CAPÍTULO 4: LA CASA DE ANTIGÜEDADES
Tras hablar con el hombrecillo,lo primero que hizo Max fue visitar la casa de Marité para intentar recuperar su bolso.
Atravesó la plaza caminando en la dirección indicada por el hombrecillo y dirigió sus pasos hacia la casa de color verde que se destacaba entre las demás.
El lugar estaba en silencio y para alcanzar el botón del timbre tuvo que reintentar varias veces dando saltos y manotazos hasta que lo logró.
La puerta se abrió y una señora de postura elegante le dio la bienvenida con fría amabilidad. Sin embargo, al ver al pequeño Max se relajó mucho más. Su apariencia inofensiva, sus zapatillas enormes y su estatura minúscula facilitaron que la señora Marité se enterneciera por completo en un momento.
Max le explicó que era él quien había destruido el stand de los vecinos en el “Día del amor y la amistad” y pidió disculpas por haberlos enfurecido.
La señora Marité desestimó la gravedad del asunto con una voz socarrona y dijo que dicha celebración le parecía ridícula y llena de hipocresía.
Cuando Max mencionó que deseaba recuperar su bolso, Marité, que ya estaba esperando esa petición, sonrió y se lo devolvió enseguida. Lo guardaba en una de las puertas de madera de un mueble antiguo ubicado cerca de la cocina.
Era una casa elegante pero con poca iluminación. El ambiente del interior era por completo diferente al de la calle. La casa parecía pertenecer a otro sitio, a algún país muy lejano, a otra cultura o directamente a otra época.
Marité dijo que tomó el bolso para resguardarlo, antes de que fuera robado por alguien deshonesto. Ella, indudablemente, podía guardarlo bien hasta que su dueño apareciera porque, además de vivir frente a la plaza donde había sucedido todo, era una persona conocida, fácil de ubicar y que no podía tener ningún interés en apropiarse del bolso de un niño.
Max se lo agradeció.
La señora Marité advirtió que Max llevaba un teléfono celular que no soltaba en ningún momento y le preguntó por qué lo llevaba en una caja aún. Max respondió que lo había conseguido hacía poco y que todavía no lo había puesto en funcionamiento.
Marité se ofreció a cargar la batería de dispositivo, aunque sea un poco, para que Max pudiera estar “comunicado”.
Finalmente, Max salió de la casa de Marité con su bolso y su teléfono con algo de carga, listo para ser usado, aunque de poco le sirviera.
Por supuesto, lo primero que hizo Max al salir fue revisar su bolso, pues ni siquiera él mismo sabía qué había allí dentro, y encontró objetos bastante simples:
Un cuaderno, un lápiz, una identificación y un mapa.
El cuaderno contenía anotaciones varias y conservaba una parte con hojas en blanco también. El lápiz no parecía tener nada de especial pero su diseño hacía juego con el cuaderno.
Por otra parte, el mapa llevaba como título “M. M.: Mapa Místico” solo mostraba una pequeña porción de su superficie dibujada y el resto estaba en blanco, como si estuviera incompleto.
La identificación decía “Ciudad del Cielo; Nombre: Max; Rango: Alevín”. A su dorso figuraba una inscripción manuscrita que decía “SÚRÁ: Sistema Único de Registro de Ángeles. Clave: FluffyBunnySlippers123”.
Al tocar con sus manitos cada una de estas cosas experimentó un destello fugaz, una electricidad cosquilleante que le confirmó que esos objetos eran auténticos y que en verdad le pertenecían.
Mientras pensaba en que para algo serviría todo eso, se puso en marcha hacia la tienda del señor Juan Gerard para intentar recuperar su computadora.
Este deseo se impulsó mucho más con el descubrimiento más importante que hizo Max al abrir su bolso: la existencia de un Sistema Único de Registro de Ángeles.
(¿Qué significa “alevín”? ¿Será un tipo de ángel?)
Tomar la computadora e ingresar otra vez al Sistema sin duda le resolvería muchos de sus problemas. ¡Sabría exactamente cuál era su situación y podría comunicarse con alguien de su mundo que lo asistiría!
¡Quién sabe cuántas herramientas útiles para todo ángel encontraría al ingresar al Sistema! Toda su información personal, su misión en este mundo, la respuesta a por qué fue enviado a esta “aldea” y muchas promociones y descuentos también, de seguro. Bueno, esto último tal vez no, no lo sabemos.
Ahora, bien, ¿sería tan amable ese señor como lo había sido Marité? ¿Sería fácil recuperar este objeto?
Max se encontraba tan aturdido que por momentos le empezó a parecer que escuchaba el eco de las voces de las personas en su mente. Como si alguien continuara hablando aun cuando nadie más estaba con él.
Al llegar a la tienda en cuestión, la encontró enseguida. A quien buscara una casa de venta de antigüedades le resultaría bastante obvio cuál era la tienda en cuestión.
