PRIMERA PARTE

Alejandro no pudo dormir esas últimas noches de octubre, al quedarse profundamente dormido sentía como si su alma se desprendiese de su cuerpo y se elevaba lejos a perderse en un mundo entre el sueño y la realidad.

Toda la noche había estado meditando acostado en su cama mirando su silla de ruedas con desprecio. El oleaje era únicamente lo que se escuchaba en aquel recóndito rincón del mundo donde perseguía el anhelo de poder volver a caminar de nuevo.

Al levantarse y acercarse a la silla de ruedas alcanzo a ver al amor de su vida demasiado lejos de él, sentada sobre la playa abrazando sus rodillas en completo silencio. Alejandro recordó que la noche anterior habían mantenido una fuerte discusión relacionado al viaje que hace 6 meses habían iniciado.

Se sintió culpable de ser la causa de los problemas y se juró así mismo comenzar a compensarla por todo el mal que le había causado. Alejandro abandono la habitación dejando descansar a Diana de la mala actitud que tenía desde que quedó parapléjico.

Después de atravesar un par de cabañas vacías finalmente llegó hasta el consultorio de su terapeuta personal. La señora Wong lo recibió amablemente con un poco de asombro por el repentino cambio de actitud de Alejandro.

-¿No siente ninguna mejoría Alejandro? Preguntó la señora Wong mientras lo ayudaba a subir a la cama de masajes.

-Realmente nada, sinceramente siento que es una completa pérdida de tiempo. Espero no ofenderla. Respondió Alejandro.

-No se preocupe, ahora entiendo mejor su diagnóstico, es normal que la gente piense que es imposible curar el cuerpo sin inyecciones ni cirugías, mucha gente no sabe que el cuerpo es capaz de curarse así mismo. Pero primero, debe curar su mente. Las preocupaciones, el estrés y todo pensamiento negativo solo bloquean cualquier clase de recuperación.

-Esperaba que dijera algo como eso, lo dice en el folleto que reparten y también en su página web. Dijo Alejandro mientras acomodaba sus piernas en la máquina.

-Antes de cualquier proceso de recuperación, primero hay que sanar la mente. Después de un siniestro, en especial si es algún accidente o alguna enfermedad. Debemos perdonarnos primero y estar en paz con nosotros mismos. No voy a mentirle, es lo más difícil del proceso. Espero no haber sido algo imprudente.

-Está bien, no tiene de que preocuparse. Dijo Alejandro recordando por breves segundos el accidente que lo marco para siempre.

-Permítame ayudarle a relajar su mente, esto no es algún alucinógeno. Solo es un líquido que le inducirá a un profundo sueño, así su mente no impedirá en su cuerpo, su natural proceso de recuperación, pero algún día deberá estar en paz con su mente, para poder volver a caminar plenamente. Dijo la señora Wong acercándole un brebaje de yerbas de un color anaranjado.

-Admito que he sido una molestia estos últimos meses, con toda la gente que me rodea. Quiero comenzar a enmendar mis errores y empezaré por pedirle perdón de corazón y agradecerle por todo lo que hace por mí, aunque no lo merezca. Dijo Alejandro tomando el brebaje mientras se recostaba en la máquina que lentamente comenzó a mover piezas para masajear sus pies y su espalda, además infundía cierto calor en ambas partes.

Al cabo de unos minutos Alejandro se quedó profundamente dormido, su insomnio esta vez no le impidió volver a soñar de nuevo después de mucho tiempo. Al mirar hacia el horizonte vio la misma playa, pero ya no estaba sentado, se hallaba de pie, descalzo sobre la arena, sintiendo hasta el más diminuto grano de arena deslizarse entre los dedos de sus pies.

Caminó hacia el agua para volver a sentirla pero el océano estaba embravecido y parecía peligroso siquiera intentarlo. Al despertar vio a su esposa con una enorme sonrisa mirando sus pies, junto a ella se hallaba su mejor amigo igual de entusiasta que su esposa.

