo de Minerva, un monumento que tal vez ha visto mejores tiempos, pero es aún una parada obligatoria para admirar la cultura que reina en el lugar, la inspiración que trajeron desde la antigua Grecia para motivar a los propios, haciéndoles ver que eran y son un gran pueblo. El teatro nacional, una joya de la arquitectura con sus diferentes niveles desde las gradas principales, sus estatuas en los jardines y sus puertas de finas maderas; una verdadera casa de la cultura para presentar obras importantes al pueblo.

Casas que deben tener más de 100 años de antigüedad, que pueden contar, y algunas lo hacen, historias fantásticas de personajes importantísimos de la historia Quetzalteca.

Y todo ese romance e importancia histórica, se fusiona con el modernismo y la globalización de estos tiempos, con restaurantes y cafetines en rinconcitos que se hacen magníficos, como pequeñas embajadas de cuentos de hadas para vivir cada uno su historia de amor o de aventura.

Si el turista se atreve a salir de la ciudad principal, podrá ir y admirar los “tablones” de trabajo, como les llaman allá a las tierras de siembra en Almolonga, donde se cosechan zanahorias del tamaño de tu brazo y diversas verduras maravillosas y muy sabrosas. Un sitio que sin importar que religión profeses, verás, si te lo permites, la mano del creador y su amor para con nosotros al regalarnos esas dádivas para nuestro sustento.

Te aventuras un poco más y llegarás bordeando algunos montes en un camino de terracería, viendo cultivos de cebolla y betabel crecer a los lados, a las “Aguas Georginas”, un nacimiento natural de aguas sulfurosas que es medicina para el cuerpo y el alma del viajero estresado, podrás disfrutar de diferentes piscinas con distintas temperaturas de estas aguas que algunos dicen que tienen efectos revitalizantes y medicinales. Todo esto y no hemos salido ni siquiera de Quetzaltenango, imaginen lo más que tendría para ofrecer el sexto estado completo al turista.

Damos un brinco y llegamos a Quiché, un departamento verde por excelencia de nuestra hermosa tierra, donde aun el día de hoy podemos vivir el misticismo de hace miles de años de nuestros ancestros mayas, disfrutar de tradiciones, como el baile de los danzantes enmascarados de Chichicastenango, admirar uno de los mercados más coloridos que en realidad es una postal imperdible para los extranjeros que nos visitan cada año, vivir el fervor en sus iglesias con ese aroma de incienso y pom, haciendo mezcla de lo religioso y cultural…. Quiché cuna de uno de los productos que un inmigrante italiano trajo y perfeccionó en estas tierras, en internacionalmente famoso queso Chancol.

Y que hablar de Huehuetenango, si cuando llegas al mirador Diéguez Olaverri, parece que te encuentras por encima de las nubes, ofreciendo al visitante un frío que esclarece la mente y el alma. La Laguna Magdalena, que es un espejo del cielo y el sendero que nos lleva a ella, parece sacado de los mismísimos Alpes suizos, con postales de ovejas y riachuelos de claras aguas llenas de vida que revitalizan hasta a la persona más pesimista.

Imposible en verdad es el mencionar todos los atractivos que cuenta el sexto estado para Guatemala y el mundo entero, siendo una joya para los que estamos a simplemente horas de visitar estos fantásticos sitios, como el resto e nuestra nación hermosa que es una belleza natural, con su paisaje, su gente y todo lo que ella contiene.

Quien sabe cómo serían las cosas si hubiera prosperado el sexto estado, pero definitivamente estamos mejor todos unidos, con el orgullo de ser chapines, pueblo aguerrido que día a día se enfrenta con el futuro y los retos de la vida, hoy simplemente podemos estar felices de ser guatemaltecos y pertenecer en parte a esa historia magnífica que tenemos y podemos estar orgullosos.

FIN

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