Una vidriera amarillenta como si el vidrio hubiera sido instalado hace cinco siglos atrás, un cartel con letras borroneadas que decía “Antigüedades Gerard” y una saturación de objetos aleatorios de todas las épocas conformaban el paisaje del lugar.
Empujó la puerta de entrada con cierta dificultad y buscó en el interior de la tienda al señor Gerard, pero no lo encontró. Parecía esa una tienda fantasma en la que nadie entraba jamás.
Max comenzó a recorrerla sigiloso y a buscar su computadora, que debía estar en alguna parte de toda esa variedad de objetos antiguos y no tan antiguos.
Recordó la energía, la electricidad que sintió cuando tocó los objetos recuperados de su bolso y buscó sentir otra vez algo igual. Empezó a tocar todas las cosas de la tienda para probar si le volvía a ocurrir lo mismo y así lograba identificar lo que buscaba. Se movía rápido y ligero al tiempo que tocaba todo con gran suavidad.
Intentaba tal vez no romper nada o no dejar huella de su paso por allí.
Al explorar el lugar observó que era más grande de lo que le había parecido e intentó adentrarse más para seguir con su investigación.
Sin embargo, ahora sí apareció el señor Gerard, quien emergió no sabemos de dónde e increpó a Max.
–¡Deja de tocar todas las cosas! ¡No puedes tocar las cosas! Puedes mirarlas, pero no puedes tocar. No puedes tocar las cosas. No las puedes tocar.
(¡Rayos! Tocar las cosas es mi mejor recurso para identificar si me pertenecen o no. Pero este viejo no me lo permite. ¿Qué puedo hacer?
Ya sé, intentaré lo mismo que hice antes)
–¡Buenas tardes, señor! ¡Mucho gusto! Permítame presentarme, soy Max, aquel muchacho que…
Una extraña voz se volvió a escuchar pero nadie prestó atención.
–¡Estoy trabajando! ¡No tengo tiempo para perder contigo! ¿Buscas algo? ¿Qué quieres comprar?
(¡Ah, pero qué carácter! Así va a ser imposible establecer un diálogo.
¡Qué ser tan malhumorado!
Ya sé, le diré que busco una computadora y él me mostrará las que tenga disponibles. Así podré comprobar si la mía está aquí)
–Bueno, me gustaría, tal vez, obtener… una computadora. ¿Tiene alguna por acá?
–Mira, muchacho, esta es una casa de antigüedades… pero sí, casualmente tengo una. Estás de suerte, niño. Es una máquina que llegó hace muy poco.
El señor Gerard sacó de entre sus cosas una notebook de apariencia algo anticuada y la presentó ante Max. Éste puso sus manitos sobre ella y enseguida experimentó esa electricidad sideral que otra vez lo conmocionó, solo que ahora con mucha fuerza.
Max supo que esa era su computadora.
–¡Genial! ¡Es perfecta! ¡Me la llevaré! (Y sin siquiera preguntar nada sobre ella)
–Bien, son 500.
–Disculpe, ¿cómo dice?
–Dije que son 500, el precio es de 500.
–¿A qué se refiere..?
–¡El precio de la máquina es de 500! 500 mil, claro está, eso digo.
(¿500 es lo mismo que 500000? ¿¡Cómo es posible!?)
–¿Se refiere a 500 “celestes”, señor?
(¿Este hombre conoce el dinero de la Ciudad del Cielo? ¡Imposible!)
–No sé de qué estás hablando, niño. El precio es de 500000 mil pesos.
–Y serían pesos como… ¿de qué región, digamos? Discúlpeme, es que soy extranjero…
–¡Pesos Republicanos! El precio es de 500.000 pesos republicanos. Pero acepto otras monedas también, al tipo de cambio actual.
–¿Que qué? ¿El precio es de… cuánto? ¡¡¡Es muy costosa!!!
(O al menos lo parece, pues no tengo ni idea del valor de la moneda de esta aldea)
–¡Pues, ese es el precio! ¿La quieres o no?
–Pero es mucho dinero, ¿cómo puede un ángel, digo, cómo puede una persona normal pagar tanto por una máquina que ya está usada?
–Esto es así, este tipo de computadoras son muy costosas.
(¿¡QUÉ!? ¿CÓMO SE ATREVE? ¿Cómo puede saberlo si nunca antes había visto algo así? ¡QUÉ ESTAFA!)
–Es el precio. ¿La quieres o no?
(¡¡¡Mierd*!!! ¡¡¡Este viejo ha secuestrado mi computadora y solo me la devolverá si le entrego esa suma de dinero!!! Debe haber notado mi desesperación. ¡¡¡Pero no tengo ningún dinero y mucho menos dinero de este mundo!!! ¡¡¡Así nunca podré pagar!!!
No obstante, la computadora es mía, me pertenece ¡¡¡y este hombre simplemente se aprovechó de una situación de vulnerabilidad para robármela!!! ¡¡¡Es indignante!!! ¡¡¡Y ahora pretende venderla como si fuera de su propiedad!!!