La señora Wong con una sonrisa le tendió la mano para ayudarlo a levantarse, Alejandro consiguió bajar la mirada para ser testigo de lo que para él era un milagro imposible, después de tanto tiempo, podía mover ligeramente los dedos de sus pies. Estupefacto recordó los difíciles momentos cuando los doctores le dijeron que su movilidad jamás volvería y sin embargo los imprecisos movimientos de sus dedos le devolvían las esperanzas de algún día poder volver a caminar.

-Es un gran avance, sin embargo, es parte de un lento proceso que le permitirá, conforme avance el tratamiento, la dicha de poder volver a caminar.

-Muchísimas gracias, señora en verdad le debo una disculpa. Dijo Alejandro casi entre lágrimas de felicidad, una felicidad que él mismo no sentía desde hace aproximadamente unos 9 meses.

-Es una pena que tengamos que dejar la isla, pero podremos retomar la semana próxima sin problema alguno.

-Señora Wong, respecto a la receta de los doctores ¿Debería seguir tomando estas pastillas o hay algún cambio que se deba hacer? Preguntó Diana acercándose a la señora Wong con una receta de hospital y alejándose de la cama de masajes.

-Felicidades amigo, yo tampoco le creía posible. Dijo Emilio estrechando su mano para ayudarle a bajar de la máquina.

-Es la única medicina natural que realmente funcionó. No sé si tenga algo que ver, pero tuve un sueño en el que caminaba, se llegó a sentir tan real que una parte de mí no quería despertar.

-Esta si es una maquina milagrosa. Dijo Emilio mientras empujaba de la silla a Alejandro hasta la salida del consultorio donde Diana y la señora Wong los esperaban.

-Ya estoy al tanto de las medicinas y los ejercicios posteriores a la cama de masajes, creo que con eso estamos listos. Dijo Diana mientras enseñaba la receta con varios apuntes hechos recientemente.

-Que tenga buen viaje de regreso Alejandro – Dijo la señora Wong mientras le estrechó su mano derecha -. Le espero la semana próxima.

-¿No quiere venir con nosotros en nuestro barco? El espacio no es un problema. Dijo Emilio.

-No se preocupen, mis hijos van a venir por mí en una media hora. Me refugiaré con ellos de la tormenta.

-Bueno entonces, será hasta la próxima semana – Dijo Diana mientras le daba un abrazo a la señora Wong -. Muchas gracias por todo.

-Hasta pronto. Respondió la señora Wong.

-Hasta pronto Señora Wong. Se despidió Alejandro.

Los 3 alguna vez amigos de la infancia regresaron al puerto donde el barco mediano de Emilio esperaba listo para zarpar. Los 3 cocinaron pequeñas porciones de filetes de pescado y después del almuerzo se sentaron en cómodas sillas en cubierta donde conversaron toda la tarde mientras los tintes anaranjados y violetas se dibujaban en el horizonte.

-Las olas definitivamente están creciendo más de lo normal. Cuando la tormenta se forme las olas pueden llegar a alcanzar alturas de hasta 20 metros. Dijo Emilio mientras sostenía su cerveza señalando el horizonte.

-Qué bueno que no nos quedaremos para verlas ¿Qué pasa si la tormenta aparece así de la nada? ¿Te ha pasado alguna vez? Dijo Alejandro mientras acercaba su silla de ruedas más al filo de la cubierta para poder recibir los últimos rayos de sol.

-No en un pequeño barco como este, pero si en barcos más grandes, trabaja en ese entonces, como técnico auxiliar del área eléctrica. Las olas mecían al barco de arriba hacia abajo, comenzaba despacio y luego todo se descontrolaba, parecía que la embarcación se iba a partir en mil pedazos, todos terminábamos mareados, es realmente cuando comienzas a tenerle miedo a la inmensidad del océano.

