Desperté del sueño con una sensación de oscuridad, como si todo fuera gris, pero feliz por haber despertado.
Me encontraba en una cabaña de dos pisos, al parecer estaba habitada por muchas personas que en teoría conocía. Me invadía un gran deseo de ser aceptada, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para «quedar bien».
En un momento supe que estábamos jugando a cumplir retos y de la nada apareció un cachorro, seguramente de unos cinco meses de nacido, era gris con bigotes blancos, tenia la cara triste. Escuché las palabras de un joven que entre risas decía «no serán capaces». En ese momento sin cuestionarme nada, tomé al cachorro y empecé a darle vueltas, luego lo lancé desde el segundo piso. Después corrí a esconderme, eso era parte del juego, nadie podía saber quien lo hizo. Al escuchar el estruendo todos fueron en busca de lo que había pasado, vieron el cachorro en el suelo y se asustaron, estaban molestos con la persona que fue capaz de hacer eso aunque antes presionaban para que alguien se ensuciara las manos con ese hecho atroz.
Estaba confundida, arrepentida por lo que hice, no entendía por qué había hecho eso cuando ni siquiera conocía a esas personas.
Pronto alguien dijo que debíamos seguir con el siguiente reto, para ello debíamos ir a un lugar caracterizado por ser desordenado, sus casas tenían piso de tierra y las cocinas se organizaban en repisas de tablas, las paredes por su parte eran cortinas de plástico. El reto consistía en preparar una receta de ingredientes raros, requería trabajo en equipo, está vez todos debían aportar con la búsqueda de los ingredientes.
Corrí con todas mis fuerzas para buscar los ingredientes que se requerían para la preparación, había encontrado muchos pero no habia rastro de los demás, con el tiempo noté que nadie más se estaba buscando lo que «necesitábamos».
Solté la presión y regresé al sitio donde debíamos preparar la receta, dejé los ingredientes y solo llevé uno, empecé a prepararlo con calma, resignada a aceptar que solo me rodeaba de personas que únicamente velaban por su placer, capaces de verse solo a sí mismas, y estaba dispuesta a aceptar el castigo por no cumplir el reto.
Resulta que por no tener la receta a media noche, empezaban a aparecer personas, todas con escopetas en sus manos, quienes nos buscarían a cada uno pues el castigo era la muerte. Corrí con todas mis fuerzas arrepentida por lo que había hecho, recordé lo del cachorro, y sentí que no merecía vivir, pero seguía corriendo para escapar de esas personas. En un punto me escondí detrás de una de las repisas de tabla pero no fue suficiente, una mujer me tomó del brazo y me disparó en la cabeza.
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