¡¡¡Este mundo está muy corrupto!!!
Rayos, ¿qué puedo hacer? Podría golpearlo tal vez y escapar con la máquina. Pero eso no sería correcto para un ángel como yo. Además me impondrían una multa carísima. No puedo hacer eso. Tengo que buscar otra solución)
–Señor, disculpe usted, pero no cuento con esa suma ahora mismo. Me gustaría pedirle que reserve esa máquina para mí y yo vendré de nuevo y la compraré con mucho gusto.
–No puedo reservarla sin una seña, chico. Si pagas ahora la mitad, te la guardaré.
(¡¡¡Ah, qué viejo codicioso!!! ¡¡¡Es astuto!!! ¡¡¡Pero no cuento con dinero, viejo loco!!!)
–Escuche, señor Juan Gerard, si usted reserva para mí esa máquina, le aseguro que en solo tres días vendré y la compraré. Y además pagaré por ella el doble de lo que me ha pedido. ¡Pero tiene que prometer no vendérsela a nadie más! Vamos, usted no pierde nada, solo tiene que esperar tres días y será un buen negocio.
(Si tanto adoras el dinero, te ofrezco aún más dinero. A ver si eso te contenta)
–Mmm… Está bien. Te la guardaré por tres días y pagarás el doble. Trato hecho.
–¡Perfecto! ¡Muchas gracias, señor! ¡Es usted muy amable! ¡Y muy inteligente!
(¡Ja, ja, viejo estúpido! ¡Te engañé! ¡Solo estoy ganando tiempo para pensar una manera de quitarte la máquina! ¡No sé cómo lo haré pero te aseguro que recuperaré mi computadora!)
Max salió de la tienda sin ningún plan en mente pero motivado para conseguir su objetivo. Recuperar esa computadora era vital. Quién sabe qué maravillas del universo estarían almacenadas allí y sobre todo que pasaría cuando Max ingresara otra vez al Sistema.
Max caminó por las veredas cercanas tratando de pensar en algo. Seguía molesto aún por el diseño cuadrado y rectangular de las casas, los edificios y los vehículos del mundo humano, pero también estaba acostumbrándose.
Esa voz sorpresiva que cada tanto se oía volvió a aparecer y se puso más intensa.
En un momento dado, unas personas se saludaron entre ellas y se dijeron “¡Hola!”, a lo que esa pequeña voz misteriosa respondió “¡Hola..!” y agregó algunas palabras más.
Max no entendió de dónde salieron esas palabras pero decidió restarle importancia… hasta que las volvió a escuchar. Era una vocecita que insistía.
“¡Hola!” decía y “¡Hola!” volvía a decir.
–¿Qué pasa? ¿Quién rayos dice eso? ¿Dónde estás? ¿Quién eres?
–¡Hola..!
–¿Qué eres? ¿Otro ángel? ¿Un espíritu?
–¡Hola..!
Entonces Max lo comprendió. Quien hablaba era el teléfono celular. Lo sacó de su bolso y lo observó. En la pantalla, la imagen de una muchacha lo saludaba.
–¡Hola!
–Eh… ¿Hola..?
–¡Hola! ¡Soy Trixie! Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
–¿Qué..?
–¡Hola! ¡Soy Trixie! Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
–¿Ayudarme? ¿Quién eres? ¿Por qué estás llamándome?
–¡Hola! ¡Soy Trixie! Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
–¡Sí, eso ya lo dijiste! Pero ¿ayudarme con qué? ¿A qué te refieres?
–¡Hola! ¡Soy Trixie! Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
(¿Qué caraj*** es esto?)
–Buenas tardes, “Trixie”, soy Max y agradezco tu amabilidad pero yo no te he llamado y no he solicitado ningún servicio ni nada de eso, así que es mejor que terminemos la llamada. ¡¡¡Bye bye!!!
–Entiendo, Max, y me disculpo si hubo algún malentendido. En realidad, esto no es una llamada. Soy Trixie, tu asistente de inteligencia artificial, y estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
–¿¿¿MI QUÉ??? ¿TU INTELIGENCIA QUÉ?
¡ESTE FUE EL CAPÍTULO DE MAX EL ÁNGEL DE HOY!
¡Así Max el ángel pudo recuperar algunas de sus cosas y conoció a un nuevo personaje de esta historia..!
¿Qué onda con esta Trixie? ¿Cómo será? ¿Ayudará o solo complicará las cosas?
¡Sigamos adelante con Max, el ángel, en el siguiente capítulo!
EL PRÓXIMO CAPÍTULO DE MAX EL ÁNGEL SERÁ: TRIXIE
¡HOLA!
Soy Sebastián Araujo, autor de “Max el ángel”.
Escribo ficción y fantasía y ya he publicado mis primeros libros
de relatos fantásticos.
¡Mi meta es crear una SAGA, un UNIVERSO NARRATIVO FANTÁSTICO!
Allá vamos, ¡¡¡a la aventura!!!
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Sebas Araujo
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