-Tu hermano sigue llamando, creo que es un tema urgente. Dijo Diana interrumpiendo la conversación señalando su teléfono.

-Es sobre mi hermana, es un tema delicado porque los doctores dicen que es tiempo de desconectarla. Dijo Alejandro con el corazón roto por dentro.

-Los mismos doctores que dijeron que jamás podrías volver a caminar y sin embargo hoy pudiste volver a mover los dedos de tus pies. Alejo, yo no confiaría en esos doctores ni aunque me pagaran por hacerlo. Dijo Emilio.

-Es un tema más de gastos. Saben que mi decisión es que no la desconecten, pero el diagnóstico es demasiado desesperanzador. Mi hermano mayor tiene la idea de que, podemos cremar a mi hermana y venir a dejar sus cenizas al mar, así como hicimos con las de mi mamá cuando falleció, el siente que así estarán juntas a donde quiera que vayamos todos, después del final, después de morir.

-Fuerza amigo, y respecto a los gastos, cuenta con mi completa ayuda y apoyo, tú me ayudaste en momentos iguales o peores, estoy en deuda contigo. Dijo Emilio mientras ponía su mano en la espalda de su mejor amigo.

-Gracias. Dijo Alejandro evitando con todas sus fuerzas que pequeñas lágrimas brotaran de sus ojos.

-La costa no está muy lejos, tengo que darle dirección ¿Qué se les antoja cenar? ¿O cocinamos?, ustedes díganme. Dijo Emilio cruzando el pequeño barco hasta los controles del barco.

-La doctora Wong dijo que no era necesario tomar estas, me envió este remedio en su lugar. Dijo Diana acercándose para entregarle las pastillas.

-Esto me da mucho sueño, seguramente funciona mejor para no sentir dolor y el amortiguamiento, que es para lo que son las pastillas que tacho de la lista.

-Intentemos esto, vemos que sucede y decidimos después. Dijo Diana entregándole los remedios y poniendo su silla al lado para poder recostar su cabeza sobre el hombro de Alejandro.

-Perdóname por todo, en serio, de no haber sido por ti ya me hubiera rendido desde hace tiempo. Dijo Alejandro mientras recostaba su cabeza sobre la silla de ruedas sujetando la mano de Diana.

-Para eso estoy aquí, en las buenas y en las malas lo juramos alguna vez.

-Te amo. Dijo Alejandro con los ojos cerrados sintiendo el efecto de las medicinas.

-Yo te amaré por siempre. Respondió Diana después de darle un tierno beso en los labios.

De nuevo Alejandro se encontró soñando, esta vez se hallaba sobre la cubierta del barco, pero el atardecer se había desvanecido y grandes olas mecían descontroladamente la nave. Fuertes truenos le ensordecían y cegaban con su luz cuando caían, de pronto se encontró en el agua luchando por mantenerse a flote, escucho la voz de Diana gritar constantemente su nombre.

El pánico comenzó a apoderarse de él al pensar que pudo haber caído al océano e inmediatamente después Diana se había lanzado para tratar de salvarlo. Después de que todo se quedara en un profundo silencio finalmente recordó que después de beber aquel líquido dormía profundamente y todo se trataba únicamente de un terrible sueño.

SEGUNDA PARTE

Alejandro apretaba con fuerza los ojos mientras sentía como el agua lo mecía de un lado para otro, el atardecer lentamente se desvaneció y luego solo veía el océano desde la profundidad, una pesadilla demasiado realista que jamás hizo transición entre el sueño y la realidad.

Al despertar rápidamente se llevó las manos a los ojos, los sentía demasiado cansados como si los parpados fueran un musculo que nunca antes había dominado, mover las manos también se sintió demasiado complejo y a pesar de que había despertado lo único que veía era una luz azul tenue que parpadeaba incesantemente.

Alejandro intentó hablar pero no tenía las fuerzas suficientes, después de unos minutos finalmente su vista dejo de ser borrosa pero lo que vieron sus ojos lejos de sacarlo de la pesadilla lo hundieron más en su delirio. En frente de él una especie de ataúd de vidrio lo tenía encerrado en una clase de tanque sensorial repleto de luces por todos lados. Estas pequeñas luces eran opacadas por la gran luz azul del vidrio que cada vez parpadeaba más rápido.

Alejandro intentó levantarse para gritar por ayuda pero le era imposible moverse, desesperado volvió a quedarse dormido por lo que fueron unos breves instantes, luego escupió con la sensación de haber tragado grandes bocanadas de agua, esta vez más exaltado y desesperado se incorporó en la pequeña capsula, sintiendo como varios cablecitos con una aguja en la punta se desprendían de su cuerpo causándole un agudo dolor, como nunca antes lo había sentido.

Al sacarse por completo todos los cablecillos que emergían de su cuerpo, la luz azul se quedó pausada por completo, dejando ver su cuerpo de un tono más blanco de lo normal de lo que el recordaba. Instintivamente se llevó las manos al rostro y se alivió al sentir sus facciones tal y como las recordaba. Mientras procesaba todo lo que estaba pasando llego a sentir sangre que brotaba de la parte posterior de su cabeza.

Al mirar abajo se percató de que su cuerpo reposaba sobre agua tibia, las correas que sujetaban sus brazos se habían soltado cuando se había despertado. Acerco su mirada al vidrio pero solo alcanzo a distinguir luces rojas y azules parpadeando en la obscuridad.

Lo último que se le venía a la mente al tratar de recordar cómo había llegado hasta ese lugar, era el atardecer y sus amigos en el pequeño barco. Recordó que había reportes de fuertes tormentas por lo que zonas aledañas debían ser evacuadas inmediatamente.

En lo único que pudo pensar es que estaba en una clase de hospital y la tormenta si los había alcanzado, afortunadamente se encontraba vivo. Se volvió a sentar en la pequeña incubadora, para tratar de llamar a alguna enfermera pero no podía hablar por más que lo intentara, examino la incubadora desde adentro, pero no encontró ninguna rendija ni botón que pudiera accionar, llego a sentir sensibilidad en los pies, algo absurdo dada su condición.

Lentamente comenzó a mover sus piernas y varios escalofríos le recorrieron todo el cuerpo, sin querer comenzó a gritar producto de una felicidad que no podía entender. Su voz era distinta de como la recordaba, después de unos breves segundos para asimilarlo todo, aflojo las correas que sujetaban sus piernas y abrazo sus rodillas mientras lloraba de júbilo al poder moverlas después de lo que el sentía una eternidad.

Esta vez con el espíritu renovado, grito con todas sus fuerzas esperando que alguna enfermera viniera para darle la buena noticia pero nadie apareció jamás. Examino los cablecillos en especial el que estaba conectado a su pecho, al reinsertarlo se dio cuenta de que se reactivó el parpadeo azul de la incubadora.

Una parte de él quiso reinsertarse los cablecillos del cerebro pero al recordar el dolor que experimento al sacárselos descartó la idea. Al no encontrar nada que pueda servir se tumbó resignado y frustrado por no poder hacer nada desde el interior.

Después de lo que para él fue un par de horas se le ocurrió una idea que tal vez podría funcionar, conecto la mayoría de cables que pudo exceptuando los de la cabeza y luego se dio la vuelta y hundió la cara en el agua que lo mantenía flotando, el agua era salada y e ingreso rápidamente por sus fosas nasales haciéndolo atragantarse y agitar su cuerpo salvajemente, aun así no se movió hasta que finalmente la luz azul parpadeaba tan rápido que varios sonidos comenzaron a activar diversos mecanismos.

El sonido de una escotilla abriéndose fue la luz al final del túnel de su sufrimiento y con ambas manos se elevó del agua exhalando un gran grito de satisfacción al ver que su idea había funcionado.

De repente comenzó a comprender que este lugar era como una clase de hospital especial, las luces parpadeando estaban perfectamente sincronizadas con su pulso mediante los cablecillos y seguramente las correas servían para que el paciente no se diera la vuelta y se ahogara con el agua de sanación.

Alejandro se levantó en medio de una fila interminable de incubadoras y aunque esperaba ver alguna enfermera o algún doctor allí mirando que todo estuviera en orden nunca apareció nadie. A los lados llego a distinguir uniformes de doctor con las cuales pudo vestirse pues en esa incubadora estaba completamente desnudo.

Caminar fue difícil, como si fuera un recién nacido sin embargo después de caerse un par de veces, la alegría de caminar le hizo incluso olvidar el dolor que tenían sus extremidades inferiores. Todo estaba completamente obscuro y lo único que se lograba distinguir eran grandes filas de incubadoras con luces azules y rojas parpadeando, avanzo en la habitación hasta que se encontró con incubadoras con luces totalmente apagadas.

El miedo le hizo salir corriendo por lo que parecía ser una enorme puerta oxidada, al salir de la habitación se encontró en un pasillo con grandes ventanales bañados con una luz tan intensa que le dejo ciego unos instantes.

Alejandro cayó al piso sobándose los ojos, lentamente volvió a ponerse de pie dirigiendo su mirada hacia el exterior. Las intensas luces se difuminaron revelando grandes estructuras y edificios. Por más que intentara recordar alguna ciudad con esos edificios y monumentos la verdad lentamente fue visible para sus ojos.

Una realidad distópica se extendía hasta donde sus ojos alcanzaban a mirar, habían edificios pero estos estaban completamente en ruinas, el aire parecía anaranjado y toxico, no se veía ninguna planta ni montaña en el horizonte y el cielo lejos de ser azul era de un celeste anaranjado como si fueran los residuos de alguna bomba o desastre nuclear.

Justo cuando estaba a punto de desmayarse del impacto, escucho ruidos provenientes del otro lado del pasillo, de inmediato corrió en dirección contraria encontrándose con más y más habitaciones repletas de incubadoras, un techo destruido por alguna falla le sirvió para ascender de piso lejos de lo desconocido.

Después de correr por unos 20 minutos llego a una pequeña habitación llena de cablecillos y enormes retazos de componentes electrónicos de colores extraños, allí en medio de toda esa basura encontró un pequeño refugio, y rápidamente se metió allí esperando escapar de una amenaza que no conocía ni entendía.

TERCERA PARTE

Alejandro despertó cuando la luz de los rayos del sol se posó sobre su semblante, esperaba despertar con Diana en su regazo, de frente a la playa en la que habían vivido los últimos 6 meses. Sin embargo aquel hogar ahora parecía tan lejano que no pudo evitar derramar algunas lágrimas de tristeza y desesperación.

Al mirar por la ventana y ver el mismo paisaje distópico supo que nada de lo que había experimentado era un sueño o alguna alucinación, con nuevas energías se levantó de entre los escombros y salió de las ruinas para buscar respuestas.

Exploró largos e interminables pasillos llenos de luces extrañas, enormes habitaciones llenos de incubadoras. Gente de infinidad de razas y edades en su interior aparentemente durmiendo. Comenzó a escalar entre escombros y grandes escaleras lo que más pudo llegando a una clase de terraza desde la cual pudo ver el tamaño del edificio en el que se encontraba, la vista lo dejo perplejo pues se extendía hasta donde sus ojos podían esforzarse por mirar.

Se percató de que en el techo había un enorme vidrio que impedía que el aire anaranjado del exterior ingrese. Diviso estructuras y máquinas de diversas formas y tamaños, sabía que jamás entendería su funcionamiento. Entre todos los escombros ese lugar llego a distinguir un símbolo que lo dejo sin aliento, allí en la pared diviso una flecha dibujada con alguna clase de pintura amarilla.

Siguió la flecha entre lo que eran los escombros de viejas habitaciones de incubadoras que hace mucho tiempo habían dejado de funcionar, muchas estaban abiertas, la ilusión de encontrar a otra persona creció en su interior, pero en su lugar solo encontraba escombros y polvo.

Finalmente llego a lo que parecía un refugio de personas por las formas de las camas ya casi derruidas por el paso del tiempo, lo que más llamo la atención de Alejandro fue la pared del refugio la cual tenía innumerables escritos y dibujos, llego a distinguir varios idiomas pero otros simplemente eran garabatos para él.

La pared era enorme y parecía ser más un testamento de la gente que alguna vez salió de las incubadoras como él. Después de indagar lo suficiente finalmente encontró palabras en su idioma que fueran legibles para que pudiera entenderlas.

Las frases decían.

-Humanos extintos.

-¿Cuándo despiertas de algún sueño a donde fuiste realmente?

-¿El sol derritió el mundo o fueron los hombres?

-El aire asfixia en el mundo más allá de las puertas de cobre.

-Caminaremos hasta quedarnos dormidos en la neblina.

-Incluso los robots no pudieron contra el padre tiempo.

-¿Jaula o Nodriza, al final aquí son lo mismo?

-El sueño siempre fue un sedante para ocultar nuestra verdadera naturaleza

Alejandro cayo de rodillas intentando asimilar todo lo que estaba pasando por su cabeza repitiéndose una y otra vez “debe ser solo un mal sueño, un mal sueño” sin embargo era consciente de que nunca antes se había sentido más despierto que ahora.

Recordó su familia, sus amigos, todo se había desvanecido para siempre. Inevitablemente la silueta de Diana saltando hacia el mar para tratar de ayudarlo se quedó inmersa en su cabeza, desesperado se abrió camino entre los escombros y una tras otra comenzó a abrir las habitaciones para examinar los rostros de la gente que estaba en las incubadoras buscando desesperadamente a Diana.

Recorrió así todo el refugio, se sintió fatigado por el esfuerzo físico de estar corriendo prácticamente todo el día, sin embargo no sentía ni la menor señal de tener sueño, como si pudiera quedarse despierto para siempre. Llego a escuchar sonidos desde habitaciones a las cuales no podía acceder sin una cuerda o alguna escalera, desesperado también buscaba a alguien a quien pedir ayuda, alguien con quien poder hablar, alguien que pudiera explicar que era ese lugar.

En los pisos superiores se encontró con varias capsulas abiertas aunque parecía que había pasado décadas de eso. De pronto el parpadeo de una luz roja lo dejó perplejo y casi petrificado. En una de las cápsulas se encontraba su hermana menor, tal y como la recordaba el día del accidente, el parpadeo de su capsula era tan tenue que apenas era visible.

Alejandro se llevó las manos a la cabeza impactado mientras recordaba el cuerpo lastimado de su hermana, a los paramédicos tratando de reanimarla, su gélido semblante había sido una de las tragedias que habían marcado su vida y ahora frente a él estaba allí mismo, con una débil respiración y con el ceño ligeramente fruncido como si se esforzara por despertar.

Desesperado golpeo con todas sus fuerzas la capsula para tratar de hacer que despertara, busco botones o alguna palanca pero nunca encontró nada. De entre los escombros extrajo pedazos de metal con los que intento abrir la capsula, le gritaba su nombre hasta quedarse afónico pero jamás se despertó. Finalmente se quedó sentado abrazando sus rodillas apoyado sobre la capsula de su difunta hermana, divisando los atardeceres más inverosímiles que jamás pudo haber soñado y con los ojos tan abiertos que nunca más volvió a sentir la necesidad de dormir de nuevo.

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